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lunes, 1 de julio de 2024

"El Editor -Versión Final-", o la atinada congruencia de morir en tu lenguaje.





Edzna M.H.

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La verdad es que, debo confesar antes que todo, que este es el análisis que más me ha costado escribir, no sólo por el acto mismo de escribir sobre un proyecto del que pertenezco en muchos sentidos, sino por la acción que ha resultado para mí desprenderme de todos los modos posibles para poder escribir para todo aquel que vaya a leer este texto, de manera objetiva y crítica, y no bajo una influencia subjetiva que bien podría desprender en cualquier instante mi lado más sensible y personal, de modo que apreciable lector, tenga usted total certeza que las palabras que desemboquen aquí, por muy imposible que a usted le parezca, no llevan ninguna influencia personal de por medio.
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Cada ser humano tiene una concepción propia de cómo percibimos la vida y la realidad, la mayoría de las veces, esta es un reflejo de nuestras experiencias, de nuestro diario vivir, de lo que vemos, leemos, escuchamos, son reflejo del lugar donde vivimos, las personas con las que interactuamos y a lo que nos dedicamos, así creamos nuestro propio lenguaje, con sus códigos de lo que comunicamos o queremos comunicar, incluso cuando la comunicación se hace con los silencios. ¿Por qué la muerte de una persona puede ser más vistosa que otra? ¿Qué influye para que esto sea así? ¿Puede en un último acto el destino darnos una tregua y hacer nuestra muerte un poco menos dolorosa e insignificante? Esta es de alguna manera, la lectura que hago en primera instancia de "El Editor -Versión Final-".


Marcos, un editor de videos y películas independientes, trabaja diariamente editando hasta largas horas de la noche, hasta que en una ocasión sufre una convulsión que lo hace perder la consciencia. Al despertar descubre que su forma de percibir la vida ha cambiado de tal manera que ahora todo lo vive y lo ve de la misma manera que un montaje cinematográfico.
Entre cortes y efectos especiales, Marcos establece una confrontación contra su propio subconsciente para poder controlar su percepción del tiempo y sus emociones más profundas.


El cine de bajo presupuesto, o cine de guerrilla como es conocido por muchos (que nunca serán lo mismo que el cine independiente, para todos esos confundidos), es un cine en el que evidentemente hay que otorgar concesiones que los "puristas" del cine no permiten, sobre todo en los departamentos técnicos. Pero si hay algo debe de caracterizar a este tipo de cine para que resalte como una gran obra, incluso por encima del cine industrial; es el tener una historia bien pensada, con un guion que permita al pequeño crew la lectura fácil para no chocar con el autor de la misma, para que la historia conecte armónicamente y se sienta genuina. Y en este punto me parece que Alejandro Savant, director de la película, lo hizo correctamente, incluso con un guion moldeable que nos deja por sentado una de las grandes máximas dentro del cine para mí: el guion es sólo una guía, la verdadera película se crea en el montaje, y esta película por supuesto que es eso, tanto por el nombre de la misma, como por la naturaleza de la historia, que permitía que muchas cosas que no estaban controladas al cien por ciento en cuanto a la producción, equipo técnico y a la continuidad se refiere, se integraran a la historia de manera natural, teniendo una obra totalmente congruente con lo que quería transmitir, y aunque hay lapsos en los que claramente se sienten elementos en el montaje que, más que ser parte de la narrativa, están para solucionar problemas; me parece que la forma en que estos se emplean, es completamente efectiva. 

Me parece que Alejandro se toma la osadía que muy pocos realizadores se han permitido, algunos de esos pocos han sido de esos que han marcado un antes y un después en la historia del cine; y esta osadía radica en involucrar al espectador al máximo en el sentido de la historia. Él obliga y hace al espectador involucrarse en la narrativa, en más de un sentido a adentrarse a la historia, aún cuando quizá no comprende muchos de los elementos y conceptos que hay en esta, pero que los hace sentir antes que comprender, los obliga a emocionarse antes que entender, y eso lo logra perfectamente.

También hay mucho de valentía y valor en crear una obra en la que todo es conciso y directo con lo que él quiere exponer, y no andar con rodeos o por las nubes, esto está más que demostrado en como transcurre la relación entre los dos personajes principales, Marcos y Michelle, nos muestra las fases más importantes en su historia, sin hacer algún detenimiento innecesario, incluso en la misma naturaleza de lo que le pasa a Marcos. A esto muchos le podrán dar lectura como falta de construcción de personajes, yo diría que es mostrar lo que el realizador quiere mostrar, hacerlo de manera correcta, nada más.

Algo que me pareció brillante es como la evolución afectiva entre Michelle y Marcos está marcada a lo largo del metraje bajo un concepto de espacio bastante interesante. Casi es imperceptible, no se nota; y es tanto sutil como hermosa (acaso planeada por el evidente hemisferio más desarrollado del director que es el creativo, acaso creada por sí misma de forma fortuita). Cuando se conocen, en palabras que el crítico colombiano Juan Carlos González utilizó para describir a “In the mood for Love”: <<apenas y se tocan>> al final de su primera cita, pero conforme vamos viendo su interacción y su continua convivencia, esta distancia se va acortando, siendo la secuencia de los juegos mecánicos el más claro ejemplo; hasta verlos en la mágica escena del atardecer buscándose constantemente para no separar siquiera una extremidad de su cuerpo y mantener el tacto, hasta el momento que Marcos con su condición agravada, decide salvarla del sufrimiento e impone la distancia abismal, en ese momento se corta la larga secuencia de su evolución de estar juntos. 

Todos los miembros del cast lo hacen de manera correcta, son creíbles porque todo en la historia permite que las acciones de los personajes sean congruentes, y esto me parece que lo logra de manera magistral sobre todo con el que para mí es el personaje más importante de la película: Michelle.

Si bien Alejandro es quien escribe el personaje, me parece que no se le puede dar todo el crédito de la creación de este, pues me parece la creación como tal termina cayendo sobre los hombros de la actriz que lo interpreta, que toma como base las características e indicaciones de Alejandro, y demás elementos en el set para crear a este personaje tan lleno de vida. Evidentemente hay un trabajo más que limpio en Abril Ortiz a nivel interpretativo, y a mi parecer su actuación es de lo mejor que he visto en los últimos dos años. Logra transmitir toda esa naturalidad y ese amor que va germinando de a poco en la mirada de ella hacia Marcos, y me parece que lo que si es un logro completamente del director, es en cómo el foco se centra en ella cuando aparece en la vida de Marcos, haciendo de este no sólo el hombre que vive y muere dentro de su lenguaje, sino también el espectador por naturaleza de la magia que Michelle le viene a inyectar a su vida.

El personaje de Marcos, como ya lo comenté antes, es un personaje que se construye y se le da sentido en el montaje, en donde Alejandro saca el mayor provecho a las partes en que desde mi punto de vista más crítico y objetivo, el interprete no llega a los puntos dramáticos e interpretativos que debía llegar, pero también hay que decir que hay muchas escenas en las que muestra dotes histriónicos que me parece dan a Marcos una identidad muy particular, y lo hacen un personaje tan rico como complejo, y eso si hay que agradecérselo no sólo al actor y al director, sino también a Itzú Martínez, la asistente de dirección, que también en más de una ocasión fungió como coach actoral; y a la propia Abril Ortiz que por su Michelle, Marcos se convirtió en una especie de personaje réplica de lo que el otro desarrollaba, facilitando mucho el trabajo interpretativo del actor que le dio vida. 

Para mí lo más maravilloso del cine de Alejandro Savant siempre van a ser estos símbolos que hay en sus trabajos, hay una especie de vorágine vertiginosa que crea conceptos a través de imágenes que parece que no se ven, o que con mirada objetiva no se logran apreciar, pero que quedan en el subconsciente como mirar con el rabillo del ojo; como si los hubiéramos imaginado o soñado, pero que definitivamente están ahí plantados deliberadamente por él y que sabe que crearán un impacto en el espectador, que se quedarán inconscientemente y sin darse cuenta, como lo puede ser una chica mordiendo una manzana, la mirada nerviosa de un hombre mirando a una mujer, una melodía que no te deja de acompañar aún pasados días de la proyección.

Más allá de la valentía de Alejandro al hacer una película totalmente independiente y con un mínimo crew, y que me parece crea quizá su mejor obra al momento; debo decir que seguramente él está consciente de todo lo que se puede mejorar, y que no tengo la mejor duda lo hará en su siguiente trabajo. Más allá del amor que le tengo a este proyecto, y para este punto dejaré la objetividad que me había empeñado a seguir al principio del texto, debo decir que esta película de amor y sacrificio, es un proyecto que se logró realizar enteramente por amor a la historia que nació de su director, y que salió adelante gracias al amor por un proyecto, y por un grupo de amigos que no querían hacer otra cosa más que hacer cine por amor a este; y si me permiten el comentario más personal que me voy a permitir hacer, esas son las historias y ese es el cine que para mí vale la pena de ver, y que logra traspasar el tiempo.

lunes, 29 de abril de 2024

Las cosas donde ya no estaban: como se ven los amores veinte años después.





Hay varios elementos que me han hecho amar la pequeña, hermosa e independiente película de Fabio Vallarelli, que me dictan y me hacen querer escribir sobre esta ella no desde un punto frío, sino desde esa perspectiva que me pide no elaborar un discurso construido y formulaico, sino un discurso que se mueve más entre la emoción y las entrañas, sin pies ni cabeza, pero con mucho corazón.


Dos treintañeros que habían sido pareja en la adolescencia se reencuentran luego de muchos años. Por una serie de hechos fortuitos terminan pasando la noche juntos recorriendo la ciudad e intentando reflexionar sobre quiénes eran y quiénes son hoy.


Lo primero que evidentemente llama la atención de la película y hace que uno se enganche, es la historia y cómo se desarrolla. Primeramente tenemos a los protagonistas, ambos siendo de alguna manera las dos caras de una misma moneda, lados que, dependiendo la perspectiva de quien la mire o la lance, uno es el ganador, otro es el perdedor, o en otras palabras: uno es el triunfo, el otro es el fracaso. Por un lado, para Luca, podría parecer que Dolores es el lado ganador: cantante en ascenso, viviendo lejos de la conflictiva situación financiera de Argentina, con una vida interesante que le permite viajar. Mientras que para Dolores, Luca es quien podría irle ganando en la vida, pues a pesar de haber perdido a su padre recientemente, lleva una vida tranquila, haciendo lo que siempre amó qué era dibujar, sin importar lo absorbente de su trabajo, viviendo aún en su ciudad sin tener que despedirse de los amigos de toda la vida. Lo cierto es que para los románticos como su servidor, compartir la caminata por toda la ciudad al lado de alguien con quien conectamos, es un ganar ganar.

"Es mucho mejor ser un fracasado a no ser nada"

Otro de los elementos palpables que hacen que más de uno instantáneamente se enganche de la historia, es justo el elemento de la caminata y la ciudad, y el símil que este elemento tiene con grandes películas, enamorarnos de parejas y ciudades que no conocemos pero que justamente amamos por el amor a esas historias y las ciudades que se convierten en un personaje más. En el caso de Buenos Aires, las canciones de Fito Paez (y algunos de sus videoclips), el retrato tan melancólico que hace Wong Kar-Wai adornada de tangos y la lente de Doyle, y por supuesto el Obelisco en una secuencia muy al principio de un viaje en taxi (un guiñito a Jarmusch) que hace que recuerde un cuento que escribí hace años.

"Ya somos nuestros viejos"

La atmósfera que Fabio dota a la historia, sobre todo en las caminatas, es muy similar colorísticamente hablando, a películas como Before we go (Chris Evans, 2014) y Stockholm (Rodrigo Sorogoyen, 2013), obviamente con tratamiento-contexto-intención muy distintos. Además de ese elemento tan visual y de composición, uno de sus grandes encantos radica en la narrativa que rige lo que está más presente en la trama: las caminatas que se conducen en voz en off, con pláticas largas, extensas, por momentos continuas y por momentos pareciera que inconexas; son básicamente la construcción de estos personajes que trifurcan entre pasado, presente y futuro. Los cuadros mostrados de la ciudad con ese sentimiento, en escasos segundos de los lugares especiales en su historia, son gratamente efectivos para entender la importancia de la ciudad en la historia de Fabio y en su historia, hablando de Luca y Dolores. El trabajo fotográfico de Mariano Castaño es simplemente magistral, en su sencillez y despojo de pretenciosidad, da a la historia justo el enfoque y encuadre perfecto de cámara, postura e intención. Quizá haya un par de detallitos en cuanto a la iluminación en secuencias de planos abiertos y cerrados de una misma escena, pero realmente son insignificantes. La selección musical es de igual manera muy atinada.

"Crecer es una mentira.
Conocerse es una mentira.
el futuro es una mentira"

Los personajes principales de Fabio son interesantes porque no caen en tópicos o en los clichés en que suelen caer este tipo de personajes en rom-com's, son personajes que rayan lo real, en este y muchos sentidos hacen recordar a la pareja creada por Richard Linklater. Agustina Quinci está además de hermosa y encantadora en su personaje, es extraordinaria en la interpretación y realismo que le brinda a Dolores, le da una carga inteligente, sarcástica, emocional y carismática en verdad impresionante; y supongo esto se debe al hecho de que en la vida real ella no es muy diferente a su personaje, actuando y cantando, además de vivir en México desde hace varios años. Y en el caso de Andrés Ciavaglia, el realismo que logra en su interpretación es tan impresionante, que es difícil no sentir empatía y amor por Luca. Los diálogos dichos de manera torpe y atropellada, se sienten genuinos y naturales, pensados así desde el guion, e interpretados magníficamente por Andrés.

"Para ser bueno debes de ser cruel"

La diferencia entre una buena película y una mala película de este género (si es que la tuviéramos que encasillar) está en el guion y que tan reales o personales se sienten los diálogos, y acá no sólo los diálogos son poderosos, sino que la química creada entre Agustina y Andrés es formidable. Hacen tanto de Dolores como de Luca, dos seres que a pesar de los años y la distancia, no dejan de preocuparse el uno por el otro, de querer no sólo saber como están y lo que han pasado, sino también lo que han sentido en el tiempo de ausencia. también se involucran las situaciones de la vida y el contexto político social de Argentina, crisis existenciales de la edad propia, pero también las crisis económicas que han azotado el país (pareciera un tema de refilón o relleno, pero es una manera muy sutil e inteligente de hacer una crítica constante e importante a la política interna que por supuesto afecta a las personas reales y de a pie) hacen que Luca tenga matices que se van desvelando a lo largo de la historia. La evolución de la interacción entre Dolores y Luca también es sublime, vemos como pasan de la timidez en su trato, a la intimidad de las historias recordadas y vividas, la confianza que se va recobrando entre el trago, las confesiones, las canciones y la velada; mostrando sus inquietudes, sus temores, sus deseos y sus sueños. Mostrándose.

"Eso es crecer: hacerse preguntas"

La parte final de la película tiene momentos realmente encantadores: como rompen la cuarta pared previo a que Dolores le cante a Luca uno de los tantos himnos de nuestra generación (yo también soy treintañero e idealista) como lo son las canciones de Dos Minutos. Lo que más me agrada del final es que si bien podía y se justificaba el hecho de caer en un tópico, Fabio no lo hace, ni Luca sale corriendo tras de Dolores, ni Dolores se queda al lado de Luca, viven la noche de su vida, pero al igual que Celine y Jesse, tienen la esperanza de volver a estar juntos: volver al encuentro, cambiar el destino, perder el avión.


Ese hacer cine desde lo independiente (me agradó mucho la importancia que se le da en los créditos a todos los extras, mencionándolos prácticamente al principio de estos, sólo después de los actores principales), pero también desde lo personal, basado en la congruencia y la construcción de todo elemento partiendo del realismo a través de los personajes, es lo que hace que uno conecte y resignifique muchas vivencias en la vida de uno que pareciera no significan nada más que para quien las vive, pero es justo viendo películas como las de Fabio, que uno se da cuenta que el cine está hecho de vida, y que la vida y las vivencias son lo más importante cuando de crear arte se refiere, y es así que tanto el cine como el arte en general, se vuelven más próximos a la vida real, a las personas reales.

Finalizo escribiendo que para todos aquellos que alegan que la película es sólo una copia hecha de fragmentos de la trilogía Before, debo decirles que así como Richard vivió alguna vez una noche significativa con una chica que hizo que Before sunrise naciera, y en consecuencia las secuelas conocidas; seguramente Fabio se vio influenciado tanto por vivencias personales como por referencias cinematográficas. ¿Quién en esta vida no ha vivido una noche así? Todos deberíamos vivir una noche como esa al menos alguna vez en la vida.




miércoles, 3 de mayo de 2023

"Ain´t them bodies saints", de David Lowery.





Lo que quizá debería empezar diciendo de esta película, es que es del 2013 y ansiaba verla desde el 2017 que descubrí el cine de David Lowery (con la insuperable "A ghost story", una de las mejores películas de la década pasada según yo y Guillermo del Toro; y que también es protagonizada por la misma pareja actoral de esta), la cual no había podido encontrar y que gracias a Tom por fin he podido verla. La película, además de ser una de las mejores películas que he visto en el año, es una de las más conmovedoras y una de las óperas primas más notables que yo recuerde en mucho tiempo.

Lowery, aunque me lo llevo comentando cada que surge la ocasión de hablar sobre la obra de este, para los que no lo sepan es uno de mis directores favoritos contemporáneos de cine independiente, aunque también ya ha hecho películas para las "majors" como la notable y entrañable "Mi amigo el dragón".

El cine de forajidos de Lowery, retrata personajes en búsqueda o huida por ideales o sueños prometidos, en los que la mirada meticulosa, atenta y fija de Lowery los depoja de todo adjetivo positivo o negativo y los muestra como lo que son: seres humanos que en circunstancias peculiares toman decisiones, que además se engalana de los paisajes que vuelven parte de la atmósfera en la historia de estos personajes. Esto en conjunto hace de su cine algo muy valioso con obras que además son muy agradables al ojo y la emoción. En concreto hablando de esta película, es una obra pasible, contemplativa y orgánica.

Además de que da gusto que desde su ópera prima se pueda dar lectura de ese germen en el que se detectan todos los temas e inquietudes que ha venido explorando a lo largo de toda su obra, la cual hace que su cine sea el de un autor por definición, ya sea desde producciones independientes o de big industry (como es su próxima película: Peter Pan y Wendy, que se estrenó el pasado 28 de abril en la plataforma Disney+) o sea cine de temática infantil o para audiencias más serias, como lo es "El caballero verde".

Cosa aparte comento que me parecen de las mejores actuaciones que han logrado Rooney Mara, Casey Affleck y Ben Foster (contenidas, mesuradas, al punto), quienes interpretan a los tres personajes principales de la película, en un reparto pequeño y bastante correcto, como suelen ser en las películas de Lowery.

viernes, 21 de enero de 2022

C'mon C'mon





Johnny (Joaquín Phoenix) es un periodista radiofónico cuyo reportaje emblemático es en el que entrevista a niños y jóvenes de todo Estados Unidos sobre su preocupación por el futuro. Una noche luego de trabajar en Detroit, habla por teléfono con su hermana Viv (Gaby Hoffmann) de quien se había distanciado, ella le dice que tiene que ayudar a su esposo Paul(Scoot McNairy), y debe viajar de Los Ángeles a Oakland, ahí es donde aparece la figura de Jesse (Woody Norman), hijo de Viv y sobrino de Johnny. Así que Johnny se encarga de cuidar a su sobrino, y al mismo tiempo que lo cuida, lo va conociendo, y se van conociendo, y así emprenden un viaje de ternura, curación, amor, salvación, en el que converge el pasado de Viv y Johnny, el presente de Jesse, y el futuro de lo que vivimos y quizá ya no recordaremos.


Este hermoso drama catártico dirigido por Mike Mills (Beginners, 20th Century Women) centra su trama básicamente en la resiliencia que surge y se crea entre dos personas que, sin conocerse, y con los lazos sanguíneos que los unen, y que están deseosos de amor y empatía. El guion de Mills es como una cebolla, es una historia llena de capas, un trabajo muy ambicioso que por momentos quiere y pretende atender muchas situaciones complejas como la relación entre Johnny y Viv, la situación que los hizo distanciarse (tanto la de la madre de ambos, como la del esposo de Viv), los testimonios y los viajes de Johnny, y la relación entre Jesse y Johnny; y aunque muchas veces todo se conecta, otras veces puede resultar confuso y lento para algunos espectadores, pero si se tiene la paciencia necesaria, y uno cae en la hipnótica y apabullante actuación de Joaquín Phoenix, la paciencia no será problema.

Phoenix no sólo muestra el gran actor que es, sino que también hace que uno quiera ser como el personaje que interpreta, un tío amoroso y temeroso de no estar a la altura de la situación, vemos muchas veces representar perfectamente la frustración y la catarsis de ver que quizá él cumple el rol de su hermana con su madre, y viceversa. Por sobre todas las cosas, me impresionó y me gustó el paralelismo que hay entre este personaje y el de Theodore de Her, pues hay muchas situaciones que son muy similares, como el día en la playa, o ese mensaje final dicho en voz alta, el cual es para mí uno de los finales más bellos visto en los últimos años.

Las actuaciones del pequeño Woody y Gaby Hoffmann (y la de Phoenix, claro está) son realmente impecables, incluso dignas de nominaciones. La química entre Joaquín y Woody es por demás mágica, y Mills hace que a través de la fotografía (un espléndido y sofisticado blanco y negro a cargo de Robbie Ryan), esas imágenes que aparentan no tener lazos con los testimonios tanto de los jóvenes entrevistados como de las reflexiones de Johnny sobre todo lo que vive y observa, y que es una especie de terapia; son los que dan la fuerza dramática, y en consecuencia hacen que esta película, además de que se sienta íntima cual lo expresan los fragmentos de los libros que leen a Jesse (y que por los temas y las formas, también encuentro canales de comunicación con la obra de Valeria Luiselli) hagan de esta película una obra realmente emotiva.

domingo, 30 de agosto de 2020

Fendas

 


Fendas ("Rendijas" en portugués) es una película del realizador Carlos Segundo co-producida por Brasil (Aun filmes, Casa da praia y O sopro do tempo) y Francia (Les valseurs), que ha logrado ser selección oficial en varios festivales muy importantes de cine (fuera de los de Clase A, pero de igual manera muy importantes) como la Mostra de Sao Paulo (Brasil) el FID de Marsella (Francia) el Cinequest (EUA) y ahora en el VLAFF (Canadá), entre otros.


La película trata sobre Catarina, una científica dedicada al campo de la física cuántica, que luego de que le notifican de la veterinaria que su gato a desaparecido, se nos empieza a mostrar su vida cotidiana. Parece ser una mujer joven que vivió algún tiempo en Francia y que tiene poco tiempo viviendo en esa pequeña ciudad de Brasil, ya que no conoce a mucha gente, y no conoce mucho las historias y los lugares alrededor. Ella realiza una investigación sobre los espacios sonoros escondidos en las variantes de la luz, para hacer esta investigación, utiliza videos que ella va grabando y documentando de su vida, de su día a día, de su cotidianidad, y los altera, modifica, y expande para tratar de traducir y decodificar estos sonidos que ella asegura son un mensaje, no sabe de donde, ni de quien, pero ella está segura que tienen un por qué. Mientras ella sigue con su investigación, y se aísla aun más en sus pensamientos y soledad, a la vez que las pocas personas con las que tiene contacto en la misma proporción que les parece raro y la sienten solitaria, la comprenden, es que luego de reflexiones con ella misma, sobre pérdidas en su vida, las que ya tuvo y las que vendrán ("mi cuota de ausencias en esta vida ya se agotó"), es que luego de grabar en el muelle, recibe un mensaje que lo cambia todo, a raíz de este los mensajes no dejan de llegar, y ahora Catarina sabe de dónde pueden venir, del pasado, de una dimensión distinta a la nuestra, no lo sabe aún con certeza, pero ahora los escucha; ahora sólo toca esperar si ella tendrá el valor de atender esos llamados.


La película es una especie de suerte no sólo por el género que atiende, que es una clase de ciencia ficción muy intimista e introspectiva, con un alto grado de existencialismo, sino por cómo aborda el tema desde una postura me parece poco explorada, y el tema puntual y central que toca sobre los canales de comunicación que puede encontrar una persona con un duelo alargado, pero también hay una cosa que llama mucho la atención por sobre las otras sin demeritarles o robarles atención alguna, sino por lo contrario, las enriquece aún más: la extraordinaria ejecución para llevarla a la puesta en escena.

Todo lo relacionado con el departamento visual es impecable, la fotografía, el diseño de producción, las tomas, los encuadres, los planos secuencia con cámara al hombro, la composición de cada cuadro, todo está yo diría milimétricamente medido, es por demás deslumbrante e impecable. Y si bien el campo visual es el más presente, el campo sonoro, que también juega un papel importante en cuanto a su manufactura, que es más que excelsa, es el más importante de todos.

Hay tres puntos en los que la mirada del realizador se enfoca, y me parecen llevan mucho el hilo conductor de la narrativa en la película. Por un lado, está el tema de la arquitectura, está por demás presente, y además mostrada de una manera omnipotente, hay tanta importancia en esta, y en gran escala (algo muy parecido a la presencia que tiene en Columbus, pero utilizada para expresar cosas totalmente diferentes), que cuando vemos al personaje de Catarina en estos lugares, se ve por demás disminuida, atenuando aún más la metáfora de su soledad, y de sus reflexiones y monólogos internos. El asunto de Catarina es otro muy completo y complejo (estupenda la actuación de la actriz Roberta Rangel), hay una mirada especial en ella, siempre que se le ve sola, y que no está en algún lugar en torno a la arquitectura del lugar, se le ve en primeros planos, hay un elemento erótico en el contexto de la soledad que me parece se muestra muy sutilmente y está muy bien tratado por el realizador (en este punto me recuerda en algo a la película noruega Thelma). Y el tercer punto va enrollado más en el sentido de las pláticas, tres pláticas que sostiene Catarina con una colega y su único estudiante; son pláticas que se extienden y que usan un sólo plano para desarrollarse, hay un tratamiento de discurso, actuación y guion que se ve demás trabajado, y aunque, como ya lo comenté, son muy extensas, funcionan perfectamente con toda la trama misma, una manera muy distinta a la planteada, y por supuesto también muy bien ejecutada, en la película previamente analizada: Panamá, en la que las extensas pláticas se hacían más dinámicas en cuanto a lo que la cámara proponía

Un asunto más para terminar, que quizá para muchos no será importante, pero que a mi siempre me gusta enmarcar de manera muy especial y celebrada, es la capacidad de directores que arriesgan mucho contando historias diferentes, con un tratamiento distinto desde la ejecución y el género, y que aunque visualmente imponen, no se conforman con realizar películas que sólo se miren bien, sino que trabajan bien sus libretos, y además logran sacar extraordinarios trabajos en menos de 90 minutos, eso es algo que muy pocos pueden manejar, a pesar, de como ya comenté poco antes; esta en particular tiene secuencias muy largas con diálogos extensos y escenas inmóviles. De verdad es un trabajo por demás admirable en este aspecto.

Y finalizo comentando que el final, con el canal de comunicación del más allá o de un tiempo pasado, que hacen a Catarina de algún modo sentir cerca a los que ya no están, el regreso y presencia de una persona real en su vida, y saber que quizá supo antes que nadie de la ausencia de su alumno; hacen que ese "otro" mensaje que llega de una persona de este plano, de este tiempo, o eso quiere creer, que al menos es una persona viva, real (algo muy parecido a lo que expone la película animada Your Name, pero en un tono y un "recurso" totalmente distinto) nos regala una parte epistolar extraordinaria, antes de que ella decida soltar todo en su plano presente, al que los demás se sujetan, para seguir buscando en las hendiduras de la luz y del tiempo.

"Para algunos, el tiempo es cronológico. Para otros, crónico."


martes, 18 de agosto de 2020

Sanctorum.

 





Sanctorum es una película del director mexicano Joshua Gil, estrenada el año pasado en festivales de cine tanto mexicanos como internacionales. (Por ejemplo, cerró la semana de la crítica del festival de Venecia)


La película habla de como una pequeña comunidad de campesinos en la zona serrana de Oaxaca, enclavado entre un majestuoso bosque, tiene que sobrevivir trabajando la tierra para el crimen organizado, sembrando marihuana; tienen que velar por su comunidad, por su familia, y además enfrentarse por un lado, a los malos tratos de las gente que los despoja de sus tierras, y las autoridades que los trata como delincuentes, y no es luego de una matanza a cargo de los "dueños" de las tierras, que dejan a un niño huérfano, que los restantes de esa comunidad liderados por un maestro que habla de idealismos a los niños que aún quedan entre ellos, que decide emprender la huida y confrontar a la autoridad que viene por ellos a toda costa como si fueran los malos de la historia. Pero la película no es tratada como una ficción sin redención, el director nos propone una "solución" distinta: ¿qué pasaría si los difuntos y los ancestros de estas comunidades orquestaran el fin del mundo por los malos tratos que han tenido que soportar durante tantos y tantos años?


La película es, para mí una obra que hay que considerar, indudablemente, como una película muy aparte (para bien) dentro de las producciones mexicanas de al menos los últimos diez años, las razones son más de una y acá les comentaré sólo algunas. La valía y la apuesta arriesgada de la película empieza desde el idioma, la película casi en su totalidad está hablada en lengua mixe, y con no actores, una de las cosas más arriesgadas, y a la vez más atinadas; pues esto hace, por una parte, hacer que el espectador entre desde un principio en un mundo y una zona del país que es muy poco conocida y explorada, tan poco conocida y explorada es, que las autoridades no les brindan la seguridad que esas pequeñas comunidades necesitan, para el gobierno es más fácil darlos desde antes por criminales, que como victimas, si de algo son culpables, como se menciona en la misma película, es de "saber trabajar la tierra y tratar de sobrevivir". Si el idioma ayuda, como ya lo mencioné, para que desde un principio uno entre y se involucre en la historia, la forma en que se utiliza la luz en toda la película crea un efecto aún más impactante. Hay un empleo de esta tan apabullante, que raya en los extremos de la sobreexposición y la subexposición, que uno empieza a identificar, pero jamás de manera manipuladora, el contraste y la división entre el mundo de los vivos y el de los muertos, la realidad de los que sufren el embate por los hombres que los rodean, y ese mundo de los muertos del que ellos son conscientes, por las creencias milenarias que los acompañan desde que nacen, pero que nosotros podemos ver.

Muy pocas películas mexicanas contemporáneas han llegado por una parte, a crear una película de fantasía tan deslumbrante visualmente hablando (esto por supuesto atiende tanto a la forma en que fotografía tanto los paisajes majestuosos de los bosques, como son tratados los efectos especiales), como tan llena de simbolismos, pocas películas llegan a un realismo mágico digno de una obra apocalíptica escrita incluso por el mismo García Márquez, en una historia que prácticamente tiene de todo (como las escenas de la esposa difunta del maestro). Quizá algunos mencionarían a películas como Vuelven de Issa López, o El sueño del Mara'akame de Federico Cecchetti, (películas que a mí particularmente no me resultan tan bien logradas, o tan redondas como la de Joshua Gil), o incluso Belzebuth de Emilio Portes, o Post Tenebras Lux de Carlos Reygadas (de la que es innegable recordar en la escena del niño buscando a su mamá y las luciérnagas, otro guiño que más de uno asociará al cine de anime japonés. Incluso en las primeras escenas donde hablan un par de parejas, una de ancianos, y una de jóvenes, sobre señales a manera de premonición; en las que vino a mi mente la magnánima obra del húngaro Bela Tarr, El caballo de Turin), pero creo que la película de Joshua, como ya lo mencioné en un principio, está más allá, y si está más allá, es por la propuesta tan valiente que va más allá de como narrar y plasma la historia en la pantalla, sino de la historia tan potente que narra.

La película no se anda en ningún momento por las ramas, como dirían coloquialmente; es fuerte, es directa, (tan fuerte y directa es que nada más hay que ver las escenas que grabaron en los plantíos) habla de frente y fuerte tanto a la violencia como a los que la ejecutan, ya sea del bando que sea. Retrata la lucha de estas comunidades que desde siempre, han tenido que verse sometidos por la gente de las ciudades, la gente de las armas, la gente del dinero y del poder, con tal de defender su patrimonio, su riqueza, su tierra, sus costumbres, y eso se ha hecho más visible y evidente gracias a películas y documentales que muestran las formas en que el gobierno y el crimen organizado operan, como Laberinto Yo'eme de Sergi Pedro Ros, El guardián de la memoria de Marcela Arteaga, incluso el tema de la discriminación a los pueblos indígenas es retratado (en una índole e intimista, cabe aclarar) en Tote_abuelo de María Sojob, y otros tantos más, vemos como o son desplazados, o esclavizados, o exterminados, por muy dura que se escuche esta palabra.

Tan fuerte y desolador es el panorama que nos presenta la película, porque es un reflejo de la realidad; que nos dice desde el poster de la misma, frase que viene de la parte final de la película: "El fin del mundo se acerca. El tiempo de la humanidad ha terminado". Quizá yo rescataría, como conclusión final, algo que dijo el director cuando presentó la película en Morelia el año pasado: “La gran hipótesis del proyecto tiene que ver con tratar de hablar con el capo mexicano, con la criminalización. La población (rural) tiene que encontrar cómo sobrevivir con otro producto que no sea maíz o café porque ya no pagan como debe ser. Posiblemente el fin del mundo sea mejor de lo que estamos viviendo.”

A mí la tesis que me queda al final es: "Que nos ayuden y nos protejan nuestros muertos, porque los vivos, o no pueden o no quieren."


martes, 28 de julio de 2020

Poker de ases: cine policiaco de cuatro latitudes.


*Título inspirado en las publicaciones habituales sobre cartas del blog argentino "Frodoblog". Las sinopsis de las películas analizadas son sustraídas del portal Filmafinitty.

 


 

Hacía tiempo que un texto no me rondaba tanto la cabeza hasta poder convertirlo en lenguaje, y es que hace mucho no me inquietaba el hecho de escribir un texto bajo el siguiente método: investigar y tener un concepto en general de las obras a exponer, incluso si eso significaba tener que verlas más de una vez al día, y no sólo escribir bajo mi criterio.

En el cine, el género policiaco ha sido muy destacado, a la par del cine de gánsteres, cuya historia podría remontarse, sino de manera conjunta, si de alguna forma entrelazada o simultánea en los años 30's. Ambos géneros nos ha revelado grandes directores de cine, a los que hemos visto explotar al máximo su potencial, ya sea en toda su obra o en algunas de sus mejores películas, como el caso de Howard Hawks, Martin Scorsese, Brian de Palma, Takeshi Kitano, Alfred Hitchcock, entre muchos otros.

Años posteriores de haber visto la luz este género, y demás géneros en los primeros años de desarrollo del cine como un arte completo, dio como resultado que en siguientes décadas, se diera el surgimiento de nuevos géneros a raíz de la base del género policiaco (como el western en los años 60’s, o el mayor: el film noir por allá en los años 50's) y las innovaciones tanto técnicas como una mayor libertad no tan cerrada a las estructuras narrativas creadas por el hollywood clásico antes de la generación de los años 70's, derivó a que directores crearan obras de gran importancia tanto artística, técnica, y narrativamente.

Tanto la última década del siglo pasado, y lo llevado del siglo XXI, no podía quedarse atrás con todo lo aprendido y expuesto por los pioneros no sólo del género, sino del arte cinematográfico en las décadas pasadas. Cada día hay menos restricciones en cuanto al "fondo y forma" en el arte. Es así que, partiendo de esa premisa, he optado por tomar este género como pretexto perfecto para, al hablar de cuatro magistrales películas desde puntos quizá menos explorados, pueda exponer a su vez, el trabajo de sus cuatro directores, entre los cuales, al menos en estas cuatro películas, encuentro similitudes muy valiosas (este comentario quizá en el ramo estético, más que en el narrativo), a pesar del espacio geográfico que los separan, y de no ser todas producciones de la big industry.

 

Seven, David Fincher, 1995.

El veterano teniente Somerset (Morgan Freeman), del departamento de homicidios, está a punto de jubilarse y ser reemplazado por el ambicioso e impulsivo detective David Mills (Brad Pitt). Ambos tendrán que colaborar en la resolución de una serie de asesinatos cometidos por un psicópata que toma como base la relación de los siete pecados capitales: gula, pereza, soberbia, avaricia, envidia, lujuria e ira. Los cuerpos de las víctimas, sobre los que el asesino se ensaña de manera impúdica, se convertirán para los policías en un enigma que les obligará a viajar al horror y la barbarie más absoluta.

 

De los cuatro directores a mencionar y analizar en esta cuarteta de propuestas policiacas, acá está, por una parte, el representante de Hollywood (y, dicho sea de paso, lo mejor del mejor Hollywood), y el director que mejor conoce este género, puesto que más de una de sus películas se mueve en este, y de una manera, cabe destacar; magistralmente lograda.

Dicho lo anterior: ¿por qué mi elección por esta película? La razón quizá se deba por la importancia que Fincher da, además de al género cinematográfico como tal, a la importante presencia que da a sus personajes en sus diferencias y similitudes, y así como a la psicología en ellos, algo que más delante seguiría explorando en su filmografía, sino nada más hay que echarle un ojo a la muy adelantada a su tiempo Fight Club.

Si bien la patología del psicópata al que estos dos detectives van buscando la huella (que cabe decir, es magníficamente interpretado por Kevin Spacey), es siempre la parte medular de lo que los dos detectives exponen, dudan, presentan, exploran y explotan; se nos sugiere todo el tiempo, cual delgada es la línea de los pensamientos entre los dos lados de la moneda. Vemos cómo cada detective a su manera, da con el pensamiento del perpetuador, ya sea a tiempo, o de manera tardía. Es interesante también ver las dos versiones de la figura del responsable que investiga este tipo de casos. Por un lado, tenemos la cara de la moneda nueva, llena de energía, que no le importa quebrantar una que otra regla, con tal de llegar al final (ese final que el personaje jamás habría creído al principio del caso), en cambio la cara de la moneda más madura, con la serenidad de los años, y quizá con el peso de lo perdido, o de lo que sabe, hay que sacrificar en aras de una buena carrera, o de dedicarse en cuerpo y alma a la profesión; trata de hacer ver a su contraparte lo que tiene y que puede perder, al grado de ver que, quizá la cara madura valora y aprecia más las cosas que el otro tiene y que quizá él tuvo y no valoró, o no disfrutó tanto cuando las tuvo.

Dentro de la filmografía propia del director, esta película no sólo es identificable por el género, que como ya he mencionado antes, no es desconocido para él, basta ver títulos como “Zodiaco” y “La chica del dragón tatuado” (otra cosa a señalar del director es que, por lo general dirige guiones adaptados, rara vez trabaja con guiones originales (una de las excepciones es precisamente esta película), y siempre se ha servido de guionistas bastante destacados como Eric Roth, Aaron Sorkin y David Koepp), para ver que este género le ha servido para apuntalar una forma muy libre de narrativa al contar historias que siempre son sugerentes desde un punto de vista “frenético”. Sus planos, sus secuencias, incluso sus texturas a la hora de plasmar en escena, hacen que al momento uno sepa cuando está viendo una película de David Fincher (aunque los otros directores a exponer, tengan, al menos en sus películas policiacas, algo de esta estética), una lectura que va más allá de su paleta de colores y su tendencia a su opaca y oscura esencia.

 

El secreto de sus ojos, Juan José Campanella, 2009.

Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años.

 

La introducción para analizar esta película del argentino Juan José Campanella, la cual no es para nada mi favorita en su filmografía, pero si debería a la vez afirmar que estamos ante su mejor obra; es un dato que a mí me parece intrascendente, pero que a muchos cinéfilos les parece importante: esta película le dio a Argentina su segundo Oscar como Mejor Película Extranjera, y un reconocimiento internacional a su director, el cual hoy día trabaja para la industria norteamericana por el lado de la creación de series de televisión.

A mi parecer la película trasciende, y de allí que me haya interesado colocarla en esta cuarteta, sobre obras de cineastas como Bong Joon-ho y Amat Escalante, es el hecho de que además del género en cuestión, entrelaza dos géneros, o corrientes muy interesantes, ambas muy ad-hoc con la historia que adapta J.J. Campanella y su co-guionista Eduardo Sacheri, el autor de la novela homónima en la que se basa dicho guion; y estas son el recurso de la narración del tiempo pasado, y quizá lo que hizo que Campanella quisiera hacer esta película: el romance no culminado.

El lazo que hace que el espectador se enganche en un primer punto con la película es la pareja actoral (la cual hizo su primera aparición con Campanella en la bella comedia romántica “El mismo amor, la misma luna”), lo cual resultaría poco trascendente si la película fuera mediocre, pero la obra de Campanella es muy digna.

La investigación del caso por parte de los dos agentes, la ayuda que representa el personaje de Soledad Villamil, el desenlace del compañero de Espósito y la decisión del padre de la víctima; son elementos que bajo la muy bien orquestada construcción del relato, y todo lo referente a cuestiones técnicas y de producción (la recreación de época es sublime), dan a esta película un sello inequívoco de la gran calidad que J.J. Campanella había mostrado en sus pasadas películas, casi todas con el apoyo del formidable actor, y en cierto grado, contribuyente responsable del éxito de esta película, Ricardo Darín; pero quizá la seriedad del género como tal, cosa que Campanella no había mostrado antes en sus otras películas (aunque, dicho esto, ya había tenido una nominación a premios importante con “El hijo de la novia”) dentro del género de la comedia romántica, fue hasta esta película que se el mundo volteó a ver el gran cine que se hace en Argentina.

 

Prisoners, Denis Villeneuve, 2013

Keller Dover se enfrenta a la peor de las pesadillas: Anna, su hija de seis años, ha desaparecido con su amiga Joy y, a medida que pasa el tiempo, el pánico lo va dominando. Desesperado, decide ocuparse personalmente del asunto. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar para averiguar el paradero de su hija?

 

El caso de Villeneuve es en verdad muy peculiar por un par de motivos: en primer lugar, el hombre mientras aún realizaba sus películas en Canadá, daba ciertos guiños en sus películas al género, sin ser este es verdadero centro de la trama, o mejor dicho, esto no era en realidad lo que brillaba de ellas (todas muy destacables, cabe aclarar, al igual que esta), pero elijo la mencionada película porque, compartiendo el comentario con una de las personas que más sabe de cine que conozco, y buen amigo además, diré que “es una película que gusta hasta al menos cinéfilo”; y no en el sentido más simple o despectivo de la expresión, hay que ser muy buen director para que una película tan buena, y a la vez tan propositiva, guste a todo los diferentes espectadores que tiene este arte.

Muchos pensarán que el gran trabajo de Villeneuve en esta película viene desde la elección del cast, y es verdad. No sólo está compuesto por actores, además de mediáticos, muy talentosos; desde un Hugh Jackman irreconocible, al igual que actores de renombre como Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Dylan Minnette, hasta un Paul Dano excelso. Todo el cast parece estar elegido a la medida, sin fallo alguno. Aunado a eso, los personajes están escritos y desarrollados de manera brillante en el estupendo guion realizado por Aaron Guzikowski con total maestría, algo que las otras películas mencionadas no carecen, pero que no se nota de manera tan trascendental como en esta.

La película cuenta con tantos factores a resaltar y analizar, que cabría decir que más que del género policiaco, esta película es una película de suspense (de allí que su nombre en Latinoamérica fuera Intriga), con momentos brillantes en los que incluso se nos da notas de terror, pero lo más importante de esta película sin lugar a dudas es el cuestionamiento que nos plantea: hasta qué punto la victima deja de serlo para, en aras de encontrar la verdad y la justicia, se convierta en victimario.

 

Fallen Angels, Wong Kar-Wai, 1995.

Leon Lai es un asesino a sueldo cansado de su trabajo que se plantea dejarlo. Michelle Reis es una prostituta que, además de buscarle los encargos, le hace el trabajo sucio a Leon. Pero ella vive apasionadamente enamorada de él, aunque nunca se hayan conocido en persona. Lai conocerá a una mujer, Karen Mok, con la que comenzará una relación. Ésta, con el tiempo, coincidirá con Reis y les preparará una cita en la que Lai le confesará sus deseos de retirarse. Reis, sintiéndose rechazada, le preparará un último trabajo. Intercalándose con esta historia nos encontramos con un joven mudo, Takeshi Kaneshiro, que viviendo con su padre tiene una difícil existencia debida a su deficiencia física. Sus días transcurren entre los dispares trabajos nocturnos y servir de consuelo a una joven engañada por su novio.

 

Para Wong Kar-Wai, a pesar de ser conocido por todo cinéfilo que su obra brilla y destaca por película como In the modo for love, 2046, o The Grandmaster, películas más románticas, dramáticas e históricas que de orden policiaco; el género no le es para nada desconocido al autor hongkonés.

Habría que empezar a hablar de su obra como guionista. Antes de ser director de cine, Kar-Wai escribió alrededor de cincuenta guiones para televisión y cine, la gran mayoría para películas sobre policías y criminales, un género muy prolífero en China en la década de los 80’s. Y si esto fuera poco, su ópera prima también es del género policiaco/criminal, la muy conocida As tears go by, no sólo por el hecho de llevar el mismo nombre que la conocida canción de los Rolling Stones, sino por haber sido una ópera prima que llegó a la selección oficial en su momento, y que muchos compararon de manera valiosa y no despectiva, con la fantástica Mean Streets de Martin Scorsese.

En esta hay muchos de los sellos insignia de este magnífico autor: su amor por el bolero, la estupenda y extraordinaria estética y fotografía que es capaz de crear Christopher Doyle, las historias cruzadas (al estilo de Chungking Express), el romance, y la incógnita de saber si el romance se da o no.

Las secuencias de acción son muy particulares en las películas de Kar-Wai, y es algo que muchos críticos alaban, sobre la sobreexposición gráfica, y casi obsena de los realizadores occidentales, y es que dichas secuencias efectuadas por Kar-Wai dan enfoque al acto más que al detalle, se presentan de manera pausada en la que la musicalización, como perfecta acompañante y no como detonante, amalgaman las sensaciones que están producen, aun cuando no se ve a detalle nada; algo que resalta, destaca, y que no tienen en común comparados con los gráficos vacíos y bien enfocados del cine hollywoodense. El cine de Kar-Wai en más de un aspecto es una clase magistral de los importante que es la estética sobre la pretenciosidad buscada a través de la pureza técnica.

Al igual que las demás películas comentadas, que cabría decir es lo que más similitud muestran entre sí, es la libertad que su realizador le da a un género muchas veces encasillado cuando se refiere a las producciones de encargo o de producto, y es la versatilidad que hay tanto en la forma libre de narración, por muy estructurada o convencional que parezca, hasta la importancia estética y su sombría textura en la puesta y en la trama. Películas que reafirman que, un buen director es capaz de realizar buenas producciones, y narrar buenas historias, sin importar el género que sea, y más si es un género tan importante y longevo como la historia misma del cine.


viernes, 12 de junio de 2020

Right now, wrong then: el sutil arte de un magnánimo director.




Antes de empezar a escribir este texto, mi idea era escribir sobre la película mencionada en el título, pero una vez que meditaba sobre lo que escribiría con ciernes en esta publicación, me di cuenta que basándome en ella, bien lo podría utilizar para profundizar aún más en la filmografía del que seguro es uno de los directores surcoreanos más importantes de lo que va del siglo. En el caso particular de su servidor, para mí es el más importante, por encima de los muy mediáticos y galardonados Park Chan-wook y Bong Joon-ho (que aunque si a esas vamos, el cineasta a comentar tiene más galardones en diferentes festivales del mundo de la serie A hasta la C), por supuesto que me refiero a Hong Sang-soo.

Hong Sang-soo bien podría ser una especie de Woody Allen coreano, no por los temas ni las formas que emplea en su cine, sino por lo prolífero que es desde que está en activo en este arte, pues en los 24 años que tiene en el mundo del cine, ha realizado 26 trabajos audiovisuales. Y si bien, no hace categóricamente una película por año como Woody Allen, hay años en los que hace hasta tres película en uno, de ahí que quiero partir de un año en particular que es clave para que por fin el cine del coreano sea más visible de las grandezas que el circuito de festivales le ha dado: el 2017.

En el año 2017 estrena tres películas de gran maestría, tanto por su discurso, su forma y su simpleza, justo en este orden las películas son: On the beach at night alone, The after day y La cámara de Claire. Esta última bastante peculiar su realización, ya que Sang-soo, sólo con su cámara, con su actriz recurrente, la bella Kim Min-hee, y la experiemntada y muy fan del director coreano, Isabelle Huppert; graba esta película en Cannes, mientras un año atrás presentaba su película Yourself and yours (que de hecho sale en la película como parte de la promoción que se le está haciendo a la película) en un tiempo titánico de cinco días.

El cine del coreano tiene inequívocos signos y sellos de un autor nato, que su arte reside tanto en temas, formas de construcción de un poderoso relato, e inquietudes siempre presentes en el discurso de sus películas. Con esto -como suelo explicarlo cuando hablo de un cineasta fuera de la concepción comercial y normal en las películas norteamericanas- no quiero decir que todas sus películas sean iguales o traten de lo mismo, el arte de ver el cine de Sang-soo es determinar los puntos entre si, en base a pequeñas diferencias en estas, ver por ejemplo que si bien todas sus películas hablando en su puesta son en más de un sentido económicos y minimalistas, desde el cast que conforman no sólo cada escena, sino la película en si (una de las tantas cosas por las que a este cineasta se le considera un alumno destacado de la escuela creada por Bresson y Rohmer por la objetividad y realismo en su cine), como estas giran en planos muy largos con apenas minúsculos movimientos de cámara, con la presencia del zoom para puntualizar en picos dramáticos de los discursos de sus personajes que son tan poderosos en sus expresiones como en los diálogos y la intensidad en estos. Pero vemos por ejemplo que en The after day, la historia en blanco y negro (con rasgos muy similares al cine de Philippe Garrel) de un editor que tiene una relación fuera del matrimonio con su secretaria, quien lo deja y después la vacante es ocupada por una chica que es aspirante a escritora y que recién empieza a trabajar, la esposa del editor arremete contra ella pensando que ella era la amante de su marido, vemos en esta película otro sello en la filmografía del director que corresponde más a la narrativa que a la puesta en escena: la elipsis del tiempo conjugado. En más de una de sus películas podemos ver el constante juego y cambio entre el pasado, el presente y el futuro (como también lo hace en la muy romheriana La cámara de Claire, historia de una chica que es despedida por meterse con un director de cine, que es el esposo de su jefa, y que se queda en Cannes a deambular por sus calles en lo que puede tomar su avión de regreso a Seul, hasta que se encuentra a Claire, que con su cámara, parece arreglar todo. Y en esta película si bien no hay saltos tan drásticos en el tiempo de meses o de días, como en On the beach at night alone, si son presentes, y además definidos, de horas y sucesos), algo que permite y obliga al espectador a no permanecer pasivo e involucrarse aún más con los enredos no sólo de los personajes y sus emociones, sino también con en entendimiento de la historia y su posición en el tiempo.




El arte y la finesa de Hong Sang-soo llega a un tope más que insuperable en Right now, wrong then, ya que pone su postura de realizador en escena, y de alguna manera somos participes de un juego en el cual no sabemos que postura debemos tomar, si la del asombro o la de la indignación, ¿por qué digo esto? Porque en esta película Sang-soo nos dice a la cara: "vean como los estoy <<engañando>> vean cómo entran en mi juego". Ya sea que se lo tomen a bien o a mal, para mí es un verdadero asombro.

La película está compuesta por la historia de un director de cine independiente que llega un día antes a la ciudad en la que va a presentar su más reciente película, mientras deambula por el lugar, llega a un templo y se encuentra con una joven que busca su lugar en el mundo a través de la pintura a la que luego de revelarle su identidad, la invita a tomar un café. Este hombre, que en un principio se presenta a si mismo como una persona que busca poder estar con una mujer, hace todo lo posible para que esa mujer sea esta joven, aún cuando su asistente de dirección está enamorada de él. Es así que vemos como éste par pasa todo el día juntos, él hace todo para estar con ella, incluso mentirle sobre lo que opina de sus pinturas, los vemos platicar, beber, embriagarse, al final de la noche van con unos amigos de ella y es aquí que las cosas terminan mal luego de que resaltan a la luz verdades y detalles que el director había ocultado a la chica sobre su vida. Al día siguiente, él con una resaca de lo bebido el día anterior, desquita su frustración con los espectadores de su película (en una escena muy similar a la del discurso del escritor en Anomalisa), esa es la primera parte de la película, en la segunda mitad es donde viene la magia del artista, el engaño al que nos veremos sometidos.

La segunda parte de la película es exactamente lo mismo, sólo con pequeñas diferencias en los diálogos, la puesta de cámara y movimientos efectuados en ella, vemos una actitud diferente en el personaje del director, y en consecuencia, una actitud diferente en la joven pintora, el engaño está en no saber que determinan a ciencia cierta estos cambios, pero aún así caer y estar absortos con la maravilla de lo que se está generando frente a nosotros, aunque en teoría estemos viendo lo mismo, sin ser lo mismo por minúsculos movimientos articulados tanto por guion y montaje. Estos pequeños cambios hacen que el cometido del personaje del director en la película se realice, quizá no del todo, pero aún así con la honestidad que presenta en la segunda versión, le da una satisfacción de una conexión real.

Hong Sang-soo en su afán de mostrar lo complejo de las relaciones humanas y mostrando como esta complejidad se hace presenta y se puede desmontar en la trivialidad y los juegos rutinarios de las pláticas, nos muestra un cine de prosa que desmantela todo discurso elevado de pretenciosidad y genera con elementos muy básicos y simples -en el buen sentido de la palabra- un cine que muy pocos realizadores en nuestro siglo, puede ostentar poder llegar con una sencillez a esos picos de sensibilidad artística, como lo hace este autor.










miércoles, 13 de mayo de 2020

"Tote (abuelo)" de María Sojob, y las formas del documental mexicano.




Una constante que yo he comentado y expuesto mucho, tanto aquí, como en otros sitios en los que escribo, en las oportunidades que he tenido de escribir sobre óperas primas, es que se da mucho el hecho de que las directoras y directores nóveles decidan retratar una historia que raye en lo personal, algo que represente un tema muy importante en sus vidas, sobretodo en el documental. En el cine de ficción, también se da, pero no con tanta frecuencia como en el documental donde quizá además, es la manera en que mejor se plasma, y llega al espectador lo que el o la realizadora querían expresar. Tote (abuelo) de María Sojob es un buen ejemplo de esto.


Documental dirigido y narrado por María Sojob, que en momentos de reflexión en los que la cámara documenta pasajes y sitios comunes ya sea en su vida presente, o su pasado, ya sea recordado o sin recordar, incluso en un pasado antes de ella pero que pertenece a la historia en su familia, expone las preocupaciones por la perdida de su identidad luego de haber abandonado su comunidad y las formas en que se diferencian las formas de demostrar el amor y el cariño entre la gente tzotzil y la gente de la ciudad.

Para recuperar la idea de su identidad, de su historia, y quizá camino a comprender las maneras de su familia por comunicar el afecto entre sus integrantes, literalmente entramos al documental como la directora entra a ese camino de terracería para encontrarse con su abuelo, un hombre mayor que se dedica a su tierra, a su ganado, y a tejer sombreros. Mientras vemos a este hombre tejer, María muestra sus pláticas con él de manera presente, no sólo como si fuera un interrogatorio, o mientras las personas delante hablan y la cámara registra (como lo hace con gran destreza Everardo González en la reciente Yermo, con un discurso que entrelaza historias de personas en distintos desiertos en el mundo, en donde vemos sus testimonios y costumbren con poderosas imágenes poéticas de estos sitios y una música más que excepcional), sino más en forma de una plática de una nieta con su abuelo queriendo saber sobre la vida de este. En esta parte vemos planos y encuadres convencionales bien ejecutados, muy parecidos a los que recurre Olivia Luengas en Lejos del sentido (documental por demás bellísimo, valioso y necesario sobre la enfermedad de su hermana y las cosas que atraviesan en familia por ello, haciendo de éste un relato de amor, que no se centra en una crítica directa al sistema de salud pública en México, aunque claramente la hay sutilmente, y muy bien empleada), pero hay más cosas en el trabajo de María.

La plática/testimonio del abuelo, revela la aún más dura discriminación que vivían las comunidades indígenas del sur de nuestro país hace cincuenta años, con un relato que involucra piedras y la historia de San Cristóbal de las Casas. entrelaza  los lapsos de plática con su abuelo con momentos propios de reflexión y pláticas con su madre (que nunca se muestra en pantalla) y cómo los testimonios del abuelo y de la madre, nos dan versiones de una misma realidad desde la perspectiva de dos personas: primeramente, la del abuelo que fue obligado a trabajar y no estudiar, y que con todo y que fue un hombre duro con sus hijos, les dio estudio y todo para que no les faltara nada, y la manera en que él se enfoca en ello, en cambio la madre de María, aunque reconoce el hecho de que la hayan dejado seguir estudiando y salir de la comunidad, siendo ella aún una niña, recuerda la parte dura de su infancia, a esa le da más peso, y así María dice no recordar que su mamá o su papá le hablaran en la lengua de su comunidad (de hecho esto se manifiesta de igual manera en la forma en que María se comunica con su abuelo y con su madre: con él habla tzotzil, con ella español), ni palabras de amor por parte de ella, sólo las pláticas de lo que las mujeres en su tiempo, y tiempos antes de ella, como su abuela fallecida (hay un par de apariciones de la esposa de su abuelo, que le dan el toque puntualísimo de humor al documental), tenían que sufrir, pero también reconoce que su mamá aún con esta manera de querer, no con palabras, pero si con hechos, con estar presente, la hicieron la mujer que es, y que a pesar de vivir en la ciudad, y aprender las maneras de querer de la ciudad, quiere enseñar a sus dos hijas, a quienes dedican este trabajo, ambas maneras de querer, y no olvidar sus raíces, hablándoles todo el tiempo en tzotzil, como sus pláticas con su abuelo, en el que ella encuentra su historia, y él encuentra, a pesar de no creerlo en un principio, a una aprendiz.


La innegable similitud, tanto por el tema como por el ejercicio que raya entre el ensayo y lo inmersamente personal, que une a Tote (abuelo) a documentales como Tio Yim de Luna Marán y La danza del hipocampo de Gabriel Domínguez, y en la que radica no sólo una especie de cine para comunidades, sino que es un cine que representando a comunidades en específico dentro de la riqueza cultural en nuestro país, es dirigido y encaminado con un mensaje por demás universal: el amor por la familia y la historia detrás de nuestra propia existencia.

Traigo a colación estos trabajos, además de los motivos ya mencionados, porque gracias a ellos, y no por otras grandes películas de otras cinematografías, o películas de ficción, es que encuentro la forma en que yo concibo o veo la manera más loable de hacer cine y narrar historias a través de este arte: haciendo que el discurso expresado en la narración sostenga a la película, al tiempo que la pantalla nos muestra otro discurso, y esto se expresa en Tote (abuelo) en los lapsos en que María reflexiona sobre sus memorias, sobre sus propias inquietudes de identidad, al igual que lo hace Luna Marán, y en el caso de La danza del hipocampo el ejercicio es aún más rico, porque toda la película se sostiene de esta manera. Olivia Luengas hace lo propio en Lejos del sentido, cuando al principio nos muestra con una pantalla en negro distorsionada los sonidos que su hermana escucha en sus ataques, para que casi al final Olivia, de una brillante manera cinematográficamente hablando, los represente. Incluso, mientras escribo esto, recuerdo el extraordinario cortometraje documental Espasmos de la memoria dirigido por la paisana Jackelyn González, cuya manera de realización es precisamente esta: el discurso que se da a través de la narración y el discurso que se da a través de la imagen, y como estos por lapsos pueden estar unidos, o no, y enriquecer dos lenguajes, una experiencia, y también de alguna manera saber, que si bien la imagen en el audiovisual es imprescindible, si la idea y la experimentación lo quieren, pueden prescindir de ella, o al menos en una idea convencional o perfecta.

Decía Hitchcock que si una película es buena, se puede ir el audio y aún así entender perfectamente lo que está ocurriendo en pantalla, yo opino que lo mismo pararía si la cosa fuera al revés: que la imagen se fuera de la pantalla y nos quedáramos sólo con el discurso expuesto en el audio, eso podría sostener el discurso de un buen documental.

domingo, 22 de marzo de 2020

Charlas de cinéfilos #3



J: -Acá filmaron algunas escenas de "Los Misterios de la Fe", ¿cierto?
A: -Si, aquí en este multifamiliar.
E: -Acá también se grabó una parte de esta película en la que sale Omar Chaparro y este otro comediante que se parece a él, con Karla Souza.
J: -Si sé cual dices. No recuerdo su nombre.
E: -Yo tampoco, que por cierto no sabes el show que se hizo con eso, se les salió de control, luego el director estaba arrepentido de haber elegido este lugar para grabar, pero sacaron la escena. Y es que luego si da el aspecto de ser un multifamiliar de la Ciudad de México.
A: -Y es curioso que lo diga señor porque muchas veces suelo elegir lugares muy parecidos a la Ciudad de México sabiendo que es una de las ciudades que menos me gusta.

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E: -Este puente tiene un aspecto muy parecido a los que hay en la Ciudad de México. De hecho estaba pensando utilizarlo en uno de mis siguientes cortos, pero ya me lo ganó señor.
A: -Todavía no está listo el corto, así que usted puede utilizarlo primero si estrena antes que yo.
[...]
J: -Hace un rato que "A" mencionaba sobre los lugares parecidos a la Ciudad de México en los que han filmado, este puente peatonal a mí me recuerda mucho a uno que aparece en la película de "Te Prometo Anarquía".
A: -Es otra cosa que es muy recurrente en mi, tener cosas en común con películas que no me gustan.
J: -Justo me pasa lo mismo, los dos "experimentos audiovisuales"* que tengo me resultan muy parecidos a lo que hace Terrence Malick, sabiendo que es un director que no me gusta nada.

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J: -Interesante el recorrido que ha tenido Angelica, ¿no? Nacida en Ciudad de México, residente durante muchos años en Guatemala y Los Ángeles, muy similar al andar de Julio Hernández Cordón, que es nacido en Guatemala, y vivió en Los Ángeles y después en la Ciudad de México donde estudió en el CCC. Hablando de las conexiones. Y ahora filmando un cortometraje con los Cinéfagos.
A: -Ya sé. No le gustó mucho nuestro trabajo a Julio cuando lo conocimos.
J: -¿En serio?
E: -Si. Lo tuvimos en un taller de como hacer cine de bajo presupuesto.
A: -Nos dijo que nuestro corto era demasiado "vanguardista"* [...] íbamos preguntando a la gente en el ex-cuartel dónde estaba Pancho Villa, puesto que Doroteo Arango es una de las figuras, mejor dicho, la figura que yo más admiro, de ahí que hice "Mi General"
J: -Pues mira que no esperaría un comentario como ese de Julio, en vista de sus primeras películas, como "Gasolina" y "Hasta el sol tiene manchas".

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*Entrecomillo las palabras que tienen el asterisco porque no recuerdo en realidad las palabras que se dijeron en ese preciso momento, pero seguro son algo muy parecido a las que escribo. En general la transcripción es como yo la recuerdo, igual y algo cambié u omití, pero traté de ser lo más fiel. En el primer entrecomillado escribo "experimentos audiovisuales" porque no me atrevo a decir que lo que yo he realizado hasta ahora sean cortometrajes, pero eso espero ya dentro de muy poco corregir.


jueves, 6 de febrero de 2020

El lamento de los cetáceos de cristal.




El pasado jueves 30 de enero en el recinto de la Alianza por la lengua Francesa de La Paz, tuvo su presentación el libro Charlas de café, vol. III, de la editorial jalisciense Proyección Literaria.

La presentación del libro tuvo lugar en La Paz, debido a que uno de los muchos autores que aparecen en la magnífica compilación (la mayoría de la ciudad de Guadalajara) es un reconocido artista multidisciplinario radicado en nuestra ciudad: Daniel Olimón.

Autodidacta en más de un sentido, aunque no se jacta de una virtud omnipotente, sino que sabe apreciar y hacer mención a quien le ayudó a pulir su arte, Daniel Olimón colabora en este libro con su extraordinario poemario El lamento de los cetáceos de cristal, pero plus adicional a esto, porque muchos se preguntarán: ¿Por qué escribir sobre un poema en un espacio dedicado al cine? En primera, porque todo arte se conecta, y la poesía y el cine han tenido una relación desde siempre muy estrecha. Mencionar sólo algunos ejemplos destacados de cómo el cine y la poesía han comulgado en ese espacio oscuro que de repente se llena de luz e imágenes en una pantalla frente a nosotros y nos hace entrar a una dimensión de la cual no sabemos qué o quién saldrá, vendrían a mi mente a bote pronto títulos como Canciones de segundo piso de Roy Andersson, El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela, o la más contemporánea Paterson de Jim Jarmusch. Y en segunda, por la presentación del cortometraje inspirado en el poemario de Daniel Olimón.

Alejandro Savant, escritor y músico además de realizador audiovisual, adaptó los primeros dos cantos del poemario y realizó a mi parecer un extraordinario trabajo en el que sintiendo en primera lectura, la esencia del poema con ese vigor que Daniel Olimón impregna en sus letras, a base de experiencia personal (esto lo digo como suposición) como los más grandes poetas, también podemos encontrar un gran valor interpretativo del autor audiovisual sobre la lectura dada al poema, y la comprensión y el sentir de la obra. En pocas palabras: vemos pulcro la esencia del poema, en un trabajo completamente autoral de quien lo adapta a su arte. Otra lectura dada y también un valor agregado que hay que reconocerle a Alejandro Savant, es la capacidad de mostrar al autor no como el realizador del poema detrás de la presentación, sino en su esencia pura, la humana, la real; la que no sólo se debe mostrar como el artista, en pocas palabras: muestra al autor, no sólo a la creación del artista. Si bien todo artista, es artista de tiempo completo, su vida está llena también de otros complementos: familia, rutinas, lo que permite que el arte nos hable, y eso aún es más presente en los artistas independientes como Daniel Olimón.

El trabajo de ambos artistas es muy respetado, y es indispensable a mi parecer no dejar pasar la oportunidad de exhibir, mostrar, dialogar y divulgar desde nuestra trinchera, por muy pequeña que esta sea, las expresiones artísticas que tienen lugar en nuestra península. ¿Son buenas o malas? Eso cada espectador lo deducirá. Por lo pronto, conociendo la obra de ambos artistas, yo sólo puedo brindar por el valor arrojado que tienen ambos al mostrar arte diferente, que no se limita en experimentar, que es pasional, un arte que te mueve cosas, un arte que es digno de admirarse, al menos desde mi percepción.

Acá les comparo el cortometraje en cuestión.


Ficha técnica del cortometraje:
Título: El lamento de los cetáceos de cristal
Duración: 3:12
Productora: Imaginecosmos
Dirección, adaptación y edición: Alejandro Savant
Asistente de dirección y fotografía: Itzú Martínez
Idea original y productor: Daniel Olimón
Actuación: Abril Picos (ella) y Daniel Olimón (él)