Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

martes, 27 de agosto de 2019

El sueño del Mara'akame y La Casa más grande del mundo.





El sueño del Mara'akame.
Esta es una de esas películas de las que no sé si es o porque se ha hablado mucho de ella, o te la recomiendan mucho, o has leído que es muy buena; te haces una idea respecto a ella antes de verla, se eleva el hype, pero al final simplemente no es lo que esperabas.

No quiero decir con esto que la película no sea buena, no esté bien hecha o no me haya gustado, hay muchas cosas que bien yo podría destacar, pero otras quizá no tanto. El distintivo más importante a mi parecer sería el hecho de que la película está hablada casi en su totalidad en huichol, se le da una importancia muy digna a la lengua, que es destacable. El importante hecho de que para la cultura wirikuta los sueños son primordiales para entender su entorno y su realidad también es muy digno de retratar, pero mi problema viene con todo lo demás.

Todo lo referente a la cultura wirikuta me parece no se le da una continuidad de importancia en la trama, lo del peyote se menciona a mi parecer de manera muy superficial, no se le da la importancia que tiene para la cultura huichol, una de las ceremonias de la que uno es participe (en la que realizan en la ciudad, en la que es iniciado Nieri es más atinada) también me parece no se le da la importancia que debería y es meramente muy pobre la representación. Otro tema que me parece no es muy crítico el director y que bien hubiera sido de gran importancia es el peligro que se corre en la tierra sagrada de los huicholes que se ve amenazada por codicia de empresas mineras trasnacionales, al final de la película se nos muestra que esta sería la denuncia más importante de la película, pero la verdad es que en el desarrollo y la trama de la misma no hay importancia alguna, o no es para nada una de los problemas que rigen.

Los que si rigen, pero que a mi parecer tampoco conectan de manera eficaz, es la amenaza que viven los jóvenes de los que depende que su cultura viva, o se dejan seducir por otras culturas y tentaciones del tercer mundo, y el hecho de como ya sea por el poco apoyo que hay para el campo, o la tentación de las comodidades de la ciudad, mucha gente de estos lugares se alejan de su entorno y se ven transformados en otras personas.

El desenvolvimiento y desarrollo de la trama está bien, pero no hay nada a mi parecer de una propuesta destacable, o sea: la puesta es muy básica, la historia incluso es por momentos predecible.

Pero aún así sin ser una gran película, es loable el intento y como lo digo, se reconoce la valía de hacer una película que por momentos se ve más que maravillosa, como en toda la parte en que se retrata el entorno natural y la vida cotidiana de la tierra wirikuta, aunque en otros momentos he de reconocer que la fotografía pierde su foco, por momentos se nota es involuntario [lo que a mi parecer resulta imperdonable] y por otros creo es para tomar cierta importancia a otros elementos o detalles que quizá en su momento no lo entendemos hasta tiempo después, pero jamás resultan del todo entendibles porque jamás se nos dice el significado de todos los simbolismos de esta cultura, quizá para quien conozca la cultura mas de cerca los entenderá y esto lo verá plausible, pero habría que tomado la molestia el director de pensar en el espectador colectivamente.

Si en algo puede colaborar para acercarnos más a las comunidades indígenas y hacer que nos involucremos un poco en ellas y conocer lo que en su momento fue el verdadero yacimiento rico de personas y creencias en nuestro país antes de ser colonizados, me parece bien, para eso es el cine, tampoco hay que pedirlo todo en la boca, y aunque tiene cierto trato de documental, este no lo es.



La casa más grande del mundo.
película del 2015 de las directoras Ana V. Bojórquez y Lucia Carreras (la segunda más conocida por ser la directora de Tamara y la catarina, del año 2016, su película más reconocida, y guionista de un par de películas bastante prestigiadas como lo son La Jaula de Oro de Diego Quemada-Díez, y Año Bisiesto de Michael Rowe), esta película méxico-guatemalteca, nos narra luego de una introducción breve donde se nos presenta a las que son las tres actrices protagónicas y el rol de cada una no sólo en la película, sino en la vida; vemos el viaje que hace una niña de 11 años en los altiplanos de Guatemala en un lugar alejado de la civilización cuando por primera vez saca a comer a las ovejas de la familia, y como en el viaje se enfrenta a lo que se enfrenta cualquier niño en su situación: el juego, la carga que se vuelve una responsabilidad que no es hecha para su persona, las malas decisiones que se pueden tomar por ocultar un suceso, el miedo a lo desconocido, la culpa, la confianza, la gratitud, todo esto se muestra de una manera u otra a lo largo de su viaje, un corto viaje de poco más de 70 minutos y en el que uno va sintiendo la empatía por ella y las otras dos mujeres en su vida.

El retrato creado por las dos cineastas me parece más que agradable y digno. Para empezar la figura que tiene la mujer en cada etapa de su vida y los roles e importancia que tiene cada uno que no hace que se vea opacado para nada o uno se decline por una. La sabiduría de la abuela, la fuerza de la madre y la valentía de la niña, nos hace creer en un mundo en el que la mujer es autosuficiente y no necesita más que el apoyo de otra, aunque el apoya también venga por parte de figuras masculinas en determinado momento.

Enriquecedora también la forma en que muy atinadamente las directoras retratan el viaje hecho por la niña, generalmente vemos tomas fijas en la que la acción viene a presentarse enfrente de ellas, y esta no va en busca de la trama, las pocas tomas que no son fijas se resuelven con movimientos muy sutiles, que ayudan a crear intimidad con la historia y la figura de la niña.

Interesante sería el saber si la figura de la amiga tenga algo que ver en la relación entre las dos cineastas en la que quizá alguna fue la que hizo el viaje que seguro emprende todo largometraje de esta envergadura, y la otra fue el apoyo hasta determinado momento.

La fotografía más allá de la cuestión técnica de como se encuadra es por demás admirable, la luz, los efectos de la neblina, todo es sobresaliente.

Entre los productores encontramos nombres como el de Epigmenio Ibarra y Jorge Ramirez-Suiarez, lo cual nos debe decir mucho sobre la calidad del trabajo.

Al igual que en El sueño del Mara'akame, es de gran admiración que se haya utilizado el idioma natural de la región que se retrata (como lo es en esta parte de Guatemala donde se habla maya mam) y que en este caso va la riqueza de la película más allá de eso, y la valía que tiene que en tan poco tiempo la película sea tan contundente en su relato que con música muy adecuada, que hubiera conectado de igual manera las emociones que conecta transmite la película si la música no hubiera estado, y con un cine contemplativo tan digno como para competir con la película que ustedes me mencionen de este estilo, y vaya que si a mi me fascina esta clase de cine.

A diferencia de en El sueño del Mara'akama, ya para terminar; en donde la puesta me parece básica, pero ambiciosa sin llegar a ser atinada, en La casa más grande del mundo, la puesta es sencilla, pero logra proyectar emociones y transmitir lo que se buscaba de una manera sutil y bella.


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