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lunes, 4 de mayo de 2020

Ema: el baile de la libertad.




Una de las películas que yo más esperaba ver desde finales del año pasado luego de su paso por la Bienal de Venecia, era la más reciente película del director chileno Pablo Larraín. Para aquellos a los que esto no les diga nada sobre la película que analizaré a continuación, estoy hablando de la llamada, Ema.

No recuerdo que director o crítico de cine dijo alguna vez que no hay mejor manera de empezar una película, que con una imagen potente, impactante; que no puedas olvidar hasta que al final se te revele porque era tan importante o el por qué te inquietó tanto desde un principio, esta podría ser para empezar la principal razón, y mi primer elogio para la película de Larraín.

Hacer una sinopsis de esta película me parece, que además de inservible, me haría caer en un espacio en el que tendría que revelar mucho de su trama, algo que no creo que muchos de los que lleguen a este texto vayan a dar el visto bueno, pero si algo tuviera que comentarse sobre ella, quizá sería de manera muy simple y breve esto:


Ema y Gastón, una pareja cuya vida comparte, además de su relación amorosa, el ser bailarina y coreógrafo de una academia de danza respectivamente, pasan por una crisis luego de que un hecho impactante en sus vidas hace que tengan que tomar decisiones fuertes sobre el supuesto ejecutor de ese hecho, pero luego de ver las consecuencias y lo desgastante que se estaba volviendo tanto su interacción con Gastón, como cargar la vida misma, Ema decide, (y no se sabe bien en qué punto, pero yo podría asumir que es en el diálogo que sostiene con Gastón en torno al gato congelado) de una manera muy poco ortodoxa, acomodar las cosas y tratar de recuperar esa vida que en un principio no valoró, la forma en que ejecuta su plan tan maquiavélico como amoroso, y que no se revela hasta el final, como si se logró perpetuar o no, y que es todo menos previsto, es algo que hace que esta película ya valga en si la pena.


Es mezquina y patética, como ya lo había mencionado antes, cualquier sinopsis que yo hubiera hecho sin mencionar parte medular de la trama, pero como he tratado de hacerlo de esta manera, empiezo el análisis diciendo de antemano que Larraín logra sin lugar a dudas, sin hacer una película perfecta en el más estricto sentido de la palabra, una de las más importante no sólo de su filmografía, que está demás decir que tiene más de un título que hay que preservar entre lo mejor del cine latinoaméricano en lo que va del siglo, sino que Ema se convierte fácilmente en una de las películas más importantes del los últimos años en la cinematografía mundial, y muy necesaria para su tiempo en más de un sentido.

Hay que partir hablando del elemento más importante de la película: el baile. En un principio, cuando se plantea el conflicto recién empezado en la relación entre Ema y Gastón, a la par que se desarrolla esta primera coreografía con en elemento fuego que estará muy presente en toda la película como forma tanto de protesta como de unión, e incluso de duda; ya se visualiza un poco al baile como la forma liberadora del personaje femenino para alejarse de la realidad que la atormenta. En este punto tiene un elemento que la pudiera unir a la también película chilena "Una mujer fantástica" de Sebastián Lelio. Se podría entender que el baile funge a su vez como metáfora, válvula de escape (que más delante se mostrará que en realidad la válvula de escape se encuentra no en sí en el baile, sino en el cuerpo), la idealización estética y la ensoñación e ilusión de la realidad. Películas como estas muestran con total maestría lo que una puesta coreográfica y un manejo perfecto del ensamble musical, aún hablando de un género como lo es el reggaeton, en toda su extensión puede lograr una película y un tono importante, y lograr de alguna manera despertarnos, y no sólo adormecernos e ilusionarnos, como lo hacen los musicales hollywoodenses.

La película tiene elementos a todas luces muy "Gasparianos", que van más allá de atmósferas, planos y "libertades",  pero sin este mote grandilocuente y excesivo que a veces, en el arte magnífico que maneja Gaspar Noé, se le puede ir de la mano, sobre todo en sus últimos proyectos. Las partes donde la película se podría decir que flaquea, que es en estos diálogos entre Ema y Gastón donde se reprochan los sueños frustrados, rotos y desplazados por estar juntos, en familia, que se muestran grotescas porque no hay otra manera de mostrar a una pareja en declive, es en realidad una forma que se emplea perfectamente para hablar de la tibieza que ellos tienen para expresar sus sentimientos en palabras, su puente de comunicación es corporal, y eso queda más que explicado y explícito en la "escena azul" de la película.

La película critica conductas que se dan por problemas no resueltos, no es en ningún momento una crítica al libertinaje, porque acá no lo hay, hay un personaje, eso sí, femenino, que da rienda suelta a su libertad, a sus rarezas, a su deseo, a un plan (que si bien, es mucho más radical, hay una asociación inmediata a "El plan de Maggie" protagonizada por la interesante y encantadora Greta Gerwig, y dirigida por la también muy interesante Rebecca Miller [para quien no sepa quien es esta directora, es la esposa de Daniel Day Lewis]) que de ser visto bajo la lupa hollywoodense con un personaje masculino, no molestaría la pupila de muchos espectadores, pero es obvio que ahí radica otro problema, y otro tema de discusión. La película es un cobijo a la voz feminista, la revela y la empodera, hay en Ema un estandarte de liberación, de búsqueda, de legitimidad, y esto es doblemente valioso, porque la concepción de la historia y su excelente desarrollo, viene de tres hombres (director, y guionista con otros dos), y por supuesto, la gran actuación de Mariana di Girolamo.

En más de una escena se muestran discursos muy interesantes y bien desarrollados, sobre todo hay uno en el que Gastón (bien interpretado por Gael García Bernal) reprocha a Ema que prefiera bailar en la calle que resolver los problemas con él, y le viene una contestación de Ema y sus dos amigas sobre lo que para ellas es el baile, que es lo más importante, y que para ellas el baile es como tener sexo con muchas personas, y esto a su vez se vuelve una explicación de la premisa misma de la película: la fuerza del relato radica en el baile, sin que los demás elementos se sientan débiles.

Ema tras la búsqueda de su deseo, sacrifica y engaña a muchos en su camino, incluso con más de una advertencia en el camino, pero al final todos los elementos los integra a su final feliz, y eso hace aún más poderoso al relato, no lo hace sonso, es como verla bailar y hacer su performance, su representación cuando a ella se le ocurre, con ese aire transgresor, más no así anárquico, cuando mira a la cámara, derribando no sólo tabús sociales que encapsulan discursos, sino mostrando las conductas opresoras que bien vistas desde un punto de vista de género diferente, pueden ser aceptadas sin mayor profundidad, que cuando se habla con total honestidad, y un discurso al final loable, pero que pocos podrán entender.




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