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martes, 28 de julio de 2020

Poker de ases: cine policiaco de cuatro latitudes.


*Título inspirado en las publicaciones habituales sobre cartas del blog argentino "Frodoblog". Las sinopsis de las películas analizadas son sustraídas del portal Filmafinitty.

 


 

Hacía tiempo que un texto no me rondaba tanto la cabeza hasta poder convertirlo en lenguaje, y es que hace mucho no me inquietaba el hecho de escribir un texto bajo el siguiente método: investigar y tener un concepto en general de las obras a exponer, incluso si eso significaba tener que verlas más de una vez al día, y no sólo escribir bajo mi criterio.

En el cine, el género policiaco ha sido muy destacado, a la par del cine de gánsteres, cuya historia podría remontarse, sino de manera conjunta, si de alguna forma entrelazada o simultánea en los años 30's. Ambos géneros nos ha revelado grandes directores de cine, a los que hemos visto explotar al máximo su potencial, ya sea en toda su obra o en algunas de sus mejores películas, como el caso de Howard Hawks, Martin Scorsese, Brian de Palma, Takeshi Kitano, Alfred Hitchcock, entre muchos otros.

Años posteriores de haber visto la luz este género, y demás géneros en los primeros años de desarrollo del cine como un arte completo, dio como resultado que en siguientes décadas, se diera el surgimiento de nuevos géneros a raíz de la base del género policiaco (como el western en los años 60’s, o el mayor: el film noir por allá en los años 50's) y las innovaciones tanto técnicas como una mayor libertad no tan cerrada a las estructuras narrativas creadas por el hollywood clásico antes de la generación de los años 70's, derivó a que directores crearan obras de gran importancia tanto artística, técnica, y narrativamente.

Tanto la última década del siglo pasado, y lo llevado del siglo XXI, no podía quedarse atrás con todo lo aprendido y expuesto por los pioneros no sólo del género, sino del arte cinematográfico en las décadas pasadas. Cada día hay menos restricciones en cuanto al "fondo y forma" en el arte. Es así que, partiendo de esa premisa, he optado por tomar este género como pretexto perfecto para, al hablar de cuatro magistrales películas desde puntos quizá menos explorados, pueda exponer a su vez, el trabajo de sus cuatro directores, entre los cuales, al menos en estas cuatro películas, encuentro similitudes muy valiosas (este comentario quizá en el ramo estético, más que en el narrativo), a pesar del espacio geográfico que los separan, y de no ser todas producciones de la big industry.

 

Seven, David Fincher, 1995.

El veterano teniente Somerset (Morgan Freeman), del departamento de homicidios, está a punto de jubilarse y ser reemplazado por el ambicioso e impulsivo detective David Mills (Brad Pitt). Ambos tendrán que colaborar en la resolución de una serie de asesinatos cometidos por un psicópata que toma como base la relación de los siete pecados capitales: gula, pereza, soberbia, avaricia, envidia, lujuria e ira. Los cuerpos de las víctimas, sobre los que el asesino se ensaña de manera impúdica, se convertirán para los policías en un enigma que les obligará a viajar al horror y la barbarie más absoluta.

 

De los cuatro directores a mencionar y analizar en esta cuarteta de propuestas policiacas, acá está, por una parte, el representante de Hollywood (y, dicho sea de paso, lo mejor del mejor Hollywood), y el director que mejor conoce este género, puesto que más de una de sus películas se mueve en este, y de una manera, cabe destacar; magistralmente lograda.

Dicho lo anterior: ¿por qué mi elección por esta película? La razón quizá se deba por la importancia que Fincher da, además de al género cinematográfico como tal, a la importante presencia que da a sus personajes en sus diferencias y similitudes, y así como a la psicología en ellos, algo que más delante seguiría explorando en su filmografía, sino nada más hay que echarle un ojo a la muy adelantada a su tiempo Fight Club.

Si bien la patología del psicópata al que estos dos detectives van buscando la huella (que cabe decir, es magníficamente interpretado por Kevin Spacey), es siempre la parte medular de lo que los dos detectives exponen, dudan, presentan, exploran y explotan; se nos sugiere todo el tiempo, cual delgada es la línea de los pensamientos entre los dos lados de la moneda. Vemos cómo cada detective a su manera, da con el pensamiento del perpetuador, ya sea a tiempo, o de manera tardía. Es interesante también ver las dos versiones de la figura del responsable que investiga este tipo de casos. Por un lado, tenemos la cara de la moneda nueva, llena de energía, que no le importa quebrantar una que otra regla, con tal de llegar al final (ese final que el personaje jamás habría creído al principio del caso), en cambio la cara de la moneda más madura, con la serenidad de los años, y quizá con el peso de lo perdido, o de lo que sabe, hay que sacrificar en aras de una buena carrera, o de dedicarse en cuerpo y alma a la profesión; trata de hacer ver a su contraparte lo que tiene y que puede perder, al grado de ver que, quizá la cara madura valora y aprecia más las cosas que el otro tiene y que quizá él tuvo y no valoró, o no disfrutó tanto cuando las tuvo.

Dentro de la filmografía propia del director, esta película no sólo es identificable por el género, que como ya he mencionado antes, no es desconocido para él, basta ver títulos como “Zodiaco” y “La chica del dragón tatuado” (otra cosa a señalar del director es que, por lo general dirige guiones adaptados, rara vez trabaja con guiones originales (una de las excepciones es precisamente esta película), y siempre se ha servido de guionistas bastante destacados como Eric Roth, Aaron Sorkin y David Koepp), para ver que este género le ha servido para apuntalar una forma muy libre de narrativa al contar historias que siempre son sugerentes desde un punto de vista “frenético”. Sus planos, sus secuencias, incluso sus texturas a la hora de plasmar en escena, hacen que al momento uno sepa cuando está viendo una película de David Fincher (aunque los otros directores a exponer, tengan, al menos en sus películas policiacas, algo de esta estética), una lectura que va más allá de su paleta de colores y su tendencia a su opaca y oscura esencia.

 

El secreto de sus ojos, Juan José Campanella, 2009.

Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años.

 

La introducción para analizar esta película del argentino Juan José Campanella, la cual no es para nada mi favorita en su filmografía, pero si debería a la vez afirmar que estamos ante su mejor obra; es un dato que a mí me parece intrascendente, pero que a muchos cinéfilos les parece importante: esta película le dio a Argentina su segundo Oscar como Mejor Película Extranjera, y un reconocimiento internacional a su director, el cual hoy día trabaja para la industria norteamericana por el lado de la creación de series de televisión.

A mi parecer la película trasciende, y de allí que me haya interesado colocarla en esta cuarteta, sobre obras de cineastas como Bong Joon-ho y Amat Escalante, es el hecho de que además del género en cuestión, entrelaza dos géneros, o corrientes muy interesantes, ambas muy ad-hoc con la historia que adapta J.J. Campanella y su co-guionista Eduardo Sacheri, el autor de la novela homónima en la que se basa dicho guion; y estas son el recurso de la narración del tiempo pasado, y quizá lo que hizo que Campanella quisiera hacer esta película: el romance no culminado.

El lazo que hace que el espectador se enganche en un primer punto con la película es la pareja actoral (la cual hizo su primera aparición con Campanella en la bella comedia romántica “El mismo amor, la misma luna”), lo cual resultaría poco trascendente si la película fuera mediocre, pero la obra de Campanella es muy digna.

La investigación del caso por parte de los dos agentes, la ayuda que representa el personaje de Soledad Villamil, el desenlace del compañero de Espósito y la decisión del padre de la víctima; son elementos que bajo la muy bien orquestada construcción del relato, y todo lo referente a cuestiones técnicas y de producción (la recreación de época es sublime), dan a esta película un sello inequívoco de la gran calidad que J.J. Campanella había mostrado en sus pasadas películas, casi todas con el apoyo del formidable actor, y en cierto grado, contribuyente responsable del éxito de esta película, Ricardo Darín; pero quizá la seriedad del género como tal, cosa que Campanella no había mostrado antes en sus otras películas (aunque, dicho esto, ya había tenido una nominación a premios importante con “El hijo de la novia”) dentro del género de la comedia romántica, fue hasta esta película que se el mundo volteó a ver el gran cine que se hace en Argentina.

 

Prisoners, Denis Villeneuve, 2013

Keller Dover se enfrenta a la peor de las pesadillas: Anna, su hija de seis años, ha desaparecido con su amiga Joy y, a medida que pasa el tiempo, el pánico lo va dominando. Desesperado, decide ocuparse personalmente del asunto. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar para averiguar el paradero de su hija?

 

El caso de Villeneuve es en verdad muy peculiar por un par de motivos: en primer lugar, el hombre mientras aún realizaba sus películas en Canadá, daba ciertos guiños en sus películas al género, sin ser este es verdadero centro de la trama, o mejor dicho, esto no era en realidad lo que brillaba de ellas (todas muy destacables, cabe aclarar, al igual que esta), pero elijo la mencionada película porque, compartiendo el comentario con una de las personas que más sabe de cine que conozco, y buen amigo además, diré que “es una película que gusta hasta al menos cinéfilo”; y no en el sentido más simple o despectivo de la expresión, hay que ser muy buen director para que una película tan buena, y a la vez tan propositiva, guste a todo los diferentes espectadores que tiene este arte.

Muchos pensarán que el gran trabajo de Villeneuve en esta película viene desde la elección del cast, y es verdad. No sólo está compuesto por actores, además de mediáticos, muy talentosos; desde un Hugh Jackman irreconocible, al igual que actores de renombre como Jake Gyllenhaal, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Dylan Minnette, hasta un Paul Dano excelso. Todo el cast parece estar elegido a la medida, sin fallo alguno. Aunado a eso, los personajes están escritos y desarrollados de manera brillante en el estupendo guion realizado por Aaron Guzikowski con total maestría, algo que las otras películas mencionadas no carecen, pero que no se nota de manera tan trascendental como en esta.

La película cuenta con tantos factores a resaltar y analizar, que cabría decir que más que del género policiaco, esta película es una película de suspense (de allí que su nombre en Latinoamérica fuera Intriga), con momentos brillantes en los que incluso se nos da notas de terror, pero lo más importante de esta película sin lugar a dudas es el cuestionamiento que nos plantea: hasta qué punto la victima deja de serlo para, en aras de encontrar la verdad y la justicia, se convierta en victimario.

 

Fallen Angels, Wong Kar-Wai, 1995.

Leon Lai es un asesino a sueldo cansado de su trabajo que se plantea dejarlo. Michelle Reis es una prostituta que, además de buscarle los encargos, le hace el trabajo sucio a Leon. Pero ella vive apasionadamente enamorada de él, aunque nunca se hayan conocido en persona. Lai conocerá a una mujer, Karen Mok, con la que comenzará una relación. Ésta, con el tiempo, coincidirá con Reis y les preparará una cita en la que Lai le confesará sus deseos de retirarse. Reis, sintiéndose rechazada, le preparará un último trabajo. Intercalándose con esta historia nos encontramos con un joven mudo, Takeshi Kaneshiro, que viviendo con su padre tiene una difícil existencia debida a su deficiencia física. Sus días transcurren entre los dispares trabajos nocturnos y servir de consuelo a una joven engañada por su novio.

 

Para Wong Kar-Wai, a pesar de ser conocido por todo cinéfilo que su obra brilla y destaca por película como In the modo for love, 2046, o The Grandmaster, películas más románticas, dramáticas e históricas que de orden policiaco; el género no le es para nada desconocido al autor hongkonés.

Habría que empezar a hablar de su obra como guionista. Antes de ser director de cine, Kar-Wai escribió alrededor de cincuenta guiones para televisión y cine, la gran mayoría para películas sobre policías y criminales, un género muy prolífero en China en la década de los 80’s. Y si esto fuera poco, su ópera prima también es del género policiaco/criminal, la muy conocida As tears go by, no sólo por el hecho de llevar el mismo nombre que la conocida canción de los Rolling Stones, sino por haber sido una ópera prima que llegó a la selección oficial en su momento, y que muchos compararon de manera valiosa y no despectiva, con la fantástica Mean Streets de Martin Scorsese.

En esta hay muchos de los sellos insignia de este magnífico autor: su amor por el bolero, la estupenda y extraordinaria estética y fotografía que es capaz de crear Christopher Doyle, las historias cruzadas (al estilo de Chungking Express), el romance, y la incógnita de saber si el romance se da o no.

Las secuencias de acción son muy particulares en las películas de Kar-Wai, y es algo que muchos críticos alaban, sobre la sobreexposición gráfica, y casi obsena de los realizadores occidentales, y es que dichas secuencias efectuadas por Kar-Wai dan enfoque al acto más que al detalle, se presentan de manera pausada en la que la musicalización, como perfecta acompañante y no como detonante, amalgaman las sensaciones que están producen, aun cuando no se ve a detalle nada; algo que resalta, destaca, y que no tienen en común comparados con los gráficos vacíos y bien enfocados del cine hollywoodense. El cine de Kar-Wai en más de un aspecto es una clase magistral de los importante que es la estética sobre la pretenciosidad buscada a través de la pureza técnica.

Al igual que las demás películas comentadas, que cabría decir es lo que más similitud muestran entre sí, es la libertad que su realizador le da a un género muchas veces encasillado cuando se refiere a las producciones de encargo o de producto, y es la versatilidad que hay tanto en la forma libre de narración, por muy estructurada o convencional que parezca, hasta la importancia estética y su sombría textura en la puesta y en la trama. Películas que reafirman que, un buen director es capaz de realizar buenas producciones, y narrar buenas historias, sin importar el género que sea, y más si es un género tan importante y longevo como la historia misma del cine.


2 comentarios:

  1. muy buenas las dos primeras. las últimas dos te las debo.
    seven en su momento me impactó mucho...
    (no había "atado" el resto de las películas de fincher. un director para tener en cuenta.
    abrazo

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    1. No dejes de ver esas dos últimas f, son magníficas; sobretodo la de Prisoners, una obra maestra. Fincher todo es estupendo.

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