El cine de los pueblos originarios hasta hace algunos años no dejaba de ser un cine que era atractivo, más que nada, para los festivales europeos, más que por sus formas, por sus fondos tan ajenos a sus muchas veces cómodas realidades. La mayoría de la crítica y la audiencia en esos países veían a estas obras como curiosas y exóticas, y la razón por la que se les catalogaba de esta manera era, la mayoría de las ocasiones, (salvo contadas excepciones, tanto por la obra en sí, como por la lectura más profunda que algunos críticos lograban dar a las obras) era porque los retratos que se hacían de estas historias estaban contadas por directores que eran completamente ajenos a esos conceptos; no sólo porque no conocieran o comprendieran estas historias, o por querer acomplejar a través de una visión privilegiada que ellos tenían; sino porque muchos desconocían totalmente el contexto en el que vivían estas personas. Pero de unos años para acá esto ha ido cambiando, no sólo por el hecho de que cada día mas, el público ha educado su visión universal del cine, sino porque las personas que son parte de este grupo de personas, han empezado a contar sus historias, a base de ir picando piedra durante años, desde los diferentes departamentos del quehacer cinematográfico, pero también por su afán y el deseo de querer ver en la pantalla una digna muestra y representación de lo que son ellos, y no lo que los demás queremos ver que son ellos.
"Nudo mixteco" de la realizadora Ángeles Cruz es un claro ejemplo de lo que vendría a ser el cine de pueblos originarios que representa no sólo dignamente los valores y el valor de estas personas en nuestro sector cultural y social en nuestro país, sino que también es un digno ejemplo de cine de calidad y de la diversificación de su cine, me atrevo a decir que este es el mejor trabajo de la realizadora.
La película nos muestra la vida de tres personas originarias de San Mateo en su retorno al que algún día fue su hogar, pues si bien para los que conocemos el vivir fuera del lugar donde nacemos, y que jamás uno se desprende del todo de su hogar, este deja de ser nuestro hogar presencial. María (Sonia Couoh) que regresa al entierro de su madre, Esteban (con un más que soberbio Noé Hernández) que regresa con su familia después de tres años de ausencia por tenerse que ir a trabajar a los Estados Unidos, y Toña (Myriam Bravo) que regresa al saber que su hija no quiere comer. El regreso de los tres, aunque se da al mismo tiempo, y aunque sus historias no están ligadas en sí, si tienen puntos en común, uno por sobre todas las cosas: el retorno nos presenta el por qué de su decisión de partir, y las consecuencias de ello.
Además de lo ingenioso y versátil de la puesta, dando y pasando una y otra vez por las situaciones que se viven en estos pueblos, cada una desde la historia de los tres personajes principales, que si bien a ratos nos pudieran parecer jocosas a los que no conocemos los usos y costumbres de estos lugares, hay un gran valor a mi parecer de la directora por tocar temas que pudieran parecer escandalosos para algunos, pero que me parece nos dan una cosa por sentada: no somos tan diferentes los de aquí a los de allá. Hay un retrato sin real de las costumbres, sin prejuicio, o que se encasillen como buenas y malas; tanto de las folclóricas y que nos hacen que veamos tan llamativos no sólo a estos lugares, sino también a sus personas, pero también retrata esas viejas e insanas costumbres que se deberían erradicar. Hay escenas que rayan no sólo en la perfección, sino que también además resultan ser hermosas, como el encuentro entre María y Piedad en su casa de esta, como la de Esteban tocando su clarinete al lado de su madre mientras se quema su casa.
La circularidad que surge a raíz de la narración de las historias, que encierran un contexto por demás conocido por Ángeles, dan por resultado todo lo que esta película a recogido en su andar por festivales, en los que no sólo ha encontrado reconocimiento por la crítica, sino que además el público reconoce el valor por retratar temas como la enajenación del lugar de origen, la belleza del amor en toda su expresión y cortar raíces que nuestros ascendientes dejaban prosperar como el machismo o el abuso sexual; sino que también, la película se vuelve en automático en una obra universal que me parece, debería verse como el cine mexicano que se debe divulgar, compartir, dialogar. Estos trabajos no sólo son voz en sí de la obra de una directora, sino que se vuelven punta de lanza para directores que buscan contar sus historias, más que simplemente hacer cosas para un reconocimiento ajeno al de sus raíces o sus ideales personales.
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