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miércoles, 9 de marzo de 2022

Spencer: la mujer que quería estar sola.





Hay algo que es irrefutable en la filmografía de Pablo Larraín: Hay un evidente antes y después de hacer su cine luego de Neruda (2016) en la que, si bien no se puede decir del todo que Larraín se "convirtió" al cine gringo (ya había un guiño de la propia industria en Hollywood por hacerse de sus servicios cuando en el 2012 lo nominan al Oscar por Película Extranjera con NO por allá en el 2013) sus temas y el foco de sus personajes principales, si emprendieron una dirección completamente distinta a la de sus películas chilenas, pero no así los fondos de los quiebres en los personajes protagónicos de sus obras.


La película retrata tres días de la fiesta navideña que la familia real británica pasa en la residencia de Sandringham en los que el ojo del huracán está puesto sobre la figura de Diana, princesa de Gales, diez años después de su llegada a la familia real. Luego del acoso de la prensa, el amorío entre el príncipe Carlos con Camilla Parker y la presión silenciosa y vigilante de la reina Isabel II; vemos a una mujer queriendo alejarse tanto de sus múltiples enemigos, como de sus pocos aliados en sus momentos de crisis, más allá del ícono que marcó moda, o la altruista princesa siempre sonriente, la vemos como esa mujer que miraba al pasado simple, a la historia de su padre y de Ana Bolena, y que con los desafíos que tenía y creaba a la corona, sabía perfectamente que el futuro en su condición no podía existir.


Me parece que el enfoque de Larraín a esta versión suya del icónico personaje, es un enfoque tenso, cuestionable en muchos aspectos y desafiante, pero aún en su dureza, se siente desapegado de él, hay una presión que ejerce sin importar las críticas tanto para bien como para mal, pero aún así siempre crédulo. Muchos creerían que ese hecho es una obviedad por la distancia entre el creador y el personaje, tanto por el estatus social y territorial, pero en el cine jamás eso dictamina ese hecho como una regla, el cine es, a mí parecer, un territorio sin reglas en ese aspecto. El argumento de Larraín ni es indulgente con el personaje, pero tampoco acogedor, muestra tanto miedos y fortalezas, como virtudes verdaderas, manías y desazones.

La película está dotada de valores de producción a los que es imposible permanecer ajenos y que no dejan de asombrar y maravillar, partiendo por una fotografía que me parece acentúa esa atmósfera inquietante de la situación de presión a la que estaba sometida la princesa Diana, sus variantes estados de ánimo y todo lo que rondaba tanto en la residencia y sus exteriores, acá la fotografía a cargo de Claire Mathon es primordial, al igual que la música compuesta por el flamante Jonny Greenwood. La parte final de la película, y el departamento de diseño de producción y de vestuario, realmente se lucen.

La naturaleza inquietante del filme, y la forma en que la narrativa apremia a la puesta de Larraín, hace en automático que estemos ante una película totalmente introspectiva, contemplativa, a la que honestamente hay que entrar con un mood completamente relajado, quien espere algo del ritmo de Tony Manero, Ema, o la ya mencionada No, quizá no la vaya a pasar muy bien, pero aún así, si uno como espectador, se entrega por completo a la obra y al mood que Larraín propone, saldrá con un buen sabor de boca.

Sin lugar a dudas, aunado a los elementos que arman a la película, lo mejor de esta sin lugar a dudas corre a cargo de la gran interpretación que hace Kristen Stewart del icónico personaje. La sensación de vacío y toque de locura que la princesa Diana experimenta en esos tres días de agonía, Stewart lo sostiene perfectamente. De manera muy intensa alcanza la tesitura dramática de la trama hasta el final. No hay registro de caída en su rango actoral, y me parece que, aún con que ya ha mostrado la gran actriz que es en películas como Las nubes de María, Vigilando a Jean Seberg y Personal Shopper, estamos ante la mejor actuación jamás lograda de la actriz.

Una película que me parece, vale mucho la pena de ver. Que si estamos ante la mejor etapa de Larraín como director y productor, o esta quedó atrás con su cine latinoamericano, donde podía verse más que a un cineasta, a un realizador más autoral y artístico; eso la historia del cine lo determinará.

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