Empezaré este texto haciendo referencia a la recepción general de esta pelicula: a mucha gente no le gustó. Dijeron varias cosas que quizá si rozan en la razón, y otras que honestamente son disparatadas, una lectura muy superficial, o simplemente no le saben a lenguajes y géneros cinematográficos. El asunto es que ninguno de los comentarios leídos, los que busque leer y los que llegaron sin buscar; impidieronque pudiera ver la nueva película de uno de los directores contemporáneos que yo más respeto: Kogonada.
Con sólo dos películas en su haber, Kogonada conquistó mi corazón cinéfilo con películas enternecedoras discursivamente y hermosas e inteligentes narrativamente, además del hecho de que he tenido la fortuna de ver ambas en la pantalla grande: Columbus en el Festival de Cine de Los Cabos 2018, y After Yang (en su cuarto visionado quizá) hace unas semanas en la Cineteca de mi ciudad en donde tuve la posibilidad y la fortuna de poder programar, en funciones muy peculiares que también ejemplifican hacia donde dictará la tesis de este texto: ambas con tan pocas personas que podría contar con las palmas de mi mano, y con algunas de esas personas durmiéndose; lo cual puede traducirse en que el cine de Kogonada no es para cualquier persona, incluso su película más comercial como vendría a ser esta.
A big bold beautiful journey (título original) no sólo significa el salto de Kogonada (o acaso una intervención que le asegure financiamiento para futuros proyectos más autorales) al cine comercial, mainstream, o de Hollywood; con todo lo que eso conlleva e implica, sino que también significa la primera película que él no escribe, y lo menciono de esta manera porque no puedo decir en toda la extensión de la palabra que esta sea una película de encargo. Ahora me explico.
Con un guion escrito por Seth Reiss (alabado por mucho con su guión de "The menu", que lo cierto es que a mí me pareció muy básico con twists leídos de acá a la Luna) Kogonada lo hace suyo, o al menos se leen muchos gadgets muy de su cine, y eso precisamente es lo que más explota.
La dirección técnica sencillamente es igual de hermosa que las películas antecesoras de Kogonada, pues es un hombre que le aprendió al cine de los más grandes maestros de este arte. Hay guiños a las formas (sobre todo en los planos y las secuencias), de Ozu, Kurosawa, Ford, Howard, Demy, Donen, von Trier y Gondry. En lo visual, la fotografía es excepcional, Benjamin Loeb destaca de sobre manera la luminosidad y la belleza de cada elemento en cada uno de los fotogramas: locación, diseño de producción, y obviamente los personajes y los actores que los interpretan, que ahora vamos con ellos.
Una de las cosas que yo más temía de esta incursión de Kogonada al cine de blockbuster y presupuesto descomunal, era el hecho de que tuviera una actriz del perfil de Margot Robbie, y no por el hecho de que sea una mala actriz, sino porque por su perfil actoral y el cine de Kogonada, no veía compatibilidad, pero lo cierto es que no sólo me calla la boca, sino que lo hace maravillosamente, luciendo más radiante que nunca, y la química que desprende al lado le Colin es vibrante, que conoce lo que Kogonada crea, y todo lo que sus personajes lo pueden hacer explorar interpretativamente. Ambos personajes, tienen mucho de los personajes de Columbus, incluso refuerzan mucho uno de los discursos mas importantes en el cine de Kogonada: todos nos podemos sentir perdidos en el camino, son importar la edad que tengamos. Los actores de reparto (sobre todo Phoebe, Jolie en la voz de GPS y el gran actor Kline) también son singulares y están llenos de un carisma incomprendido por los personajes principales (y una importancia que no se permitieron ver los críticos duros), pero que a mi parecer sirven como guías y cómplices para que ellos sigan ese camino de conocerse a sí mismos para conocer al otro, y como compañeros para que el espectador no se pierda y entienda lo que acá está pasando.
El concepto de las puertas en la película es en demasía importante, no sólo por lo que pasa de manera interna en la historia y su entramado, donde nos lleva a momentos importantes en la vida de estos dos personajes y que los definieron para ser lo que son y llegar a donde están, sino que también hay un mensaje muy claro por parte de Kogonada, pero que está escondido entre líneas como el cinéfilo de hueso colorado que él es: las películas también son puertas en nuestra vida. Hay una tendencia muy particular en cada una de las puertas con referencia a influencias cinematográficas que tiene el norteamericano de ascendencia coreana (de ahí que me parece descabellada la idea de las personas que escribieron de manera muy vacua que la película era un torpe intento de musical), y si bien hay una medida general que predomina en toda la narrativa de la película, no hay que abrir mucho los ojos para darse cuenta que cada una de las puertas, tiene una forma y un propósito, tanto para la trama de la película y lo que viven los personajes, como para nosotros.
Dentro de las debilidades que se notan en la película, unas fuera del control del director, y otras que sí le competen, están muy visibles por una parte los diálogos de los protagonistas, que por momentos si buscan el efectismo a través de frases muy superficiales que buscan una profundidad que muchas veces no llega de forma natural y se tiene que valer de la música (elemento por demás dominante y atractivo) o de la magia de todo el elemento visual desplegado en la escena. Y también lo que muchas veces no juega a su favor, es el lenguaje de videoclip que si suma, pero creo yo nos privó de lo que se pudo haber logrado a través de una mejor distribución de tiempo uniforme entre todas las puertas, y lo que nos podría haber dado un mayor desarrollo más natural entre David y Sarah. Incluso podría decir que de haber llegado el metraje a los 120 minutos, yo lo habría agradecido enormemente. Y al respecto del comercial a Burger King, lo cierto es que a mí no me molestó tanto. Vamos, que hasta Wong Kar-Wai lo hizo para Heineken en una de sus películas más celebradas y una de mis favoritas.
Finalizó este texto comentando la singularidad entre una película de la big industry y una película indie en toda la extensión de la palabra: como antes lo comenté, de haber pasado a tener funciones con un número menor a diez personas, en contextos especiales como un Festival de Cine y la programación personal en una Cineteca; en esta película estuve acompañado de alrededor de 30 personas, en su segunda semana de proyección, con la agradable sorpresa que hace mucho tiempo, no veía una película en completo y absoluto silencio y oscuridad.
Kogonada entrega una película en la cual se permite experimentar en formas que muchos no comprenderán y se perderán, y confirma al menos para mí, que es un director que sigo queriendo ver en la pantalla grande, aunque en esta ocasión no me haya hecho llorar con las dos veces pasadas.
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