La película comienza con Mort Rifkin (Wallace Shawn) contando con detalle a su psicólogo, el viaje que tuvo acompañando a su esposa (Gina Gershon) al Festival de Cine de San Sebastián, su desmoronada relación como matrimonio, cómo nota que su esposa y su cliente, el respetado, y según Mort, sobrevalorado director Philippe (Louis Garrel) tienen una especie de aventura, es que Mort se enfrasca en una serie de delirios que lo atormentan en sus sueños, sobre su vida, su futuro, su relevancia en esta, y las grandes inquietudes que todo ser humano pensante puede tener, acompañadas con malestares físicos. Una vez que su buen amigo Tomas (Enrique Arce) lo ve padecer, le da el teléfono de un buen doctor, que resulta ser la doctora Jo Rojas (Elena Anaya), y en ese justo momento, Mort no sólo queda curado, sino que queda prendado de la luz que le transmite la bella doctora, es así que, aun sabiendo que no podría pasar nada entre ellos dos, hace todo lo posible por volver a verla y pasar el mayor tiempo con ella mientras dure el festival, es así que Mort ve, como hay similitudes entre ellos dos, como Nueva York, su amor por París y los cafés, y su gusto por las relaciones tormentosas en las que los infravaloran. Mort, a través del psicoanálisis del que somos parte, muestra sus exigencias y debilidades, cuestionándose a sí mismo si era necesario tanto esperar darle a la vida, o si su vida fue un desperdicio, sólo resta, a nosotros los amantes del cine de Allen, deducir que pensamos al respecto después de esta su última película.
Me parece que poner en tela de juicio todo lo que Allen a dado al cine, es absurdo. Si bien tampoco podemos ponerlo en un pedestal al lado de los directores que Allen ama y homenajea en esta película, desde mi punto de vista, si se le debe de dar su lugar como un director que, a pesar de cumplir con ciertos paradigmas de la industria del cine norteamericano (sobre todo en sus años más prodigiosos), es un director que no sólo ha incursionado en todos los géneros que ha querido, sino que ha hecho un cine además de personal; un cine pensado, profundo y divertido.
Aún con lo antes mencionado, si bien Rifkin's Festival tiene, además del sello inequívoco de ese humor inteligente del realizador neoyorquino, y muchos de sus temas recurrentes a lo largo de su filmografía, que iremos tocando respectivamente, y con otros elementos que hacen valiosa la obra en ciertos sentidos; me parece que esta es su película más endeble desde, a mi parecer la muy flojita De Roma con amor.
Indiscutiblemente lo mejor de la película son los homenajes que Allen hace al cine de los directores europeos que él más admira y ama, la presencia de Citizen Kane (Orson Wells), 8 1/2 (Federico Fellini), Jules et Jim (Truffaut), Un homme et une femme (Claude Lelouch), Persona y El séptimo sello (Ingmar Bergman), El ángel exterminador (Buñuel), entre otras, además de servir como referencia directa y acercamiento a ese cine para los no tan adeptos, Allen integra perfectamente todas estas referencias de una manera muy orgánica a la trama y la situación que a Mort lo atormentan durante toda la película, que no son muy distintas a las que atormentan al mismo director, como lo es la vida, la muerte, la fragilidad humana, el amor, la belleza, el deseo, la pasión. Incluso en el sueño que revive a 8 1/2 plasma mucha de su vida y sus amores no concretados, como lo es el de la figura de la jovencita Marcia Cohen. También se siente como a través del personaje de Mort, además de sacar como es una costumbre en el cine de Allen, a través de su alter ego, todas sus filias y sus fobias, acá hay una especie de confesión y preocupación sobre su importancia como realizador, en el caso de Mort es como escritor, y su afán de escribir una novela que sea una obra maestra, cuando quizá lo de él es leer y disfrutar de obras maestras, cuando lo que a él le gustaba y disfrutaba hacer, era dar clases de cine, y esto bien se puede interpretar como un Woody Allen ya maduro, plantado y sereno a sus 86 años pensando que, al final de cuentas si hizo una obra maestra o no a lo largo de su obra, no tiene ya tanta importancia, pues disfrutó haciendo películas que muchas personas (sobre todo en Europa, el continente que lo ha adoptado durante un duro proceso de condena moral en Estados Unidos) aman y cuya importancia es tan vital como quizá una pierna.
Además de estas referencias y guiños tanto al cine que ama, como a su historia personal, Allen nos trae al plato, a través de detalles muy singulares, a algunas de sus películas pasadas, como Midnight in París, Maridos y mujeres, Magia a la luz de la luna o Vicky Cristina Barcelona.
También hay una crítica por demás inteligente de Allen, y de manera muy sutil que seguro más de uno sabrá leer y detectar a través de la figura de Philippe y los festivales de cine hoy día, la importancia que le dan cine como un arte genuino, o cómo sólo se utiliza y profana con cuestiones morales y falsas posturas políticas sólo para verter discursos vacíos en mentes que piensan como el mercado consumista lo dicta.
Si bien, hasta ahora todo apuntaría a que la película tiene más pros que contras, y quizá así lo sea, el problema serio que tiene la película de Allen es el hecho de que su pareja protagónica se siente desangelada. En la escena en que se encuentran por primera vez Wallace y Elena, no se siente una conexión de sus personajes, se siente forzada y eso en automático a uno lo desconcierta y lo desconecta un poco de la trama, aún con la presencia encantadora y la luz de Elena (por supuesto, esto gracias a la magia de Vittorio Storaro una vez más al servicio de Allen en la fotografía), pero conforme va avanzando la película, esto logra componerse, y al final la película tiene un final digno de las películas de Allen. El resto del cast cumple en su mayoría (la aparición de Christopher Waltz como la muerte de El séptimo sello es extraordinaria), Garrel y Gershon a mi parecer son los mejores en toda la extensión de la palabra, y da un poco de coraje ver a Sergi López en un papel con tan poca importancia, sin profundidad y sobreactuado.
Aún con este tropiezo con los protagónicos que se logra resolver, y con la ayuda de la magia del que para mí es uno de los festivales más encantadores del mundo, al igual que esta ciudad a la orilla del mar cantábrico, siempre diré que, a pesar de no ser con una gran película, ver el cine de Woody Allen en la pantalla grande, es una experiencia que jamás se debe uno de privar y perder.
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