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lunes, 14 de septiembre de 2020

Andrei Maldonado. Autor de cine en Durango.

 


Aquel que dijo el conocido dicho: "Nadie es profeta en su tierra", definitivamente se hubiera retractado de haber conocido la figura y obra del autor y realizador Andrei Maldonado.

He querido escribir, si usted así lo quiere ver, a manera de homenaje (porque soy de los de la idea que los homenajes se deben hacer en vida), tanto de la obra como de la persona de mi buen amigo Andrei, que celebra sus diez años en el quehacer cinematográfico, y que me parece es más que pertinente hablar de su obra como autor y realizador, más allá de los lazos de amistad que menciono tener con él, y de los comentarios que en este texto se vayan a generar.

Andrei pertenece a una generación de realizadores que hace más o menos diez años empezaron a realizar cortometrajes desde sus limitaciones técnicas, pero con historias, discursos y narrativas muy propias y notables, aún con las referencias que se asoman en todo realizador novel. Una segunda generación dorada de realizadores duranguenses después de, por supuesto, la generación más notable del cine realizado en Durango por duranguenses: los superocheros de los 70's, con la figura de Juan Antonio de la Riva como el más notable de estos, pero no el único.

Algunos de los nombres más destacados son Iván Santillán, Fernanda Simental, Deniss Barreto, Pamela Velázquez, Eric Villa, Miguel Almonte, David Rodríguez, Juan José Hinojosa, entre otros realizadores de los que la gran mayoría aún siguen en activo, tanto dentro como fuera del estado. Pero me parece que la obra de Andrei tiene un distintivo especial y particularidades sobresalientes en más de un sentido que me gustaría explorar en este texto.

Su obra comprende diez cortometrajes, un cinemimuto y un largometraje documental, y no creo sea necesario a estas alturas hacer un análisis detallado de cada uno de ellos. Con excepción de su primer trabajo, el resto son producidos por él mismo bajo el sello de sus dos productoras: Persiguiendo Palomas Films y Del-Fin del Mundo Producciones; algunas de estas son coproducidas con Dácrima Phoinix y Cinéfagos Editorial. Esta obra es tan rica y prolífica que hace un poco difícil encontrar, esos hilos conductores que le permitan ostentar el adjetivo de autor y no sólo el de realizador, pero por supuesto que los hay, y son varios.

Quizá el más significativo de todos, el que se nota a todas luces, y el que yo destaco como el gran hilo conductor; es el retratar de alguna manera a esas figuras, ya sean personas, expresiones artísticas o lugares; que él admira, conoce, ama. Podríamos empezar por la figura de Pancho Villa, un personaje de nuestra ciudad por el que Andrei siempre muestra gran devoción, de ahí que su debut cinematográfico se diera con el trabajo universitario Mi General, que le ostentó un reconocimiento en el Festival Latinoamericano de Cine Universitario en Colombia en 2011.

La literatura también está muy presente en su filmografía, podemos encontrar letras y obras de grandes escritores como Charles Bukowski (en Dancing with the dolphin, uno de mis cortometrajes favoritos no sólo de él, sino de todos los que he visto en mi vida), o en forma de referencia, ya sea por el simple título o por algunas frases, como a Heidy Cásarez o Alejandro Jodorowsky.

La figura de la mujer también es parte fundamental en su filmografía, vino desde los principios de su obra, y así se ha mantenido, al grado de decir que sus cortometrajes más potentes y comentados, como Alicia (tengo la suerte de conocer también gran parte de su obra literaria más allá de lo que hace con Cinéfagos, y entre esa obra pude leer su novela inédita “10 días”, obra en la que también hay una presencia femenina notable, y cuyo nombre del personaje principal femenino también empieza con la letra "A") son en los que ellas dan la fuerza central.  Su obra tiene lazos y guiños notables a la obra de varios directores, por un lado, David Cronenberg, Lars Von Trier y David Lynch, y por el otro, Jean Luc Godard y Jonas Mekas.

Otro gran distintivo en la obra de Andrei es el amor que profesa siempre a la ciudad de Durango, de una u otra forma hace saber el lugar donde se ubican las historias, con pequeños homenajes al estilo puro de Juan Antonio de la Riva, pues no siempre son tan literales. Podríamos partir mencionando al cortometraje El curro sin puente, un cortometraje basado en la leyenda "El curro del puente negro", pero llevado a la actualidad, ya sin puente, y con los duranguenses olvidando cada día más sus historias. Ligado a este último distintivo, hay una peculiaridad en varios trabajos de Andrei, y esta es que muchas de las locaciones que él utilizó para filmar poco tiempo después fueron cerradas, derribadas, o remodeladas, esto convierte en automático a su obra en memoria audiovisual de la historia de nuestra ciudad.

Otro gran punto a destacar en la obra de Andrei es la gran selección que hace del soundtrack, que da una personalidad muy particular a sus cortometrajes, se nota casi en automático solo con escuchar algunas canciones, o la música original compuesta para estos, que vamos a ver un cortometraje de Andrei Maldonado, y esto se debe a que suele tener a dos destacados compositores como colaboradores: Ziguryha y Alexis Lovegood.

Y tocado el punto de los colaboradores, con la única excepción de Mi General, que de alguna manera fue una producción más grande y con más gente, el resto de sus trabajos son hechos con equipos de producción muy pequeños, y con frecuentes colaboradores como Fabiola González, el también realizador Eric Villa, y la actriz Alejandra Castañeda. Otro elemento que Andrei tiene presente en algunos de sus trabajos son los viajes, los viajes como detonantes de cambio, aunque por supuesto estos cambios jamás sean literales, sino donde radicaría la magia del director, estos siempre se dan entre líneas.

Esto se muestra tanto en Deriva, largometraje documental que montó con grabaciones que registró Eric Villa en su cámara en una serie de viajes que realizó, y en Latitud 33°S Longitud 70°O, en el que por un lado muestra su amor por Chile, y por el otro, su amor y su unión con la música, quizá en la misma intensidad que profesa su pasión por la actuación, pues en más de una ocasión se ha mostrado en sus cortometrajes, incluso de manera muy personal, como en el extraordinario Blanco, Polar, Radiante; donde aparece tal y como es, exponiendo parte de su vida.

Sus temas y personajes son muy diversos, generalmente se centran, muestran y retratan a seres trastornados que buscan explicaciones a sus interrogantes filosóficas. Hay un alto grado de existencialismo en estos personajes cotidianos que son solitarios y se aíslan a los confines de la conciencia o la exploración del arte (como se muestra en Waterroom, un cortometraje que tiene similitudes con el cortometraje que hizo David Cronenberg para "Chacun son cinéma", y cuya premisa no está muy alejada de nuestra realidad hoy día) que da pie a un trabajo muy profundo de las conductas psicológicas del ser humano y la percepción de su sentir, y de alguna manera los vemos transformarse, desde el pensamiento mismo, y las decisiones fatídicas que muchas veces toman con tal de alcanzar un sueño.

Y como conclusión, más allá de los reconocimientos que ha recibido, o que sus trabajos se han visualizado en importantes festivales como el Festival del Nuevo Cine Mexicano de Durango, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el Vancouver Latin American Film Festival (en este último, con el cortometraje Hiroshima, filmado en 16mm con la técnica estenopeica); me parece que el punto que une y amalgama a todo lo antes mencionado, y que denota a Andrei como el gran autor, y además el ser cinéfago que tiene y que le da esta aura distintiva entre los demás realizadores de su generación en esta parte geográfica del país, que yo bien podría mencionar que es portador de un alma vieja que comparte genio con grandes de la cinematografía como Luis Buñuel: es que su cine de libre narrativa, experimental y jamás encasillado, aun con los hilos conductores ya mencionados, crearon una forma distintiva y única de hacer cine en Durango, una pieza vital de la nueva ola de cineastas duranguenses, y que por supuesto ha sido influencia para los nuevos realizadores de la ciudad, como quizá lo es su servidor.

Y vuelvo a mencionar la importancia del autor sobre el realizador, pues si bien un realizador puede hacer y narrar un cortometraje a la perfección, sea la historia que sea, el autor siempre deja un indicio, ya sea literal y evidente, o no, de su persona, de sus pasiones, de su ojo y mano, y eso muchas veces vale más aunque la ejecución no sea perfecta, eso es algo que me enseñó precisamente Andrei.


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