Aquel que dijo el conocido dicho: "Nadie es profeta en su tierra", definitivamente se hubiera retractado de haber conocido la figura y obra del autor y realizador Andrei Maldonado.
He
querido escribir, si usted así lo quiere ver, a manera de homenaje (porque soy
de los de la idea que los homenajes se deben hacer en vida), tanto de la obra
como de la persona de mi buen amigo Andrei, que celebra sus diez años en el
quehacer cinematográfico, y que me parece es más que pertinente hablar de su
obra como autor y realizador, más allá de los lazos de amistad que menciono
tener con él, y de los comentarios que en este texto se vayan a generar.
Andrei
pertenece a una generación de realizadores que hace más o menos diez años
empezaron a realizar cortometrajes desde sus limitaciones técnicas, pero con
historias, discursos y narrativas muy propias y notables, aún con las
referencias que se asoman en todo realizador novel. Una segunda generación
dorada de realizadores duranguenses después de, por supuesto, la generación más
notable del cine realizado en Durango por duranguenses: los superocheros de los
70's, con la figura de Juan Antonio de la Riva como el más notable de estos,
pero no el único.
Algunos
de los nombres más destacados son Iván Santillán, Fernanda Simental, Deniss
Barreto, Pamela Velázquez, Eric Villa, Miguel Almonte, David Rodríguez, Juan
José Hinojosa, entre otros realizadores de los que la gran mayoría aún siguen
en activo, tanto dentro como fuera del estado. Pero me parece que la obra de
Andrei tiene un distintivo especial y particularidades sobresalientes en más de
un sentido que me gustaría explorar en este texto.
Su
obra comprende diez cortometrajes, un cinemimuto y un largometraje documental,
y no creo sea necesario a estas alturas hacer un análisis detallado de cada uno
de ellos. Con excepción de su primer trabajo, el resto son producidos por él
mismo bajo el sello de sus dos productoras: Persiguiendo Palomas Films y
Del-Fin del Mundo Producciones; algunas de estas son coproducidas con Dácrima
Phoinix y Cinéfagos Editorial. Esta obra es tan rica y prolífica que hace un
poco difícil encontrar, esos hilos conductores que le permitan ostentar el
adjetivo de autor y no sólo el de realizador, pero por supuesto que los hay, y
son varios.
Quizá
el más significativo de todos, el que se nota a todas luces, y el que yo
destaco como el gran hilo conductor; es el retratar de alguna manera a esas
figuras, ya sean personas, expresiones artísticas o lugares; que él admira,
conoce, ama. Podríamos empezar por la figura de Pancho Villa, un personaje de
nuestra ciudad por el que Andrei siempre muestra gran devoción, de ahí que su
debut cinematográfico se diera con el trabajo universitario Mi General,
que le ostentó un reconocimiento en el Festival Latinoamericano de Cine Universitario
en Colombia en 2011.
La
literatura también está muy presente en su filmografía, podemos encontrar
letras y obras de grandes escritores como Charles Bukowski (en Dancing with
the dolphin, uno de mis cortometrajes favoritos no sólo de él, sino de
todos los que he visto en mi vida), o en forma de referencia, ya sea por el
simple título o por algunas frases, como a Heidy Cásarez o Alejandro
Jodorowsky.
La
figura de la mujer también es parte fundamental en su filmografía, vino desde
los principios de su obra, y así se ha mantenido, al grado de decir que sus
cortometrajes más potentes y comentados, como Alicia (tengo la suerte de
conocer también gran parte de su obra literaria más allá de lo que hace con
Cinéfagos, y entre esa obra pude leer su novela inédita “10 días”, obra en la
que también hay una presencia femenina notable, y cuyo nombre del personaje
principal femenino también empieza con la letra "A") son en los que
ellas dan la fuerza central. Su obra
tiene lazos y guiños notables a la obra de varios directores, por un lado,
David Cronenberg, Lars Von Trier y David Lynch, y por el otro, Jean Luc Godard
y Jonas Mekas.
Otro
gran distintivo en la obra de Andrei es el amor que profesa siempre a la ciudad
de Durango, de una u otra forma hace saber el lugar donde se ubican las
historias, con pequeños homenajes al estilo puro de Juan Antonio de la Riva,
pues no siempre son tan literales. Podríamos partir mencionando al cortometraje
El curro sin puente, un cortometraje basado en la leyenda "El curro
del puente negro", pero llevado a la actualidad, ya sin puente, y con los
duranguenses olvidando cada día más sus historias. Ligado a este último
distintivo, hay una peculiaridad en varios trabajos de Andrei, y esta es que
muchas de las locaciones que él utilizó para filmar poco tiempo después fueron
cerradas, derribadas, o remodeladas, esto convierte en automático a su obra en
memoria audiovisual de la historia de nuestra ciudad.
Otro
gran punto a destacar en la obra de Andrei es la gran selección que hace del
soundtrack, que da una personalidad muy particular a sus cortometrajes, se nota
casi en automático solo con escuchar algunas canciones, o la música original
compuesta para estos, que vamos a ver un cortometraje de Andrei Maldonado, y
esto se debe a que suele tener a dos destacados compositores como
colaboradores: Ziguryha y Alexis Lovegood.
Y
tocado el punto de los colaboradores, con la única excepción de Mi General,
que de alguna manera fue una producción más grande y con más gente, el resto de
sus trabajos son hechos con equipos de producción muy pequeños, y con
frecuentes colaboradores como Fabiola González, el también realizador Eric
Villa, y la actriz Alejandra Castañeda. Otro elemento que Andrei tiene presente
en algunos de sus trabajos son los viajes, los viajes como detonantes de
cambio, aunque por supuesto estos cambios jamás sean literales, sino donde
radicaría la magia del director, estos siempre se dan entre líneas.
Esto
se muestra tanto en Deriva, largometraje documental que montó con
grabaciones que registró Eric Villa en su cámara en una serie de viajes que
realizó, y en Latitud 33°S Longitud 70°O, en el que por un lado muestra
su amor por Chile, y por el otro, su amor y su unión con la música, quizá en la
misma intensidad que profesa su pasión por la actuación, pues en más de una
ocasión se ha mostrado en sus cortometrajes, incluso de manera muy personal,
como en el extraordinario Blanco, Polar, Radiante; donde aparece tal y
como es, exponiendo parte de su vida.
Sus
temas y personajes son muy diversos, generalmente se centran, muestran y
retratan a seres trastornados que buscan explicaciones a sus interrogantes
filosóficas. Hay un alto grado de existencialismo en estos personajes
cotidianos que son solitarios y se aíslan a los confines de la conciencia o la
exploración del arte (como se muestra en Waterroom, un cortometraje que
tiene similitudes con el cortometraje que hizo David Cronenberg para
"Chacun son cinéma", y cuya premisa no está muy alejada de nuestra
realidad hoy día) que da pie a un trabajo muy profundo de las conductas
psicológicas del ser humano y la percepción de su sentir, y de alguna manera
los vemos transformarse, desde el pensamiento mismo, y las decisiones fatídicas
que muchas veces toman con tal de alcanzar un sueño.
Y como
conclusión, más allá de los reconocimientos que ha recibido, o que sus trabajos
se han visualizado en importantes festivales como el Festival del Nuevo Cine
Mexicano de Durango, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el
Vancouver Latin American Film Festival (en este último, con el cortometraje Hiroshima,
filmado en 16mm con la técnica estenopeica); me parece que el punto que une y
amalgama a todo lo antes mencionado, y que denota a Andrei como el gran autor,
y además el ser cinéfago que tiene y que le da esta aura distintiva entre los
demás realizadores de su generación en esta parte geográfica del país, que yo
bien podría mencionar que es portador de un alma vieja que comparte genio con
grandes de la cinematografía como Luis Buñuel: es que su cine de libre
narrativa, experimental y jamás encasillado, aun con los hilos conductores ya
mencionados, crearon una forma distintiva y única de hacer cine en Durango, una
pieza vital de la nueva ola de cineastas duranguenses, y que por supuesto ha
sido influencia para los nuevos realizadores de la ciudad, como quizá lo es su
servidor.
Y
vuelvo a mencionar la importancia del autor sobre el realizador, pues si bien
un realizador puede hacer y narrar un cortometraje a la perfección, sea la
historia que sea, el autor siempre deja un indicio, ya sea literal y evidente,
o no, de su persona, de sus pasiones, de su ojo y mano, y eso muchas veces vale
más aunque la ejecución no sea perfecta, eso es algo que me enseñó precisamente
Andrei.
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