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sábado, 8 de noviembre de 2025

Chicharras, de Luna Marán.





De entrada y quizá lo más importante que puedo escribir sobre esta película tan particular de Luna Marán es que me gustó mucho, que aplaudo su valentía por hacer una película como la que hizo, y que si mucha gente alega que cedió y condicionó muchas cosas que le restan peso a la obra, yo les objetaría diciendo que al menos, contrario al status quo del cine comercial en el mundo en general y en el cine comercial mexicano en particular; Luna hizo la película que quería hacer.

De alguna manera, Luna se sirve de un elemento ficticio que da introducción a la película (elemento ficticio que existe por supuesto y que lleva esa carga dual que expone la historia y que han sufrido poblaciones alejadas de las comunidades mas grandes), y que no lo volvemos a ver en la película más que dos o tres veces (se habla de él, porque la razón de la historia gira en torno a este elemento, pero muy pocas veces vuelve a aparecer como tal), para hacer un retrato muy fidedigno de esta comunidad, de su gente, sus formas, sus costumbres y sus lenguajes, sus problemas diarios y verídicos. Y este retrato a su vez sirve y nos confirma a quienes acudimos al cine de Luna, que los seres humanos no somos tan distintos los unos de los otros: nos enamoramos, bromeamos, cuidamos a nuestra familia, nos gusta la fiesta, nos emborrachamos, defendemos nuestra tierra.

Sí tiene cosas y detalles en su hechura, como algunas faltas perceptibles (dicción no tan pulida, recurrentes miradas a la cámara) de su reparto que la mayoría no son actores profesionales, o en lo visual salta con mucha evidencia una falta de uniformidad en el trabajo de postproduccion de la imagen (que quizá se deba al hecho de haber utilizado más de una cámara, pero no podría afirmar tal conjetura); pero honestamente estas cosas no estorban en la experiencia de lo que vemos, porque la naturaleza y la intención de la historia esta en otra parte. Estas cosas son nimiedades porque, para los que gustamos del cine comunal de Luna y sus colaboradores, podemos hacer esas concesiones.

Uno de los elementos ficticios que me parece extraordinario, es cuando vemos estas secuencias grabadas con cinta donde acompañándose con música (preciosa, por cierto), hay un retrato de la tierra, la sierra, la montaña y los organismos vivos que le integran. Mi lectura que puede ser muy superficial, me dice que en estos lapsos es como si la naturaleza estuviera hablando a través de la cámara, a nosotros espectadores, pero también de alguna manera onírica a los habitantes de la comunidad. Y aquí sí, las secuencias cobran sentido e importancia tanto en su fondo como en su forma.

Muchos podrán decir que la coralidad le puede restar peso a la película y que quizás el salto a la ficción no ha sido la mejor decisión de Luna, pero a mí me parece todo lo contrario: respecto a lo primero, creo que dar protagonismo a más de una voz en esta historia en particular, le da un ritmo y un color que la hace disfrutable, y enternecedora. Y respecto a lo segundo, siento que delimitar el cine de Luna a ficción o documental es no hacerle justicia, pues esta película bordea y salta con naturalidad ambas líneas y uno agradece este tipo de trabajos tan cercanos y con tal franqueza, ficciones tan humanas no se perciben muy seguido, y menos con escenas tan maravillosamente logradas como la reunión de los sabios ancianos.


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