Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

miércoles, 29 de diciembre de 2021





Ella se había sentado en la primera banca de la fila, él miraba el nacimiento que estaba frente al altar, con algo de asombro y curiosidad. Iba descubriendo detalles que no pensaría que habrían en el nacimiento de un bebé en medio de la nada, porque el acontecimiento real, el que intentaban recrear en ese bello y pomposo nacimiento en la iglesia, había ocurrido en medio de la nada. Veía los animales, veía cómo habían acomodado los musgos con tal precisión, que parecía que habían nacido allí. Ella lo miraba con extrañeza, y sentía una especie de admiración, no se creía que hubiera una persona, como aquel joven, que se fijara en esas cosas, sin tomarle después una foto. Ambos creían, cada uno mirando y pensando en una cosa diferente, que estaban ante una especie de milagro.

Él había dejado de mirar el nacimiento y se dirigía hacia ella, la miraba y le sonreía. Ella sabía que no era una mirada que buscara algo, como las miradas que tenían esos hombres en el bar que trabajaba entre semana, hombres deseosos de carne, de placer, de satisfacción sin importarles las manchas que suele dejar el deseo cuando no es honesto.

Se sentó a su lado y la volteó a ver, al principio no dijo nada, no le dijo nada a ella, sólo le sonrió, parecía muy sereno en el lugar. Entonces, después dijo con una voz muy clara y calmada:

-Se siente mucha paz en este sitio.

Ella lo miró sorprendida, no es que hubiera esperado otras palabras de él, pero si le sorprendió escucharlo hablar tan de repente. Si algo había mostrado hasta ahora en la velada que estaban compartiendo, era que sus palabras solían ser muy reservadas, y que por lo general era ella quien comenzaba las pláticas. Ahora a ella le tocaba seguir con el interrogatorio.

-¿Por qué ya no volviste a la ciudad? -Él respiró hondamente antes de responderle.

-Evidentemente en un principio fue porque mis padres ya no volvieron. Yo era un niño, y por muchas ganas que tuviera por volver, no podía hacerlo. Después, ya que fui mayor de edad, aunque siempre lo tenía en la mente y me ponía a hacer planes, algo me hacía posponer el viaje. La verdad es que me daba miedo.

-¿Por?

-No lo sé. Quizá porque entre más lo pensaba, mientras más revisaba mis memorias y mis recuerdos, me daba cuenta que yo no encajaría con la ciudad. No vivía al mismo ritmo de vida que ustedes, ojala tuviera esa ligereza de sangre en mis venas, eso es algo que siempre les envidiaré. Quizá si mis padres me hubieran dejado vivir un par de años acá, la habría desarrollado. Me llevaría mucho tiempo adaptarme y sufriría seguramente mucho en el proceso. Por más que amara a esta ciudad, yo jamás sería parte de ella. Me preguntaste por qué vine a esta iglesia en preciso. Es porque en ella se casaron mis padres, y aquí me bautizaron. Y cuando venimos hace 14 años, ellos me trajeron a ella. Recuerdo que las figuras de San Pedro y San Pablo se me hacían enormes, ahora son tan simples como yo. Siento que yo perdí la magia, o quizá la ciudad ya no me permite verla.

Él volteó a verla, ella lo miraba quietamente, lo estuvo mirando y escuchando con detenimiento, él iba y venía con su mirada por todo el altar mientras hablaba. Ella se sentía muy conmovida con lo que él le contaba. Ella no supo que hacer mas que abrazarlo, él se sorprendió con el gesto de ella, pero al final lo correspondió con sus brazos dando calor a la espalda de ella. Acto seguido escucharon que una puerta detrás del altar se abría, decidieron salir antes de que alguien los mirara. Seguro que Rogelio los estaría esperando preocupado afuera del taxi, muerto de frío.


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