-Espera.
-¿Qué pasa?
-Nada, sólo quiero que te subas encima de mi.
-Está bien. Así.
-Si.
-Espera.
-¿Qué?
-No te muevas.
-¿Por qué?
-Sólo espera. Quiero sentirte completamente, no quiero
hacerte el amor; Quiero que esta vez tú me lo hagas a mi. Hazlo suavemente,
deja que yo sea quien te guie.
-Esta bien.
-Sofia.
-¿Sí?
-Me amas.
-Si.
-Dímelo.
-Ay. Te amo.
-Dílo una vez más.
En ocasiones era imposible sostener un dialogo entre
tantos besos, entre tantos gemidos, entre tanta carne. Podía sentir su
respiración como su estuviera muriendo, pero a ella no le importaba morir entre
mis brazos, al fin de cuentas estaba desnuda, a donde podía correr, sus pechos
estaban al alcance de mi cara, más sin embargo mis manos no se apartaban de
ellos, ellos no los dejarían solos en un buen rato, mientras mi boca si no
estaba hablando ella la tomaba como rehen, la hacía suya, en definitiva ella me
estaba haciendo el amor, de vez en vez si la dejaba y yo decidía no hablar se
iba en dirección a sus orejas, su peso era exquisito, no puedo decir más, ella
sabía como amarme.
-Te amo.
-Ahora dí mi nombre.
-Juan.
-Sofia.
-¡Juan!
-¡Sofia!
-¡Juan!
-Cuánto me amas.
-Más que a nada en el mundo.
-Júrame que jamás te volverás a ir de mi lado.
-¡Te lo juro!
Se hacían silencios largos, que no eran del todo
silencios, todo el tiempo le preguntaba si se sentía bien, aunque no había
nadie que nos oyera, murmurábamos, como si la sola existencia de expresiones de
amor como la que en ese momento estábamos teniendo fuera algo prohibido, fuera
un pecado, quizá lo sentiamos así porque en lo que llevabamos de vida no
habíamos conocido historia como la nuestra.
-¿Y tú Juan?
-¿Yo qué?
-¿Tú me amas?
-Más que a nada en el mundo.
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