Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

lunes, 2 de noviembre de 2020

4 Películas del Festival Internacional de Cine de Morelia


 




Fauna.
La más reciente película del experimentado, experimental, y joven director Nicolás Pereda, es un trabajo que yo podría, o mejor dicho, es una película de cuya crítica yo llamaría: "Fauna: el animal en el que todos nos convertimos a la hora de actuar", pero como esta no es una crítica, sino un breve comentario, no la titularé así.

Como lo dice el supuesto título, de una supuesta crítica que yo habría escrito en un momento dado, esta película habla sobre los procesos de los actores. Empieza con una joven y su novio, quienes son actores, yendo a visitar a los padres de ella en un pueblito al cual parece, es complicado llegar; al igual que ellos, también va a visitarlos el hermano de ella. En medio de algunos momentos chuscos (y bastantes buenos, cabe aclarar), vemos cómo se les somete a una especie de escrutinio y de juicio a los dos personajes que son actores, a mostrar sus dotes histriónicos, y en el acto, transformarse, incluso vemos la transformación en sus padres, por momentos actuando como otras personas, y no admitiéndolo ante los demás, por un lado vemos al padre haciéndola de negociante, y a la madre, como una especie de Liv Ullmann en "Sonata de otoño".

La segunda parte es un ejercicio completo de lo que es el proceso de trasformación, vemos a los mismos personajes actuando en otra historia, que se origina por un libro que está leyendo el hermano de la actriz. La película se convierte en otra película, y acá vemos como, el nombre de un personaje que es actuado por la actriz, que hace tres papeles diferentes en la película, da también el título a la película. El final de la película es un juego que yace en las dos partes de la misma, que quizá detona mucho de la tensión entre estos dos hermanos, y el rechazo del hermano hacia el novio de su hermana.

Me parece que, sin lugar a dudas, lo mejor de la película, más allá del gran trabajo de Pereda por lograr el amalgamiento perfecto entre ambas partes que la conforman, y los pasajes que se sostienen de la narración del personaje central en la segunda parte (algo muy del cine de Pereda), son las actuaciones de todo el reparto, sobretodo de Gabino Rodriguez, quien quizá sea el mejor actor de su generación en México, y la de Francisco Barreiro, que vaya que si ha tenido una presencia más que importante este año en nuestro cine nacional.




Blanco de verano.
Ópera prima de ficción del director Rodrigo Ruiz Patterson, cuyo andar por festivales había sido por demás interesante, tantos por los premios recabados, como por los comentarios que hacían de ella varios medios de prensa especializada; había hecho que la estuviéramos esperando mucho, y vaya que si han sido más que merecidos todos los comentarios que giraban entorno a ella.

La película es una suerte y especie de coming of age que gira entorno a Rodrigo, un jovencito de 13 años que vive sólo con su madre llamada Valeria, y que parece ser que su vida es perfecta como es, sin una figura paterna; pero esta perfecta vida se transforma cuando llega Fernando, un amigo de su mamá, que muy pronto se convierte en su novio. Parece que al principio las cosas van bien entre los tres, la convivencia es sana, y no hace que la presencia de este hombre irrumpa en las rutinas de Rodrigo y su madre, como lo son el fumar, irse de pinta de la escuela para escaparse al deshuesadero de autos donde hay un motorhome en el que Rodrigo construye un refugio; pero en el momento en que Fernando se va a vivir con ellos, es que empiezan los problemas, Fernando empieza de a poco a querer cambiar sus vidas, y eso detona en una necesidad pirómana por parte de Rodrigo para sacar su frustración , más que para llamar la atención (el título de la película viene de la anécdota generada en el primer arranque de ira de Rodrigo contra Fernando). Las cosas que parecía podían hacer que la comunicación entre ambos hombres en la vida de Valeria funcionara, ahora los confronta, y la flama con la que Rodrigo sacaba esta frustración, va de menos a más, hasta llegar el punto en que incendiaría la vida de los tres, llegando a una decisión, sacando y evidenciando también de alguna manera la naturaleza edípica de Rodrigo hacia su madre, encontrando así su identidad.

La maestría de Ruiz Patterson para hacer que este relato fuera algo más que un simple coming of age, me parece está, por sobre las muchas cosas valiosas en la película a nivel producción, en una en particular: el recurso de las secuencias cortas.

Son contadas las escenas, o mejor dicho, las tomas en las que una secuencia dura más de diez segundos, de esta manera, el director nos dice y nos comunica muchas cosas en un corto lapso de tiempo (y a esto me refería cuando comenté en mi crítica a Nuevo Orden sobre decir mucho, lo elemental y esencialmente necesario en lugar de hacer secuencias largas que sólo dan una noción y una mirada vacía y trivial), en el que no se siente para nada una noción de que algo falta, es un recurso magistralmente utilizado. Luego de eso viene la fotografía, un trabajo demás meticuloso que toma a detalle todos los elementos que hacen que uno conecte no con los personajes simplemente, sino con su sentir. Hay sobretodo dos partes en la que la fotografía toma una belleza muy difícil de describir y apreciar, salvo que se vea la película, y estas partes son la del restaurante y la del escape (esta última con un guiño me parece muy interesante a Apocalisis ahora), además de una mirada muy dinámica que se adapta a lo que la situación dicta (un ejemplo, la parte de la discoteca). Hablando del sentir de los personajes, y cómo este se potencializa por el trabajo en la cámara, no sería posible sin el gran trabajo actoral de los tres actores en la película, Sophie Alexander impresionante como casi siempre, un Fabián Corres al que es muy grato volver a ver en una película, y una revelación como lo es Adrián Rossi, al que no les extrañe nada si el año que entra gana un Ariel al Actor Revelación, realmente impresionante su desempeño en el papel de Rodrigo.

Una película que a mí en lo personal me recordó mucho a Días de invierno, por las relaciones dependientes entre madre e hijo, y cómo estas forman, forjan, y dan carácter, para cuando se tenga que dejar el nido.




La diosa del Asfalto.
Película del ya muy experimentado director Julián Hernandez, y de quien me apena decir, que con todo y que tiene una larga filmografía, yo no he visto ninguna de sus películas previo a esta (cosa que pretendo remediar a la brevedad posible), me parece que es una película que, antes que todo resulta muy interesante por todos los elementos que la conforman, tanto en su fondo y en su forma.

La película comienza con el desenlace de una historia, una historia que empieza diez años atrás, en las calles de una zona suburbana de la Ciudad de México, en la que se denota mucho la desigualdad social y los peligros en las calles por allá de los años 90's. Inspirada en una historia real, relata las pericias con las que tienen que sortear un grupo de chicas denominadas por sí mismas "Las valedoras", lideradas por Max, que tiene que sobrevivir en la calle por querer hacer de su vida un sueño, el de ser una rockera, y así como ella, cada una de sus cuatro amigas, tiene un sueño, pero el chemo, y los hombres tratan de hacerlas encajar en el molde que la sociedad pedía. No es hasta que una del clan es golpeada por su novio que estas, junto con las mujeres de otros clanes, hacen un tratado de defenderse de aquellos hombres que quieran abusar de ellas, es así que, con los problemas que van sorteando juntas, y separadas, vemos el destino que a cada una le depara, mientras están juntas, y cuando se tienen que separar por el precio que hay que pagar para estar a salvo y saldar la deuda que los abusadores tienen con tanta mujer desaparecida, muerta.

Es interesante cómo Julián, con este hecho real, y el guion escrito por dos mujeres, que me parece da lectura de muy buena manera este director, logra hacer que, aunque todos sabemos de alguna manera el desenlace de la historia, y las cosas que en ella ocurren, no se siente en ningún momento predecible. La película tiene algunos tropiezos con algunas escenas y secuencias (por ejemplo, la del concierto y la de la golpiza de todas al agresor de la Guama) pero se logran olvidar con la propuesta de Julián tanto en las secuencias como en la puesta de cámara, por momentos fija, por momentos con dollys (y el gran diseño de arte que las acompaña), todos los recursos que utiliza no abonan de manera particular a la trama, pero no se sienten huecos, o sin propuesta/presencia, al menos no se siente intensión pretenciosa de Julián al utilizarlos, de modo que no hay artificio ni error en su recurso. Quizá podríamos hacer mención especial a las escenas en las que hace secuencias circulares alrededor de las chicas, en estos momentos si me parece hay una identidad muy propia al lenguaje que abona y una especie de dignificación a la lucha y como le da vigor y vitalidad en los discursos que se desarrollan cada vez que se utiliza el recurso, acá si hay intención, y está muy bien ejecutada. Hablando de discursos e intenciones, hay que destacar las actuaciones de las actrices principales, quizá todo el resto del soporte no es tan destacado (Giovanna Zacarias un ejemplo, un papel muy corto, pero igual no potencializa el rango que le conocemos a esta actriz, y el de Paulina Goto), pero las cinco chicas que dan vida a "las valedoras" son por demás imprescindibles, quizá con una mención más que especial a Mabel Cadena, quien interpreta a Ramira, y la presencia tan relevante que está teniendo Ximena Romo en el cine mexicano a últimos años. Pero también gran parte del gran trabajo de las actrices es gracias tanto al director, por llevarlas en el proyecto de manera atinada, como de las guionistas, por darles la complejidad y el desarrollo necesario a los personajes desde el guion, justificando así el metraje de la película (poco más de dos horas).

Finalizo comentando que, además del tema central de la película, Julián Hernández toca algunos subtemas como el crecimiento desmedido de las ciudades ("periqueras habitacionales"), y la violencia doméstica; a los que si bien no les da mayor seguimiento, si me parece que es pertinente la manera en la que los expone, con un simple comentario, nos recuerda viejos males que son vigentes, sin desatender la trama principal. No termino sin antes comentar que, sentí en la película algunos guiños a películas como The Warriors y The Craft.




Ciudad.
Más que una carta de amor (que también lo es), el documental escrito, producido y fotografiado por Carlos F. Rossini, es el retrato de una ciudad a través de sus habitantes, de sus calles, de sus sitios icónicos; bajo una mirada sin filtro, más que el que le quita el color y la hace más próxima, incluso sin siquiera conocerla.

El documental que el propio Carlos co-dirige con Julio Hernández Cordón (Te prometo anarquía, Cómprame un revólver), Maya Goded (La plaza de la soledad) y Nuria Ibañez (Una corriente salvaje); nos muestra a esta caótica ciudad en todas sus expresiones, en todos sus rincones, y sin una pizca de censura. Me parece que, aunque para muchos el cinéma vérité es hoy día sólo una expresión del cine de ficción y el acercamiento que tiene al documental, en este documental hay mucho de esta corriente (un claro ejemplo, todas las escenas que involucran a perros, cómo puede un director planear eso, o las escenas del ciclista, como controlas las trayectorias exactas de los automóviles). Y lo digo en el sentido que, incluso entre los documentales, los hay que se sostienen o se fundamentan mucho en la planeación del rodaje que el director propone, sin muchas veces dejar que la realidad hable como esta naturalmente habla; acá, a pesar de haber cuatro miradas detrás del montaje (y que se logran vislumbrar, como la del partido de fútbol y los bailarines, claramente influenciada por Julio, o la de los sonideros, por Nuria, o la del C4 y los retratos, con más mirada que Maya), no se siente tanto esas manos que manipulan lo que la cámara registra, claramente sí en el montaje, pero no hay un realidad maquillada, y esto lo digo, sin importarme lo que otros piensen sobre esto. Y quizá atizando más a este comentario diría que este documental que muestra claramente que no hay que crear discursos tan reaccionarios para mostrar realidades (aplica para la ficción y el documental), como si lo hace Nuevo Orden.

Vemos como registra de manera fidedigna y real los sonidos de la ciudad (de una manera mil veces más legítima, y sin intención de compararlas, que Roma), así como de las diferentes zonas y  lugares que le dan su característica identidad (los multifamiliares, por ejemplo, incluso en esta parte hay un pequeño guiño a "La Camarista", película en la que fue DOP) y la diversidad cultural que existe en sus habitantes (claro ejemplo, el final), incluso entre sus habitantes célebres, como lo es "el duende", un personaje al cual ya habíamos conocido en el gran documental "Yo no soy guapo". Un documental del que pareciera que, uno no vería nada nuevo, o algo que realmente deje marca en el espectador, logra hacer precisamente eso, y sin lugar a dudas es para mí uno de los mejores documentales mexicanos del año.


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