Empiezo escribiendo que, si bien “Good salvaje” tenía algo, está no tiene casi nada. Pero tiene.
Empezando con los actores, hay un compromiso tan grande por parte de ellos, que es muy creíble y disfrutable lo que hacen. Ahora, además de Andrew, no sé qué tanto habrán sabido el resto de actores sobre lo que sería esto.
Si bien es verdad que visualmente es poderosa, hay que decir que es una especie de poder hueco, pues en muchos sentidos todo ese despliegue no está al servicio de la historia, algo que si pasa en el cine de Anderson, los padres de Anderson (por supuesto me refiero a Tati y Andersson) y Kaurismaki [no Kiarostami, ese es otro dios el cual se volvería a morir si lo compararan con Anderson o Mohar].
La película es una completa ridiculez y sin sentido la mayor parte del tiempo, para bien y para mal. Pero tiene momentos bastante interesantes en un discurso que liga no sólo a las dos últimas producciones de Mohar, sino a toda su obra: los alcances de la violencia.
La escena inicial es como la violencia, cuando es construida a tu servicio, te alcanza a llegar tarde o temprano, que es justo lo que pasa con el cerdo rosado fascista y capitalista en todo el segundo acto. Y si bien en el tercer acto se alcanzan cosas aún más interesantes como el asunto de la violencia generacional, el pago por los pecados de los opresores, el limbo de los desaparecidos y el amor que espera una eternidad y jamás se llega a consumar (con un final además precioso acompañado de una digna pieza musical), no alcanza para pagar la horrenda y nefasta escena del soborno. Esa si, literal y metafóricamente; es una completa mamada. Además del montón de incongruencias, inconsistencias, totalmente anacrónica y errores de continuidad. Y ahí le paro, porque si no me voy a poner a parafrasear al maestro Ernesto Diez-Martínez cuando dice: “ando embergao”. En fin, demasiado fársica para mi gusto.
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