Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

martes, 8 de noviembre de 2022

"El reino de dios" de Claudia Sainte-Luce: juegos de niños, dolores que nos hacen crecer.





La cuarta película de la realizadora veracruzana Claudia Sainte-Luce no sólo figurará para el fin de año como una de las mejores películas mexicanas que figuró en festivales importantes de cine en el 2022 (pues nada más tiene en su recorrido a la Berlinale, al FICG y al Festival del Nuevo Cine Mexicano de Durango), sino también como una de mis favoritas, y una película que representa fielmente la idea de que en el cine caben todas las historias posibles, sin que estas tengan que ser violentas, intensas, dramáticas o trasgresoras; es la fiel representación que el cine también puede reflejar esas historias simples llenas de cotidianidad, juegos y retratos que rayan en las realidades de muchas personas en lugares muy pequeños y lejanos, desde la trinchera del cine independiente mexicano tan lleno de corazón.


Neimar tiene ocho años, vive en un pequeño pueblo y está ilusionado por hacer su primera comunión, ya que su abuela le ha asegurado que ese día conocerá a Dios. Su vida transcurre tranquila entre cuidar caballos de carreras, de los que es fanático; trabajar en un tope pidiendo dinero y ayudar a su mamá a vender tamales los fines de semana junto a su mejor amiga, Demi. Toda esta serenidad en el entorno de Neimar cambia de pronto. Su vida se va llenando de decepciones que harán que reconsidere su entorno, dejando de lado su inocencia.


El discurso y la narrativa en la película de Claudia es tan sencilla como efectiva, pues vemos tal cual toda la trama y el desarrollo de la historia contada de una manera que se siente natural y orgánica, esto quizá se deba al hecho de que la película tiene como propósito mostrar una situación de crecimiento, más que un discurso complejo. Hay una universalidad en la historia de Neimar, que vemos capturada esa infancia con la que pocas veces los adultos podemos conectar si no es con películas como esta.

Hay una suerte de espontaneidad que hace que lo que veamos no se sienta como un montaje o algo que está planeado o escrito, se siente como si estuviéramos ante un pedazo de realidad, como si más que una ficción, lo que viéramos fuera un documental (por muchos momentos me hizo recordar a Cosas que no hacemos de Bruno Santamaría), y esto se debe en mucho al trabajo colaborativo entre directora y fotógrafo, pues vemos en cada plano, en cada secuencia y en cada encuadre (que por momentos logran unas composiciones realmente hermosas), una chispa de intuición sobre lo que Neimar está viviendo y está haciendo ante cámara, su interacción con su entorno, con los animales que tanto ama, con las personas, y eso es algo que tiene una belleza tan gozosa que no necesariamente se tiene que describir, Neimar es un niño con y por el que reímos, y con y por el que lloramos, además de que está plagada de personajes realmente humanos, auténticos y honestos, como la abuelita de Neimar o al hombre que pasa a saludar todos los días a su ventana.

El conocer más el contexto y las inquietudes que hicieron a Claudia querer hacer esta película, uno puede intuir porque el trabajo logra conectar de las formas que conecta y las emociones que nos hace pasar a los espectadores, que van desde lo personal (la película se rodó en Tlalixcoyan, lugar de donde es originaria Claudia, Diego Armando Lara Lagunes, el niño que interpreta a Neimar, es su sobrino en la vida real, y ella también sale actuando en la película) hasta la forma en que ella defiende el cine, pues esta película fue realizada sin ningún apoyo económico (es decir, sólo con recursos de ella, equipo conseguido por el productor, y apoyos en especie) y se rodó sólo con muy pocas personas involucradas en el crew técnico, con no-actores que vivían en el mismo Tlalixcoyan, todas estas cosas que abonaron a una forma más liberada y poco convencional de hacer cine según lo dicta la industria (incluso el hecho de no tener como tal un guion literario y diálogos previamente escritos al rodaje), les dio una libertad creativa que lograron asentar perfectamente, y que logra saltar de alguna manera de la pantalla y el espectador es testigo ocular y auditivo en todo momento de esta magia, esta película confirma la máxima de que en el cine siempre, menos es más, cuando sabes lo que con tu discurso quieres comunicar.

La forma en que Claudia concibe el cine, ha hecho que en ocasiones critique la forma en que opera el cine industrial y comercial, y todo lo que este conlleva como aspirar a fondos de realización, postproducción y distribución, cuestión que incluso muchas veces a llevado a hacer declaraciones públicas al respecto (acá un video al respecto), de ahí que ver esta película que en muchas maneras dignifica y además es congruente con el discurso de Claudia tanto en las formas como en los fondos de las historias que Claudia ha retratado hasta ahora en el cine, esta película es un baldazo de agua fresca este año en un cine mexicano tan necesario de historias simples, cercanas, bellas y empáticas; con todas las realidades que caben en nuestro país.

"Ir y volver" de José Permar: fondos que llegan al corazón, formas hechas con el corazón.





El cortometraje documental más reciente del realizador sudcaliforniano José Permar, es un ejercicio que me parece uno de los trabajos más brillantes y valientes del año, ya que en él, además de plasmar una historia muy personal, hay una serie de elementos en el plano creativo que son por demás propositivos, pero vamos por partes para hablar de su hechura y su importancia tanto en el discurso como en su narrativa.


Según Filminlatino, esta sería su sinopsis:
Mientras una madre está en terapia intensiva con pocas esperanzas de sobrevivir, su hijo se encuentra en otro continente sin posibilidades de verla.


Este cortometraje que a mi parecer entra dentro de la corriente del cine-ensayo, experimenta de manera muy natural en su narrativa, tanto en lo auditivo, como en lo visual, pues por una parte podemos escuchar de manera entrelazada, tanto las reflexiones de José por la situación que estaba viviendo su mamá en México al caer en terapia intensiva y en un coma inducido, mientras él viajaba por Europa para estudiar un Máster en cine documental; así como los vagos pasajes que su madre recordaba de esos días en que ella estaba entre la vida y la muerte, todo mientras el espectador escucha a su madre hablando con él por teléfono, y a él como si estuviera escribiendo una carta en la que no sabe si ir con su madre y de esta manera dar por sentada la posibilidad de que ella realmente podía morir, o seguir el camino natural de las razones por las que él hizo ese viaje, con la esperanza de que su madre estará bien y podrá volver a verla y escucharla a su regreso.

El discurso que José crea en el plano auditivo es realmente emocional, sin caer jamás en el melodramatismo burdo y barato, no teme en mostrarse vulnerable ante una situación en la que cualquiera de nosotros caería en el estado de mayor vulnerabilidad que el ser humano puede caer, como lo puede ser la posible muerte de un ser tan amado como lo es una madre. Esto sobre todo se demuestra cuando José trata de grabar un audio que los médicos que se encargan de su madre, le recomiendan que haga para que ella probablemente lo pueda escuchar.

En el plano visual, José crea un montaje realmente hermoso que hilvana y empata perfectamente con el discurso de sus reflexiones, a través de las imágenes que él registra de sus viajes y los lugares en que está mientras está viviendo todo esta situación en su interior y en la distancia (no sé si José filmó con película o si ese detalle para darle el aspecto de película se trabajó en la post-producción), encontramos imágenes realmente bellas, que a uno lo hacen remontar a los grandes maestros del cine-ensayo y cine-diario, por lo cual no es nada difícil de entender el por qué José trabajó su discurso a través del montaje que hizo. Hay elementos muy sencillo, pero que en su sencillez se vuelven poderosísimos para entrar precisamente en la psique del discurso que José expone en su trabajo, como ese bucle que hace en unas escaleras, con casi todo en oscuridad salvo por una lámpara que nos da una luz que bien podría representar la esperanza de poder volver, como José expone su deseo de poder hacerlo como su madre lo hizo, sin sentir esa sensación de que cada vez le es más difícil volver a su lugar de origen, de no sentirse más un nómada, un extranjero que va de acá para allá al cual cada vez se siente más lejano, como él lo expone en esta carta visual.

Un trabajo muy sencillo en el que lo que vemos de manera muy natural y cotidiano, enmarca el hecho de que en el trabajo de José, el mensaje es lo más importante y poderoso, en el que el contexto social  e histórico de los últimos dos años, podría reflejar la historia de muchas personas que al igual que él, estuvimos en esa disyuntiva entre irse o quedarse, en el que muchos regresaron, y otros ya no pudieron hacerlo.

miércoles, 2 de noviembre de 2022





¿Qué pasa con los lugares cuando ya no están las personas que los hacían especiales? ¿A dónde se van todas las historias? ¿Son sustituidas por otras? ¿Se quedan en nuestra memoria? ¿Alguien más las continua?


"Chronique d’une liaison passagère" del director Emmanuel Mouret es una comedia romántica que encarna en una historia muy particular lo mejor de cineastas como Woody Allen y Eric Rohmer, pero con una mirada muy distinta y muy propia de este director. Temas que quizá serían muy ríspidos o tabús en otras culturas como la infidelidad, para los franceses son tomados de manera muy natural y objetiva sin la necesidad de caer en el melodrama barato como suele caer comúnmente el cine hollywoodense. Se nota cuando el concepto de la fidelidad y el amor abarcan y retratan cosas más concretas y reales, esta manera "open mind" que tienen los franceses para las relaciones amorosas permite mostrar este tipo de historias con mucha propuesta, y son rigurosos sin caer nunca en alguna clase de prejuicio y sin la necesidad de ciertos clichés que en otros cines (no sólo Hollywood) son más como una situación para provocar el chiste fácil que terminan cayendo en situaciones sin sentido.

La película, que empieza como una comedia en toda su esencia desde el principio, de a poco va tomando forma y sentido de manera muy orgánica, que conforme la situación y desarrollo va desembocando en un drama amoroso que es naturalmente orquestado por personajes congruentes, (que por supuesto es gracias a la gran interpretación del actor y la actriz protagónica, que tienen una química que salta de la pantalla) que son fuera de la norma (mostrar abiertamente en fondo y forma un personaje masculino que acepta y se sabe un personaje torpe, sensible y con un lado femenino muy desarrollado) y que tienen un encanto que es cobijado por un ensamble hablando en su forma técnica con elementos como los lugares donde se encuentran, (que casi al final de la película se nos muestran como si fueran un personaje más [un elemento muy "Before" de Linklater], justo antes de ese final muy "Annie Hall") la fotografía y como la colorización y el diseño de producción son parte de la misma narrativa sutil y delicada, que además tiene en muchos sentidos la idea del cine que defendía y ejemplificaba Rohmer, como la forma de utilizar la música, todo en un contexto si bien más contemporáneo, se siente esa esencia de un regla de cine que no caduca.

Una película realmente encantadora, en la que las pláticas entre sus protagonistas, que oscilan entre trivialidades, absurdos, y complejidades; arrebatan al espectador varias risas y sonrisas, y unas cuantas lágrimas y suspiros.


El norte sobre el vacío.





Hace unos años, haciéndole una entrevista al realizador sudcaliforniano José Permar (además muy buen amigo), este me comentó un hecho que yo de alguna manera ya intuía, pero escucharlo de otra persona me hizo confirmarlo, y este hecho es que en México, cuando un documental toca una causa social justa, o es de denuncia por actos de violencia, se da por hecho de que es un buen documental, cuando no siempre es así. Y esta regla considero yo que también muchas veces se puede aplicar en la ficción, que si bien podría ser más difícil de burlar para quienes hacemos análisis cinematográfico, para el público general podría pasar de noche y creer que es, sino una obra maestra, porque los grandes públicos no suelen hablar en términos de "obras maestras", si podrían ser fácilmente engañados y creer que están ante una buena película. Esto lo utilizo como introducción para hablar sobre la más reciente película de la muy interesante Alejandra Márquez Abella.


El norte sobre el vacío habla en términos muy generales de como un hombre de familia de rancho, un patriarca en toda la extensión de la palabra, que claramente está venido abajo, ya en declive, tanto por la edad como por la que podría ser una enfermedad tipo Alzheimer; ve amenazado su rancho por el crimen organizado. Es en su ímpetu de macho que hará defender a toda costa su legado familiar, manda a su familia al lugar de donde realmente son, la ciudad, y se queda él solo en el rancho con sus trabajadores para hacerles frente a los pillos y defender ese pedazo de tierra que es parte de su historia, aunque ese legado y esa historia esté más en el pasado que en el futuro, pues sus hijos cada día están menos interesados en sus historias que cambian y no le dan de alguna manera el lugar a la mujer, y la figura en la que él confiaba que podía suplantar la ausencia de un heredero del rancho, es quien lo traiciona por querer tener lo que ella creía que merecía por lo que ella le dio, aunque al final se arrepiente e intenta redimirse lo cual sin lugar a dudas es lo peor no sólo para él y para ella, sino para toda la película..


No creo que haya crítico, por muy caprichoso u objetivo que vea, que ponga en tela de juicio el valor del fondo (o fondos, que a ojos de ciertos espectadores esta lectura puede ser totalmente válida) en la historia de la directora; en donde recae el criterio de lo que podemos criticar de su obra es definitivamente en la forma, ahí si que tenemos elementos para hablar de la cosas que a criterio de cada uno, son buenas o malas elecciones.

Al hablar de la forma, no necesariamente hablamos de esta en los términos técnicos, pues hay sin duda alguna todos los elementos para ver que la producción es perfecta en todos los departamentos que conforman una película, es decir: se ve bien y se escucha bien (en ese sentido creo está justificado el premio otorgado a Mejor Película en el pasado Festival de Morelia), pero cuando me refiero a la forma, es en el sentido narrativo que no empata desde mi perspectiva, de manera correcta para que el fondo logre ser poderoso y tener el peso que supongo Alejandra buscaba.

En lo que respecta a las cosas que están bien en la película, sin duda alguna habría que empezar con las actuaciones. Hablando sobre todo de los actores principales, creo que hay un trabajo por demás importante, sobre todo destacaría el trabajo de Paloma Petra, con un personaje que en lo general es muy taciturno, pero cuya presencia es apabullante, no sólo en lo que la trama en lo general representa y que al final se ve revelada, sino por esta forma en que puede pesar tanto su presencia aún cuando casi no tiene líneas, y que se confirma cuando estas pocas aparecen, pues tiene un poder en su palabra que hace que todos la obedezcan, aquí si creo que se encarna todo lo que se dice sobre ella, y los elogios conquistados: es un personaje que enaltece y redignifica al personaje cumbre del western, una antihéroe que por si sola, tiene más valor que una película en si. En el caso de Gerardo Trejoluna, también sin lugar a dudas hay un trabajo muy meticuloso para encarnar el constante y paulatino derrumbe de este patriarca que va perdiendo de a poco sus facultades de poder controlar todo, como lo hizo el años atrás, como lo hizo su padre, en tiempos en que la mujer se dejaba someter, un vaquero en su crepúsculo, que además, a mi parecer lo mejor del personaje que él interpreta, es que amalgama de manera perfecta y natural con todos los personajes siempre que tienen interacción con él, es una especie de mariscal de campo, pero hay detalles que decrecen todo lo bueno de este personaje encarnado por este actor que más delante plantearé. Mayra Hermosillo está más que perfecta también con un papel muy pequeño pero poderoso, Dolores Heredia discreta pero perfecta, Raúl Briones está irreconocible para bien. Fernando Bonilla está perfecto en un personaje que lastimosamente le queda chico, pues es el personaje más estereotipado que yo recuerde en mucho tiempo en el cine nacional, algo que lastima viniendo de una película que en el papel es "seria e importante", y esto demuestra que no todo es miel sobre hojuelas en este departamento, pues así como hay más personajes que sólo se usan como relleno aún cuando son secundarios, hay ciertos actores que me parece no dan la construcción que deberían a estos personajes, pues en el caso de Juan Daniel García, veo literalmente al Ulises de Ya no estoy aquí pero vestido de jornalero, y bien de eso podríamos incluso culpar al guion y a la directora de eso (que ya iremos a esos temas más adelante) pero en lo particular no creo sea el caso en él, pues también aparece como peón el actor Yahir Alday (el Sudadera en la película antes citada), que desde mi perspectiva, hace un mejor trabajo que Juan Daniel en la construcción de su personaje.




A mi parecer el gran problema de El norte sobre el vacío radica en su guion, y eso es, algo al menos para mí muy grave, pues si el guion falla, la historia y el discurso no se sostienen, por muy bonito que se vea todo en pantalla y por muy bien que se escuche el sonido, de ahí que me molestara un poco que se le distinguiera con el premio a Mejor Guion en Morelia. Parto desde el hecho que como lo comenté al principio, hay muchas cosas que la trama quiere tocar, exponer y diseccionar, pero desde mi punto de vista sólo las presenta, ya no digamos que las empieza a desarrollar y se quedan incompletas, ni siquiera empieza a desarrollarlas, dejando todas esas cosas interesantes que menciona (y vaya que si son interesantes), sólo como un dato curioso. Muchos podrán defender este hecho con el argumento que Alejandra quería sembrar en el espectador el germen para que en la cabeza de uno se empezara a armar estas inquietudes a través de cada uno de nosotros por la tensión que propone, pero el problema, una vez más que radica en el guion, pues siempre, lo siguiente que vemos y empieza a mostrar la pantalla, trata de dictar otra situación completamente diferente, otro fondo que en el papel resulta igual de interesante, y que esperamos sea el real conductor de toda la trama, lo que vemos y escuchamos, pero volvemos a quedar donde mismo, y esto hace que uno como espectador se canse.

Otro de los elementos que hace que uno como espectador no conecte, es el hecho de que los diálogos de los personajes ponen en muchas ocasiones tropiezos al desarrollo de estos y lo mucho que los actores iban construyendo. En más de una ocasión las pláticas entre estos se sienten acartonadas, son predecibles, y caen en la torpeza y en lo redundante, además acompañados casi siempre con chistes malos, aunque este detalle, como lo comenté antes, puede ser por el hecho de que así sea realmente el ranchero en Nuevo León, pero creo que esto también juega en contra del discurso que quiere proponer Alejandra, pues podría caer en el hecho de utilizar estereotipos que no siempre son buenos en el cine de denuncia o violencia, y no es el único de los elementos que resultan ser un arma de doble filo, sin contar los muchos errores de continuidad que tiene la película, y decisiones en el montaje que a mi parecer son erróneas, que si bien no son del todo graves o visibles, o que si bien no se notarían al ojo del público general, el hecho de que lo que se trata de exponer a través de los diálogos y el discurso de cada situación, jamás llega a ser sólido, uno cae en todas las faltas que rodean a todo lo que aparece en cuadro, sus incongruencias y sus inverosimilitudes.

La película por momentos parece que quiere ser una película seria (o más que "seria", tensa) sobre denuncia para visibilizar lo que sufren las comunidades del norte del país al ser despojados de sus tierras por el crimen organizado, trata de exponer estas situaciones y que no son denunciadas, y que si lo llegan a ser, no hay en sí una real atención de un estado corrupto hasta la médula, pero esta crítica social raya en muchos sentidos con lo que malamente hizo Michel Franco con su detestable Nuevo orden, pues vemos claros estereotipos de el bueno y el malo, del que quiere sacar ventaja y las víctimas, del rico y el pobre, y cómo estos se visten y hablan, no hay en muchos sentidos desarrollo de las razones del por qué son como son, y si lo hay, sólo es para confirmar en muchos sentidos el clasismo y los estereotipos que malamente engendran los discursos de querer hacer un trabajo audiovisual que impacte y gane reconocimiento a raíz de situaciones complejas y reales, pero que no se sale del molde y no construye nada, sólo intenta hacerlo, y eso si es algo que logran hacer otras películas mexicanas de este año como Zapatos rojos de Carlos Eichelmann (aun cuando la trama no gira entorno a eso y que logra resumir en una simple escena) o Manto de gemas de Natalia López.

Y a esto último, quizá mi reflexión personal sería, al igual que me pasó luego de ver Selva trágica, la última película realizada por Yulene Olaizola, es el hecho de que qué tan perjudicial es el hecho de tener más presupuesto para hacer grandes películas, te da o te quita libertad creativa, y con libertad creativa no me refiero a utilizar un lente bien cabrón que te de un reflejo que se ve bien padre para hacer como que entras en la psique de tu personaje confundido, o utilizar en el montaje el recurso de repetir una y otra vez para enfatizar la tensión que viven los dos personajes principales en un momento de gran importancia, no; a libertad creativa me refiero a que el realizador realmente saque, y exponga, y cuente historias que realmente quiera contar, no sólo por contexto social (que también lo puede tener, y ser en su discurso una obra honesta y personal), por elogios o por generar conversación, se necesitan historias que muestren personajes congruentes y que se desarrollen con sus consecuencias sin caricaturizarlos o quererlos romantizar de más con diálogos ficticios (que si bien, la ficción es ficción, esta se gesta de la realidad y no del ilusionismo); porque no sé si Narcos llegó a cambiar el discurso y las convicciones de la creadora de Semana santa, porque no sé quien quiera hacer una película de unos ricos regiomontanos, más bien fifís, que vivían en la ciudad y que cada año iban a visitar el rancho de sus abuelos y se vestían de botas y sombrero, pero que no les importaba un carajo la tierra, salvo por ese patriarca que quería seguir creyendo que su abuelo había fundado lo que tanto orgullo de hombre le generaba, y no su abuela, y que murió con esa creencia hasta el final.