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miércoles, 15 de septiembre de 2021

Los amores postmodernos: cada vez nos vamos pareciendo más a nuestros personajes.





Hay críticos de cine en pleno siglo XXI que, cuando se encuentran con una película que no da evidencia de montaje, o que dejan la cámara fija sólo haciendo registro de lo que pasa frente a esta y lo que los personajes explotan en la escena, o que no hay evidencia de la mano del realizador en la edición en postproducción, creen que eso no es cine. Para mí es imposible concebir el cine sin la mano de su realizador, no existe tal cosa, la diferencia está en percibir y encontrar la mano del realizador, aunque esta se empeñe en no ser vista como las manos de un mago efectuando un truco, ya sea en el guion, durante el rodaje, o en la postproducción, siempre hay un montaje que el realizador está efectuando, y nosotros como espectadores, nos guste o no el resultado final, estamos ante su truco.


Escribir sobre Andrei Maldonado y sus trabajos, siempre es escribir, y me alegra que así sea, sobre vanguardia. En muchos sentidos, el trabajo de Andrei se ha vuelto el portavoz de un movimiento de contracultura cinematográfica en Durango. Una propuesta única que rige la fuerza de un realizador que se sujeta y somete sólo a lo que su ente creador le pide, y no lo que el status quo, el mercado o el espectador piensa o cree como cinematográfico. Sobre todo, escribir sobre trabajo de Andrei Maldonado, es escribir sobre él.

"Los amores postmodernos" es el último trabajo realizado por el cineasta duranguense, un mediometraje de casi 36 minutos en el que se aleja aún más de las narrativas convencionales a las que el cine comercial e industrial nos tienen acostumbrados, un ejercicio por demás interesante sobre estudio de personaje, en el que se asoman bastante peculiaridades que a mí me llaman poderosamente la atención y que quiero desmenuzar en este ejercicio escrito que busca ser más que una crítica o análisis.

El trabajo nos muestra a varias actrices (profesionales y no profesionales) decir el mismo diálogo, podemos ver a todas interpretar las líneas que Andrei les hizo llegar como si estuvieran haciendo un casting. Vemos como cada actriz se adueña del personaje a su manera, ya sea por el tono de voz, por la caracterización, por el diseño de producción, por la fuerza de su mirada, o por las peculiaridades entorno a los ruidos de fondo. Cada una de las cenicientas tiene un toque, y Andrei lo explota de manera muy peculiar y aparentemente sin control, pero me parece que el control lo tiene Andrei aunque no se perciba.

Es evidente que la forma en que monta cada uno de los monólogos no es al azar, Andrei los pone de tal manera para que el mediometraje vaya generando una fuerza en el espectador, hay una correcta forma de hacer el corte entre uno y otro. Cada actriz, como ya lo he mencionado, da al personaje cierto matiz y cierto brillo que lo hace atractivo, aunque evidentemente algunas brillan más que otras, de ahí que al juego se le sume la repetición y la doble aparición de algunas, ya sea de la misma manera o de manera distinta. Incluso me atrevería a decir que Andrei nos suma aún más a este truco, pues bien se podría decir mucho de nosotros de acuerdo a cual de los monólogos elegimos como el que más nos gusta.

Hay nuevamente una preponderancia en el trabajo de Andrei de enaltecer y capturar la figura femenina tan latente en sus trabajos, pero en este es me parece muy simbólica y significativa, pues no sólo vemos a un sin fin de mujeres caracterizando a un personaje femenino cualquiera (en esto me recuerda mucho el trabajo de Andrei al de "La princesa de Francia" de Matías Piñeiro) sino que es un personaje que Andrei ya había utilizado en uno de sus trabajos más importantes, "Cenicienta rota" del 2013, lo cual nos hace ver que, Andrei no sólo hace un trabajo innovador y fuera del esquema sólo por la inquietud creadora en él, sino que además da una especie de noción de la que para él representa su paso en el espectro cinematográfico de la región, lo importante que es voltear para atrás y ver lo que éramos, también quizá la nostalgia de lo que fue hacer algunos de nuestros trabajos con personas y personajes muy importantes y significativos en nuestra vida (aquí un paréntesis para hablar que la primera cenicienta fue la joven y distinguida actriz Alejandra Castañeda, y que en "Los amores postmodernos" Andrei logra tener a la muy distinguida actriz Iliana Donatlán entre el cast), y sin lugar a dudas, hay un manifiesto de lo mucho que nos vamos pareciendo a nuestros personajes.

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