Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

martes, 21 de diciembre de 2021

Lado B: primavera en NY, primera parte.


1.-
-¿Recuerdas la primera vez que nos besamos?
-¿Te refieres a la primera primera vez?
-¿Cómo la primera primera vez?
-Si. La colina.
-¡No! Claro que no. Esa ni la menciones, esa no vale.
-Engañamos muy bien a los demás.
-Lo sé. -Ella sonría y le da luz a todas las galaxias.
-Entonces te refieres a la vez del coche.
-Si.
-Claro que la recuerda
-A ver. Cuéntamela.
-¿A qué viene ahora tu necesidad de recordar? Recuerdo que antes odiabas los recuerdos.
-Eso fue antes de conocerte. Más que nada, quiero saber si tú aun recuerdas, y qué haces con eso. Antes los recuerdos hacían que quisieras hacer el amor. Sólo estoy tentando al destino.


2.-
¿Qué pasará por la cabeza de un hombre al mirar los cerezos florecidos en Kyoto? Hace un mes estuve en esa ciudad y contemplé en la distancia, con la mayor discreción posible por supuesto, a un hombre que los miraba detenidamente, pero no se veía una clase de emoción en la mirada, como si la he visto en las mujeres por ejemplo, cuando se quedan absortas mirando algo detenidamente durante mucho tiempo. Ese hombre debió haber estado como mínimo diez minutos observando al mismo punto de ese árbol sin siquiera moverse, de vez en vez se asomaba un bosquejo de sonrisa, o cerraba un poco los ojos, pero de ahí en fuera, nada que mostrara un símbolo de exaltación o pico de intensidad.

Para mí siempre será un misterio lo que pasa en la cabeza de los hombres, sé que ser mujer es complicado, pero por ejemplo, ahora que estoy de descanso, sentada en el pasto aquí en Central Park, veo a un montón de hombres cruzando el parque, la gran mayoría muy distintos en sus facciones y sus acciones, por ejemplo, pasó un hombre asiático calvo muy deprisa, ahora pasa un hombre con toda la calma del mundo sonriendo y hablando por teléfono, seguro que le habla a su novia, si fuera a su esposa creo que no sonreiría tanto, detrás de él viene un joven con rasgos latinos y cara de consternación, pero no se ve triste, camina a paso normal, quizá lo corrieron del trabajo que odiaba. Pues estos tres hombres, aunque muy diferentes, tenían algo en común: un traje oscuro con camisa blanca. No comprendo como los hombres, o la mayoría de los hombres, pueden vestirse de esa manera, la gran mayoría de sus vidas, y vivir de manera tan normal, es algo que simplemente nosotras no podríamos hacer. Alguna vez creí estar cerca de comprender lo que piensan los hombres, pero al final caí en cuentas que sólo había sido una ilusión.

Esto me pasó mientras caminaba por uno de los puentes del lago ya camino a mi departamento, vi a un hombre contemplando hacia un árbol casi de la misma forma que el hombre en Kyoto que recordaba un rato atrás, titubeé en si debía acercarme un poco más y salir del camino, o llegar a mi cómodo sofá, opté dado que la posición del sol aún favorecía el tiempo para estar afuera, acercarme sólo un poco, teniendo la curiosidad si podía ser posible que me encontrara con este sujeto por segunda vez en la vida en dos ciudades distintas prácticamente haciendo lo mismo, pero conforme me acercaba el hombre se parecía menos al que yo recordaba, y en su lugar aparecía otro también extraído de mis propios recuerdos, en este punto había una especie de temor que me hacía querer volver, pero una extraña sensación ya dominaba toda mi capacidad motriz, como una especie de espíritu inquebrantable, como el que domina a los escritores en las madrugadas y los hace escribir lo que ellos conscientemente jamás habrían podido, ya estaba a la misma distancia a la que había estado del hombre en Kyoto, y definitivamente no era él, el hombre que observaba a ese árbol, era Juan.




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