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domingo, 18 de agosto de 2019

El Rebozo de Soledad. Cine de Oro Mexicano en su máxima expresión.




Si hablamos de cine mexicano, hablamos de la época de oro del cine mexicano. Y si hablamos de mi película mexicana favorita, hablamos de una que permaneció a esta época tan esplendorosa y brillante como su fotografía en blanco y negro, y esta película es El Rebozo de Soledad.

Película de 1952 dirigida por Roberto Gavaldón, uno de los directores más célebres de esta época de nuestro cine, entregándonos entre sus películas a una de las más grandes joyas de nuestro cine como lo es Macario, pero hablemos de El Rebozo de Soledad.

La película nos narra como un médico recién graduado antes de decidir entrar de lleno al mundo de los hospitales para poder realizar su sueño de hacer buena fortuna y nombre, decide irse a un pueblito a ejercer la profesión para poder hacerse de la experiencia que estos hospitales exigen, y decide ir al pueblito de Santa Cruz, lugar que lo vio nacer. Estando ahí la gente de principió no lo ve con buenos ojos, a pesar de ser una buena persona, y tener toda la confianza y amistad del Párroco del pueblo, su forma de ser y el hecho de ser el hombre de ciencia hace que se haga rápidamente de enemigos, entre ellos el cacique del pueblo, el cual es un abusivo con los más pobres y trabajadores al quitarles gran parte de lo que producían de sus cosechas, esos mas pobres del pueblo, eran todos. Una noche una mujer va al consultorio del doctor y le pide ayuda  para que salve la vida de su hermano, el cual se encuentra agonizando por la fiebre, el médico, aunque renegando de principió va en su auxilio y al salvarle la vida al joven, Soledad se ofrece para ayudarlo en todo lo que él necesite, el médico le dice que no es necesario, pero al final accede, sabiendo que su compañía le hará muy bien, y ambos se empiezan a profesar tanto admiración como cariño, pero no es hasta que aparece Roque Sauzo, quien ofrece ayuda y trabajo al hermano de Soledad, y a ella el calor de un hombre, y que además, también tiene problemas con el cacique, hace que todo se complique en la vida del doctor. Ahora los dos hombres en la vida de Soledad, el doctor y el patrón, aun siendo amigos y sabiéndose rivales, luchan contra el mal hombre que es el cacique, y a su vez por el amor de Soledad. Todos tienen sus principios que aunque quisieran, no pueden corromper, cuando estos se corrompen es cuando vienen las tragedias y las pérdidas, pero también se aprenden valiosas lecciones, y el doctor Alberto es el que mas aprende en esta ocasión, cambiando su vida, y como ve su profesión, y lo noble de esta, descubre las verdaderas necesidades del ser humano, como la de ayudar.

Sin duda alguna esta película más allá de la fotografía prodigiosa y pulcra del gran Gabriel Figueroa, del sonido y la ambientación que hicieron los encargados en cada uno de sus departamentos, retrata la realidad que se vivía en los pueblos de México, cruda, pero maravillosa como lo es el campo, la desigualdad para unos buenos y trabajadores hombres y el poder para otros pocos tiranos. La valentía, el honor que caracterizaba a los hombres de palabra de esta época tan bien documentados y sobre todo, tan bien interpretados por todos los actores, son fielmente capturados. Una película que tiene todos los elementos para ser uno de los máximos exponentes de esta época de nuestro cine. Cuenta con las actuaciones estelares de los que para mi son los dos mejores actores que ha tenido nuestro cine, Arturo de Córdova como el Doctor Alberto (quien además escribe el guión junto con el escritor duranguense José Revueltas) y Pedro Armendáriz como Roque Suazo, acompañándolos Stella Inda como Soledad, cerrando el elenco Rosaura Revueltas, Carlos López, Jaime Fernandez y Domingo Soler.

No tan celebrada como Macario o Los Olvidados de Luis Buñuel, pero si muy realista y cruda, con un final con un mensaje que se queda en el recuerdo, algo que solo el buen cine hace, dejarte pensando mucho tiempo, para no volver a ver algo parecido, ni un final que te marque tanto como el de esta película que a mi me marcó.





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