Habían pasado dos años de aquel encuentro fortuito, de aquel encuentro
casual. Un año de mi primer intento de volver a encontrarla a ella, a esa
sensación que jamás me había hecho sentir nadie. El viaje duraría
aproximadamente en barco entre 14 y 16 horas; así que decidí embriagarme y no
salir del bar donde servirían la cena; pero mi intento de hacer recortar por
última vez este viaje fue en vano cuando vi en la proa del barco a una chica
hermosa de entre 24 y 26 años, de cabello que no revelaré hasta que la historia
lo crea pertinente. Sería cerca de media noche, la noche era templada pero a la
vez cálida, se sentía el viento soplar un aire helado pero sin embargo se
sentía una sensación agradable, como de chimenea, de sofá, de aromas agradables
como a manzana o chocolate, te podías llegar a sentir en casa, quizá la razón
de está sensación era la chimenea del barco. Había muy poca gente afuera, era
un febrero en el cual nadie esperaba una noche tan helada, sobre todo por el
lugar donde estábamos, pero aun así la poca gente que estábamos afuera no
cargábamos abrigo alguno, mientras los de adentro no-s- abandonaban -con- los
suyos.
Saqué mi caja de cigarrillos de la bolsa del pantalón, me llevé uno a la
boca y al intentar encenderlo y buscar el encendedor recordé que lo había
dejado adentro en mi mochila, cuando iba a regresar a adentro la chica que
seguía sentada en la misma banca en donde la vi desde adentro me dijo:
-Necesitas fuego.
-Si, me temo que si -he olvidado el mio adentro-.
-Te propongo un trato, te intercambio un cigarrillo por un poco de
-cálido- fuego.
-Ok.
Yo me acerqué a ella y le di un cigarrillo mientras ella me daba el
encendedor, encendí mi cigarrillo y después encendí el de ella, su cara y su
cabello se iluminaban del mismo calor y color de los cigarrillos y lo que nos
proporciono el contacto, el primer y único encuentro; el fuego. Ella con la
mirada me invitaba a sentarme a su lado mientras arrastraba el humo del cigarro
a sus pulmones, yo me senté y empecé a fumar, veía a la nada más para tratar de
recordar algo o recrear una vez más en mi cabeza aquel recuerdo que ya no sabía
conforme pasaban los minutos si había sido real o si había sido un deseo
ficticio una vez más. Cabía la posibilidad de que el único recuerdo vivido, la
única cosa que había pasado en mi vida sin que hubiera sido inventado o
ficticio; en realidad si lo fuera.
-¿Vacaciones?
-Algo así ¿Y tú?
-Algo así.
Nos miramos y fumé una vez más. Entonces ella me dijo:
-En realidad vengo a buscar a alguien.
-En serio.
-Si. Pero no quiero aburrirte con mi tonta historia.
-No, no me aburres créeme, en realidad me gusta mucho escuchar historias
ajenas.
fumó su cigarro y dijo:
-Alguna vez has oído ese viejo dicho que dicen sobre que hay historias
que no deben de ser contadas.
-Si, algunas veces.
-Pues la mía es una de esas.
-Ya veo.
-Y que me dices de la tuya, se puede contar.
-Me parece que si, pero la verdad es que ya es tan transparente como un
viejo sueño que prefiero no hacerlo.
-Entiendo.
Nos volvimos a mirar, ella se rió y yo sonreí y volví a fumar. Volteé a
verla y miraba como volaba su cabello con el viento helado del invierno que
empezaba a agonizar ese año como ya había agonizado otros años atrás, como
hacía dos años agonizaba de aquella manera tan peculiar. La miraba
detenidamente y ella me sonrió.
-¿A qué te dedicas? -Me preguntó más por la cortesía de hacerme más
plática que de en verdad querer saber a que me dedicaba.
-A que me dedico. Ante los ojos del mundo trabajo en una importante
oficina que se encarga de importar refacciones automotrices, pero secretamente
trato de ser escritor.
-¿Escritor? En serio. -El saber mi secreta profesión la hizo entrar de
nuevo en el interés de la interacción. -conversación-
-Si.
-Que bien, eres el primer chico de mas o menos mi edad que conozco que
me dice que es escritor.
-Y tú, ¿a qué te dedicas?
-Estoy en la universidad aún.
-En serio.
-Sí, estudió administración.
-Que bien. Divertido ¿no?
-Si. -dijo ella riendo- Es lo que es mi padre; así que creo que una cosa
llevó a la otra, dice que me dejará su emporio cuando acabé pero, quizá no sea
necesario si logro hacer realidad mi sueño.
-¿Cual es tu sueño?
-Creí que dijimos que hay historias que no deben de ser contadas.
-Tienes razón lo siento.
-No te preocupes, no hay problema. Me regalas otro cigarrillo.
-Claro, toma.
Ella lo tomó y mientras veía una vez más como se iluminaba su rostro me
dijo al separarse inhalando.
-Tiemblas.
-Por el frío. Tú también tiemblas.
-Estoy nerviosa.
-¿Nerviosa?
-Si. No vayas a creer que es porque estoy aquí contigo a la una de la
madrugada, no; es por el viaje.
Nos quedamos en silencio unos segundos, la miraba inhalando el humo, no
sólo lo inhalaba, parecía que lo respiraba, como si quisiera que este formara
parte de ella, de su cuerpo, de su alma, de sus pensamientos -y disipara,
matara, desapareciera y asfixiara todo lo que llevaba dentro-; como si fuera
médico y ella supiera que así acabaría su vida. La miraba y para ese momento ya
no podía dejar de mirar su pelo moverse, bailaba y danzaba literalmente, se
movía con el viento como caballo silvestre, como criatura mítica libre en los
sueños de algún libro aun sin leer. Ella volteó a verme y me miró. Miró como yo
la veía y la miraba, detenidamente me sonrió y me miró.
-¿Qué?
-¿Qué?
-¿Por qué me miras así?
-No por nada, es sólo que, te va a sonar quizá raro y hasta un tanto
presuntuoso pero, créeme que te lo digo en verdad; justamente ahora estoy
empezando a escribir una novela donde sale una chica con el pelo idénticamente
al tuyo.
-En serio.
-Si.
Su pelo era de un color rojo en serio difícil de describir. en realidad
no era ni siquiera rojo, era como un naranja tostado, era un cabello pelirojizo
sin duda natural, como el de esas pequeñas niñas irlandesas que aparecen el las
enciclopedias digitales donde aparece todo, y sus pecas casi invisibles pero al final de cuentas pecas. El color, el movimiento, la noche,
el cigarro, el fuego, la ocasión, mi sed de piel, el lienzo blanco que era su piel y sus casi invisibles pecas cafés, todo hacía perfecta a aquella
chica.
-Escritor verdad.
-Si. -dije riendo al ver el ademán que hacía al referirse a escritor
como una especie de charlatán.
-Y sobre que trata.
-Recuerdas lo de...
-A grandes rasgos, no tienes que contar el pasado de la historia.
-Bueno. Es sobre un tipo que tras un encuentro casual con una chica en
un pasado va en busca de esta chica que él cree con una fe tan ferviente como
la que se profesa a un dios que ella es su alma gemela.
-Y esta alma gemela suya es la chica con cabello de vivo fuego.
-¿Vivo fuego?
-Que, me gustó para que lo llames así en tu novela.
-Espero no sea en lo único que me ayudes. En fin, el caso es que no,
ella no es. De hecho ella solo es otro encuentro fortuito más que solo aparece,
o por lo menos esa es la idea, de que aparezca solo en un capítulo de esta
historia.
-Aparece y se va.
-Si, pero creó uno de los capítulos más placenteros y bellos de la
historia. De hecho el encuentro entre ella y el protagonista se genera muy
parecido a este que estamos teniendo tú y yo ahora mismo, en un barco.
-Ya veo, y dime, el protagonista hace el amor con ella.
Si-De hecho, así es. -La verdad es que eso aun no lo decidía en la
historia aun, pero para este punto ya hablaba más mi excitación y el encanto
producido y nacido en mis ojos por esta chica que desee en verdad tomarla y
meterla en algún lugar que no fuera mi historia.
-Y como dices que se llama la chica.
-De hecho, en realidad aun no tiene nombre.
-Aun no tiene nombre, así que sólo es la chica de cabello vivo fuego.
-Si así es, me temo que si. De hecho esperaba que no se, al conocer la
historia tú me ayudaras a ponerle nombre.
-¿Yo?
-Sí.
-Bueno, está bien, pero sólo dime una cosa.
-Que cosa.
-El chico de la historia, el protagonista. ¿Se llama como tú?
-Si, así es.
-Y su nombre es.
-Me llamo Juan.
-Bueno, pues mucho gusto Juan. No te garantizo hacer el amor contigo
esta noche, pero si tengo un camarote muy grande y caliente para estar solos.
Esa -aquella- noche fue -era- la tercera vez que tuve sexo desde que la
conocí a ella, y aunque esta vez tampoco sentí lo que ella me hizo sentir, si
fue muy cercano a lo que quizá muchos llamen hacer el amor, y aunque fue muy
placentero, el capítulo más placentero de la novela, quizá lo más placentero
que he sentido y mucho más de lo que los otros llegan a sentir, lo único que
atravesaba por mi cabeza con cada gemido de la chica de aquel libre cabello
rojo, era Sofia.
No recuerdo a que hora salí de su camarote, no recuerdo a que hora bajé
del barco, ni siquiera recuerdo si nos despedimos como dos personas que se
acababan de conocer y de tener una conversación cortés durante el viaje, lo único
que recuerdo es que mientras teníamos sexo bebimos mucho y nos metimos unas
lineas de cocaína que ella traía, la verdad me cuesta trabajo admitir que
aquella noche me drogué, pero es la única vez en mi vida que me he drogado.
Para cuando recobré el conocimiento eran las nueve de la mañana y estaba
sentado en una banca del malecón, en aquella misma banca donde besé por primera
vez a Sofia y donde siempre hay un cambió de capítulo, ahora el cambio de
capítulo correspondió a cargo de un par de oficial de policías preguntándome
que si estaba bien y de una vieja conocida voz extraída de un sueño casi por
desvanecerse.
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