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sábado, 19 de enero de 2019

Burning: el elemento fuego.





El poder ver tan pronto en el año una de las películas que más quería ver en este 2019, y que sea una película tan buena, es un arma de doble filo. En primera porque esperas ver muchas cosas en este año de ese calibre, ver algo mejor de lo visto siempre es la meta de todo cinéfilo, pero también se corre el riesgo que al correr del tiempo se vaya desapareciendo ese sentimiento, salvo que la película sea una obra maestra, como seguro lo es la película Burning del director coreano Lee Chang-Dong.

En esta cinta el director adapta un corto texto llamado Quemar Graneros del escritor japonés Haruki Murakami, y mi primer comentario pertinente sería que no los compararé a ambos. Habiendo dicho lo anterior debo de decir que Chang-Dong toma lo mejor de las partes del texto de Murakami (sobre todo partes y diálogos) y lo extiende de manera impecable, con una idea propia que desarrolla meticulosamente. Compartiendo impresiones de la cinta comentaba que Chang Dong era como si tomara el centro del cuento y alrededor de él fuera formando un espiral que choca con el centro sólo en las mejores partes de este, para hasta cierto punto de la cinta, que se supondría es el final del segundo acto, y que dicta el final del texto de Murakami, a partir de ahí Chang Dong da su interpretación de la metáfora central de la cinta, y le da un final que mencionaré al terminar el texto, pero que convierte a este tercer acto en un esplendido thriller. Pero regresando a la base, a lo que toma Chang Dong de Murakami y que destacamos como lo mejor del texto, toma a fidelidad sin lugar a dudas el mejor personaje del cuento: a la chica.




Un joven que intenta ser escritor y que se desempeña en trabajos fáciles y cortos, que no le sometan a largas jornadas de trabajo y dejarlos con facilidad, un día se encuentra con una chica que conoce de la infancia, una chica bonita, sencilla y al parecer sin saber hacia donde va su vida, ella empieza a salir con él y le platica que hará un viaje que toda la vida a querido hacer a cierta parte de África, donde existe una danza para personas con hambre y personas con mucha hambre, entonces ella le pide al chico si puede cuidar a su gato, ella lleva al chico a su departamento y en este le dice que estando en la secundaria él le dijo que estaba muy fea, entonces hacen el amor, pasan los días y él no hace más que alimentar al gato que jamás ve y acordarse de ella cada vez que se masturba. Un buen día, poco después de un mes que se fue, le llama para decirle que regresa a Seúl, pero cuando él va a recogerla, cual es su sorpresa que llega con un nuevo amigo que acaba de conocer, quien dice le gustan las chicas como ella, y desde entonces el joven siente que algo no anda bien con este nuevo amigo, una especie de Gran Gatsby con lujos que nadie sabe de donde vienen en una Corea del Sur que sufre de desempleo masivo sobre todo entre los jóvenes. Para esto el joven regresa a la casa de su padre, con quien tiene una relación muy distante por el carácter tan distinto de ambos, y que está sola por un altercado que lo lleva a la carcél al señor, entonces un buen día llegan los dos jóvenes a su casa, y luego de pasar una tarde agradable fumando "maría", el nuevo amigo; hace una confesión, y aquí es donde cambia todo, y no a partir de aquí, sino desde antes Chang Dong nos maneja y nos lleva no sólo entre lo literal y la metáfora, sino que nos mueve sobre algo que si bien tanto la película, como el título mismo del cuento debería de decirnos, en realidad no lo hace, pues no se puede ver: me refiero al fuego.


Desde un principio el fuego está más que presente en la cinta, y me parece juega un papel primordial todo el tiempo, los tres personajes centrales fumando todo el tiempo, jugando con fósforos y encendedores, un pasado del joven que probablemente crea ese distanciamiento con su padre, incluso la danza de los hambrientos que pareciera semeja al principio una flama baja, y culmina con el fuego ardiendo en toda libertad, una paleta de colores todo el tiempo resaltando los tonos amarillos, y sin contar por supuesto con factores como ese precoz atardecer, o el largo atardecer que también experimentan los personajes. Y a su vez todo esto es la metáfora de nuestros propios personajes: el joven escritor (llamado Jong-su) con su temperamento a punto de explotar, la chica (llamada Hae-mi) con sus ganas de arder y desaparecer, y el nuevo amigo (llamado Ben) con su actividad confesa.

Chang Dong da a su personaje principal, que es el joven escritor, (llamado Jong-su) una presencia muy propia, y se nota que no quería que su protagonista fuera el del cuento, en vez de ser un hombre maduro y casado y ya sentado como escritor profesional, nos da a un joven introvertido, con problemas emocionales que vienen desde la infancia y que le cuesta profesar alguna clase de emoción sentimental, se toca en la escena del gato a un personaje autista (quizá haciendo alegoría al propio personaje del joven) pero que pareciera todo lo hace como ese Nick Carraway del libro se Fitzgerald: quiere estar adentro, y estar afuera.

(Cabe destacar que en esta película se da fe de lo relevante que es tener al reparto indicado para que la historia fluya, todos los actores, recrea personajes memorables y que nos hacen creer que en realidad en la vida (como en el cine) no hay malos completamente malos, ni buenos completamente buenos)

Un elemento que también juega a mi parecer un papel fundamental en la cinta y que no lo había comentado en la proyección que estuve presente, fue este efecto de Chang-Dong de ponernos en esta postura del que está dentro de la puerta o la ventana, una manera sutil de representar esa cuarta pared entre espectador y obra (desconozco si tiene algún término en el cine) pero acá en vez de sentir esa presión de ser descubiertos o encontrados, es que nos sorprendemos al ver que siempre el que está afuera del cristal, es el que se siente atrapado, la chica esperando que llegue el joven escritor a rescatarla de sus pensamientos, el joven observando al nuevo amigo, el joven buscando en graneros algo que espera no sea lo que él cree, todo el tiempo hay más presión fuera de la olla en el fuego, que dentro de esta.

Al final Chang-Dong nos da un final que, como casi toda la película te hace cuestionar hasta donde dejo correr la metáfora, como en la escena donde la chica narra una caída a un pozo cuando era pequeña, como quizá una evidente llamada de auxilio para eventos futuros, la confesión o ese sueño con la persecución y ese lago de agua quizá mostrando como acabaría al final la película, con los dos chicos de la historia, una sonrisa del nuevo amigo porque el joven escritor por fin dejó sonar al tambor en su corazón (por cierto la música de la película es descomunal y es una alegoría precisamente con este latido del corazón y los tambores de la danza de los hambrientos) y la nieve que quizá representaba a ese lago donde Ben postraba la mirada. Ese final, y todo el armado de la película, nos nos hace decir con determinación si era o el escritor dando rienda suelta a su imaginación y la creación, o si por fin liberó el fuego que tanto tiempo llevó guardado y reprimido por su introvertida personalidad.

Una película que merece estar entre lo mejor del año, que merece cada uno de los premios ganados en su andar por los mejores festivales del mundo. Como apasionado de los thillers no-convencionales, o que se argumentan en una historia con un desarrollo que nos lleva fuera del convencionalismo y no recrea ni repite formulas para buscar el suspenso y la tensión en el espectador sólo porque si, esta película es exquisita, y mucho más, si bien el tercer acto es vibrante y descomunal (para bien) en este sentido de ser un thriller, antes hay tanta materia como esa escena con la canción de Miles Davis (por cierto, dije que no compararía a la película con el cuento, pero en este la música la poner el escritor y no el nuevo amigo, que en el cuento no es sólo un amigo, sino que ya son novios desde que que llegan de África) o de la confesión misma, que valen la pena y que hacen que nos demos cuenta que esta película es algo más, que es una obra maestra. Se vale de otras formas para desarrollar la trama de una historia y llegar a ese fondo que quería exponer, retratar, y que quizá de ser contada por otra clase industrias o directores que no fuera este asiático, no hubiera tenido el impacto y la resonancia que esta tiene, la historia tocada no valdría quizá tanto la pena, o quizá si, pero no de forma y fondo tan nutrida como lo hace Chang-Dong. Porque al cine asiático de calidad puede dársele muchos adjetivos, pero jamás se le podrá tachar de blandengue, o de querer dar al espectador siempre lo mismo.









De los carteles más hermosos que recuerde de fecha reciente.

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