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Charlotte y su padre, en un viaje de vacaciones que tuvieron a Turquía en los 90's, como en la película. |
viernes, 13 de enero de 2023
Aftersun: Los oscuros pasillos de nuestra memoria iluminados con luz estroboscópica.
martes, 18 de mayo de 2021
Toni Erdmann
miércoles, 19 de agosto de 2020
Los lobos: revivir [los cambios en] el viaje.

Por lo general cada año, dos o tres películas mexicanas son las que hacen un tour de festivales internacionales por demás interesante, que hacen que los cinéfilos las esperen con ansias desde dicho año en adelante, muchas veces en algunos festivales mexicanos de renombre llegan a estrenarse ese mismo año, en otros hasta un año después, y esperar que lleguen a salas comerciales, como ya he tocado en más de una ocasión el tema por acá, si bien nos va, se toma de dos a tres años, si bien nos va; de ahí la importancia de los lugares de exhibición alternativa. Pero este año las cosas han sido diferente para bien para más de un cinéfilo que cada día menos dependemos de las salas de cine (aunque no con esto quiero decir que no se extrañe esa experiencia), ya que gracias a la coyuntura surgida y vivida en estos tiempos de pandemia, muchas plataformas han cobijado a los festivales de cine para hacer sus respectivas ediciones de este año de manera online, lo que ha hecho que muchas de estas películas esperadas del año pasado, podamos verlas en la comodidad de nuestras casas, una de esas películas es sobre la que estoy a punto de escribirles: Los lobos del director tapatío Samuel Kishi Leopo.
La película se nos presenta a partir de un viaje que hace una familia, una madre y sus dos hijos que se van de México para vivir en Estados Unidos. En un principio no es muy claro el por qué de esta decisión, pero uno se cuestiona si tanto batallar y sufrir en una nación tan difícil y demandante como el vecino país del norte es la mejor opción, desde este punto uno empieza a imaginarse que de algo muy fuerte deben de huir, al tiempo que se nos van rebelando detalles del padre policía al que sólo conocemos por la foto en la cartera que guardan como un tesoro los niños. Lucia, la madre de Max y Leo, tiene que trabajar largas jornadas para poder pagar alojamiento y comida, en las horas que ella se ausenta los niños tienen prohibido salir, dejándoles como único escape de libertad la ventana y sus dibujos. Así que Lucia les deja tareas grabadas en una grabadora portátil para poder ganar el premio añorado por los dos niños: ir a Disneyland, y todo parece ir bien mientras los niños alimentan sus horas contándonos la historia de los lobos. Pero al tiempo, con la promesa no cumplida, el cansancio de la difícil vida de Lucia, y la rebeldía de Max, quien llega a asumir como hermano mayor la figura del jefe de la casa (algo muy similar a lo que pasa en Abel de Diego Luna), y a la postre, a romper reglas como quizá su papá lo hizo, la manada empieza a separarse y debilitarse, aún viviendo bajo el mismo techo, y las cosas empiezan a quebrarse y sacar a flote las cosas que hacen que una madre tome la difícil decisión de huir de todo lo que conoce para sacar a sus hijos en adelante, al final el sueño añorado no llega, pero se tienen cosas mejores en el camino, y el final nunca es el final, más bien es un principio.
Tuve mis problemas debo aclarar con dos cosas en particular para escribir sobre esta película, la primera, el definir el título que le pondría, pues por una parte si es evidente que es un revivir de un viaje, lo cual comentaré más adelante, también es evidente el hecho que es una carta de amor a una madre soltera, quizá a las madres solteras en general, incluso quizá una carta de disculpa. Y la segunda es que, lejos de hacer un análisis en términos estrictamente narrativos, técnicos y estéticos, que quizá si lo haga, pero sin poner mucho énfasis en el asunto, debo decir antes que todo que la película es un encanto con un tono con cierta nota melancólica.
A mi me parece que es una película que, además de completa, y muy bien realizada, toca temas muy importantes que muy pocas veces se reflejan en el cine mexicano, y empezaré con quizá el tema que a mí me resulta muy familiar a último tiempo, ya que fue una especie de fortuna poder mirar esta película justo cuando terminé de leer la novela Desierto Sonoro de Valeria Luiselli, ya que es innegable, al menos para mí, que tienen cierta comunicación ambas obras, y no lo digo por el hecho de que una se alimente de otra, o que haya cierta similitud marcada, o una especie de referencia ni mucho menos, lo digo desde la perspectiva que ambas obras toman como punto inicial de su trama y que después desembocará en demás circunstancias, la cuestión del viaje y el éxodo, familias que se desplazan de un lugar a otro muy retirado, y las pláticas y registros que quedan grabados no sólo en grabadoras portátiles, sino también en la memoria de los niños que más tarde serán adultos y contaran su versión de la historia, como quizá nosotros ahora lo somos, como quizá Valeria y Samuel lo son.
En mi muy humilde punto de vista, a pesar de que Samuel me pareció un director por demás interesante desde su ópera prima, Somos Mari Pepa, se le nota una madurez extraordinaria en esta película, y se nota tanto que trabajó en esta película como la película de su vida, que le llevó más de seis años poder realizarla como él quería. y como diría un muy buen amigo crítico español: "no le va a volver a salir una película igual". Si bien más de uno podrá decir que no hay similitud, o algo que una a esta obra con su pasado proyecto, yo no estaría tan seguro, pues si bien son contadas en tonos diferente, yo noto tres similitudes muy marcadas: la mirada atenta a la vitalidad juvenil, el tono personal que plasma en ambas, y quizá el más importante y que si atañe a la realización, la cámara.
La cámara en el cine de Kishi Leopo está tan llena de vida como sus personajes jóvenes, lleva esa rebeldía y anarquismo (en el buen sentido de la palabra), esa vida, incluso ese sentimiento nostálgico; sigue una linea de ejecución que no se sujeta a ninguna regla universal, salvo a la linea misma que rige a la película.
La música es quizá uno de los puntos más sólidos que también rige en el cine del tapatío. Melodías que infunden en el espectador la espera y el acompañamiento, jamás da una nota de sugestión, cosa que uno agradece, con mínimos rasgueos de guitarra, o notas tocadas en el piano, uno acompaña los sentimientos de estos personajes, personajes de los que por supuesto hay que hablar.
Y más que hablar de los personajes, que ya tocaré el punto enseguida, antes quisiera hablar de las espléndidas actuaciones. Por una parte hablar de la actriz Martha Reyes Arias, que para mí es la actriz revelación del 2019, sobre cualquier actriz o actor que me mencionen. Su actuación es tan genuina y humana, que uno no hace más que sentir su sufrimiento, su presión, su desesperación y su amor. La vemos tratar de mejorar su entorno para no pensar en lo que dejó atrás, y lo que la hizo dejar esas cosas atrás, por momentos incluso, en los puntos de tensión más sofocantes de su papel como madre, vemos esa lucha interna en ella que quizá la hace pensar que sería de su vida si no tuviera hijos, si los hubiera dejado en México, aún en esos momentos no deja de luchar por ellos, de dar amor. Hay escenas clave que a mí me dejaron cimbrado y conmovido (la razón la comentaré al final), como en la que la vemos limpiando la estufa, o la de la cachetada; es un personaje completísimo, más que puntual y clave en la historia, pero la película claramente es sobre ellos, los niños, los hermanos, los lobos pequeños; de sus diferencias, sus conflictos, su encierro, su imaginación (las escenas de animación además de extraordinarias, son claves para engancharse a la historia), su adaptación (la escena de Max descubriendo "el foco", y que detonará a la escena medular entre él y Lucia, es una clara referencia al salto de edad, aun siendo un niño), sus abrazos después de cada pelea. Y todo esto se nota y se debe al gran desarrollo de personajes desde el guion, y tocado el punto, vamos al tema de los guionistas.
Samuel Kishi escribió el guion para la película de la mano de Sofía Gómez-Córdova y Luis Briones, que antes nos trajeron la extraordinaria Los años azules, y que indudablemente se nota el tratamiento de ellos dos en torno tanto a la mirada melancólica de la cámara que hace que el espectador conecte con sus fibras más profundas y sensibles, y con estos personajes como tal, que bien en más de uno nos hace recordar pasajes propios de nuestra vida, como lo hicieron en la película ya mencionada.
Para mí la película tiene, al igual que con Desierto sonoro, un canal de comunicación muy interesante con la película del director Sean Baker, The florida project, y menciono el hecho de "un canal de comunicación, porque ni son iguales, ni una es la copia de otra, para los que empiecen a murmurar estas conspiraciones descabelladas, ambas son una mirada muy diferente a la niñez, hay una comunicación por la mirada a esa libertad infantil y sus juegos, (prueba de ello es la parte en la que Max sale por primera vez del apartamento) y la forma en que se refleja la libertad en un sueño de todo niño por el parque de diversiones como escape, en la película de Sean Baker se utiliza como la metáfora de un escape fantasioso y engañoso de la felicidad, en la película de Kishi es más en la cuestión del anhelo de un significado que al final se puede dar en cualquier feria como pretexto del amor de una madre por sus hijos, incluso este podría ser imprescindible con la maravillosa escena del abrazo ninja que seguro a más de uno hizo recordar cosas y llorar.
Otros temas importantes se tocan en la película como la cuestión desde los indocumentados y los refugiados, de la migración suscitada por problemas de violencia a causa de familias sometidas por figuras de "poder" y drogadicción, como el papá de los niños que de ser un policía, los abandona por el foco. También explora la cuestión de la barrera impuesta por el lenguaje, y también retrata a la perfección esta figura de las personas "guardianes" en las que se encuentra refugio, incluso cuando al principio se huía de ellos.
Es una película que, como dije al principio, es un encanto por lo que Kishi pretendía con ella, y si sabía lo que quería transmitir, y que lo logra a la perfección, es porque es una historia que vivió en carne propia, y que seguro más de uno de nosotros también, así que es completamente una película para el amor a nuestras madres solteras que lucharon y seguirán luchando en un mundo que a veces trata de hacerlas invisibles.
"La lucha por la supervivencia de la manada es dura, tiene sus puntos de tensión el los que hace que inevitablemente se separen. Cuando la manada se separa, se debilita, la cosa es saber darse cuenta a tiempo, para sanar las heridas causadas, para que la manada sea más fuerte que nunca cuando se vuelvan a unir de nuevo."
sábado, 1 de agosto de 2020
Titixe: Rescatar la tierra a través del amor y el recuerdo.
miércoles, 13 de mayo de 2020
"Tote (abuelo)" de María Sojob, y las formas del documental mexicano.
Una constante que yo he comentado y expuesto mucho, tanto aquí, como en otros sitios en los que escribo, en las oportunidades que he tenido de escribir sobre óperas primas, es que se da mucho el hecho de que las directoras y directores nóveles decidan retratar una historia que raye en lo personal, algo que represente un tema muy importante en sus vidas, sobretodo en el documental. En el cine de ficción, también se da, pero no con tanta frecuencia como en el documental donde quizá además, es la manera en que mejor se plasma, y llega al espectador lo que el o la realizadora querían expresar. Tote (abuelo) de María Sojob es un buen ejemplo de esto.
Documental dirigido y narrado por María Sojob, que en momentos de reflexión en los que la cámara documenta pasajes y sitios comunes ya sea en su vida presente, o su pasado, ya sea recordado o sin recordar, incluso en un pasado antes de ella pero que pertenece a la historia en su familia, expone las preocupaciones por la perdida de su identidad luego de haber abandonado su comunidad y las formas en que se diferencian las formas de demostrar el amor y el cariño entre la gente tzotzil y la gente de la ciudad.
Para recuperar la idea de su identidad, de su historia, y quizá camino a comprender las maneras de su familia por comunicar el afecto entre sus integrantes, literalmente entramos al documental como la directora entra a ese camino de terracería para encontrarse con su abuelo, un hombre mayor que se dedica a su tierra, a su ganado, y a tejer sombreros. Mientras vemos a este hombre tejer, María muestra sus pláticas con él de manera presente, no sólo como si fuera un interrogatorio, o mientras las personas delante hablan y la cámara registra (como lo hace con gran destreza Everardo González en la reciente Yermo, con un discurso que entrelaza historias de personas en distintos desiertos en el mundo, en donde vemos sus testimonios y costumbren con poderosas imágenes poéticas de estos sitios y una música más que excepcional), sino más en forma de una plática de una nieta con su abuelo queriendo saber sobre la vida de este. En esta parte vemos planos y encuadres convencionales bien ejecutados, muy parecidos a los que recurre Olivia Luengas en Lejos del sentido (documental por demás bellísimo, valioso y necesario sobre la enfermedad de su hermana y las cosas que atraviesan en familia por ello, haciendo de éste un relato de amor, que no se centra en una crítica directa al sistema de salud pública en México, aunque claramente la hay sutilmente, y muy bien empleada), pero hay más cosas en el trabajo de María.
La plática/testimonio del abuelo, revela la aún más dura discriminación que vivían las comunidades indígenas del sur de nuestro país hace cincuenta años, con un relato que involucra piedras y la historia de San Cristóbal de las Casas. entrelaza los lapsos de plática con su abuelo con momentos propios de reflexión y pláticas con su madre (que nunca se muestra en pantalla) y cómo los testimonios del abuelo y de la madre, nos dan versiones de una misma realidad desde la perspectiva de dos personas: primeramente, la del abuelo que fue obligado a trabajar y no estudiar, y que con todo y que fue un hombre duro con sus hijos, les dio estudio y todo para que no les faltara nada, y la manera en que él se enfoca en ello, en cambio la madre de María, aunque reconoce el hecho de que la hayan dejado seguir estudiando y salir de la comunidad, siendo ella aún una niña, recuerda la parte dura de su infancia, a esa le da más peso, y así María dice no recordar que su mamá o su papá le hablaran en la lengua de su comunidad (de hecho esto se manifiesta de igual manera en la forma en que María se comunica con su abuelo y con su madre: con él habla tzotzil, con ella español), ni palabras de amor por parte de ella, sólo las pláticas de lo que las mujeres en su tiempo, y tiempos antes de ella, como su abuela fallecida (hay un par de apariciones de la esposa de su abuelo, que le dan el toque puntualísimo de humor al documental), tenían que sufrir, pero también reconoce que su mamá aún con esta manera de querer, no con palabras, pero si con hechos, con estar presente, la hicieron la mujer que es, y que a pesar de vivir en la ciudad, y aprender las maneras de querer de la ciudad, quiere enseñar a sus dos hijas, a quienes dedican este trabajo, ambas maneras de querer, y no olvidar sus raíces, hablándoles todo el tiempo en tzotzil, como sus pláticas con su abuelo, en el que ella encuentra su historia, y él encuentra, a pesar de no creerlo en un principio, a una aprendiz.
La innegable similitud, tanto por el tema como por el ejercicio que raya entre el ensayo y lo inmersamente personal, que une a Tote (abuelo) a documentales como Tio Yim de Luna Marán y La danza del hipocampo de Gabriel Domínguez, y en la que radica no sólo una especie de cine para comunidades, sino que es un cine que representando a comunidades en específico dentro de la riqueza cultural en nuestro país, es dirigido y encaminado con un mensaje por demás universal: el amor por la familia y la historia detrás de nuestra propia existencia.
Traigo a colación estos trabajos, además de los motivos ya mencionados, porque gracias a ellos, y no por otras grandes películas de otras cinematografías, o películas de ficción, es que encuentro la forma en que yo concibo o veo la manera más loable de hacer cine y narrar historias a través de este arte: haciendo que el discurso expresado en la narración sostenga a la película, al tiempo que la pantalla nos muestra otro discurso, y esto se expresa en Tote (abuelo) en los lapsos en que María reflexiona sobre sus memorias, sobre sus propias inquietudes de identidad, al igual que lo hace Luna Marán, y en el caso de La danza del hipocampo el ejercicio es aún más rico, porque toda la película se sostiene de esta manera. Olivia Luengas hace lo propio en Lejos del sentido, cuando al principio nos muestra con una pantalla en negro distorsionada los sonidos que su hermana escucha en sus ataques, para que casi al final Olivia, de una brillante manera cinematográficamente hablando, los represente. Incluso, mientras escribo esto, recuerdo el extraordinario cortometraje documental Espasmos de la memoria dirigido por la paisana Jackelyn González, cuya manera de realización es precisamente esta: el discurso que se da a través de la narración y el discurso que se da a través de la imagen, y como estos por lapsos pueden estar unidos, o no, y enriquecer dos lenguajes, una experiencia, y también de alguna manera saber, que si bien la imagen en el audiovisual es imprescindible, si la idea y la experimentación lo quieren, pueden prescindir de ella, o al menos en una idea convencional o perfecta.
Decía Hitchcock que si una película es buena, se puede ir el audio y aún así entender perfectamente lo que está ocurriendo en pantalla, yo opino que lo mismo pararía si la cosa fuera al revés: que la imagen se fuera de la pantalla y nos quedáramos sólo con el discurso expuesto en el audio, eso podría sostener el discurso de un buen documental.
martes, 12 de mayo de 2020
No quiero dormir sola, de Natalia Beristáin.
Hablar
hoy día de la importancia, relevancia y calidad de las películas realizadas en
nuestro país, no es exclusivo de unos pocos, o de distinguidos círculos de
intelectuales y críticos de cine; hoy día, más que nunca, se podría decir que
vivimos en una época privilegiada no solo por la gran calidad técnica con que
se producen las películas en México, sino también por los "fondos"
que se tocan en estas, y que la gran mayoría de la audiencia podemos percatar
esa pequeña gran luz que nada entre el mar de entretenimiento de televisión
llevado a la pantalla grande que también abunda. Pero si hay que destacar algo
por sobre todas las cosas en este nuevo fondo y forma de nuestro
cine es la presencia de la mujer.
Hay
muchos nombres que figuran en la lista de directoras que en los últimos diez
años han dado un golpe de autoridad en base a su trabajo, esfuerzo y la manera
en que exponen la delicada y detallista mirada de cómo ven la vida. Yo podría
decir, sin temor a retractarme, que hay tres nombres por encima del que ustedes
me digan, tres mujeres que hoy día son de las voces más certificadas e
influyentes de nuestro cine, y las tres con solo dos películas en su haber:
Alejandra Márquez, Claudia Sainte-Luce y Natalia Beristáin, de quien ahora
escribo sobre su ópera prima.
La
primera vez que vi esta película recuerdo que me dejó una grata impresión, pero
no escribí sobre ella. Y ahora que lo hago menciono esto porque en aquel
entonces, a pesar de verle muchos valores a la propuesta de Natalia, no me
atrapó tanto, en específico, y la razón por la que creo importante escribir y
exponer la tesis de esta, es por su desenlace, que seguro causó y seguirá
causando discusión.
La
trama de la película va sobre Amanda, una mujer de entre 25 y 35 años, que por
algún motivo no puede estar sola por las noches, lo que la lleva a buscar
compañía en más de un amante. Su rutina de soledad diurna sin aparente
ocupación se ve trastocada cuando se tiene que hacer cargo de Dolores, su
abuela paterna, una mujer que vive de sus glorias pasadas como actriz de cine,
a pesar de presentar problemas de memoria, y su adicción a la bebida
alcohólica. En la constante convivencia entre ambas surgen desacuerdos,
pleitos, reproches, pero con el pasar del tiempo aparecen además de canales de
comunicación, semejanzas que van más allá del lazo de sangre, y con estas
semejanzas, cual si fueran espejos en el tiempo, surgen la necesidad de querer
ayudarse.
Partiendo
de la mirada incisiva, muy similar a la de las otras dos directoras antes
mencionadas (y de algunas otras más, por ejemplo, en esta película me parece
hay una similitud en cuanto a la composición, que evoca con la más reciente Restos de viento, de Jimena Montemayor), pero claramente hay una diferencia en
cuanto a formas hablando en los planos efectuados y el lado
estético de su puesta, y fondos en el sentido del discurso; hay una
importancia al detalle que hace que uno fije su atención a través de la mirada
ordenada por la directora y ejecutada por la cinefotógrafa (en este caso la
encargada que atiende este departamento es Dariela Ludlow, que también realizó
la gran fotografía de Los Adioses).
Justamente
este acercamiento al detalle hace que uno encuentre aún más empatía, sin llegar
al melodrama barato o el empalagamiento, de la que nos podrían provocar vista
de manera más general la historia de estas dos mujeres, ambas con una depresión
que se manifiesta no tanto en el hecho de no querer dormir solas, sino en no
estar solas de noche, y lo que esta representa. Si bien
ambas durante el día pueden estar solas, con alguno de sus recursos para
escapar y que anestesian ese dolor y vacío que arrastran, y que en las dos
surge de la figura de un hombre, el mismo hombre, para Amanda en forma de padre
y las obligaciones que le exige, y para Dolores en forma de hijo y su abandono,
llegada la noche saben que ambas están en igualdad de circunstancias, en
estados muy semejantes.
Hay
muchos elementos que embellecen a la película de sobremanera y que logran que
su discurso sea muy bien ejecutado y más valioso incluso que la obra posterior
de Beristáin. Si bien en Los Adioses hay una mirada mucho más sutil y
que dota de belleza real a la artista retratada, incluso en sus momentos más
difíciles que también se manifiestan por la figura de un hombre, en No
quiero dormir sola es aún más crudo el conflicto de los dos personajes, es
más externo el golpe, no hay nada implícito, a pesar de haberlo en un plano
metafórico y conceptual como lo puede ser la misma tesis de Persona, y
esta es el miedo consciente al principio de la relación entre ambas mujeres, de
verse reflejadas a sí mismas, ya sea en el pasado o en el presente (la escena
de las regaderas es tan impactante por lo bien lograda que está, como por su concepto
en el hecho mismo), y esto me hace tocar el tema de las actuaciones de ambas
actrices.
No sé
si Natalia desde la concepción de su guion buscó que este par de actrices
interpretaran a sus personajes, pero no hay duda de que quedaron como anillo al
dedo. Ambas representan de manera atinada cada una de las etapas de
estas mujeres en crisis, sin que esta se manifieste incluso en grandes momentos
dramáticos. Es sutil y agudo su trato y gesto ante su problema interno (mucho de
esto se debe por supuesto a la increíble dirección de Natalia).
Mariana
Gajá como Amanda muestra su personalidad introvertida, su angustia y su
ansiedad al morderse las uñas, pero también en los momentos en que se enfrenta
con el alcoholismo de su abuela muestra su enfado y sufrimiento no sólo por
ella, quizá también por un recuerdo de infancia que involucra a su padre, con
el que también hay una manera de expresarse, y que corporalmente hablando hay
un gran trabajo de Mariana, al igual que el de Adriana Roel, que también lleva
como extra el ver de cierta manera este trabajo con una línea autobiográfica
(incluso para la misma Beristáin se le
podría dar esta lectura, ya que Amanda se dedica a la fotografía y el papá de
ésta es director de cine y además interpretado por el padre de Natalia) y que
en su momento ganó el Ariel a la Mejor Interpretación Femenina.
El
final de la película me parece es muy oportuno para entablar temas de
conversación importantes como el de las formas en que lidiamos con crisis personales
en torno a nuestros deseos y tiempos pasados, la forma en que se manifiestan
nuestras carencias para saber comunicarnos y expresar los problemas no
superados, cómo buscamos en el otro, una vez entablado un canal de
comunicación, la salvación propia, o la de quien quizá está en nuestros zapatos
¿Ayudamos al otro al precio que sea, esperando que alguien más nos ayude de la
misma manera en su determinado momento? Solo es una de las preguntas que hay
que hacer/contestar a nuestra conciencia y nuestra moral una vez que vemos a
Dolores tomar su medicamento y a Amanda tomando un baño de tina.
Y,
para terminar, porque no quería dejar de comentarlo, es que es evidente cómo
los directores noveles son cobijados por las personas del medio cuando por fin
logran conseguir los apoyos para realizar su ópera prima. Ejemplos hay muchos,
a bote pronto podría mencionar al ya reconocido Ernesto Contreras, que cuando
realizó Párpados Azules, en la escena en la que la pareja protagónica
sale a bailar, toda la gente que está en el salón es gente de staff, maestros y
compañeros de generación de Ernesto, que sin el apoyo de esa gente que no
recibe nada por estar en la película, simplemente muchas óperas primas no se
podrían realizar, no darían a luz a directoras como Natalia.
En
esta película podemos ver, por ejemplo, al productor ejecutivo (Kyzza Terrazas)
interpretando a uno de los amantes, escuchar al actor Pedro de Tavira haciendo
la música para la película (y que también actuaría y haría la música en la
ópera prima de Jimena Montemayor En la sangre) y a Claudia Sainte-Luce
como extra en el bar donde trabaja otro de los amantes de Amanda, interpretado
por Leonardo Ortizgris.
sábado, 28 de marzo de 2020
Días de invierno. El sacrificio de estar o el sacrificio de poder irse.
Si bien, la vida de los festivales de cine es grandiosa (y cansada, también hay que decirlo), muchas veces es muy complicado por agenda, trabajo, u otros factores como la logística, acudir a los varios de los mejores festivales ya no digamos del mundo, sino del país.
Hoy día ya no es necesario hacer acto de presencia en varios festivales para poder ver algunas de las mejores películas que estos presentan, este es el caso del FICUNAM, pues gracias al sitio web de Festival Scope, cierto número de personas pudieron ver siete de las películas que estuvieron en la selección oficial del festival, de las cuales yo pude ver tres, pero en esta ocasión quiero escribir sobre una en particular, mi favorita, y desde ya una de mis películas favoritas del año.
"Días de invierno" es la ópera prima del joven director Jaiziel Hernández Máynez, que narra la vida de un joven llamado Néstor, que luego de un viaje a su antigua casa, vieja cabaña que tiene su madre Lilia en Guanajuato, en la que vivieron con su padre cuando estaba vivo, encuentra un examen en el que viene un problema matemático que no le permitió ganar algo en ese entonces; es ahí que su madre le dice que no sabe cómo pudo arruinar tantas oportunidades que tuvo en la vida, tocando una yaga que cada vez más y más se abrirá entre los dos para que cada uno tome un rumbo, un camino, pues si por algo él no ha dejado el lugar dónde viven y que tanto odia, y que sus hermanos si dejaron, es por su madre, al grado de conformarse con ser un empleado más y dejar a un lado sus sueños. Y la cercanía y punto de tensión que se da entre los dos, y los problemas que surgen en una relación de diaria convivencia, se da justo en un momento en el que ella es más vulnerable por los problemas de su sentir por su edad, el estar desempleada, y seguir extrañando a su marido, pero querer buscar seguir con su vida. Al final, el principio de la película, y ese problema matemático, se convierte en una metáfora de la propia vida de Néstor, y de su relación con su madre y las personas a su alrededor, cual lobos o perros que pueden llegar a ser, sus iguales, o personas que le cierran el paso, o que al menos eso puede llegar a creer.
Una de las grandes virtudes de la película es sin lugar a dudas que no es un discurso clavado a una influencia, no hay una clara manera de narración, y eso aligera y hace muy disfrutable la película. Por momentos tiene trazos muy poéticos (como "el vals de los beisbolistas"), en momentos se vuelve muy emocional, por otros momentos es muy intimista, incluso tiene momentos divertidos. Es una película que está llena de matices claros y fragmentos de realismo entrelazados con el melodrama requerido para enganchar al espectador con el discurso del relato, en el grado mismo que la película lo demanda, sin exagerar, ni ser muy tibia.
Algo que también resalta a mis ojos, y que me agradó mucho, es que, aunque claramente la hay, no se apremia tanto a la temporalidad ni el espacio en la película, pues aunque es ahora, bien pudo, o podría haber pasado en otro tiempo, incluso en otro lugar (que el hecho de que se desarrolle en la frontera es una prueba más de como el cine que se retrata en esta zona del país es una especie de símbolo de la identidad mexicana de los que se fueron, se pueden ir, o no), y a mi parecer es un aliciente para entablar el diálogo con la obra, vea donde se vea.
Los dos personajes protagónicos me parecen formidablemente concebidos, y eso es un trabajo que viene desde un guion bien escrito. Por una parte, Néstor (magistralmente interpretado por Miguel Narro) es un personaje por demás lleno de aristas que hay que leer a detalle. A mí me hizo recordar a Will Hunting, de la película que lleva el mismo nombre, un personaje con un potencial enorme, pero que algo lo retiene en un sitio, por no querer de alguna manera encajar, esa era un poco la naturaleza de Will, en cambio Néstor se nos presenta como una personaje que si bien quería a toda costa salir de su zona de confort, no le molestaba estar porque tenía personas que él creía lo necesitaban en ese lugar, ya fuera su madre, su novia (la escena en el cerro con ella es una de las escenas más bellas que yo haya visto en últimos tiempos en el cine mexicano), sus hermanos, la anciana que cuidaba (la figura de esta mujer , aunque se ve el aprecio y la veneración que le tiene, por lo que ella podría representar años después en su vida, no deja de asustarlo, aunque también esta relación nos regala en la película momentos muy bellos), pero no es hasta que llega en manera de reflejo del futuro, la figura de un norteamericano que lo "empuja", y llega un punto en el que la presión de querer buscar su propio camino, hace que salgan cosas que sin lugar a dudas van a herir a esas personas que quizá no lo necesitaban, y sólo eran una prueba a superar para dar el gran paso en su vida, y aunque las despedidas son tristes, hay algo en quien lo deja ir, a pesar de lo dura que esta haya sido, que le desea lo mejor en su vida, de cierta manera hay un punto en el que el propio personaje cae en cuenta que la depresión más que estar en su madre, estaba en él, en esa etapa de nuestras vidas que no sabemos a dónde vamos a ir, si los sueños que no se materializaron eran los últimos que tendríamos en la vida.
El personaje de Lilia (con una maravillosa Leticia Huijara que, si bien su trayectoria en la televisión no se le puede reprochar, pues para mí siempre ha sido una gran actriz, y de lo mejor que se podía ver en la televisión, acá esta magnífica. Además debo decir que para mí es como nuestra Diane Lane en "París puede esperar"), por otra parte es un personaje que, aunque por muchos momentos se pierde en la película, sus apariciones son fundamentales para comprender la situación de Nestor, y la falta de decisión y confusiones de Lilia por la vida que vendrá ahora que ya no es más que una mujer madura, viuda y pronto sola, es que también vemos una liberación, y un diálogo que dice al principio de la película, toma sentido al final, con ella también dejando atrás todo, es por parte del Lilia, que se dan los momentos más introspectivos y poéticos de la película.
El resto de las actuaciones son muy correctas, la fotografía es extraordinaria, (me encantó el balance que se hace con la paleta que predomina con esos tonos azules, pero que complementan con colores cálidos que resaltan de una manera muy especial entre ese espacio azul) y la música también me resulta muy atinada. (Me resulta muy interesante como películas mexicanas utilizan cierto tipo de canciones para mostrar puntos específicos de la trama y los estados de ánimo en sus personajes, "La Paloma y El Lobo" de Carlos Lenin mostró la tristeza de sus dos personajes protagónicos con "Te Amo" de Los Mier, o en "Mr. Pig" de Diego Luna, logra aparecer este mismo momento de tristeza y alcohol con "La Carta" de Los Terricolas)
Una película que, aunque para muchos no pareciera tener moraleja, o catarsis, o fin alguno, a pesar de lo bien realizada que esta; son muchas los temas a los que nos enfrenta, como los ya comentados en los dos personajes principales, pero para mí quizá el más importante es el siguiente: es una película con una historia personal, y estas historias humanas son las que deberían de importarnos, las historias que nos pueden tocar, porque en ellas podemos vernos reflejados, son las que nos representan, sin los grandes dramas, o los temas que nos estereotipan o los temas que nos duelen, aunque formen parte de nuestra realidad y nuestro día a día, no son lo que somos.
Yo siempre celebraré este tipo de películas que buscan un diálogo con su público, que sin pretensiones tratan de luchar por poner temas humanos en el plato, y que hacen lo imposible para que estas películas surjan y se realicen y no mueran en el intento, como ya lo dije antes: no son las grandes tragedias, o las grandes comedias, pero si son historias reales.
viernes, 27 de diciembre de 2019
Carta para mi padre.
Si me he permitido este día escribirte estas palabras es porque siento que es necesario hacerlo, supongo que de alguna manera ya lo sabes, pero por si acaso no, yo sólo hago cosas que me nace hacer.
Sé que piensas que quizá yo tenga algún resentimiento hacia ti porque muy rara vez te contesto los mensajes, pero te aseguro que no es eso, simplemente es que soy tan práctico para comunicarme, que me cuesta mucho hacerlo por teléfono o por mensaje, si no tengo esa interacción real con la persona que hablo, si no la estoy viendo a los ojos, pero eso es hacia con todas las personas, así que no es lo que tú crees.
Hace mucho que no guardo resentimientos en la vida, tampoco soy muy bueno juzgando a las personas, jamás lo he sido y jamás lo seré. Supongo que el día que empiece a hacerlo, quizá ese día empiece a morir de a poco. Lo que haya pasado en el pasado, con nosotros, me ha llevado a ser lo que soy, a pensar como pienso, y eso es algo con lo que estoy contento, eso es algo que te agradezco y en cierta medida te lo debo a ti.
Hay muchas cosas de ti en mí, y eso no se puede negar ni ocultar, mi calvicie, mi seriedad y no ser tan suelto para hablar, mi amor desmesurado por las películas y la música, mi gusto por aprender a tocar la guitarra, mi amor y la emoción que se siente cuando uno recibe y escribe una carta.
Sólo quiero decirte que uno con la edad se da cuenta que hay que saber de las personas que son parte de nuestra historia, más que de nuestra vida, porque la vida es muy corta, se va volando, y quien hoy está, quizá mañana ya no lo esté.
Somos hijos de nuestras circunstancias, y de lo que vivimos.
Feliz cumpleaños papá.
lunes, 23 de septiembre de 2019
Ad Astra.
Ad
Astra es la séptima película del peculiar director
norteamericano James Gray, cuyo estreno mundial se realizó en el Festival de
Venecia. El film es una pieza más en el tablero de este director de películas
tan distintas entre sí, pero con un hilo conductor, como suele haberlo en la
obra de los artistas, pero no con eso quiero decir que la película sea un gran
trabajo, tampoco significa lo contrario.
Después
de un accidente ocurrido en la antena espacial terrestre, por la cual en un
futuro no definido los humanos intentan establecer un contacto con seres de
otros planetas, cae desde la atmósfera hasta tierra el ingeniero astronauta Roy
McBride, un hombre que todo el tiempo está hablando para sí mismo, que es
contactado por sus superiores para explicarle el motivo de este accidente y el
riesgo que corre la humanidad con lo que han descubierto.
Su
padre, Cliffor McBride, una leyenda entre los astronautas, quien 20 años atrás
se embarcó en un proyecto llamado Lima al planeta Neptuno con la finalidad de
contactar vida inteligente en el espacio exterior. Pero luego de dejar de
enviar señales, todo mundo pensó que la misión había muerto, incluso Roy, hasta
que empezaron estas descargas de antimateria que, de no ser controladas, pueden
poner en riesgo la estabilidad del sistema solar, y repercutir con la vida en
la Tierra.
La
misión que debe seguir el mayor Roy es mandar un mensaje a su padre desde una
estación subterránea en Marte en donde no ha sido dañada la comunicación por
las descargas, y con este fin dar con el paradero de su padre; pero durante el
viaje, y al emitir ese mensaje, se da cuenta gracias a terceros que sus
superiores tienen planes muy en concreto para su padre y que no le han sido
revelados.
De ver
ese hombre de pensamientos y emociones contenidas, empezamos a notar como brota
el ser humano que él creía no ser, y que tenía la esperanza que aún en la
distancia su padre sí lo fuera, ahora se embarca por cuenta propia en la misión
de descubrir qué fue lo que pasó a su padre.
Carlos
Boyero, en su crítica escrita el 20 de septiembre de 2019 para el portal de El
País sobre la película, menciona la similitud de esta y la extraordinaria Apocalipsis
Now, con el relato “El corazón de las tinieblas”, de Joseph Conrad. Ahora,
yo no he leído el relato (cosa que corregiré a la brevedad posible), por lo que
mi crítica no se enfocará en ese contexto, pero sí con ciertas similitudes y
no-similitudes que guarda esta película con la de Coppola, y el otro contexto
que a mi parecer es el más importante-poderoso: la soledad a la que se somete
un hombre por los traumas en su niñez a raíz de la falta de su padre.
Gray,
a diferencia de Coppola, nos muestra en un principio a su navegante, al
enviado, al buscador, como una persona de emociones mesuradas, de temperamento
controlado, y esto lo comprobamos en las constantes revisiones que le hacen
para medir su estabilidad psicológica, pues muchos casos son los que hemos
visto en otras películas con la demencia que viene en el aislamiento y soledad
en el espacio, y lo vemos todo el tiempo repitiendo que está bien y que no se
puede permitir perder el control por lo que siente y el trabajo que realiza.
Esto
se deja saber en los primeros minutos de la película: un hombre que habla en el
pensamiento (pensamientos que claramente van dirigidos al espectador, para
conocer y en su momento sentirse identificados con el protagonista, y en su
debido momento avanzada la trama, no necesitar de estos para saber por lo que
pasa el personaje) que apenas y tiene interacción con sus compañeros, un hombre
que se siente tranquilo y en paz solo con la inmensidad del espacio.
Coppola
nos presenta a su protagónico completamente diferente. Cómo olvidar esa escena
en la que se nos presenta al capitán Willard, destrozando todo a su paso en su
habitación por los traumas que le ha ocasionado la guerra. La cosa interesante
en el personaje de Roy es el cómo se va dando su cambio de personalidad a raíz
de irse adentrando a la oscuridad del espacio y los desafíos que se van
presentando, las pérdidas humanas que va dejando a su paso, sean causa suya o
no, lo trastocan, y van haciendo que sus emociones lo desestabilizasen y
empiece a cometer locuras que quizá su padre también cometió y que en la Tierra
ninguno de los dos se atrevió, en aras de buscar lo que ya se tenía.
Este
cambio se va presentando como el típico caso de las cinco etapas del duelo:
negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Cada una de ellas se va
presentando de determinada manera y van dictaminando el tiempo y la
trasformación del corazón de un hombre y sanar además la relación con el padre
del que es una imagen y semejanza (ciertas partes de la película se toca el
tema religioso en los tripulantes que lo llevan a marte, algo que podría
cuantificarse como similitud con Apocalipsis Now con el hecho de que el coronel
Kurtz era considerado por los camboyanos un semidios) al cual muy a pesar de
sus intenciones, sin llegar a asesinarlo (como sí ocurre en Apocalipsis…),
no puede salvar.
Técnicamente
la película es impecable, sonido perfecto, visualmente correcta, como lo fuera
una Gravity, pero no tan impresionante o innovadora como lo es Interestelar,
y ni qué decir la más grande joya de este género en el cine: 2001 Odisea al
espacio. La fotografía de Hoyte van Hoytema nunca decepciona, es destacable
como los colores que emplea en determinadas circunstancias hacen que entone
cada emoción y etapa de duelo por la que atraviesa nuestro protagonista.
Por
ejemplo el rojo cuando abre su corazón y manda el mensaje que hace que
encuentren la señal de su padre, o ese blanco resplandeciente al ver morir a un
hombre en la Luna, o el azul cuando llega a Neptuno y alcanza a distinguir el
objetivo, o el amarillo cuando entra sin permiso a la nave que va en busca de
su padre; y esto no hace más que hacer lucir aún más a nuestro protagónico.
Brad
Pitt siempre me ha parecido un buen actor, sin embargo nunca lo consideré de
los más destacados, la única actuación que yo resalto es la que hace en El
Curioso Caso de Benjamin Buttom, y con esto no quiero decir que no me guste
en Fight Club, en 12 Monos o en Seven; sin duda alguna es
extraordinario, pero considero que en estas películas la actuación no es la que
lleva la voz cantante.
Si bien
en Once upon a time in Hollywood tiene una buena actuación, es en esta
donde firma su mejor trabajo hasta ahora, (en determinada parte incluso se le
ve venido a menos físicamente) y la película está hecha para ello, desde sus
líneas, sus monólogos y sus escenas emotivas lo confirman. De los pocos
problemas que tengo con la película es que ciertas escenas nos las quieren
meter a fuerzas con la música de acompañamiento y hacer que el espectador que
aún no se ha amoldado del todo con el viaje del protagónico con sus diálogos y
sus pensamientos de lo que dejó en la Tierra, empatice con la historia.
James
Gray, con su corta y discreta filmografía que empezó hace 25 años (con sólo 25
años de edad hizo su ópera prima en 1994: Little Odessa) ha mostrado una
versatilidad y un dominio del arte tras la cámara que valdría la pena ponerle
más atención. Su película anterior, Z: la ciudad perdida, es
extraordinaria, un cine expedicionario por demás fascinante, y también tiene
entre sus películas una adaptación a Noches Blancas de Dostoyevski, que si bien
no se puede presumir ser mejor que la joya del cine italiano dirigida por
Luchino Visconti en 1957, o la también excelente Cuatro noches de un soñador
del maestro Robert Bresson, tampoco es una copia barata de estas.
Es
interesante la puesta hecha por Gray, y con la actuación del siempre soberbio
Joaquin Phoenix (quien además ha protagonizado otras tres de sus películas). Y
lo comento porque con sólo estas dos películas y leyendo sobre las otras, veo
que el hilo conductor entre estas, a pesar de los diferentes géneros, siempre
hay un sentido de búsqueda y soledad en sus personajes, y este camino que se
hace por encontrar los hace cambiar en el transcurso de la película, ahí reside
el verdadero valor de estas, más que en el final como tal.
Finalmente
la película es un ejercicio interesante sobre los acontecimientos que vive a diferente
escala un humano para sensibilizarlo y hacerlo darse cuenta que el contener las
emociones y dar valor a la soledad sólo porque sí, o un estado de prioridad, no
vale la pena, ese viaje interno para sanar las cosas que no estaban en nuestras
manos y nos hicieron ser como somos.
Cómo
el hecho de buscar lo que creíamos perdido, como la figura de un padre ausente,
nos hace sacar tanto el odio, la rabia, la ira contra él por no haber querido
estar, y la empatía al ver que quizá en circunstancias muy parecidas, habríamos
hecho lo mismo. Y el hecho que de todo viaje, por muy lejos que este sea,
siempre se vuelve más introspectivo, y sana el interior, como el interior de
esas bitácoras que a todos nos acompañan y solo nosotros sabemos lo que está
escrito en ellas.
Parece
aún más interesante la forma, la propuesta y la narrativa de Claire Denis y su High
Life, o el poder de esa última parte de la relación padre-hijo en la
extraordinaria Parasite, pero por supuesto siempre se aplaude una
película bien hecha, pues muchos directores interponen la técnica sobre el
discurso, y James Gray no, expone la fragilidad del ser humano a través de la
relación padre e hijo, en un género que ayuda mucho a atenuar la metáfora de la
soledad, como también lo expuso Denis, pero más inclinado al lado de la
supervivencia como especie a través de la procreación y sexualidad.
El
tema del espacio siempre ha ido de la mano con la soledad del hombre y el
existencialismo, y Gray crea un buen drama espacial revitalizando ambas partes
de una manera sencilla. Esta película nos hace revivir otras extraordinarias
películas y nos hace dar lectura a la obra de un director, y descubrir nuevos
textos qué leer, y eso se agradece.
domingo, 8 de septiembre de 2019
Tío Yim / América / M.
Tío Yim
Ópera prima de la directora Luna Marán, en la que expone de manera muy emotiva el retrato que tiene de su padre desde lo que fue su infancia, hasta el como ve la gran figura de su padre y su madre ahora de grande de vuelta a su casa en Guelatao de Juárez, en el estado de Oaxaca. No sólo es y se siente propia su forma de retratar el documental, también lleva una emotividad que no se resguarda con melodrama barato o se hace valer de empalagosa narrativa, es un poema visual en el estricto sentido de la palabra de la vida de su multifacético padre con la crudeza que debe tener de todo lo que él logró en su vida como voz de una comunalidad y todo el activismo por sus raíces y su tierra, antes de caer en el vicio, antes de que Luna se separara del núcleo familiar, en un tiempo en el que Jaime Martínez Luna cantaba, componía, creaba bosques; aunque hoy día no lo creería si no fuera por su memoria y la de los demás.
Luna no sólo es el ojo a través de la cámara que presencia todo como testigo fantasma del recuento de información y del excelente material de archivo conseguido, Luna también es narradora y protagonista junto con sus hermanos, pero sin regodearse de su propia presencia, en ningún momento se nota ni se adueña por derecho el mote de querer protagonismo, aunque de alguna manera lo tiene, y se agradece, porque vuelve al documental más humano. El ensamble de sus tomas con cámara en mano siguiendo a su padre, o sus tomas fijas grabando a su madre mientras canta, y de los diferentes formatos del material de archivo que utiliza es de una calidad que hay que destacarse.
Una peculiaridad que tienen las óperas primas de muchos cineastas tanto de ficciones como de documentales, es el hecho que utilizan una historia o muy personal, o algo que conocen bien o de lo que se sienten parte. Luna literalmente toma la figura de su padre y lo hace de una forma más que digna, en la que uno ve todo el tiempo a una persona real, por muy pintoresca que esta sea, y lo muestra como pocos cineastas logran hacerlo, ya sea en la ficción o en el documental. Este es un trabajo al que no hay que dejar de echarle el ojo cuando se tenga la oportunidad, como yo la tuve hace unos días que estuvo disponible en FilminLatino, por lo pronto ahora sólo se podrá ver en su andar por festivales.
América.
Documental mexicano del año 2018 dirigido por Erick Stoll y Chase Whiteside. El documental retrata la vida de tres hermanos del estado de Colima que deben regresar a casa luego de que su padre cae en la cárcel por aparente maltrato a la abuela de los mismos, una anciana llamada Améríca de 94 años, para ellos encargarse de ella.
Los tres se dedican al arte circense, por lo que se logra apreciar en las rutinas que ejecutan cuando tienen tiempo libre en la casa, y vemos como durante este tiempo de espera en el caso de su padre se encargan de América con la complejidad que esto requiere. Vamos notando durante todo el documental cual es la naturaleza de cada uno de los muchachos y su actitud ante la situación. Vemos a el mayor de ellos más escéptico y alejado de la situación de la abuela, aunque siempre colaborativo cuando se le necesita, y el ingreso económico de la familia. El más impetuoso de ellos, el hermano de en medio, que es el más apegado a América, que es quien siempre le habla, la abraza, canta con ella; y el tercero, quien seis meses después se les une, pareciera trae más problemas por su propia naturaleza jovial al querer exigir a América mas de lo que quizá ella puede.
El documental tiene cierto grado de honestidad que uno lo ve como un trato demasiado fuerte a la realidad, uno no queda indiferente ante lo que ve en pantalla, desde la relación entre los hermanos, como las escenas donde vemos las dificultades que tiene América en una edad en la que las personas mayores tienen accidentes tanto fisiológicos como mentales, vemos el real compromiso de los directores ante la historia, y como la intimidad que muestran raya de cierta manera, que su trabajo bien podría causar controversia o un debate bastante polémico ante que si y que no se debe mostrar a la hora de realizar un documental como este; a mi parecer lo hacen de una manera muy respetuosa, sin artificio ni manipulación, y además utilizando recursos visuales bastante apropiados en escenas que involucran a América, y la situación cuando en todo momento y toda hora están retratando algo importante en el viaje que les llevó este documental, que es de dos años y medio (al menos en lo documentado, quizá la realización entre la pre y la pro haya llevado alrededor de 5 o 6 años, que es lo que tarda en promedio una producción documental e independiente en México).
Cabe destacar que aunque no se conoce y no se da a entender por parte de la producción de Ambulante (quienes distribuyen el documental por todo el país) como es que llegaron un par de jóvenes directores norteamericanos a esta historia, y como logran empatizar y retratar este documento de manera tan fidedigna que uno creería que conocen nuestra cultura muy profundamente. Se sabe que ambos directores han realizado muchos cortometrajes de corte informativo sobre salud pública del gobierno de Estados Unidos (del gobierno de Barack Obama en particular), como en otras partes del mundo a través de programas de la ONU y demás instituciones y organizaciones.
Otros importantes temas se ven retratados en el documental van desde el sistema tan inepto que tienen las dependencias de salud y seguridad social del estado en cuestiones del criterio ante las atenciones hacia los adultos mayores, la corrupción que hay en el sistema judicial en todos sus niveles de gobierno, y los abusos por parte de quienes representan o pretenden brindar ayuda a quienes llevan un proceso penal, tanto para quien lo vive desde el interior de un reclusorio, como para sus familias afuera, y quizá el más importante: el abandono por parte de los hijos a sus padres mayores, y lo que sufren estas personas cuando las familias ya no quieren hacerse cargo de ellas y los dejan en condiciones inhumanas o en asilos donde pueden sufrir malos tratos. Esta historia termina básicamente con los dos nietos menores de América haciéndose cargo de ella hasta el final de sus días dos años después, luego de que el padre al salir de prisión decide no cuidarla más porque quiere otra cosa para su vida (lo cual al momento de ver el documental nos hace cuestionarnos si en realidad lo encarcelaron injustificadamente o no) y el nieto mayor que tiene otros planes al lado de su novia.
El final del documental es desgarrador, es muy bello y a la vez doloroso, pero es el final que todos vamos a tener.
América es hasta ahora el mejor documental que he visto en el año. En un año en el que, como ya lo he comentado antes; he visto muchos documentales.
viernes, 9 de agosto de 2019
C.
Es imposible para mi empezar a escribirte sin hablar en primera persona, sin hacer referencia a mi, sin hablarte de lo mucho que empieza a pesarme la edad, aunque eso suene idiota viniendo de mi, que nunca me han importado cosas tan superficiales como el tiempo y el físico; pero pienso en el tiempo, aun sin que me importe mucho en las cosas buenas y malas que acarrea y conlleva eso. Soy un tipo cada día más alejado de todo, y he empezado con la manía en encasillar y etiquetar todo de una manera muy respectiva: o cambio de nombre a las cosas y a las personas, o sólo les doy una inicial. Quizá esto ya lo sepas, porque alguna vez escribí por ahí esto y tú lo comentaste, en mi vida ha habido un sin fin de "M's" de "A's", de "N's", de "V's", pero sólo una C, tú.
Volviendo a lo que decía al principio, y llegando al final de estas cortas palabras que te escribo, pero llenas de emoción; es que de las pocas cosas que hoy día me lamento en la vida, es no pasar más tiempo contigo ahora, ya compartimos mucho en un tiempo que hoy día aunque no lo creas he empezado a olvidar, y aunque todo lo que he querido, lo he hecho; y acá todo avanza, no puedo negarte que te hecho de menos la mayor parte del tiempo. Sabes que te admiro y estoy muy orgulloso de la persona en que te has convertido. Te quiero mucho, pasa el mejor de los días, día que por cierto siempre me ha traído mucha suerte.
Pd. Prometo escribirte menos y hablarte más, aunque odie hablar por teléfono.
Pd. 2 Te escribo esto desde el lugar en el que almorzamos hace cinco años.
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