Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Lado A: autumn en el cono sur, primera parte.


Era una tarde de abril, el sol estaba exquisito y el viento soplaba fuerte en... Creo que esta ocasión no mencionaré el lugar en donde se llevaba la conferencia de la presentación de mi libro, en primer lugar porque no me creerían, pensarían: "miren, una vez más el escritor frustrado está idealizando". Y en segundo lugar, porque cómo era posible que una vez más la vida de Jesse y la mía tuvieran un paralelismo tan similar. Entonces ahí estaba yo, viendo a la gente que estaba en la presentación y escuchando todas las cosas increíbles que hablaba el presentador sobre mi. Y fue entonces que, de la nada, justo mientras presenciaba lo que toda mi vida había soñado, vino a mi mente el recuerdo más feliz que había tenido en toda mi vida: aquellos seis increíbles meses que viví de okupa con aquella chica todosanteña en la ciudad de La Paz. Había soñado toda mi vida con este día, el día en que se me reconocería como un escritor, y me daba cuenta que no era ni la mitad de feliz de lo que había sido en aquellos meses. Todos Santos no era una comunidad muy grande, seguro no tardaría mucho en encontrarla.


Había llegado directo al hotel sin prácticamente mirar nada a través de la ventanilla del taxi, iba inmerso en mi música y en el libro en turno que estaba leyendo, no había querido engatusarme con las luces de la ciudad como en un sin fin de películas lo había hecho, enamorarme de una ciudad por películas que había visto era algo que se me daba muy frecuentemente, de hecho este viaje nació precisamente por esto: una película.

No por el hecho de que yo estuviera haciendo una película, a lo más que aspiraba yo a ser era a escribir para un pequeño periódico de la ciudad donde vivía, yo de creador no tenía nada, lo mio era imaginar, idealizar; yo, el idealizador. Happy Together de Wong Kar Wai era la película que había hecho que desde los 20 años quisiera conocer alguna vez Buenos Aires, y hoy 10 años después por fin había culminado este sueño. Pero no quería que mi primera impresión de la ciudad fuera a través de la ventana de un taxi, no quería una impresión como la de Eve y Adam en Only Lovers Left Alive de Jim Jarmusch, o como la de Bob Harris en Lost In Translation, que si hubiera sabido que Tokyo no era sólo luces, sino que era pasar la noche en un antro hablando con gente en un idioma diferente al suyo, tener una pelea con metralletas, cantando en un karaoke, pasándola con una chica mucho más joven que él, una de las mejores noches de fiesta dentro del cine. Si Bob Harris hubiera sabido eso, no hubiera ido haciendo esa cara de cansancio emocional en el taxi mientras miraba y conocía las luces de esa ciudad.

Pero ahora yo estaba en Buenos Aires, bajo el impulso y la influencia que siempre ha tenido sobre mi el cine. Me ponía a pensar de que manera influía el cine sobre mi persona y he de comentar que desde que tengo uso de memoria ha influido de muchas maneras: en la forma en que idealizo mis citas cuando salgo con alguna chica, alguna caminata, como empezaba a abordar algún tema: "yo, el idealizador", aunque eso de salir con chicas hoy día no es muy recurrente si he de ser honesto. También estaba el cine en algunas de las frases que digo a mis amigos en algún determinado momento en nuestras habituales pláticas, por el hecho de haber visto una situación similar en alguna película, todo el tiempo aplicaba lo aprendido en el cine. Y no era como que quisiera apropiarme de estas ideas o momentos, todo el tiempo revelaba la fuente de mi inspiración, porque todo el tiempo se cuestionaba a mi ingeniosidad, pero el conocimiento es para repartirse, aunque seguro que de cada cien personas a las que recomendaba alguna película o algo por el estilo, sólo dos personas atendían lo compartido, así es cuando uno habla de las cosas que le llenan el alma. Mientras iba en el taxi me negaba a ver la ciudad, como ya lo he dicho, de modo que había llegado al hotel después de pagar al taxista, un hombre bastante amable, con algo de barriga y pelo grisáceo, que llevaba una boina como la mía pero de distinto color, la mía era azul, como el vestido de Ilsa, la de él, gris, como el uniforme de los alemanes. Subí a mi habitación, dejé mis maletas y decidí salir a caminar por la ciudad.

Decidí hacer una primera caminata tomando hacia la izquierda por la calle del hotel, caminaría unas cuantas cuadras sin desviarme, aún no conocía la ciudad, de modo que girar podía ponerme en una situación inesperada, y si bien eso le hacía falta a mi vida, y por eso había hecho este viaje; eso lo dejaría para otro día, ahora sólo quería ver la ciudad, respirarla, ver los rostros de su gente, sólo serían unas horas, el hotel estaba justo en el centro, se llama Esplendor, ¿qué me podría pasar en una caminata tan corta?




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