Ella se había sentado en la primera banca de la fila, él miraba el nacimiento que estaba frente al altar, con algo de asombro y curiosidad. Iba descubriendo detalles que no pensaría que habrían en el nacimiento de un bebé en medio de la nada, porque el acontecimiento real, el que intentaban recrear en ese bello y pomposo nacimiento en la iglesia, había ocurrido en medio de la nada. Veía los animales, veía cómo habían acomodado los musgos con tal precisión, que parecía que habían nacido allí. Ella lo miraba con extrañeza, y sentía una especie de admiración, no se creía que hubiera una persona, como aquel joven, que se fijara en esas cosas, sin tomarle después una foto. Ambos creían, cada uno mirando y pensando en una cosa diferente, que estaban ante una especie de milagro.
Él había dejado de mirar el nacimiento y se dirigía hacia ella, la miraba y le sonreía. Ella sabía que no era una mirada que buscara algo, como las miradas que tenían esos hombres en el bar que trabajaba entre semana, hombres deseosos de carne, de placer, de satisfacción sin importarles las manchas que suele dejar el deseo cuando no es honesto.
Se sentó a su lado y la volteó a ver, al principio no dijo nada, no le dijo nada a ella, sólo le sonrió, parecía muy sereno en el lugar. Entonces, después dijo con una voz muy clara y calmada:
-Se siente mucha paz en este sitio.
Ella lo miró sorprendida, no es que hubiera esperado otras palabras de él, pero si le sorprendió escucharlo hablar tan de repente. Si algo había mostrado hasta ahora en la velada que estaban compartiendo, era que sus palabras solían ser muy reservadas, y que por lo general era ella quien comenzaba las pláticas. Ahora a ella le tocaba seguir con el interrogatorio.
-¿Por qué ya no volviste a la ciudad? -Él respiró hondamente antes de responderle.
-Evidentemente en un principio fue porque mis padres ya no volvieron. Yo era un niño, y por muchas ganas que tuviera por volver, no podía hacerlo. Después, ya que fui mayor de edad, aunque siempre lo tenía en la mente y me ponía a hacer planes, algo me hacía posponer el viaje. La verdad es que me daba miedo.
-¿Por?
-No lo sé. Quizá porque entre más lo pensaba, mientras más revisaba mis memorias y mis recuerdos, me daba cuenta que yo no encajaría con la ciudad. No vivía al mismo ritmo de vida que ustedes, ojala tuviera esa ligereza de sangre en mis venas, eso es algo que siempre les envidiaré. Quizá si mis padres me hubieran dejado vivir un par de años acá, la habría desarrollado. Me llevaría mucho tiempo adaptarme y sufriría seguramente mucho en el proceso. Por más que amara a esta ciudad, yo jamás sería parte de ella. Me preguntaste por qué vine a esta iglesia en preciso. Es porque en ella se casaron mis padres, y aquí me bautizaron. Y cuando venimos hace 14 años, ellos me trajeron a ella. Recuerdo que las figuras de San Pedro y San Pablo se me hacían enormes, ahora son tan simples como yo. Siento que yo perdí la magia, o quizá la ciudad ya no me permite verla.
Él volteó a verla, ella lo miraba quietamente, lo estuvo mirando y escuchando con detenimiento, él iba y venía con su mirada por todo el altar mientras hablaba. Ella se sentía muy conmovida con lo que él le contaba. Ella no supo que hacer mas que abrazarlo, él se sorprendió con el gesto de ella, pero al final lo correspondió con sus brazos dando calor a la espalda de ella. Acto seguido escucharon que una puerta detrás del altar se abría, decidieron salir antes de que alguien los mirara. Seguro que Rogelio los estaría esperando preocupado afuera del taxi, muerto de frío.
Jamás hubo, hablando en términos estrictamente contundentes, un acontecimiento en mi vida que me haya creer en fantasmas. Sin embargo; creo que siendo niños podemos tener una relación muy cercana con fuerzas paranormales, o de otro mundo u otra dimensión si así quieren llamarlo. Por ejemplo la magia, y aunque hoy día no pueda decir que creo en la magia, he de aceptar que alguna vez creí en ella, o más que creer en ella, yo la sentía a diario, eso fue durante las dos vacaciones de verano que pase en la casa de mi tía Katia, el lugar más mágico sobre la faz de la tierra, o al menos el único lugar donde yo pude contemplar magia. Las primeras vacaciones la tuve a la edad de diez años, la segunda vez fueron diez años después.
Sólo el recordar como el agua siempre estaba agitada, ya sea que estuviera en un vaso de agua, en un tazón con restos de harina de trigo, en una jarra de barro, o en la pila del patio donde igual que lavaban la ropa, los trastes, o se refrescaban mis primas en prendas diminutas. El aroma eterno a guayaba en ese jardín siempre verde y lleno de flores de todos colores y formas. Pero lo que más hacía, y aún hace que se estremezca mi alma, aunque siga sin saber que es eso, eso que me hace recordar aquellos veranos, eran esas escaleras rosadas que daban al cuarto de mi prima Karla.
Ella era cinco años mayor que yo, pero era la menor de las cuatro hijas de mi tía Katia, era la única que dormía sola en la habitación de arriba, donde me hacían dormir con ella, ella me hacía que besara su cuello mientras metía su mano dentro de sus short's de mezclilla azul, yo aún sin saber que era aquello, o siquiera sentir excitación alguna, sentía un terror fascinante, cosa que ni el placer o la felicidad más rimbombante, me han hecho volver a sentir en la vida. Karla me decía que cuando fuéramos mayores nos casaríamos y tendríamos muchos hijos.
Recuerdo aquel verano como lo más maravilloso que me haya pasado, en aquella casa amarilla con puertas y ventanas todo el día abierta siendo de día o de noche, recuerdo los muchos amigos que tenía, recuerdo lo que era regresar de noche a la casa corriendo y encontrándome en la puerta a mis primas mayores con las vecinas, la brisa del océano pacífico hacía que, ya fuera de día o de noche, todas las muchachas llevaban vestidos diminutos y sus bocas pintadas de rojo. Todas eran hermosas, blancas, altas, no es que alguna en particular me gustara, pero si me encerraran en una habitación a oscuras con todas ellas, con solo sentir su aroma, y sus labios agrietados con mis dedos, podría saber cual era cual. Pero no había cosa que más recordara de aquellos días que llegar a la habitación a bañarme antes de cenar y ver a Karla esperándome en el baño para hacer lo mismo que todas las noches antes de cenar y apenas y vernos a los ojos, pero jamás a las manos.
Recuerdo que mientras yo jugaba con los niños de mi edad en la calle a lo que fuera mientras esto nos hiciera revolcarnos y correr, mi prima Karla platicaba con un chico el cual ella decía que tenía 16 años, que no era su novio, pero que la abrazaba y la besaba mientras ella no dejaba de mirarme.
La segunda vez que nos vimos, diez años después, ya no era lo mismo. Ni dormíamos en el mismo cuarto, ni podíamos andar con esos juegos a nuestra edad. Evitábamos a toda costa estar solos, porque sabíamos que aunque no nos fuéramos a casar, ambos queríamos concluir aquello que yo sabía que Karla hacía conmigo. Pero aún así lejos de querer aprovecharme de ello, nunca busqué el contacto, la noche en que por fin pudimos estar solos recuerdo que ella me dijo: -Estás muy serio, ¿en quién piensas? A lo que yo respondí: -En nadie. Y ella remato: -Todos piensan en alguien, mira que si lo sabré yo, que llevo diez años pensando en ti.
Aquella vez no hizo falta más para entregarnos al idilio del placer. Aquella noche fue tal la pasión que acordamos no volver a hacerlo, porque jamás podríamos igualar semejante entrega, de cierta forma, algo en nosotros dos murió, aquella noche, y sabíamos que si volvíamos a estar juntos, quizá acabaríamos muertos, como lo que murió en mi interior seis meses después al enterarme que ella se casaba, y como lo que en mí muere hoy, cinco años después que vuelvo por tercera vez a casa de mi tía Katia, donde el grande guayabo que daba el olor al patio ya no está, las vecinas y mis primas ya no son tan jóvenes pero siguen siendo hermosas y con los labios rojos e hijas muy parecidas a ellas, y el agua no deja de agitarse. Como lo que en mí muere el día de hoy que vuelvo al funeral de Karla y su esposo, como si aquella magia me la hubiera arrebatado por la promesa que no cumplimos, y que a mí me a llevado de muerte en muerte, y a ella se la arrebató de un tirón. Hoy quisiera creer en fantasmas.
Dentro del muy diverso mundo de las series por servicio de
streaming, y claro, refiriéndome por supuesto a las que son creadas
exclusivamente, o a partir del auge que dichas plataformas han tenido en los
últimos seis años (llámese Netflix, Amazon Prime, HBO GO, o las más recientes
Disney+, Hulu o la recién llamada Starzplay, antes Fox+) hay una que, para una
persona que no gusta de ver series por la demanda que involucra el hecho de
dedicarle tanto tiempo a un “producto” (porque al final de cuentas, la gran
mayoría de estas son sólo un producto que está diseñado para que uno “consumidor”
siga “adquiriendo” otros “productos” similares en dichas plataformas, de ahí
que la estructura de la gran mayoría de estas sea tan parecida, y eso sin tocar
el tema de los géneros, que por supuesto los más abusados son la comedia
juvenil y el suspenso) me parece es de lo mejor de los últimos años.
Aunque corrigiendo lo anterior, no podría definir con toda
autoridad el hecho de que sea una de las mejores series de los últimos años,
puesto que no he visto gran cantidad de series en los últimos años. He
revisitado series que solía ver cuando el servicio de streaming no era la única
forma en que estas series se podían ver, cuando las series duraban seis meses, cuando
había que esperar y estar en suspenso toda una semana para seguirla viendo (recuerdo
los años en que veía Lost, y era agobiante, y es una práctica que ha bien ya
han replicado algunos servicios de streaming), pero quizá lo más correcto sería
decir que es una serie que desde que leí al respecto acerca de su trama, hizo
que inmediatamente quisiera verla, algo que no me había pasado, como ya lo
comente al principio, al menos en los últimos seis años.
“Normal People” es una serie dramática de la plataforma Hulu
producida por la BBC (por si necesitaban uno de esos grandes sellos de calidad)
basada en la celebrada novela de la escritora Sally Rooney, quien también
trabaja en la adaptación de su obra a la pantalla. La historia sigue el
crecimiento que tienen Connell y Marianne desde que están en el colegio hasta
que terminan la universidad, en este camino vemos el intenso principio de su
relación, con Marianne siendo el “patito feo” en el que Connell, el chico
aparentemente popular, encuentra una especie de espejo de la persona que
realmente es y que se empeña en esconder; pasando por su encuentro en la
universidad con los papeles invertidos y la adaptación que Connell tiene que
pasar para aceptarse como es, y Marianne curar su forma de relacionarse con las
personas a través de su experiencia familiar y con el propio Connell.
La riqueza de esta serie no sólo parte de lo intenso de los
pasajes en la relación entre Connell y Marianne, y sus procesos de crecimiento
por separado, tiene también mucho que ver con la forma en que la historia es
narrada.
Antes de entrar de lleno a los temas que atañe con gran
atino y de la manera más correcta, debería empezar con un acto de confesión al
respecto del porqué, por una parte, empecé a verla, y segunda; me sentí tan
identificado y “ganchado” a ella. En primer lugar, regresando al tema de la
demanda de tiempo que requiere ver una serie, debo decir que “Normal People”
entra en la categoría de “serie corta”, las cuales no duran más que una
temporada, y que no suelen pasar los 12 capítulos, en este punto, debo decir
que “Normal People”, bien podría considerarse una película de poco más de cinco
horas de duración, lo cual hace que uno pueda verla de un tirón sin conflicto
alguno, justo lo que yo hice en mi caso particular.
Dentro del tema de duración, que también se convirtió en una
de las razones para querer verla, fue decisivo el hecho de que siempre he
considerado el hecho de ver series, o las series como “producto”, es que son
muy efectivas para distraer la mente, para no pensar en cosas cotidianas que te
generan estrés, algo que precisamente yo necesitaba en el momento en que vi la
serie. Y la verdad es que fue tan efectiva en ese punto, pero al grado de que
no me dejó este efecto sedante, sino que hizo que pensara en otras cosas aún
más intensas, aunque quizá la palabra “pensar” no sea la más adecuada, quizá la
palabra más adecuada sería: “recordar”.
Dentro de los temas que la serie aborda y explora de manera
perfecta, están en un principio la cuestión de los roles que las personas
debemos de asumir ante la sociedad o, mejor dicho, en la vida escolar, como hay
que de alguna manera proyectar o repeler lo que somos, y las consecuencias que
trae el hecho de ser auténtico. Habla en muchos sentidos la gran presión que
trae ser el ser diferente a lo establecido, al estereotipo, también la forma en
que los hombres deben de asumir su postura de macho por las compañías; pero por otro lado muestra cómo, a través de
las vivencias propias desde el núcleo familiar, uno asume, o falta por omisión,
a ciertas normas o etiquetas delas
interacciones humanas y personales, como a veces no asociamos el amor y el
sexo, o si, pero no a un plano social, y como eso puede hacerlo ver a uno como
un ser egocéntrico o cruel, por no pensar en las emociones y sentimientos de la
otra persona. Otro de los temas que la serie toca aún con mayor maestría, y
esto se debe mucho a la experiencia de la propia escritora con su vida propia,
la personal y la profesional, es el hecho de la adaptación a una nueva vida en
una nueva ciudad, en este punto toca como la vida de Connell y Marianne da un
vuelco de 360 grados cuando van a la universidad, y en este punto también hay
un punto de inflexión muy importante con respecto a Connell y Marianne, pues
mientras estaban en el colegio Marianne hace a Connell asistir a la universidad
para ser escritor, puesto que él pensaba estudiar derecho en la universidad
local, pero ella le hace ver que lo que el realmente ama son las letras, y a
raíz de esta elección, Connell ve que las cosas no serán tan fáciles en este
nuevo mundo, muy diferente al del colegio, está haciendo lo que ama, pero
resulta ser una vida muy solitaria, hasta que se reencuentra con Marianne, cuya
distinción y expresión social es muy diferente a la del colegio, el reencuentro
los hace ser amigos, para después volver a ser amantes, porque los reencuentros
entre almas gemelas siempre se van a volver a dar, es algo que nos ha enseñado
la vida a unos pocos defectuosos.
Quizá el tema medular, o el que a mí me hizo un poco ver al
pasado, es el de cómo al cambiar de lugar y de costumbres, y no sentir que
encajas del todo, aún cuando las cosas aparentemente te van bien y haces lo que
amas (en este punto tuve una conexión con la serie ya que un par de días atrás
me pasó algo que le pasa a Connell en la serie, y fue el hecho de que uno de
mis cuentos no entrara dentro de los planes de una revista literaria), o tienes
personas a tu alrededor y amigos, el simple hecho de que no sean esos amigos
con los que creciste, aún cuando no fueran en el estricto sentido de la palabra
afines a tus gustos o aspiraciones, el saber de la muerte de amigos y la
depresión que viene con ello, y la nostalgia del pasado y lo incierto del
futuro hace que sea un proceso muy difícil y muy doloroso, del que por supuesto
uno sale gracias a terapia y hablarlo con personas cercanas y queridas y que a
uno le importan.
Otro tema medular y que también es expuesto de manera muy
simple y sencilla, pero perfecta, es el cómo la historia de nuestras vidas se
ve afectada con el sólo decir o dejar de decir algo que dábamos por sentado, o
que creíamos que la otra persona debería de saber. La serie es una lección
sobre el no dejar de decir y expresar lo que sentimos, el no creer que la otra
persona sabe, o debe saber lo que sentimos, aún cuando la conexión entre ambos
sea tan profunda.
-¿Por qué tus dedos son tan inquietos? -No lo sé. Jamás me había puesto a pensar en ello. -Y nunca nadie te lo había preguntado antes. -No. -Trata de encontrar alguna explicación. -No lo sé. No sé si pueda.
-¡Vamos! Me vas a decir que don señor escritor no puede inventarse una historia sobre porque sus dedos no pueden dejar de acariciarme.
-No es eso. Mira, si quisiera encontrar algo muy pretencioso o significativo, sería algo que me costaría mucho inventar. Tendría que agotar todo mi arsenal creativo para hacer que con unas cuantas palabras tú ya no te quisieras ir esta vez, quizá lograría derribarte los miedos y haría que te olvides de todo y te quedes conmigo para siempre. -No juegues conmigo, por favor. -Lo sé. Y no te preocupes. No haré eso. Lo que haré ahora, que es algo que debí hacer desde el primer momento en que te vi, es decirte la verdad, del por qué no puedo dejar de tocarte, de sentirte, de buscarte.
-¿Y cuál es esa verdad?
-Esa verdad es la única verdad que rige mi vida desde que llegaste, y es el hecho de que, desde que llegaste, sabía que había encontrado aquello que había buscado toda mi vida, y que por más que yo quiera vivir más y tenerte más, no puedo hacerlo, y tarde o temprano tú te irás. Incluso el calentamiento global y la paz mundial me importan más cuando estoy a tu lado. Por eso decidí desde el momento en que te conocí que iba a ocuparme en lo que yo pudiera, de mejorar y contribuir para que este mundo sea un lugar cada vez mejor, desde mi humilde trinchera. Y que cada momento que tuviera a tu lado, lo iba a aprovechar al máximo, y no iba a dejar de tocarte y besarte cada vez que un impulso me lo dictara.
-Aunque eso signifique estar juntos desde que llego hasta que me voy.
-Incluso.
-¿Y la escritura? No dejarías de escribir por mi, ¿o sí?
-Cuando estoy contigo ni siquiera siento la necesidad de escribir.
-¿Qué te he hecho?
-No lo sé, pero algo mejor de lo que era antes, seguro que si.
Aún no puedo permitirme llamarte por tu nombre, por miedo a que sepas quien eres, por miedo a que sepas lo que siento yo, pero debo decir que hay una necesidad de escribirte ahora mismo, con una necesidad y unas ansias que hace mucho no había sentido.
No creo que sea casualidad el hecho de que en estos momentos que siento que estoy en la etapa más prolífera creativamente hablando, tú presencia, que realmente tiene poco tiempo en mi vida, sea protagonista de ello, sin querer hacer que esta confesión sea una especie de carga en tu persona, porque no la debe haber, cada quien elige lo que quiere sentir, "uno no elige de quien se enamora, ni elige que cosas a uno lo hieren" dice Jorge Drexler.
Hablando de amor, yo no puedo decirte que estoy enamorado de ti, aunque todo el mundo a mi alrededor que sabe de tu presencia, se empeñen en decir que tarde o temprano terminaré enamorándome de ti. Yo no puedo decir que si o que no, uno no sabe lo que pasará o sentirá luego del tiempo compartido, del contacto, de la conexión, de las piezas; lo único que sé es que te admiro como a muy pocas personas, y sé que la admiración lleva al enamoramiento verdadero, que si sabré yo de eso. Hay algo que siento, pero no sé que es, y eso es intrigante.
Hasta hace unos meses creía que estaba en mi etapa de desapego, de autodestrucción, pero a últimos días, vaya uno a saber si es los primeros tres meses del año, la distancia, el coronavirus, los desvelos, justo cuando menos ha sido el contacto contigo, pero más la presencia en mi pensamiento; siento que estoy más vivo que nunca, quiero estarlo, quiero verte.
Esta publicación quizá sea una de esas publicaciones que menos sentido o más inútiles resulten para el blog, pero aún así no puedo dejarla de escribir.
Trata sobre mi ausencia a últimas semanas en el blog, trata sobre cambios que pasan cuando los tiempos cambian, cuando las personas crecen, y cuando decisiones de terceros (decisiones que aunque duelan, deben tomar tarde o temprano para que ellos estén bien, aunque de momento no se vea tan claro esto) cambian la vida de uno.
Además de atravesar el hecho de ya no vivir con mi familia, familia con la que he vivido prácticamente desde que nací, salvo por algunos lapsos de tiempo no mayores a un año, y siempre teniendo la compañía de al menos un integrante de esta (ya fuera alguno de mis dos hermanos o mi señora madre) por primera vez estoy completamente solo, al menos en este sentido, ya que de una forma u otra, nunca estoy solo.
Quizá de las cosas que más extraño, y que era una de las que más me molestaba, o de las que más me quejaba teniéndolos cerca (ya saben lo que dice el dicho: nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido), es el ruido de mi hermano menor, su corpulenta presencia. Si bien no me puedo jactar de ser una mala persona del todo, y en la medida de lo posible he hecho lo que he querido en la vida, lo que he querido con el corazón, pero tampoco puedo decir que soy el mejor ejemplo a seguir. Con esto quiero decir, en clave de confesión, que no quisiera que mi hermano fuera como yo, yo quiero que él sea completamente feliz, que no se le seque el corazón, como yo lo tengo en cierto grado, y que no se amargue la vida por nimiedades.
La cosa más dura de mudarse, no es el cargar los pesados muebles de un lugar a otro, es convertir un espacio desconocido en un hogar, pasar los primeros días sin dormir sintiendo que invades un lugar que no te pertenece, que fue antes de alguien más, que en ese lugar comieron, rieron, hicieron el amor, vivieron. Recuerdas los ruidos y las texturas del viejo hogar (dice ese otro dicho: uno se acostumbra a todo, incluso a lo malo, al grado mismo de tomarle cariño), recuerdas la sensación de seguridad que te producía escuchar tan de cerca a las personas que viven contigo. Vienen las responsabilidades, los cambios, encomendarse un poco a la suerte, y no soltar viejos hábitos para saber que no estoy del todo solo, que no sentiré la resignación de madurar y cambiar tan fácilmente, o como dirían esas maravillosas letra de Dylan Thomas: "no entres dócilmente en esa buena noche".
-Lupita. -Le decía él y sonreía al ver como ella volteaba a verlo en el acto. Siempre mirándola con esos ojos embobecidos cada vez que tenía el gusto de volver a toparse con esa amiga suya, cada vez que sus itinerarios ocupadísimos los hacían "coincidir" en alguna ciudad próxima al lugar donde vivían.
-¿Sí? -Respondía ella, se le denotaba un poco de impaciencia cada vez que él la llamaba por su nombre, sabía que un comentario con cierta tonalidad de confesión le esperaba, aún con eso, y la ansiedad que le generaba; le gustaba mucho escuchar esas "historias". Ambos se trataban con cierta parsimonia, con un grado de respeto muy significativo, cual seres habitantes en algún poema de Benedetti, como si fueran maestre y contramaestre, aunque en este caso, sería difícil determinar quien era quien.
-Anoche la soñé.
-¿En serio?
-Si.
-Cuénteme sobre eso.
-No fue muy especial. Quiero decir, si lo fue; pero no por la forma en que muchos dirían que un sueño es especial. No sé si me entienda.
-Creo que si. Lo que trata usted de decirme, según puedo apreciar; es que soñó conmigo, pero sin ninguna connotación sexual, o sentimental.
-Exactamente. Eso. Bueno, aunque eso de la connotación sentimental no estoy muy seguro. Pero déjeme le explico, no me mire usted así con esos ojos que voy a creer que le emociona saber eso.
-Yo no lo estoy mirando de ninguna manera -dijo ella mientras se le ruborizaba la cara, horas más tarde culparía de eso al vino blanco que había bebido-. Pero por favor, prosiga.
-Estábamos en su casa.
-¿Ahora estábamos en la mía? Recuerdo que la última vez estábamos en la suya.
-Si. ¿Me deja terminar?
-Perdón, si. Disculpe usted, prosiga.
-Entonces estábamos allí. Como suele suceder en todos los sueños, no sé cómo es que llegamos a este lugar, la cuestión es que estábamos y hablábamos sobre un proyecto en conjunto. Veíamos las fotos de su último viaje a Italia y me contaba del accidente que había tenido en la carretera. Usted quería que yo pintara algunas de esas fotos, pero con meticulosas indicaciones suyas, y por supuesto, cada una de ellas se utilizaría en el libro sobre su viaje, si yo las acataba al pie de la letra. Lo cuál...
-...Ya sé. Usted me decía que eso era imposible porque a un artista no se le puede interponer una mirada ajena que no sea la de él, aunque su obra sea una adaptación de una base original. La mente de cada persona ve cosas diferentes, y seguro me mencionaría la historia de usted y su hermana cuando siendo niños su mamá los puso a contemplar el árbol que tenían en el patio de su casa y diez minutos después les pidió que dibujaran lo que habían visto en él.
-En realidad no le iba a decir eso. Aunque me halaga mucho que recuerde usted esa historia.
-Y cómo no iba a recordarla, si usted la cuenta a la menor provocación en las reuniones que asiste a las galerías, allí es donde la he escuchado en repetidas ocasiones, cuando vivíamos en la misma ciudad.
-Él adopta una actitud seria, observa su copa de vino, ya no prueba bocado de comida. Ella lo mira con cierta ternura, como si viera al niño de la historia. Él voltea a verla y percibe el sentimiento que esconde esa sonrisa en ella. Entonces él le dice:
-La verdad Lupita, es que yo en el sueño le decía que me encantaría trabajar con usted, y eso se lo decía por dos cosas en particular. La primera, por el privilegio que sería poder estar cerca de usted un buen lapso de tiempo, como en aquellos meses en la costa, como en ese momento del sueño en el que estábamos tan cerca sentados en ese viejo sillón café suyo que tanto me gusta. Quizá no debería de decir esto pero, llevaba puesto ese vestido gris que llevaba el día en que conocimos.
-Eso fue hace diez años señor...
-¿Y me va a decir que ya no lo tiene? -Él la mira fijamente de la forma en que a las mujeres les da pavor que un hombre las vea porque se saben perdidas ante un descubrimiento que era uno de los secretos que creían mejor guardado de su existencia-. Y la segunda razón por la que le decía que sí, era por la sencillísima razón de que yo nunca le diría que no a ese par de hermosos ojos suyos, y el brillo que desprenden cuando me ven como si estuviera loco, o como si siguiera siendo un escuincle a pesar de las arrugas y las canas. Y ya entrados en confianza, le daré una tercera razón: no hay mirada que yo sienta más próxima y parecida a la mía, que la mirada suya.
Te preguntarás: "¿Qué es esto?"
¿Un poema?
¿Una carta?
¿Una confesión?
¿Una despedida?
Eso te corresponde a ti responderlo. Mi asignatura en este punto es la de juez, fiscal y abogado, tengo total imparcialidad en lo que a tu sentir y pensar respecta, pero como dijera mi dios Benedetti: "ojalá pienses un poco en mí"
Si tu primera impresión, y en esto debo de ser además de franco, bien directo; es que la anterior pregunta, y la respuesta formulada en aquel entonces, no está en el olvido, con este "segundo volumen", cual "segundo asalto" de los "Love of lesbian", no hago más que confirmar que, aunque no tienes nombre y rostro para el mundo, no dejo de recordar ese primer beso, aunque fuera sólo un juego, no dejas de ser tú, aun cuando no sabía que eras tú. Las tardes en la hamaca del patio escuchando música me hacen confirmar lo que pienso.
¿En qué pienso?
En lo que siento.
¿Qué siento?
Quizá sea un poco aventurado escribirlo, pero a estas alturas de la vida, si uno no dice (o escribe) lo que siente, lo marchita la vida:
te amo.
Quizá el que yo diga esta palabra
te asuste,
te ahuyente,
te aleje,
pero es un riesgo que todo hombre en determinado momento debe asumir, este soy yo asumiendo las consecuencias totales de este manifiesto.
Ahora, contestando la pregunta principal de este asunto, y muy distinta a la respuesta que en un pasado se dio, declararé lo siguiente:
¿Por qué te amo?
Por las inmensas ganas que tienen mis ojos de poder verte. Ahora ni siquiera está la condicionarte de que me toques. En su momento rechacé la posibilidad de tocarte, de sentirte; ahora rechazo también tu contacto hacia mí, por muy inocente que este sea, ahora sólo el deseo y mi ansiedad el poder verte aquí, es lo que me hace saber que te amo.
Quizá hoy día tenga más sentido escribirte esto que cuando estabas con vida, siento que de alguna manera así te pueden llegar más rápido y claramente mis palabras (por muy sencillas que estas sean), o quizá sólo sea yo reconfortándome ante esta idea poco probable. Aún así acá me embarco en este ejercicio de escribirle nuevamente a un hombre que ha muerto, pero que no tengo duda de que tu ser estará de aquí a la eternidad rondando por este planeta mientras sigamos escuchando tu música.
Escribirte sobre lo que tú y tu música significaron para mí en la juventud, del salvavidas que fueron tus canciones junto con las de genios como Gustavo Cerati y Fito Páez, sería hablarte de cosas que ya están superadas, que ahora con los años y la distancia que estos marcan se ven menos importantes, menos impactantes, pero que en su momento eran muy fuertes de llevar. De alguna manera más de una de tus canciones me ayudaron a comprender y ponerle nombre a cosas que sentía y que no sabía como expresar o llamar, tus letras parecían entenderme y saber lo que sentía mejor que el mejor de los maestros, que el mejor de los amigos, que el mejor de los padres, incluso mejor que yo hoy día. En muchas formas y sentidos puedo decir que fuiste un amigo para mí. Fuiste una gran influencia para mí, tu música me inyectaba una energía, una alegría, una vitalidad, una buena vibra, que yo sé no era más que el reflejo del hombre que fuiste hasta el último día de tu vida, esa es la razón por la que tantas personas lamentamos tu partida, y que tanta gente que te conoció en vida de evidencia de las muestras de cariño que tenías hacia ellos y que ellos tenían para ti.
Esto lo escribo, y de cierta manera lo pongo en evidencia para recriminar a quienes piensan que uno no debería de sentir tristeza cuando un artista a quien uno admira muere, que cómo se puede poner uno triste por una persona que uno no conocía, para eso tengo una respuesta contundente: esos artistas son personas que nos acompañan en manera de arte, durante los años más complicados de una persona, cuando uno es adolescente y joven, y experimenta y vive muchas cosas por primera vez y que los adultos parece que olvidan demasiado rápido, de ahí que sean poco tolerantes a la hora de comprendernos o aconsejarnos, por eso se crea una conexión tan grande con los artistas que uno escucha, y más cuando son artistas como tú, cuya música tenía un mensaje muy profundo, que era la de la libertad, la de la unidad en colectivo, la del amor; valores que no estoy muy seguro de que hoy día los jóvenes encuentren en la música que escuchan.
La vida sabe que te extrañaré mucho, pero acá seguiré escuchando tu mensaje.
Adiós.
En los últimos videoclips que estuvo compartiendo en los últimos meses era más
evidente el desgaste físico que el cáncer hizo en su cuerpo, no así en su estado
anímico y sus ganas de compartir. Lo venció una vez, cuando volvió a la música
después de parar en el 2015, nos regaló el gran "50 Palos" en aquel entonces, y
ahora nos deja casi de manera póstuma (porque lo logró presentar) "Tragas o escupes".
Muchas personas me recriminan el hecho del por qué me duele tanto la partida de Pau y la publico en mis redes sociales, y no soy capaz de mostrar indignación o publicar por las cosas que pasan alrededor del mundo y sus turbulentas olas de cambio. La respuesta está en que por supuesto que me indigna y me duele todo lo que ha estado pasando en los últimos meses, muertes de personas vulnerables y de médicos a raíz de la enfermedad que azota a todo el mundo, los problemas raciales que viven diario miles de personas y que por fin están luchando por una visibilidad de estos problemas que se deben erradicar, y demás. Si esto no lo visibilizo y lo hago público es porque muy poco va a ayudar a estos movimientos compartirlo en las redes, sumarme a una falacia como lo es el de ser un "activista social de las redes", cuando en cambio se pueden hacer cambios pequeños en el día a día, pero la muerte de Pau,y como la reciento en mi persona, es una cuestión personal, y por eso lo hago público.
-¿Dónde estás? Deja que vaya por ti, podemos arreglar esto, te lo prometo.
-Es que...
-No digas nada, si. Déjame hablar, te prometo que no voy a gritar. Sé que me pongo muy paranoico y muy loco en estos casos, debes de comprender que todo esto no es fácil para mi. Es la primera vez que me descubro teniendo estos ataques de pánico y ansiedad, sé que eres la que menos tiene la culpa, sé que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, pero por desgracia no te puedo mantener lejos de este desastre. No es que no confíe en ti, te lo juro, simplemente me es difícil poner puntos claros entre lo que digo y en lo que pienso. Me confundo y me confunde todo alrededor, lo que dice la gente. No confío en la gente, sólo confío en ti, te lo juro. Voy a salir de este lugar y voy a ir por ti a donde estés, nos fugaremos de la ciudad.
-Es muy lindo todo lo que me dices, y créeme cuando te digo que te creo, quiero que solucionemos esto. Pero justo ahora veo muy difícil que puedas venir por mí.
-¿Dónde estás?
-Estoy en Tokio.
¿Qué probabilidad hay de que usted crea en el destino? Un 1%, un 99%, ya veremos cuál es su respuesta después de escuchar esta historia, que seguro no es real, pero créame cuando le digo que algún día esto sucederá.
Y es que qué probabilidad hay de que... ¿Sabe qué? No le daré la introducción simplona de siempre, esta ocasión será diferente, porque esto no es un texto cualquiera, esto es algo que pasará, una premonición.
Estamos en una pequeña ciudad, un pueblo si usted así lo prefiere del centro del país, aún no sé en donde será, pero así será. Ella, en uno de esos tantos viajes que tenía con sus amigas al año, habían querido conocer un pueblo mágico y ese seguro que era de los más hermosos, con calles pequeñas y empedradas, casas lindas, pintorescas, antiguas. Entonces llegan a un lindo restaurante a descansar y comer luego de un día lleno de magia, excursión y caminata. Luego de que ellas se acomodan y empiezan a platicar sobre lo que las chicas platican, entra al restaurante un grupo de chicos, la misma cantidad que ellas, cinco; se les ve cansados, acalorados, pero felices, seguro caminaron también por horas, unos llevan sus chamarras, lo que nos indica que estamos en una época del año en que hace algo de frío, no sabemos si mucho o poco, pero hace frío. Uno de ellos, lleva un par de cámaras, otro lo que parece ser una grabadora y unos audífonos muy grandes, otro lleva una cara como si no hubiera dormido en toda la noche, otro lo disimula bien, o al menos sus gafas oscuras hacen el trabajo, y el último en entrar, está hablando por teléfono muy sonriente, lo cual es muy raro porque rara vez Él sonríe tanto, ahí es donde empieza la historia, y el por qué en un principio he mencionado a Ella en particular.
Las chicas empiezan a murmurar sobre esos chicos, lo guapos que están, sólo una chica del grupo tiene novio, el resto no tienen, se preguntan de dónde serán, si serán turistas como ellas, de otros estados, o serán de cerca del lugar, a qué se dedicarán. Ella, sabe algo de información, al menos de uno.
Es evidente que a Ella se le ilumina el rostro cuando lo ve, había pasado mucho tiempo desde que se habían visto por última vez, haría cuatro años desde que habían dejado de salir, después de eso habían estado dos veces en un mismo lugar, una ocasión se vieron, y se habían saludado cordialmente, pero sin gran afecto. Las cosas, aunque habían terminado bien entre ellos, no podían volver a ser lo que eran antes, ellos jamás podrían volver a verse con los mismos ojos, de la misma forma, es lo que pasa con dos personas que fueron tanto, y pasan a ser nada. La segunda ocasión no se habían visto, pero se pensaban mucho en ese momento, Ella, estaba con su nuevo novio; Él, se había reunido con una amiga para hablar de un proyecto que querían emprender juntos, algo sobre un nuevo cineclub, una serie documental, o un cortometraje que implicaba un viaje a Ensenada, la verdad es que aún no lo decido bien. En todo caso ambos estaban en ese lugar, un restaurante vegetariano bellísimo en el que habían pasado momentos muy importantes en su historia, por eso volvían siempre.
Una de las amigas de Ella se da cuenta de la forma en que está mirando a uno de los chicos, al que habla por teléfono, y la cuestiona, le dice que si le ha gustado, Ella, no contesta nada, pero no deja de mirarlo con aquella sonrisa, se preguntaba si acercarse o no, Él no la había visto aún, parecía que lo que hablaba por teléfono era muy importante, se le veía muy feliz, finalmente haciendo lo que más amaba en la vida, lo que fuera que eso significara. Cuando Él dejó el teléfono, Ella no dudó en acercarse, se levantó de su asiento y caminó hacia la mesa de los chicos, no sin antes decirle a sus amigas que en un momento volvía, todas se volvían locas de lo que estaba haciendo Ella, pues no era algo que Ella haría generalmente, ellas no sabían que había una historia detrás de ese arrojo.
El grupo de chicos hablan sobre las tomas que se tienen que hacer el siguiente día, no estarán más de dos noches en el lugar y aún hay mucho por hacer, pero lo que restaba de ese día se lo tomarían libre, ya todo estaba planeado y debía seguirse al pie de la letra, Él les dice que el equipo en la ciudad esperaba sólo un permiso para la entrevista de alguien importante, pero que era seguro, uno de los chicos les dice que una chica viene a la mesa, y todos voltean, cual es la sorpresa de Él al mirarla en ese lugar, casi se le sale el corazón, se los juro, se para al instante y en su rostro se dibuja una sonrisa como muy pocas veces se le podía ver. Obviamente va a su encuentro, no iba a dejar que llegara hasta la mesa para que aquel grupo de gañanes la abordara o empezaran a tratar de coquetearle, así que da un segundo paso, el primero lo había dado Ella, y no encuentra otra cosa que una sonrisa y un abrazo que sinceramente no esperaba, pero cómo agradecía.
Luego de haberse presentado y juntado los dos grupos, haber comido y bebido algunas cervezas, y por supuesto de dar detalles generales sobre cómo se habían conocido Ella y Él, detalles generales, y nada que fuera sólo de ellos, y que así seguro conservarían hasta la tumba, todos habían salido a caminar por el pueblo, era una fortuna que todos bebieran, y buscaran divertirse sin buscarse ni problemas ni aventuras, y también era una fortuna que uno de los chicos tuviera novia. Todos caminaban juntos, pero de a poco, Ella y Él se iban apartando, fingían ver cosas a detalle en las ventanas de las casas del lugar, en realidad no fingían, a ambos les gustaba observar este tipo de cosas, formarse una realidad en torno a lo visto.
-¿Así que diriges un cortometraje? //Ella le pregunta. Aún no se puede creer que estén volviendo a compartir una caminata. Luego de que supo por amigos mutuos que Él se había marchado de la ciudad, pensó que jamás lo volvería a ver en la vida//
-Si.
-¿Cuántos has dirigido hasta ahora?
-Este es mi sexto.
-¿Y por qué elegiste este lugar? //Él no contesta al instante, pero le sonríe de esa manera en la que Élla sabe que Él quiere decirle algo, pero Ella antes debe preguntar: "¿Qué?"
-¿Qué?
-Nada. Es que antes yo era el que solía hacer muchas preguntas.
-Ya vez. Algo que se me quedó de ti.
-Espero que no haya sido lo único.
-Claro que no. Son muchas cosas las que me dejaste. El gusto por las largas caminatas, antes me gustaba caminar, pero si podía usar el carro a la menor provocación, lo hacía. Ahora no, camino mucho, muy seguido, largas distancias. La lectura también es algo que me dejaste.
-Y algunos de mis libros.
-Si. Están muy bien guardados por cierto. Espero algún día poder devolvértelos.
-No te preocupes, no hace falta. //Ella quería decirle algo, pero no se animaba, trató de cambiar el tema de la conversación, pero no pudo alejarse mucho del "plato".
-¿Y por qué elegiste este lugar para grabar?
-No me lo vas creer, porque nunca has creído en mis sueños y siempre has creído que es una excusa para encubrir mis planes elaborados. Pero lo cierto es que, algo me decía que debía venir a este lugar, en estas fechas precisamente, era algo que no me podía explicar, y que me asustaba tanto que, de último momento estuve a punto de sabotear la producción y no venir.
-¿Por?
-Porque sabía que algo muy importante me podía pasar por acá, algo que hiciera que mi vida cambiara para siempre.
-¿Y?
-Pues no sé aún. Tú estás acá, una vez más, mirándome de esa manera, creo que el destino me puede estar diciendo algo. Y no quiero seguir diciendo cosas porque sé que no te gusta que me ponga así. //Él se para, se mete las manos a los bolsillos, ella, también deja de caminar, lo mira, con algo de melancolía, no sabe si hacerlo o no, pero piensa en las palabras que Él ha dicho, sobre el destino y estar juntos en un lugar que era muy poco probable que estuvieran, entonces ella se sonríe y dice:
-Juan, sobre tus libros.
-Ya te dije que no me los tienes que regresar.
-Pero es que quiero hacerlo. O mejor dicho, quiero visitarte a tu casa y llevártelos. No sé, quizá podrías llevarme a todos esos lugares que me contabas en donde habías vivido todas esas aventuras con tus amigos de la infancia. Que dices, será como si el tiempo entre nosotros dos no hubiera pasado. Podríamos pasar una tarde en uno de esos encantadores cafés de Constitución, o caminar tomados de la mano en el lago de los patos. Sé que es loco que te lo proponga así, o pensarás que estoy algo borracha, pero si no lo hago ahora, ¿cuándo? No quiero creer que te perdí una vez, porque la verdad creo que nunca lo hice, sólo estaba confundida entonces, tú no eras muy decidido, sólo creo que no supe comprender cosas entonces, y eso me hizo dejarte ir. Ahora creo que es la única oportunidad que tengo.
//Él no dice nada, luego//
-Se están yendo los chicos, más vale que nos demos prisa. //Ella está al borde de algo, no puedo saber de qué, pero sonríe de verlo//
-Sabes, no creo que sea la única oportunidad que tengas de verme, ahora que te encontré otra vez te será muy difícil deshacerte de mi, pretendo por lo menos que me des tu nuevo número para empezar, y ya nos las arreglaremos para vernos por ahí. Tú y yo en Durango. //Voltea a verla y su sonrisa estalla. No la besa en el acto porque siente que es muy pronto para eso// Eso suena fantástico. ¿Cuándo podrás venir?
-¿Dónde estabas? Le gritaba Sofía a su hermano. Había olvidado su celular en la casa y cuando lo mandó al suermercado y este se había tardado más de la media hora que le llevaba hacer las compras semanales se había preocupado pensando que le había podido haber pasado algo en el camino. Le había estado marcando pero se percató que jamás le iba a contestar.
-En el supermercado. -Le respondía él con una serenidad inusual.
-¿Y por qué tardaste tanto? Él no contestó. Ella notaba algo en su hermano, estaba como perdido, como zombie, pero se le veía una cara de imbécil, y una sonrisa llena de felicidad.
-¿Qué te pasa? -Por fin le preguntó Sofia.
-Es que me pasó algo. Algo muy raro.
-¿Qué te pasó?
-Me enamoré. Ella se quedó viéndolo con una cara de "serás tan estúpido", pero luego, al ver la reacción de su hermano posterior a la confesión, se dio cuenta de que no estaba jugando. Además era su hermano, un tipo que jamás había mostrado emoción alguna hacia ya no digamos a una chica, a esas alturas de la vida si un día llegaba a la casa presentándoles algún novio, todos festejarían por lo alto sabiendo que por fin ese hijo concebido no era una especie de engendro sin corazón, o un robot, pero no; incluso muchos de los que lo conocían creían que era una de las verdaderas pocas personas en el planeta en ser asexual.
-¿Y cómo fue eso?
-Fue bastante extraño en realidad. Estaba buscando esos purés que me encargas para Mateo, justo al final del supermercado donde los estantes ya no son muy altos. Estaba yo ahí, y de repente de la nada, sentí como una presencia, algo me decía que tenía que voltear a ver a la persona que estaba en el otro pasillo, y que se había parado justo en frente de mi, yo levanté la cabeza como si nada, al fin de cuentas eso es algo que no se nos prohíbe aún, voltear a ver a las personas en el supermercado, siempre y cuando las voltees a ver a los ojos, y no a su trasero. El caso es que volteo a ver, y ahí estaba, la chica más linda que yo jamás haya visto. Tenía mi estatura, quizá un par de centímetros menos, era morena, muy morena, ojos grandes, café marrón si tuviera que apostar por el color de estos, pero no estoy completamente seguro. Ella no se percató en un principio que la miraba, era muy linda, y muy lindo verla, se veía muy concentrada como leyendo algo en un paquete, seguro eran galletas. Te estoy describiendo lo linda que era, pero no te he dicho lo que en verdad me llamó la atención, lo que me hizo que me enamorara.
-¿Qué fue? -Le preguntó la hermana que para este punto había olvidado el enojo, el susto, y que tenía que darle de comer al bebé. -Su cubrebocas. En él tenía los colmillos de un vampiro. Sé que eran de vampiro porque tenía unas gotas de sangre también pintadas en él. Entonces, luego de unos segundos de verla, se me escapó, no sé si fue una risa o un suspiro, en todo caso ella volteó a verme y se percató que la estaba observando, entonces yo desvié la mirada, y empecé a leer lo que decía el puré que tenía en la mano, no lo hice durante mucho tiempo, porque mi curiosidad hizo que volviera mi mirada de donde venía, y ella seguía mirándome. No lo puedo afirmar, porque no podía ver su boca, pero por la expresión que hicieron sus ojos, podría casi jurar que me sonrió. Yo dejé de mirarla y empecé a caminar lentamente hacia el final del pasillo, la miraba de reojo, y me percataba que me seguía, al mismo compás de mis pasos, la miraba de vez en vez, ella no despegaba sus ojos de mi. No te voy a mentir, hubo un punto en el que llegué a sentirme muy nervioso, no con miedo, sino con esa especie de nervio en el que sabes que es inminente que pase eso que te estás imaginando, por muy disparatado que esto pueda ser, y pasó, justo al final del pasillo, cuando yo iba a girar hacia el pasillo de ella, y ella al mio, se sacó el cubrebocas y tomó el mio para sacármelo y me besó. Todo me pareció como si hubiera pasado en cámara lenta, ella tomando mi barba con suma no derecha, justo la que me había quitado el cubrebocas, su mano izquierda, la que había quitado su cubrebocas, se había dirigido a mi nuca. Mi mano derecha en su cintura, por debajo de su playera blanca, su piel era tersa, tibia, sólo sentía por debajo de mi dedo meñique el frío de su cinturón. Mi mano derecha empujaba su espalda contra mi cuerpo. Luego de los no sé cuantos minutos que estuvimos allí, ella se puso su cubrebocas y ya no la vi, no la seguí, supuse que ella no quería que la siguiera.
-Pero puedes buscarla, puedes volver el mismo día la siguiente semana, quizá la vuelvas a ver, no es motivo para hablar de ella en tiempo pasado, como si no existiera más.
-Quizá, pero prefiero que sea así, me enamoré, y no la quiero volver a ver.
Ramiro, no Rogelio; y Carmela, no Carmen, ni "Carmelita"; son una pareja que habitualmente se transporta en su vehículo, pero en últimos días con el aislamiento, las pocas veces que salían de casa para suministrarse de víveres, lo hacían caminando, además el hecho de que este acontecimiento los había hecho más responsables ecológicamente hablando, por los intereses que este episodio que nos tocaba vivir a los habitantes de este planeta podían tener por la presión del uso de productos derivados del petroleo como los plásticos, aceites minerales y demás, los había hecho practicar más la caminata.
Además de eso, les gustaba ver como la ciudad iba siendo reclamada por las criaturas que habían sido relegadas a las orillas de la misma, criaturas que en horas muertas, eran las verdaderas dueñas de las calles, pájaros, gallos, patos, vagabundos, ellos ahora eran quienes transitaban la ciudad, ellos y Ramiro y Carmela, y un que otro ser igual de loco o necesitado.
Caminaban por las calles de la ciudad, tomados de la mano, pero guardaban su distancia de los demás, no por temor a la pandemia, sino por respeto a los demás, si ellos eran un poco anárquicos y escépticos, respetaban las creencias y reglas por los que se regían los demás, llevaban lentes oscuros, cubrebocas, pero el sólo hecho de ir tomados de la mano, y de vez en vez besarse, por el placer de compartir lo que comparten solos en su casa, que no es otra cosa que su amor, hacía que se ganaran miradas acusadoras por parte de quien los miraba por la calle, ya fuera desde la comodidad de su bestia metálica, o la otra acera caminando a toda velocidad, para no pescar algo en el viento.
Llegaban a su supermercado de siempre, luego de la represión que habían sufrido la última vez por parte de clientes y vigilantes por la cercanía con la que hacían todo, y la muestra de cariño antes citada, aún con los argumentos que ambos dieron amablemente a la multitud acusadora y alarmista, de que no tenían contacto con nadie en el lugar, que cuidaban no acercarse mucho a las demás personas ni en el supermercado, ni en la calle, mucho menos en su casa donde vivían solos, les habían prohibido el paso a los dos, por eso en esta ocasión sólo Carmela hacía las compras, él no la perdía de vista desde las grandes ventanas del supermercado, no la dejaba de mirar, sonreía, ella de vez en vez sonreía antes de verlo, sonreía porque sabía que él no dejaba de mirarla, tenían esta conversación con la mirada en la distancia.
-¡Ya! -¿Qué pasa? -¡Deja de mirarme así! -¿Por qué? -Los demás en el supermercado se van a dar cuenta y les va a dar miedo. Si sigues así nos van a prohibir venir a este lugar. Después nos encerrarán en nuestra casa argumentando que podríamos crear un nuevo virus que hace que todos amen perdidamente a su pareja de verdad, y no como todos dicen que lo hacen, o como la sociedad permite las muestras de amor. -Encerrados, a la fuerza, tú y yo, sin necesidad de salir al mundo exterior. No lo sé, me agrada la idea, provoquemos eso y hagámoslo entonces.
El contacto/encanto visual había sido instantáneo, mutuo; y cómo no iba a serlo, si se conocían, sabían quienes eran, se veían en ese encantador bar luego de muchas semanas sin poder verse.
Ella, igual de radiante; él, muy golpeado por los desvelos. Se miraban y al momento que se iban acercando, uno de los dos pensaba que no había razón para luchar en contra de lo que el otro provocaba en su sentir, ¿cuál de los dos sentía eso? Vaya la vida a saber, como Jorge Pellegrini de "El mismo amor, la misma lluvia" dijo: "yo de eso no sé nada". Y al final de cuentas, ¿cómo podría saberlo yo? Si sólo soy un robot. Si ustedes así lo quieren, quizá si, uno influenciado por las comedias románticas británicas como las dirigidas por Richard Curtis, y ese valsecito ranchero de Miguel Conejo llamado "La Francesita" que justo apareció en el playlist cuando empezaba a querer escribir algo; pero de ahí en fuera, yo no sabría decirle quien es quien en esta historia.
Entonces sus miradas no muestran otra cosa que el buen cariño y afecto que se tienen, sonríen, como diablos no hacerlo; Al estar a justamente un metro y medio de distancia, él le dice a ella:
-"Stay at home".
-Ya sé. ¿Pero quién eres tú para decirme algo? Si el otro día vi que...
-Lo sé. Sólo bromeo. //Me encanta el coqueteo de estos dos. Pero sigamos, disculpen la interrupción.// -¿Cómo estás?
-Bien. ¿Y tú?
-Con unas inmensas ganas de besarte. Pero no puedo hacerlo.
*Derechos, créditos y agradecimientos por las ilustraciones, a quien correspondan
___________________________________________________________________ *Pie de nota. En el siguiente texto los personajes no tienen nombre, y la razón de esto es que los personajes femeninos del relato están inspirados no sólo en una persona, sino en varias. Amigas, compañeras, primas, tías, madre, abuelita, vecinas, y demás mujeres que homenajeo y celebro por la importancia que le dan en su día a día a las cosas que creen importantes, que merecen la pena a pesar de la no-gratificación muchas veces por parte de nosotros. Hoy espero, este texto sea el principio de un reconocimiento y admiración que siempre profeso por ellas, pero muy pocas veces demuestro.
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El café no estaba tan lleno, algo demasiado raro para ser un 14 de febrero, quizá el hecho de que hubiera caído en martes había influido un poco, aún así no dejaba de ser raro, no había modo de que en martes la gente no estuviera enamorada.
La cosa es que había poca gente, la música no era del todo mala, y eso ayudó a que la charla entre aquellos tres amigos se suscitara relajadamente, armónicamente, sin contratiempos. A diferencia de la mayoría de los relatos, historias, cuentos que se cuentan por ahí, incluso películas, en los que por lo general siempre son dos hombres y una mujer los que protagonizan este tipo de encuentros, porque mucha gente sigue creyendo que es más importante tener más hombres que mujeres en nuestras historias, vaya falacia. Pero en esta ocasión eran dos mujeres y un hombre, ellas mayores que él además, y mucho más inteligentes, esta historia básicamente es sobre la generosidad de las mujeres hacia los hombres.
La edad no es importante, nunca lo ha sido, pero igual tenía, este servil narrador suyo, la necesidad de mencionarlo, para darle fluidez al relato como este mismo lo demanda, y no por una ocurrencia propia. No era mucha la diferencia de edad a decir verdad entre ellos, serían 4 años y cuatro años, como los ocho pasos que separaban a Romeo de Julieta fingiendo su muerte, no encontré otra alegoría más cursi a esta que no asimilara la profesión de estos tres personajes, que de teatro seguro no entendían mucho como de sus disciplinas literarias.
Él era escritor, uno no muy bueno, pero al fin escritor. Tenía lo más importante para hacerse llamar escritor: escribía todo el tiempo, incluso durante la reunión entre los tres, cuando ellas atendían mensajes que les llegaban a sus móviles, él fingía revisar cosas de su agenda, cuando en realidad lo único que hacía era estar escribiendo. La mayor de las mujeres era poetisa, una extraordinaria poetisa a pesar de no ser estudiada en las letras, sino una abogada de profesión, sus lecturas de toda la vida la habían hecho querer empezar a escribir, y le encantaba platicar con sus amigos de sobre esas lecturas que la habían formado. La otra chica era ensayista. En realidad ella era una escritora en todas sus vertientes, si bien el chico era un escritor de relatos cortos que sólo eran publicados en un pequeño sitio web dedicado a la literatura y reseñas de libros, y de una novela aún inédita; ella por otra parte había publicado cuentos, ensayos, poesía, novelas, incluso era una editora muy reconocida, por mucho la mujer más talentosa en la mesa en cuanto a las letras se refería.
-¿Qué hacen ustedes cuando se quedan en blanco? -Preguntó él un poco al aire mientras los tres estaban muy concentrados en el postre que estaban terminando. Quizá lo había hecho precisamente para romper ese silencio que se había formado para disfrutar plácidamente ese último trozo de pastel, ese último sorbo de café, la verdad él nunca había sido muy amante de lo dulce, por muy cursis que fueran sus relatos. Bien dicen que los cómicos por lo general suelen ser personas muy serias fuera de personaje.
-Supongo que te refieres a cuando escribimos. -Respondió la ensayista levantando ligeramente la mirada hacia él, fue sólo un microsegundo para volver a atender a ese último trozo de pastel de zanahoria, apresuró ese bocado antes de que alguien más hablara.
-Claro, ¿a qué otra cosa podría referirme?
-A quedarte sin dinero para un proyecto. Que si yo sé de eso. -Dijo la poetisa al tiempo que dejaba ese último trozo de pastel para poner atención al chico que seguía con la mirada en una parte que no era ni su pay de queso, ni su celular, ni la mesa, ni la mirada de ellas. La poetisa se veía muy interesada en seguir la plática, quizá se debía a que también le molestaba tanto silencio en la mesa, quizá su pastel de chocolate no estaba tan bueno, o quizá sólo quería terminar hasta el último su último trozo de pastel, vaya uno a saber la razón.
-No. Me refiero a la otra opción. ¿Qué hacen ustedes cuando quieren escribir y las palabras no salen? Respondió primero la poetisa
-Yo en lo particular intento no pensar en el asunto, dejo mi ordenador y busco la distracción inmediata. Lo que mejor me sirve es ponerme a pintar. Amo pintar, si no fuera esas dos cosas que soy en la vida, y que amo ser; me hubiera gustado ser pintora. Lo soy en cierta medida, lo sé, pero me hubiera gustado haberlo sido de tiempo completo.
-¿Qué te gusta pintar? -Preguntó la ensayista.
-El mar. Todo el tiempo estoy pintando el mar. Y el atardecer, por supuesto. No podría pintar amaneceres, son muy diferentes, no los tenemos además nosotros de este lado de la bahía. Además los amaneceres son morados, y odio ese color, me recuerdan mucho las caídas que sufría de niña por no querer llevar gafas, a pesar de saber lo mucho que las necesitaba. En cambio los atardeceres me gustan por el color naranja, de ese color son las naranjas. Leer a Saramago me funciona mucho.
-Pues yo me pongo a leer por lo general cuando me pasa eso. -Dijo la ensayista mientras cruzaba sus piernas y acomodaba su espalda en el respaldo de su silla. -Suelo leer a mis escritoras favoritas. Me enfrasco en esas novelas que he leído una y otra vez, y en cuestión de días puedo devorarme decenas de libros, y de pronto, se abre el switch. Tú como haces, ¿estás pasando por una crisis creativa? Deberías ver más películas, a ti que te gusta mucho eso del cine.
-Algo así. Pero no hago gran cosa honestamente. El cine no me sirve mucho cuando estoy en estas circunstancias. Cuando tengo ideas claras y sé lo que quiero escribir, el cine me gusta mucho para reforzar ideas, ver el planteamiento mismo de la historia que escribo desde otra perspectiva, la de cómo le haría el director de la película que estoy viendo para contar mi historia. Esto me ayuda a detectar y corregir errores narrativos -Él sonríe claramente por algo que viene de su memoria- Recuerdo que siendo niño, cuando en la primaria nos encargaban en clase escribir una historia, iba a casa de mi abuelita, a la que siempre recuerdo cuando veo Sonata de Otoño de Ingmar Bergman. Entonces iba a su casa y me sentaba frente a los libros de mi tía, la que es menor que mi mamá, con sólo verlos escribía, jamás me atreví a tomarlos por pensar que en ellos había cosas prohibidas para mi, pero de imaginar precisamente esas cosas prohibidas, es que creaba mis historias, y mis profesores siempre me decían que tenía mucha imaginación, lo decían con una gran sonrisa que siempre creí que ese comentario era para bien. Ya estando más grande, en secundaria y preparatoria, leía esos libros, que siempre iban cambiando, nunca había los mismos, ni en el mismo lugar, yo creía ya tener edad para leerlos todos en aquellos años, ahí descubrí a García Márquez.
-Yo amo "El amor en los tiempos del cólera". -Dijo la ensayista.
-Yo creo que es el único libro que jamás terminaré de comprender. -Respondió el escritor.
-¿Y qué otros autores lees? -Preguntó la poetisa al escritor.
-Me gusta mucho Hemingway. Latinoamericanos particularmente amo a Benedetti. Sus novelas me fascinan, pero su poesía es vida para mi.
-Yo prefiero como poeta a Neruda. Siendo estudiante me fuí becada a estudiar seis meses a Colombia. Años después estuve en Chile también. pero la novela de Benedetti la respeto mucho. Sobre todo La Tregua. -Replicó la poetisa.
-La Tregua es la única novela que me ha hecho llorar. -Dijo el escritor con la mirada agachada, como mostrando pena ante la confesión ante dos mujeres.
-¿En serio?
-Si.
-¿Por? -Preguntó la ensayista.
-El final. Es lo único que te puedo decir. Pero si hablamos de una novela que en realidad me haya marcado la vida, al grado de hacerme ver y concebir el amor de una manera a como lo venía concibiendo toda mi vida, esa es Rayuela.
-Yo no la he leído. -Dijo la ensayista.
-Debes hacerlo. -Respondió la poetisa.
Al salir de la cafetería, después de que los echaron de esta por la hora de cerrar, (que ganas de haber estado en el París de las películas de Eric Rohmer decía el escritor) apenas pasadas las once de la noche, los tres caminaban por la calle para dirigirse a sus respectivos destinos. Hablaban de lo interesante que sería escribir un cuento lleno de referencias literarias. Entonces de la nada la poetisa le dijo al escritor:
-Oye, al final ya no nos dijiste cómo haces cuando tienes un bloqueo mental de no poder escribir.
-Es verdad. En realidad cuando esto me pasa sólo busco encuentros con personas queridas, busco pláticas profundas, paseos diferentes con personas conocidas, conocer otras personas. Los encuentros suelen ayudarme mucho para encontrar ciertas piezas que necesito a la hora de escribir. Por ejemplo ustedes, ustedes esta noche me ayudaron a querer empezar a escribir justo ahora un cuento, y se los agradezco.
-¿Y se puede saber de qué va?
-¿Quién es tu director de cine francés favorito?
-Eric Rohmer.
-¿Eric Rohmer?
-Si.
-¿Por?
-Pues...
-Perdón, ¿Cuántos años tienes?
-30.
-¿Qué no eres muy joven para que Eric Rohmer sea tu director de cine francés favorito?
-No lo sé. No creo que sea una cuestión de edad. Ni siquiera puedo decir que sea una cuestión de gustos porque en diferente etapas de mi vida podría haber mencionado a otros directores seguro. Con Rohmer, a partir de que conocí su cine, y devoré la mayoría de sus películas, mi conexión con él se dio por una cuestión de identidad.
-No, esta bien. No tiene nada de malo. Digo, lo puedo comprender. Vamos, nada más hay que ver la finta de bohemio que te cargas, con esa barba, el pelo largo, tu boina. Es sólo que, la mayoría de los jóvenes de tu edad prefieren, o dicen que prefieren a Godard, a Truffaut; ninguno, o al menos de los que yo conozco, jamás me hubieran dicho que preferirían a Rohmer. Incluso antes me habrían mencionado a Jeunet o a Ozon. Incluso algunos hubieran mencionado a Luc Besson. Rohmer es para los hombre mayores de 50 años como yo. Eres un espécimen raro tú. Seguro si te pregunto quien es tu segundo director de cine favorito, me dirás que es Robert Bresson.
______________________________________________________________________ Al igual que en México (Gavaldón) y en Italia (Rosselini), en Francia tengo un Roberto favorito en el cine