Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

martes, 29 de marzo de 2022

Nudo Mixteco, o los tres regresos a San Mateo.





El cine de los pueblos originarios hasta hace algunos años no dejaba de ser un cine que era atractivo, más que nada, para los festivales europeos, más que por sus formas, por sus fondos tan ajenos a sus muchas veces cómodas realidades. La mayoría de la crítica y la audiencia en esos países veían a estas obras como curiosas y exóticas, y la razón por la que se les catalogaba de esta manera era, la mayoría de las ocasiones, (salvo contadas excepciones, tanto por la obra en sí, como por la lectura más profunda que algunos críticos lograban dar a las obras) era porque los retratos que se hacían de estas historias estaban contadas por directores que eran completamente ajenos a esos conceptos; no sólo porque no conocieran o comprendieran estas historias, o por querer acomplejar a través de una visión privilegiada que ellos tenían; sino porque muchos desconocían totalmente el contexto en el que vivían estas personas. Pero de unos años para acá esto ha ido cambiando, no sólo por el hecho de que cada día mas, el público ha educado su visión universal del cine, sino porque las personas que son parte de este grupo de personas, han empezado a contar sus historias, a base de ir picando piedra durante años, desde los diferentes departamentos del quehacer cinematográfico, pero también por su afán y el deseo de querer ver en la pantalla una digna muestra y representación de lo que son ellos, y no lo que los demás queremos ver que son ellos.

"Nudo mixteco" de la realizadora Ángeles Cruz es un claro ejemplo de lo que vendría a ser el cine de pueblos originarios que representa no sólo dignamente los valores y el valor de estas personas en nuestro sector cultural y social en nuestro país, sino que también es un digno ejemplo de cine de calidad y de la diversificación de su cine, me atrevo a decir que este es el mejor trabajo de la realizadora.


La película nos muestra la vida de tres personas originarias de San Mateo en su retorno al que algún día fue su hogar, pues si bien para los que conocemos el vivir fuera del lugar donde nacemos, y que jamás uno se desprende del todo de su hogar, este deja de ser nuestro hogar presencial. María (Sonia Couoh) que regresa al entierro de su madre, Esteban (con un más que soberbio Noé Hernández) que regresa con su familia después de tres años de ausencia por tenerse que ir a trabajar a los Estados Unidos, y Toña (Myriam Bravo) que regresa al saber que su hija no quiere comer. El regreso de los tres, aunque se da al mismo tiempo, y aunque sus historias no están ligadas en sí, si tienen puntos en común, uno por sobre todas las cosas: el retorno nos presenta el por qué de su decisión de partir, y las consecuencias de ello.


Además de lo ingenioso y versátil de la puesta, dando y pasando una y otra vez por las situaciones que se viven en estos pueblos, cada una desde la historia de los tres personajes principales, que si bien a ratos nos pudieran parecer jocosas a los que no conocemos los usos y costumbres de estos lugares, hay un gran valor a mi parecer de la directora por tocar temas que pudieran parecer escandalosos para algunos, pero que me parece nos dan una cosa por sentada: no somos tan diferentes los de aquí a los de allá. Hay un retrato sin real de las costumbres, sin prejuicio, o que se encasillen como buenas y malas; tanto de las folclóricas y que nos hacen que veamos tan llamativos no sólo a estos lugares, sino también a sus personas, pero también retrata esas viejas e insanas costumbres que se deberían erradicar. Hay escenas que rayan no sólo en la perfección, sino que también además resultan ser hermosas, como el encuentro entre María y Piedad en su casa de esta, como la de Esteban tocando su clarinete al lado de su madre mientras se quema su casa.

La circularidad que surge a raíz de la narración de las historias, que encierran un contexto por demás conocido por Ángeles, dan por resultado todo lo que esta película a recogido en su andar por festivales, en los que no sólo ha encontrado reconocimiento por la crítica, sino que además el público reconoce el valor por retratar temas como la enajenación del lugar de origen, la belleza del amor en toda su expresión y cortar raíces que nuestros ascendientes dejaban prosperar como el machismo o el abuso sexual; sino que también, la película se vuelve en automático en una obra universal que me parece, debería verse como el cine mexicano que se debe divulgar, compartir, dialogar. Estos trabajos no sólo son voz en sí de la obra de una directora, sino que se vuelven punta de lanza para directores que buscan contar sus historias, más que simplemente hacer cosas para un reconocimiento ajeno al de sus raíces o sus ideales personales.

jueves, 24 de marzo de 2022

Licorice pizza: el mismo amor, todas las veces que sea necesario. (o un PT Anderson mirando hacia atrás)





Dice el dicho que para que un amor sea perfecto debe ser inconcluso, pero algo es irrefutable: uno necesita en la vida esos amores que, aunque no duran toda la vida en el plano de pareja, suelen ser reales para siempre, le dan sentido a la vida, y a las cosas que vivimos, las cosas que amamos y que hacemos, y que nos van formando para ser las personas que somos. De eso y mucha nostalgia setentera va el más reciente, personal y sencillo filme del siempre espléndido director californiano PT Anderson.


La forma más compacta de sintetizar la trama de esta película es que vemos el inicio y el desarrollo de la relación entre Alana y Gary hasta que se hacen novios. Ella, una chica de 25 años que se cuestiona constantemente porque le gusta tanto andar entre Gary y sus adolescentes amigos siempre irreverentes y jugando entre el peligro, mientras trata de hacer cosas que realmente tengan un impacto en la vida, y Gary, un joven de 15 años que después de ser una estrella de la farándula hollywoodense, emprende en varios negocios con tal de estar con Alana, aunque sepa que es una chica inalcanzable, por lo cual no pierde el tiempo en tratar de ligar con chicas de su edad, cuando ambos caen en cuenta de lo que quieren, y dejan de lado las apariencias de lo que pretenden demostrar, es que caen en cuenta que están enamorados el uno del otro.


A diferencia de otras películas contemporáneas que a mi parecer, pretenden rendir homenaje a la vida, a la infancia, o a las vivencias de sus realizadores, como Cuarón con Roma, o Branagh con Belfast; PT no hace ninguna gala de la forma para que su película sea vista por la crítica como una aspirante a premios y reconocimientos (con Sorrentino es un tema diferente, ya que si recurre a la forma, pero es su narrativa de siempre, en cambio Cuarón y Branagh no usan su narrativa como en sus demás películas), acá vemos a una película en toda la extensión de las palabras todo corazón, de ahí que me parece la película ha sido tan abrazada por la crítica, pero muy poco atendida (o quizá esto lo decidió el propio Anderson) y tan fuera de foco de festivales y premiaciones. Es una película tan compacta que muestra con perfecta sencillez la anécdota, y que atiende de sobre manera a recoger con gran realismo a los personajes, y a su época, mostrándose auténtica a las cámaras como las bromas entre la pandilla de amigos de Gary.

La película es justamente comparada con la más reciente obra de Tarantino porque ambas logran retratar me parece de manera muy correcta a esa hollywood llena de estrellas consagradas por los estudios de cine, antes de que se revolucionara a la industria, sólo que la película de Tarantino lo expone desde su interior, el bello retrato que hace PT es desde los suburbios, y al igual que Tarantino, sólo lo hace parte del contexto, no es la obra de a exponer, aunque con Tarantino el contexto obviamente brilla más ya que los personajes principales forman parte de este mundo.

Hay paralelismos más que evidentes con la obra de PT, al menos con la obra de los principios de su carrera, esta es la forma en que aún más se siente no sólo la nostalgia del realizador, sino también su lado personal con la obra, algo que jamás había hecho en sus obras más serias. Podemos ver paralelismos sobre todo con Boogie Nights (los comerciales grabados al concejal Wachs) y Punch-Drunk Love (la carrera del encuentro entre Alana y Gary). Lo personal también viene en el cast, no sólo vemos a una familia en la vida real siendo una familia en la ficción, como lo es la familia de Alana; sino que también vemos a el debutante actor principal Cooper Hoffman siendo dirigido por el hombre que dirigió las que para mí son las mejores películas de su padre, el fallecido y espléndido actor PS Hoffman, con el que me parece hay una referencia directa con su personaje en Punch-Drunk Love y su tienda de muebles.

Pero si debemos de hablar de principales, me parece es pertinente hablar de la que para mí es la protagonista absoluta de Licorice Pizza, Alana Haim. La actuación de esta novel actriz me parece es un descubrimiento más que prometedor, su cara irradia una luz refrescante y rejuvenecedora en la industria, que me parece, no sólo saca el mejor lado de todos los actores que interactuan con ella en pantalla, sino que también crea a partir de su actuación una quimica con Cooper de la que uno muy dificilmente no puede quedarse prendado.

La música en las películas de PT siempre es un aspecto medular, pues no es un director que hace videoclips dentro de la película con piezas popularmente muy reconocidas, sino que las canciones elegidas siempre son envueltas en el mood y en el contexto de la trama de la obra, eso es algo que también referencía a sus primeras obras. Escuchar a The doors o a Nina Simone en la vida y las aventuras, ya sea juntos o separados de esta pareja que se debate entre el enojo y la complicidad, entre el odio y el amor, y que siempre después de una peléa van al rescate del otro, para volver a andar juntos ya sea caminando, corriendo, o emprendiendo otra aventura en forma de negocio, es simplemente hermosísimo.

Haciendo justicia a la película, debo de decir que es una película muy propia, muy hermosa, pero que no resalta mucho entre otras películas de los últimos dos años, no es la mejor de PT, pero seguro que es de sus películas más preciadas personalemnte hablando, y dicho sea de paso, a mi parecer es una de esas películas que tanto le hacen falta a nuestro cine hoy en día, sin moraleja escondida, sin discursos bardos o doble moral implícita; es una película con corazón, y hoy día más que nunca eso es lo que le hace falta al cine, y a los espectadores para volver a creer, y de paso, recordar lo que ha sido su vida, sus amores y sus viejos amigos, y lo que es la vida.

jueves, 17 de marzo de 2022

Tres tristes tigres, de Raúl Ruiz



Dentro de las diez obras esenciales del gran director chileno Raúl Ruiz que presenta la retrospectiva que le dedica el FICUNAM, me permito escribir sobre la ópera prima del director y la única película chilena en toda la extensión de la palabra que presenta el festival.

Película del año 1968, que retrata la vida de diversos personajes de distintos órdenes sociales, pero desde la mirada única con la que contaba este realizador, que desde mi perspectiva es una mirada torcida para bien, y nada convencional que siempre caracterizó al cineasta, con una propuesta visual arriesgada con intensos y duros primeros planos y cámara en mano; centra su foco en la figura de Tito, un personaje que es el eje conductor que sucumbe y muestra la vida del chileno tanto alejado de la realidad de su país, como de los que se aferraban a la idea de un país tan polarizado y cambiante. De alguna manera, y sin que ese fuera el propósito de su película, o no de la manera en que hoy día muchos scineastas politizan sus obras con fines preconcebidos de interés morboso, Ruiz mostró y puso el dedo en la llaga de la realidad chilena, y la división de clases sociales.

Vemos personajes con buena posición económica pero infelices, también están los que son parte de la oligarquía social, y que pretenden hacer lo que quieran, vemos a los que forman parte del gobierno y que son además de personas siniestras y adoctrinados en la ideología imperialista yanqui, lo que ofenden sólo porque pueden hacerlo, los que hacen con su vida lo que pueden y aparentan ser interesantes, y vemos a Tito, la radiografía de un hombre que parece no encajar en ningún lugar, (elemento que a uno lo hace recordar a la cubana Memorias del subdesarrollo del mismo año, de Tomás Gutiérrez Alea) es que vemos como sus arranques de ansiedad, violencia, lo hacen perder el control y dejarse arrastrar por el alcohol y las calles de Santiago, al son de una música más que espléndida.

Tito para nada es una victima, de hecho se le podría catalogar por un ser despreciable que es absorbido por un sistema inseguro, y del cual él mismo es consciente de su situación miserable, de ahí que no se a compleja en dejarse llevar por el momento, sin intención en una primera instancia de detenerse a pensar en las consecuencias de sus actos, igual abandona a un amigo ebrio en la estación, como golpea a su empleador por no llevar a cabo una tarea a tiempo.

Personajes que no hacen nada con su vida, y otros que creen en elefantes blancos, así damos una mirada al Chile antes de lo que años después pasaría con la sociedad de este país, ese oscuro episodio en la historia latinoamericana que hizo que tantos artistas como Ruiz tuvieran que exiliarse, y aún con el hecho de que no era el más comprometido políticamente hablando, pero si el más arriesgado en el plano artístico, sus historias y arte eran un claro opositor para los perpetradores de aquel golpe de estado.

Es interesante ver la lectura que se le puede dar a esta obra del maestro chileno a más de 50 años de su creación, que no fue tan comentada por los espectadores chilenos en su momento, y que incluso hoy día sigue siendo uno de los cineastas menos conocidos y más incomprendidos, a pesar de ser elogiado y reconocido por los conocedores del arte como uno de los más imprescindibles autores, y quizá el más importante de latinoamerica; pero sin duda alguna, el cine de Raúl Ruiz hoy día funge como parte del panorama chileno del último tercio del siglo XX. 

miércoles, 16 de marzo de 2022

Drive my car.





Desde mi percepción, siento que el cine asiático, llámese, surcoreano, tailandés, chino, hongkonés, japonés, etc.; es uno de los cines más libres que hay, sino es que el más, y por ende, para mí es el cine más genuino.

Esta breve introducción para hablar de la que es sin lugar a dudas una de las películas más interesantes del 2021, que ha recogido desde su estreno en Cannes un sinfín de premios en festivales y elogios de la crítica especializada, por supuesto hablo de "Drive my car" de Ryusuke Hamaguchi.

Hablo de cine libre cuando hablo del cine asiático porque suele ser un cine cuya narrativa no se somete a los estándares hollywoodenses más arraigados, si bien en la manufactura hay un por qué de cada cosa, ya en la obra no tiene que haber cosas decantadas o preconcebidas como tal. Las obras de cineastas como Lee Chang-dong, Bong Joon-ho, Hong Sang-soo, Apichatpong Weerasethakul o Bi Gan no lo han dejado muy en claro.

Hacer una sinopsis sobre la película me parece quitaría mucho del encanto de la misma, ya que puede resultar muy confusa escribir sobre ella resumiendo cosas vitales del relato, lo cual me parece acá es vital ver lo que el cine de esta región del planeta hace con la narrativa para apreciar la obra, no se puede separar el fondo de la forma, de ahí que este cine nos de, casi siempre, obras realmente dignas de ver y de comentar.

"Conduce mi carro" es desde mi percepción, historias de personas perdonándose por cosas que no hicieron, personas que más que culpables de cometer alguna falta, son víctimas de faltas que otros hicieron con ellos, y que por no poder afrontar esas faltas ni recriminar a sus agresores a tiempo, sienten culpabilidad por lo que sus pensamientos pudieran haber ocasionado o desencadenado, a pesar del amor.

Algunas sub-tramas que a mí me parecieron maravillosas y que también atienden directamente a la forma, es estas relaciones que se tejen de manera muy directa y diferente entre director/actor y entre los mismos actores, háblese en el teatro o en el cine, hay ejercicios muy interesantes que a uno lo atrapan de manera muy profunda. También el elemento de los diferentes lenguajes a los que da cabida el arte, está más que magistralmente planteado en la obra de Hamaguchi, al igual de los paralelismos del protagonista con la obra que está montando, en torno a temas como la traición y el amor.

La parte más poderosa y bella de la película es cómo los protagonistas, van creando un lazo sin palabras, conducidos por el automóvil imperceptible, como lo menciona uno de ellos, y la voz de su esposa muerta. Ese lazo de a poco se va intensificando hasta llegar a esa hermosa parte final, y ese cierre enigmático.

Quizá a mi consideración lo único que tiene en contra la película es su duración, si bien yo no tuve problemas al respecto con esto, más por cómo la forma de alguna manera también acá tiene un protagónico insustituible en forma de un largo prólogo de más de 40 minutos. Pero en las escenas de las lecturas de guion, aunque la mayoría son intensas y con mucho sentido, en algunas uno se llega a desconectar un poco de la situación por la que atraviesa el protagonista principal.

Aún con eso, me parece es una de las películas más bellas del 2021, una expresión más de la cultura e los países asiáticos, en el que se muestra como el respeto es primordial, como las emociones en ellos son contenidas, más no poco intensas, y que cuando estas salen a la luz, (en este punto vemos unas fabulosas actuaciones por parte de todo el reparto) son de la forma más auténtica y sincera que puede haber, y que los lazos que hacen en la vida, una vez hechos, no se rompen jamás.










sábado, 12 de marzo de 2022

The Batman: El caballero confeso.





A mi parecer, si hay un personaje del mundo de las historietas que siempre genera una gran espectativa, ese es Batman. Logra levantar el hype hasta de los menos interesados en las películas de este tipo, ya sea que las vean o no, entran sí o sí a las discuciones populares. Me parece que a la nueva adaptación realizada por el director Matt Reeves hay que darle una mención especial sobre lo antes hecho con este superhéroe por más de una razón.

Me parece que la forma en que aborda este director al personaje en su esencia más detectivesca, es su mayor atractivo. Muchos han comparado a la película con la obra de David Fincher en películas como Zodiac o Seven, incluso yo pondría en la lista con muchas más similitudes a una muy poco mencionada Prisoners de Denis Villeneuve. Y si existen esas muchas semejanzas no se debe a una especie de apropiación de ningún sentido como seguramente muchos detractores empezarán a pregonar, sino que se debe al hecho de que Reeves hace de su batman, a un hombre que va tras de la identidad de su retador a través de pistas y hechos cual Sherlock Holmes, y por supuesto, esto también tiene que ver mucho con el antagonista que tiene de frente: Riddler, interpretado por el siempre excelso Paul Dano.

Si el Batman de Reeves como personaje funciona, se debe a que el antagonista está a la altura y lo lleva al límite, no como lo que suele pasar muchas veces con los antagonistas de Marvel, que no suelen dar ese peso. Lo vimos en The dark knight de la trilogía de Nolan lo importante que es un villano que esté a la altura para que una película de este género se considere seria. Si se le puede atribuir un merito a Robert Pattinson, es el hecho de que la mayor parte del tiempo vemos a ese ser detective tanto caracterizando al vigilante de la noche, como a Bruce Wayne. Lo vemos siempre en las sombras, oculto, con un perfil por demás bajo, algo muy contrastante a todas las adaptaciones que se habían hecho para el cine en live-action hasta ahora. Y hay que decir que es una buena actuación de Robert, pero este hombre a mi parecer ya demostró desde hace mucho tiempo con películas como Good Time y High Life que sí actúa, y actúa muy bien. Hay toda una esencia del film noir en la película, que se nota sobre todo con ese comienzo en tono de confesión, que hace que uno se de cuenta que este género está volviendo a ser tendencia en el Hollywood de hoy día, ya lo percibimos en Nightmare Alley, y lo percibimos ahora.

El tono siempre oscuro, profundo y serio dan a la película una percepción distinta, sólo Nolan había logrado eso en la primera entrega de su trilogía, y las escenas de acción, las muy pocas con las que cuenta la película, a mi parecer son excepcionales, y más en el sentido que reafirman un poco la esencia del personaje interpretado por Pattinson, estamos ante un Batman más humano, abrumado y vulnerable por su lucha pareciera inútil pero tan necesaria, y por su historia familiar. La escena de la persecución de Batman y Pingüino (interpretado extraordinariamente por un irreconocible Colin Farrell), quizá sea de las mejores en mucho tiempo, en la que el siempre talentoso Greig Fraser hace despliegue del gran trabajo fotográfico que logra.

Quizá el punto flaco de la película viene en los momentos melodramáticos que me parece son muy desatinado, (incluso la composición musical en este aspecto a mi parecer les juega completamente en contra), aún con la congruencia que tienen para la historia y para la conexión que hay entre Bruce Wayne y el personaje de Alfred (más que bien interpretado por el actor fetiche de Reeves, el gran Andy Serkis) si me parece son fallidos, pero afortunadamente hay pocos momentos de estos. El resto de personajes secundarios son correctos, y me parece todos para bien se salen del molde de lo que otros directores nos habían mostrado en la historia del hombre murcielago.

Desde mi percepción, habrá que ser muy escépticos con posteriores entregas de esta nueva visión de Reeves sobre el héroe de Gotham, pues como ya lo mencioné, si por algo funciona, y logra ser una película seria, es por el toma y daca entre Batman y Riddler, tendrá que tener Reeves antagónicos tan de gran peso en posteriores entregas para exigir lo mejor del personaje y su intérprete, pero Reeves siempre entrega cosas interesantes en secuelas de sus obras, como lo hizo en El planeta de los simios.




miércoles, 9 de marzo de 2022

Spencer: la mujer que quería estar sola.





Hay algo que es irrefutable en la filmografía de Pablo Larraín: Hay un evidente antes y después de hacer su cine luego de Neruda (2016) en la que, si bien no se puede decir del todo que Larraín se "convirtió" al cine gringo (ya había un guiño de la propia industria en Hollywood por hacerse de sus servicios cuando en el 2012 lo nominan al Oscar por Película Extranjera con NO por allá en el 2013) sus temas y el foco de sus personajes principales, si emprendieron una dirección completamente distinta a la de sus películas chilenas, pero no así los fondos de los quiebres en los personajes protagónicos de sus obras.


La película retrata tres días de la fiesta navideña que la familia real británica pasa en la residencia de Sandringham en los que el ojo del huracán está puesto sobre la figura de Diana, princesa de Gales, diez años después de su llegada a la familia real. Luego del acoso de la prensa, el amorío entre el príncipe Carlos con Camilla Parker y la presión silenciosa y vigilante de la reina Isabel II; vemos a una mujer queriendo alejarse tanto de sus múltiples enemigos, como de sus pocos aliados en sus momentos de crisis, más allá del ícono que marcó moda, o la altruista princesa siempre sonriente, la vemos como esa mujer que miraba al pasado simple, a la historia de su padre y de Ana Bolena, y que con los desafíos que tenía y creaba a la corona, sabía perfectamente que el futuro en su condición no podía existir.


Me parece que el enfoque de Larraín a esta versión suya del icónico personaje, es un enfoque tenso, cuestionable en muchos aspectos y desafiante, pero aún en su dureza, se siente desapegado de él, hay una presión que ejerce sin importar las críticas tanto para bien como para mal, pero aún así siempre crédulo. Muchos creerían que ese hecho es una obviedad por la distancia entre el creador y el personaje, tanto por el estatus social y territorial, pero en el cine jamás eso dictamina ese hecho como una regla, el cine es, a mí parecer, un territorio sin reglas en ese aspecto. El argumento de Larraín ni es indulgente con el personaje, pero tampoco acogedor, muestra tanto miedos y fortalezas, como virtudes verdaderas, manías y desazones.

La película está dotada de valores de producción a los que es imposible permanecer ajenos y que no dejan de asombrar y maravillar, partiendo por una fotografía que me parece acentúa esa atmósfera inquietante de la situación de presión a la que estaba sometida la princesa Diana, sus variantes estados de ánimo y todo lo que rondaba tanto en la residencia y sus exteriores, acá la fotografía a cargo de Claire Mathon es primordial, al igual que la música compuesta por el flamante Jonny Greenwood. La parte final de la película, y el departamento de diseño de producción y de vestuario, realmente se lucen.

La naturaleza inquietante del filme, y la forma en que la narrativa apremia a la puesta de Larraín, hace en automático que estemos ante una película totalmente introspectiva, contemplativa, a la que honestamente hay que entrar con un mood completamente relajado, quien espere algo del ritmo de Tony Manero, Ema, o la ya mencionada No, quizá no la vaya a pasar muy bien, pero aún así, si uno como espectador, se entrega por completo a la obra y al mood que Larraín propone, saldrá con un buen sabor de boca.

Sin lugar a dudas, aunado a los elementos que arman a la película, lo mejor de esta sin lugar a dudas corre a cargo de la gran interpretación que hace Kristen Stewart del icónico personaje. La sensación de vacío y toque de locura que la princesa Diana experimenta en esos tres días de agonía, Stewart lo sostiene perfectamente. De manera muy intensa alcanza la tesitura dramática de la trama hasta el final. No hay registro de caída en su rango actoral, y me parece que, aún con que ya ha mostrado la gran actriz que es en películas como Las nubes de María, Vigilando a Jean Seberg y Personal Shopper, estamos ante la mejor actuación jamás lograda de la actriz.

Una película que me parece, vale mucho la pena de ver. Que si estamos ante la mejor etapa de Larraín como director y productor, o esta quedó atrás con su cine latinoamericano, donde podía verse más que a un cineasta, a un realizador más autoral y artístico; eso la historia del cine lo determinará.