lunes, 25 de mayo de 2020
Últimas imágenes del naufragio - Eliseo Subiela - 1989
-¿Quiere acostarse conmigo o todavía no?
-Estela, a mi edad acostarse no es lo más importante. No estoy pensando en eso todo el tiempo como, como un adolescente. Es mejor que ocurra si debe ocurrir. ¿Usted quiere hacerlo?
-No sé. Si me pregunta de verdad, es muy difícil saber que quiere hacer uno con usted. Si besarlo, si matarlo, si insultarlo. Si abrazarlo. Pero sabe lo que si quiero hacer, porque me parece una ridiculez que no sé cómo llegó hasta acá, tutearlo, dejemos de tratarnos de usted viejo de mierda, ¿ok?
-Ok.
-Ay! Si usara corbata es como si me la hubiera sacado. Hace rato que quiero tutearte. Me voy a poner al día: mirame, hablame, decime, andate, quedate, pegame, oime, tocame, cogeme.
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-Yo no creo que usted pueda ayudarme en algo. Le agradezco la intención pero, es muy absurdo.
-¿Qué?
-Todo en la vida es absurdo.
-¿A pensado en matarse alguna vez?
-No. Le rajo a la muerte.
-¿Cómo?
-No haciendo lo que la muerte espera que haga. La gente no muere por enfermedades, muere por aburrimiento, por hacer lo correcto, lo debido, lo esperado. Piensan que el aburrimiento es un estado natural, y así se entregan dócil mansamente a la muerte. Bueno, pero esa es su especialidad, ¿no?
-¿Cuál?
-Domesticar rebeldías.
sábado, 23 de mayo de 2020
Al extranjero, de Sung-a Yoon
Uno de los documentales más interesante de la muestra de Ambulante en casa es este peculiar trabajo que desde sus muchas perspectivas tiene no sólo cierta peculiaridad, sino también cierto encanto, a pesar de lo dura que es la realidad que plasma.
El trabajo dirigido por la cineasta surcoreana, documenta la labor de una escuela que recluta a jóvenes filipinas y lugares cerca del país/isla para trabajar como empleadas domésticas fuera de su país. Tan importante y lucrativa es la actividad para el país por las divisas que entran por los salarios, que aunque en apariencia podrían parecer mucho dinero, en realidad no lo es tanto, que son muchas las agencias que se dedican a contratar y acomodar a estas jóvenes en países como Japón, la India y los Emiratos Árabes.
Dentro de las perspectivas con que se sustenta este documental podríamos empezar a desglosarlo por la forma que hace en el estricto sentido de la palabra al documental una forma de conocimiento: de manera directa con el testimonio de quien nos muestra su realidad.
Las pláticas de estas mujeres, la gran mayoría ya habiendo tenido experiencia tanto de meses o años trabajando y viviendo en el extranjero, cuentan tanto las cosas buenas como las desventuras que les da esta profesión. Carga excesiva de trabajo, trato inhumano, acoso, intento de agresión sexual, sin contar la carga más grande que pueden llevar: el estar lejos de su casa y de su gente, pero es salir de sus países y exponerse a estos riesgos, o quedarse y padecer hambre y desempleo por la falta de oportunidades que les brinda su propio gobierno.
La otra forma que influye en la narrativa del documental, y que es bastante peculiar además, es cuando a las jóvenes se les pone a hacer sketchs representando tanto su papel de empleadas domésticas, como de ser sus patronas o patrones, vemos cómo las mujeres de más experiencia, de sus propias experiencias incurren en qué hacer pasar a las nuevas para ayudarlas y prepararlas en los peores casos. Además de tener su tono cómico estos segmentos, vemos un juego bien integrado de teatralidad, actuación y la misma ventana de cómo el cine tiene cabida en todas partes para hacer más llevaderas determinadas experiencias. Y es junto con esta forma, que bien podría hilvanar la tercera que me parece importante a destacar: la gran calidad que tiene el documental en su departamento técnico. quizá sea de los mejores documentales que en lo técnico destaca. Hay una economía de recursos que se solventa y se sostiene con su argumento bien desarrollado, una fotografía por demás formidable y una estética que va más allá de un simple adorno.
Este documental podría servir como un ejemplo para ver la dimensión real de lo que sufren las mujeres que ejercen esta profesión, y ver que películas como Roma o La Camarista se podrían vislumbrar como una caricatura, o una película de Disney adaptando algún cuento escandinavo. Y no lo digo de manera despectiva, porque es innegable que ambas películas son muy buenas, y tienen su valía cada una por si sola, Roma técnicamente es un portento (a mi parecer, muy deshonesto, pero de eso ya he escrito por acá) y una visión de su autor por una época de su vida y la figura de esta mujer idealizada desde su privilegiada posición, y La Camarista retrata a partir de una mirada muy femenina (y sigue siendo mi película mexicana favorita del año pasado, como lo pueden leer por acá), la historia de una mujer en particular con la profesión mencionada en el título de la película. Las películas en si están bien porque son algo más, son ficciones que se crean a partir de la mirada de su autor, el problema radicaría en todo caso, cuando se ostentan de mostrar una verdad, o querer visibilizar problemas sin asumir o querer dar alternativas para dar solución a determinados problemas, este documental visibiliza, de la manera más cruda, y de primera mano, lo que es la realidad de las mujeres que se dedican a esto, con la variante que se trata de mujeres que trabajan lejos de su casa, aún más expuestas a peligros y toparse con gente más privilegiada y aprovechada en el mal sentido de la palabra. Y quien diga que en nuestro país es muy distinta la situación, quizá lo está viendo desde ángulo privilegiado y egoísta.
lunes, 18 de mayo de 2020
Noches de Julio, de Axel Muñoz: la magia de dos que se buscan.
Noches de Julio es una película del 2018 que venía haciendo mucho ruido desde que hace un par de años empezó su exhibición en festivales de cine, la crítica y prensa especializada le daba buenos comentarios en lo general, pero sin profundizar mucho en detalles del relato. ¿Eso ayudó a que yo la disfrutara de sobremanera? ¿Ayudó no saber mucho de su trama, aún con la recomendación de críticos a los que leo frecuentemente, para que pudiera de alguna manera envolverme en su magia? Quizá si.
Julio es un joven que desde un principio muestra en su persona un enigma, algo que no se puede entender, pero se siente. Un joven callado, como que nunca está presente, y la película lo irá confirmando mientras avanza. Trabaja en una tintorería, y es a este lugar que llega una joven a recoger un vestido. Por lo que la patrona de Julio le comenta a este, es clienta frecuente del lugar, él sólo le dice que ella se siente sola, después de ello Julio se va a comer, es entonces que vemos lo que Julio hace, algo que parece ser, lo hace en repetidas ocasiones, (esto se sabe por cambiar el libro que cambia) pero mientras el enigma Julio persigue a esta mujer llamada Sofia, y luego él es perseguido por ella, hay otro enigma desarrollándose ya en otro lugar. ¿Cómo saber si los encuentros son o no predestinados? ¿O será que desde un principio son armados por alguno de estos dos? el enigma Mara ya está en la ecuación, una ecuación cuyo final no podría ser más perfecto.
La película de Axel Muñoz tiene como primer atributo para el amante cinéfilo sus cartas de presentación más evidentes: sus referencias cinematográficas, y ojo, que referencias no es lo mismo que influencias. Hay un sin fin de guiños sutiles, y no tan invasivos a cinematografías de grandes directores como Eric Rohmer, Kieslowski (sobretodo a su No amarás, a mi parecer la referencia más dominante), Kim Kiduk; y guiños menos invasivos a obras como la de Wong Kar-Wai (tiene en un sentido mínimo y por supuesto no tan esplendoroso, algo de su estética de In the mood for love), y una referencia puesta más que a propósito de Amelie en la casa de Mara, y que además, he de confesar, me fascinó.
El departamento técnico me parece por demás buenos y hay que recalcarlos, incluso en sus aparentes deficiencias, porque aunque no lo parezca, si hay un detrás para que estas deficiencias estén. La música me parece es correcta, pues aunque induce y acompaña a estados de crisis de ambos personajes, no es manipuladora en el espectador en ningún momento, y eso es agradable siempre. El sonido juego un papel primordial dado que integra mucho de lo que Julio percibe y siente en los momentos en que está en su estado vouyerista e introvertido (en este sentido también habría una linea narrativa muy similar a la película mexicana también muy reciente "¿Conoces a Tomás?"), lo mismo escuchamos su voz baja al tiempo que se escucha el ladrido fuerte de un perro, o incluso pláticas externas, o el ruido de los carros. El sonido juega además un papel importante en mancuerna con la fotografía que está por demás cuidada, una película que no tiene reparo alguno visualmente hablando (sólo un par de detalles en dos secuencias en cuanto a iluminación, pero en verdad menores), y que juega un papel importante además, porque esta película, y el desarrollo de su trama, se sostiene mucho de las atmósferas y las ensoñaciones. A mí pocas veces me importa que una película esté perfecta en este departamento, lo mismo me da si la cámara luce desenfocada en determinado momento si el discurso que ejecuta funciona con o sin esa circunstancia encima, siempre el fondo sobre la forma, pero en Noches de Julio no hay reparo en ningún momento. (Un par de secuencias en particular me parecieron estupendas: una donde se le sigue a Julio a través de un vitral (extraordinaria), y la otra cuando sale corriendo de la casa de Sofia)
Hay un discurso, y una lectura que esta película plantea, y me parece rico el poder exponerla y debatirla, y es el de las personalidades con ciertos complejos que siendo inocentes para ellos, podrían verse insanos o como conductas patológicas desde una visión un poco más lejana (incluso habrá espectadores que encontrarán en estos personajes a seres patéticos), y la película lo plantea al principio, y cuando Julio se queda en la casa de Mara encerrado, ¿realmente es la forma de querer tener contacto con una persona? Toca puntos de estas personalidades retraídas, taciturnas, curiosas y antisociales que son incomprendidos incluso por sus familias, y que recurren a la soledad, al encierro, y este los vuelven seres vulnerables, incluso de desenlaces no tan bellos como el que la película plantea, y que en determinado punto la misma película te lo dice en un subtexto, pero hay que leerlo entre lineas, una buena película jamás te va a comunicar toda su tesis de una manera explícita, literal; y esto es: si algo no aparece en la vida de este joven, o esta joven, quizá mañana se suiciden.
Pertinente sería también hablar de la brillante actuación de Hoze Meléndez, no cabe duda que este joven es lo mejor de su generación hoy día, incluso mundialmente me atrevería yo a decirlo, y con este talento seguro cosechará cosas por demás increíbles en su carrera. No es una revelación si digo que el personaje de Julio era tan rico como pobre, vamos, había tantas directrices que podía tomar, y era tan vasto en su misterio, que bien podía enriquecerse o volverse llano, dependiendo de las manos que tomara el papel, (esto me hace recordar a Hector Kotsifakis en Luna de Miel, si bien, una película infumable, el personaje no era tan malo, pero en las manos de este actor no dio nada) y que me parece Hoze lo hace resaltar. Como lo comenté desde el principio, el personaje, era un enigma, y así lo es todo el tiempo, y de a poco se nos va revelando, incluso cuando descubre a Mara, como su igual, hay un cambio en la personalidad de Julio, acompañada de un último atraco (quizá el único ruido que me generó la película, pero que tampoco me incomoda porque aunque hay un descuido en el guion, no afecta la trama ni el desarrolla de la historia, es el saber lo que Julio hizo en realidad para tener ese expediente que lo acecha) y vemos realmente ese cambio, sin modificar la esencia de Julio, ese Julio que se queda inmóvil y confundido cuando escucha un silbido mientras va caminando por la calle en la noche.
Recalco nuevamente como en el principio de este texto, el maravilloso y bello final que tiene, es simplemente, en su simpleza y delicadeza, un final perfecto, que si la película no puede jactarse de ser una obra maestra, o tocar temas tan profundos (que los toca, y de una manera no tan penumbrosa, pero tampoco abusando del melodrama barato), o a pesar de echar mano de otras ideas para plasmar la propia; al menos las emociones que hace que desborden, son genuinas. Y para mi, siempre por sobre todas las cosas, será más importante que el cine me transmita algo, que el fondo me emocione, por encima de las imperfectas formas honestas y reales que utilice para llegar a ello.
miércoles, 13 de mayo de 2020
"Tote (abuelo)" de María Sojob, y las formas del documental mexicano.
Una constante que yo he comentado y expuesto mucho, tanto aquí, como en otros sitios en los que escribo, en las oportunidades que he tenido de escribir sobre óperas primas, es que se da mucho el hecho de que las directoras y directores nóveles decidan retratar una historia que raye en lo personal, algo que represente un tema muy importante en sus vidas, sobretodo en el documental. En el cine de ficción, también se da, pero no con tanta frecuencia como en el documental donde quizá además, es la manera en que mejor se plasma, y llega al espectador lo que el o la realizadora querían expresar. Tote (abuelo) de María Sojob es un buen ejemplo de esto.
Documental dirigido y narrado por María Sojob, que en momentos de reflexión en los que la cámara documenta pasajes y sitios comunes ya sea en su vida presente, o su pasado, ya sea recordado o sin recordar, incluso en un pasado antes de ella pero que pertenece a la historia en su familia, expone las preocupaciones por la perdida de su identidad luego de haber abandonado su comunidad y las formas en que se diferencian las formas de demostrar el amor y el cariño entre la gente tzotzil y la gente de la ciudad.
Para recuperar la idea de su identidad, de su historia, y quizá camino a comprender las maneras de su familia por comunicar el afecto entre sus integrantes, literalmente entramos al documental como la directora entra a ese camino de terracería para encontrarse con su abuelo, un hombre mayor que se dedica a su tierra, a su ganado, y a tejer sombreros. Mientras vemos a este hombre tejer, María muestra sus pláticas con él de manera presente, no sólo como si fuera un interrogatorio, o mientras las personas delante hablan y la cámara registra (como lo hace con gran destreza Everardo González en la reciente Yermo, con un discurso que entrelaza historias de personas en distintos desiertos en el mundo, en donde vemos sus testimonios y costumbren con poderosas imágenes poéticas de estos sitios y una música más que excepcional), sino más en forma de una plática de una nieta con su abuelo queriendo saber sobre la vida de este. En esta parte vemos planos y encuadres convencionales bien ejecutados, muy parecidos a los que recurre Olivia Luengas en Lejos del sentido (documental por demás bellísimo, valioso y necesario sobre la enfermedad de su hermana y las cosas que atraviesan en familia por ello, haciendo de éste un relato de amor, que no se centra en una crítica directa al sistema de salud pública en México, aunque claramente la hay sutilmente, y muy bien empleada), pero hay más cosas en el trabajo de María.
La plática/testimonio del abuelo, revela la aún más dura discriminación que vivían las comunidades indígenas del sur de nuestro país hace cincuenta años, con un relato que involucra piedras y la historia de San Cristóbal de las Casas. entrelaza los lapsos de plática con su abuelo con momentos propios de reflexión y pláticas con su madre (que nunca se muestra en pantalla) y cómo los testimonios del abuelo y de la madre, nos dan versiones de una misma realidad desde la perspectiva de dos personas: primeramente, la del abuelo que fue obligado a trabajar y no estudiar, y que con todo y que fue un hombre duro con sus hijos, les dio estudio y todo para que no les faltara nada, y la manera en que él se enfoca en ello, en cambio la madre de María, aunque reconoce el hecho de que la hayan dejado seguir estudiando y salir de la comunidad, siendo ella aún una niña, recuerda la parte dura de su infancia, a esa le da más peso, y así María dice no recordar que su mamá o su papá le hablaran en la lengua de su comunidad (de hecho esto se manifiesta de igual manera en la forma en que María se comunica con su abuelo y con su madre: con él habla tzotzil, con ella español), ni palabras de amor por parte de ella, sólo las pláticas de lo que las mujeres en su tiempo, y tiempos antes de ella, como su abuela fallecida (hay un par de apariciones de la esposa de su abuelo, que le dan el toque puntualísimo de humor al documental), tenían que sufrir, pero también reconoce que su mamá aún con esta manera de querer, no con palabras, pero si con hechos, con estar presente, la hicieron la mujer que es, y que a pesar de vivir en la ciudad, y aprender las maneras de querer de la ciudad, quiere enseñar a sus dos hijas, a quienes dedican este trabajo, ambas maneras de querer, y no olvidar sus raíces, hablándoles todo el tiempo en tzotzil, como sus pláticas con su abuelo, en el que ella encuentra su historia, y él encuentra, a pesar de no creerlo en un principio, a una aprendiz.
La innegable similitud, tanto por el tema como por el ejercicio que raya entre el ensayo y lo inmersamente personal, que une a Tote (abuelo) a documentales como Tio Yim de Luna Marán y La danza del hipocampo de Gabriel Domínguez, y en la que radica no sólo una especie de cine para comunidades, sino que es un cine que representando a comunidades en específico dentro de la riqueza cultural en nuestro país, es dirigido y encaminado con un mensaje por demás universal: el amor por la familia y la historia detrás de nuestra propia existencia.
Traigo a colación estos trabajos, además de los motivos ya mencionados, porque gracias a ellos, y no por otras grandes películas de otras cinematografías, o películas de ficción, es que encuentro la forma en que yo concibo o veo la manera más loable de hacer cine y narrar historias a través de este arte: haciendo que el discurso expresado en la narración sostenga a la película, al tiempo que la pantalla nos muestra otro discurso, y esto se expresa en Tote (abuelo) en los lapsos en que María reflexiona sobre sus memorias, sobre sus propias inquietudes de identidad, al igual que lo hace Luna Marán, y en el caso de La danza del hipocampo el ejercicio es aún más rico, porque toda la película se sostiene de esta manera. Olivia Luengas hace lo propio en Lejos del sentido, cuando al principio nos muestra con una pantalla en negro distorsionada los sonidos que su hermana escucha en sus ataques, para que casi al final Olivia, de una brillante manera cinematográficamente hablando, los represente. Incluso, mientras escribo esto, recuerdo el extraordinario cortometraje documental Espasmos de la memoria dirigido por la paisana Jackelyn González, cuya manera de realización es precisamente esta: el discurso que se da a través de la narración y el discurso que se da a través de la imagen, y como estos por lapsos pueden estar unidos, o no, y enriquecer dos lenguajes, una experiencia, y también de alguna manera saber, que si bien la imagen en el audiovisual es imprescindible, si la idea y la experimentación lo quieren, pueden prescindir de ella, o al menos en una idea convencional o perfecta.
Decía Hitchcock que si una película es buena, se puede ir el audio y aún así entender perfectamente lo que está ocurriendo en pantalla, yo opino que lo mismo pararía si la cosa fuera al revés: que la imagen se fuera de la pantalla y nos quedáramos sólo con el discurso expuesto en el audio, eso podría sostener el discurso de un buen documental.
El Vigilante, de Diego Ros.
Una de las películas mexicanas que yo he esperado ver en los últimos cinco años, luego de que fuera acreedora en el 2017 del Ariel a Mejor Ópera Prima, es la mencionada en el título.
La película va de Salvador, un hombre que una mañana llega a su trabajo en una construcción, donde funge como vigilante, y se entera que encontraron al amanecer una camioneta con un muerto cerca de la construcción, como la persona honesta y responsable que es, notifica a su patrón que la camioneta tiene desde la noche anterior, entonces Salvador es llevado con el policía que toma las declaraciones, y Salvador le dice que su compañero vio llegar a la camioneta la noche antes mientras él hacía su ronda habitual nocturna, este pide interrogar al compañero, pero Salvador le dice que entra hasta la tarde, el policía le da su tarjeta y le pide que lo llame una vez que este llegue. A partir de este momento, van pasando cosas en el lugar, que van llevando en un laberíntico viaje lleno de suspenso durante toda la noche que es narrada a lo largo de la película, y por toda la construcción a Salvador, quien tenía una razón más que especial para no estar en su trabajo esa noche, pero su honestidad y responsabilidad, caras que muy pocas veces se muestran en nuestro cine, y que son necesarias, hacen que no pueda salir, al principio pareciera en contra de su voluntad, pero después se queda por voluntad propia hasta que resuelva todo pendiente, incluso si tiene que jugarse la vida en el acto, cosa que jamás sucede, pues cosas que pareciera pasaban (con un tono surrealista), y que asustarían al más notable agente protagónico del thriller que me mencionen, Salvador logra resolver, para al final, al amanecer poder por fin salir del misterio, y volver a casa justo como llegó, por el mismo sitio, con la noticia que le brinda luz y esperanza después de haber vivido quizá su noche más oscura.
Más allá de la forma en que la ópera prima del novel Diego Ros explora y expone la figura del mexicano trabajador, hay que hablar de la forma en que expone este relato en su conjunto, forma que muy pocas veces ha sido llevada a la pantalla en el cine mexicano de nuestros tiempo (y además, de manera tan brillante), y que en la época de oro, y la misma historia del cine ha tenido tanta notoriedad: le film noir.
Quizá de las cosas que ayudan a que el relato de la película tome la fuerza que toma es el hecho de que el director da un peso muy importante a la forma en que la misma cámara narra los hechos: siempre con una distancia considerable en la que a través de sus "gran planos generales" deja transcurrir las tomas y episodios en los que Salvador transita y recorre toda la construcción buscando pistas, sin mucha interacción o interrupción del director, ya sea en forma de música o montaje innecesario, y que en contraparte, cuando se lleva al plató a Salvador con momentos de reflexión o descubrimiento, literal y figurativamente se le alumbra y a través de "primeros planos" lo vemos iluminarse. Ambas técnicas narrativas, acompañadas de una magnífica fotografía destacada en oscuros (realizada por Galo Olivares. Si, ese que no fue reconocido por su trabajo en Roma), ayudados por la oscuridad de la noche y las luces de la ciudad en el edificio en construcción que destacan las sombras deambulando de Salvador por todo el lugar, y los fuegos artificiales de una noche de 15 de septiembre, y sin dejar de mencionar el gran tiempo y ritmo que acompañan a las escenas, y el doble merito que logra la película en crear un relato tan sólido en menos de 80 minutos, llevan a la película a un estado de gracia en el género, algo que grandes como Hitchcock o Huston llevaron a la perfección, y que como lo comenté al principio, muy pocas veces se ha llevado hoy día a la puesta en el cine mexicano y de manera tan brillante, a pesar de que hoy día, y hace unos años, pareciera teníamos la coyuntura histórica y social perfecta, desafortunadamente, para plasmar historias a través de este género.
Tener que lidiar con cuestiones personales, de ineptitud por parte de su compañero, con corrupción y amenaza que atenta no sólo su vida, sino posiblemente la vida de los demás, y ver morir a una persona accidentalmente (aunque al principio no pareciera que así era) mientras un nacimiento se daba en otro lado, hacen ver a este hombre como una especie de héroe en nuestros días en que pareciera los héroes son todopoderosos y quieren tener control sobre la vida de los demás (el discurso fascista que siempre reprocharé a las películas de Marvel y DC), este héroe de carne y hueso, real y loable, existe entre nosotros, y sale a trabajar todos los días en pro de su familia, y que su buen trabajo pueda dar seguridad a otras personas, mientras hace el bien, aunque en el acto tenga que mentir quizá para salvar la vida propia en mas de una ocasión, porque conoce lo podrido del sistema.
Si la película funciona, además de las cosas ya mencionadas y que reflejan las buenas decisiones tomadas por su director (con detalles verdaderamente menores para lo que consigue Diego), la película no tendría ningún sentido si no tuviera la actuación de su protagónico, en verdad hay que aplaudir de pie a Leonardo Alonso. El realismo que impregna, pero a la vez con tal presencia, peso y personalidad que brinda a su personaje, hace que no haya reparo en sentir algo fuera de lugar, una verdadera gema entre las actuaciones más destacadas de los últimos años en el cine mexicano, y lo respalda con todo mérito, su premio a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
Pocas películas logran con una idea tan original, respetando tan magistralmente un género tan valioso en la historia del cine, lo que hace El Vigilante, y que sea una película mexicana, es doblemente satisfactorio. Pero como siempre, hay un negrito en el arroz: ¿Cuántas personas pudieron ver esta película en su estreno en festivales en el 2016? ¿Cuántas personas la pudieron ver cuando en el 2018 tuvo su estreno comercial? ¿Cuántas saben de la existencia de películas tan loables como esta hoy día? Yo, que desde entonces sabía de su existencia, y con la terquedad de buscar y querer ver este cine que representa y tiene calidad y apuesta por otras formas de representar la realidad en ficciones bien logradas, la he podido ver hasta hace unas semanas, 4 años después de su estreno (hay que decir, gracias al Festival Internacional de Cine de Morelia por su magnífica idea de compartir películas a través de su sitio por la contingencia que nos azota hoy día), ¿qué podrán decir muchas personas que al igual que yo viven en provincia y que no conocen de las ofertas que festivales, más que lo que anuncian las carteleras de los dos grandes exhibidores de cine por excelencia del país y las películas hollywoodenses que se anuncian en la televisión?
martes, 12 de mayo de 2020
No quiero dormir sola, de Natalia Beristáin.
Hablar
hoy día de la importancia, relevancia y calidad de las películas realizadas en
nuestro país, no es exclusivo de unos pocos, o de distinguidos círculos de
intelectuales y críticos de cine; hoy día, más que nunca, se podría decir que
vivimos en una época privilegiada no solo por la gran calidad técnica con que
se producen las películas en México, sino también por los "fondos"
que se tocan en estas, y que la gran mayoría de la audiencia podemos percatar
esa pequeña gran luz que nada entre el mar de entretenimiento de televisión
llevado a la pantalla grande que también abunda. Pero si hay que destacar algo
por sobre todas las cosas en este nuevo fondo y forma de nuestro
cine es la presencia de la mujer.
Hay
muchos nombres que figuran en la lista de directoras que en los últimos diez
años han dado un golpe de autoridad en base a su trabajo, esfuerzo y la manera
en que exponen la delicada y detallista mirada de cómo ven la vida. Yo podría
decir, sin temor a retractarme, que hay tres nombres por encima del que ustedes
me digan, tres mujeres que hoy día son de las voces más certificadas e
influyentes de nuestro cine, y las tres con solo dos películas en su haber:
Alejandra Márquez, Claudia Sainte-Luce y Natalia Beristáin, de quien ahora
escribo sobre su ópera prima.
La
primera vez que vi esta película recuerdo que me dejó una grata impresión, pero
no escribí sobre ella. Y ahora que lo hago menciono esto porque en aquel
entonces, a pesar de verle muchos valores a la propuesta de Natalia, no me
atrapó tanto, en específico, y la razón por la que creo importante escribir y
exponer la tesis de esta, es por su desenlace, que seguro causó y seguirá
causando discusión.
La
trama de la película va sobre Amanda, una mujer de entre 25 y 35 años, que por
algún motivo no puede estar sola por las noches, lo que la lleva a buscar
compañía en más de un amante. Su rutina de soledad diurna sin aparente
ocupación se ve trastocada cuando se tiene que hacer cargo de Dolores, su
abuela paterna, una mujer que vive de sus glorias pasadas como actriz de cine,
a pesar de presentar problemas de memoria, y su adicción a la bebida
alcohólica. En la constante convivencia entre ambas surgen desacuerdos,
pleitos, reproches, pero con el pasar del tiempo aparecen además de canales de
comunicación, semejanzas que van más allá del lazo de sangre, y con estas
semejanzas, cual si fueran espejos en el tiempo, surgen la necesidad de querer
ayudarse.
Partiendo
de la mirada incisiva, muy similar a la de las otras dos directoras antes
mencionadas (y de algunas otras más, por ejemplo, en esta película me parece
hay una similitud en cuanto a la composición, que evoca con la más reciente Restos de viento, de Jimena Montemayor), pero claramente hay una diferencia en
cuanto a formas hablando en los planos efectuados y el lado
estético de su puesta, y fondos en el sentido del discurso; hay una
importancia al detalle que hace que uno fije su atención a través de la mirada
ordenada por la directora y ejecutada por la cinefotógrafa (en este caso la
encargada que atiende este departamento es Dariela Ludlow, que también realizó
la gran fotografía de Los Adioses).
Justamente
este acercamiento al detalle hace que uno encuentre aún más empatía, sin llegar
al melodrama barato o el empalagamiento, de la que nos podrían provocar vista
de manera más general la historia de estas dos mujeres, ambas con una depresión
que se manifiesta no tanto en el hecho de no querer dormir solas, sino en no
estar solas de noche, y lo que esta representa. Si bien
ambas durante el día pueden estar solas, con alguno de sus recursos para
escapar y que anestesian ese dolor y vacío que arrastran, y que en las dos
surge de la figura de un hombre, el mismo hombre, para Amanda en forma de padre
y las obligaciones que le exige, y para Dolores en forma de hijo y su abandono,
llegada la noche saben que ambas están en igualdad de circunstancias, en
estados muy semejantes.
Hay
muchos elementos que embellecen a la película de sobremanera y que logran que
su discurso sea muy bien ejecutado y más valioso incluso que la obra posterior
de Beristáin. Si bien en Los Adioses hay una mirada mucho más sutil y
que dota de belleza real a la artista retratada, incluso en sus momentos más
difíciles que también se manifiestan por la figura de un hombre, en No
quiero dormir sola es aún más crudo el conflicto de los dos personajes, es
más externo el golpe, no hay nada implícito, a pesar de haberlo en un plano
metafórico y conceptual como lo puede ser la misma tesis de Persona, y
esta es el miedo consciente al principio de la relación entre ambas mujeres, de
verse reflejadas a sí mismas, ya sea en el pasado o en el presente (la escena
de las regaderas es tan impactante por lo bien lograda que está, como por su concepto
en el hecho mismo), y esto me hace tocar el tema de las actuaciones de ambas
actrices.
No sé
si Natalia desde la concepción de su guion buscó que este par de actrices
interpretaran a sus personajes, pero no hay duda de que quedaron como anillo al
dedo. Ambas representan de manera atinada cada una de las etapas de
estas mujeres en crisis, sin que esta se manifieste incluso en grandes momentos
dramáticos. Es sutil y agudo su trato y gesto ante su problema interno (mucho de
esto se debe por supuesto a la increíble dirección de Natalia).
Mariana
Gajá como Amanda muestra su personalidad introvertida, su angustia y su
ansiedad al morderse las uñas, pero también en los momentos en que se enfrenta
con el alcoholismo de su abuela muestra su enfado y sufrimiento no sólo por
ella, quizá también por un recuerdo de infancia que involucra a su padre, con
el que también hay una manera de expresarse, y que corporalmente hablando hay
un gran trabajo de Mariana, al igual que el de Adriana Roel, que también lleva
como extra el ver de cierta manera este trabajo con una línea autobiográfica
(incluso para la misma Beristáin se le
podría dar esta lectura, ya que Amanda se dedica a la fotografía y el papá de
ésta es director de cine y además interpretado por el padre de Natalia) y que
en su momento ganó el Ariel a la Mejor Interpretación Femenina.
El
final de la película me parece es muy oportuno para entablar temas de
conversación importantes como el de las formas en que lidiamos con crisis personales
en torno a nuestros deseos y tiempos pasados, la forma en que se manifiestan
nuestras carencias para saber comunicarnos y expresar los problemas no
superados, cómo buscamos en el otro, una vez entablado un canal de
comunicación, la salvación propia, o la de quien quizá está en nuestros zapatos
¿Ayudamos al otro al precio que sea, esperando que alguien más nos ayude de la
misma manera en su determinado momento? Solo es una de las preguntas que hay
que hacer/contestar a nuestra conciencia y nuestra moral una vez que vemos a
Dolores tomar su medicamento y a Amanda tomando un baño de tina.
Y,
para terminar, porque no quería dejar de comentarlo, es que es evidente cómo
los directores noveles son cobijados por las personas del medio cuando por fin
logran conseguir los apoyos para realizar su ópera prima. Ejemplos hay muchos,
a bote pronto podría mencionar al ya reconocido Ernesto Contreras, que cuando
realizó Párpados Azules, en la escena en la que la pareja protagónica
sale a bailar, toda la gente que está en el salón es gente de staff, maestros y
compañeros de generación de Ernesto, que sin el apoyo de esa gente que no
recibe nada por estar en la película, simplemente muchas óperas primas no se
podrían realizar, no darían a luz a directoras como Natalia.
En
esta película podemos ver, por ejemplo, al productor ejecutivo (Kyzza Terrazas)
interpretando a uno de los amantes, escuchar al actor Pedro de Tavira haciendo
la música para la película (y que también actuaría y haría la música en la
ópera prima de Jimena Montemayor En la sangre) y a Claudia Sainte-Luce
como extra en el bar donde trabaja otro de los amantes de Amanda, interpretado
por Leonardo Ortizgris.
lunes, 4 de mayo de 2020
Ema: el baile de la libertad.
Una de las películas que yo más esperaba ver desde finales del año pasado luego de su paso por la Bienal de Venecia, era la más reciente película del director chileno Pablo Larraín. Para aquellos a los que esto no les diga nada sobre la película que analizaré a continuación, estoy hablando de la llamada, Ema.
No recuerdo que director o crítico de cine dijo alguna vez que no hay mejor manera de empezar una película, que con una imagen potente, impactante; que no puedas olvidar hasta que al final se te revele porque era tan importante o el por qué te inquietó tanto desde un principio, esta podría ser para empezar la principal razón, y mi primer elogio para la película de Larraín.
Hacer una sinopsis de esta película me parece, que además de inservible, me haría caer en un espacio en el que tendría que revelar mucho de su trama, algo que no creo que muchos de los que lleguen a este texto vayan a dar el visto bueno, pero si algo tuviera que comentarse sobre ella, quizá sería de manera muy simple y breve esto:
Ema y Gastón, una pareja cuya vida comparte, además de su relación amorosa, el ser bailarina y coreógrafo de una academia de danza respectivamente, pasan por una crisis luego de que un hecho impactante en sus vidas hace que tengan que tomar decisiones fuertes sobre el supuesto ejecutor de ese hecho, pero luego de ver las consecuencias y lo desgastante que se estaba volviendo tanto su interacción con Gastón, como cargar la vida misma, Ema decide, (y no se sabe bien en qué punto, pero yo podría asumir que es en el diálogo que sostiene con Gastón en torno al gato congelado) de una manera muy poco ortodoxa, acomodar las cosas y tratar de recuperar esa vida que en un principio no valoró, la forma en que ejecuta su plan tan maquiavélico como amoroso, y que no se revela hasta el final, como si se logró perpetuar o no, y que es todo menos previsto, es algo que hace que esta película ya valga en si la pena.
Es mezquina y patética, como ya lo había mencionado antes, cualquier sinopsis que yo hubiera hecho sin mencionar parte medular de la trama, pero como he tratado de hacerlo de esta manera, empiezo el análisis diciendo de antemano que Larraín logra sin lugar a dudas, sin hacer una película perfecta en el más estricto sentido de la palabra, una de las más importante no sólo de su filmografía, que está demás decir que tiene más de un título que hay que preservar entre lo mejor del cine latinoaméricano en lo que va del siglo, sino que Ema se convierte fácilmente en una de las películas más importantes del los últimos años en la cinematografía mundial, y muy necesaria para su tiempo en más de un sentido.
Hay que partir hablando del elemento más importante de la película: el baile. En un principio, cuando se plantea el conflicto recién empezado en la relación entre Ema y Gastón, a la par que se desarrolla esta primera coreografía con en elemento fuego que estará muy presente en toda la película como forma tanto de protesta como de unión, e incluso de duda; ya se visualiza un poco al baile como la forma liberadora del personaje femenino para alejarse de la realidad que la atormenta. En este punto tiene un elemento que la pudiera unir a la también película chilena "Una mujer fantástica" de Sebastián Lelio. Se podría entender que el baile funge a su vez como metáfora, válvula de escape (que más delante se mostrará que en realidad la válvula de escape se encuentra no en sí en el baile, sino en el cuerpo), la idealización estética y la ensoñación e ilusión de la realidad. Películas como estas muestran con total maestría lo que una puesta coreográfica y un manejo perfecto del ensamble musical, aún hablando de un género como lo es el reggaeton, en toda su extensión puede lograr una película y un tono importante, y lograr de alguna manera despertarnos, y no sólo adormecernos e ilusionarnos, como lo hacen los musicales hollywoodenses.
La película tiene elementos a todas luces muy "Gasparianos", que van más allá de atmósferas, planos y "libertades", pero sin este mote grandilocuente y excesivo que a veces, en el arte magnífico que maneja Gaspar Noé, se le puede ir de la mano, sobre todo en sus últimos proyectos. Las partes donde la película se podría decir que flaquea, que es en estos diálogos entre Ema y Gastón donde se reprochan los sueños frustrados, rotos y desplazados por estar juntos, en familia, que se muestran grotescas porque no hay otra manera de mostrar a una pareja en declive, es en realidad una forma que se emplea perfectamente para hablar de la tibieza que ellos tienen para expresar sus sentimientos en palabras, su puente de comunicación es corporal, y eso queda más que explicado y explícito en la "escena azul" de la película.
La película critica conductas que se dan por problemas no resueltos, no es en ningún momento una crítica al libertinaje, porque acá no lo hay, hay un personaje, eso sí, femenino, que da rienda suelta a su libertad, a sus rarezas, a su deseo, a un plan (que si bien, es mucho más radical, hay una asociación inmediata a "El plan de Maggie" protagonizada por la interesante y encantadora Greta Gerwig, y dirigida por la también muy interesante Rebecca Miller [para quien no sepa quien es esta directora, es la esposa de Daniel Day Lewis]) que de ser visto bajo la lupa hollywoodense con un personaje masculino, no molestaría la pupila de muchos espectadores, pero es obvio que ahí radica otro problema, y otro tema de discusión. La película es un cobijo a la voz feminista, la revela y la empodera, hay en Ema un estandarte de liberación, de búsqueda, de legitimidad, y esto es doblemente valioso, porque la concepción de la historia y su excelente desarrollo, viene de tres hombres (director, y guionista con otros dos), y por supuesto, la gran actuación de Mariana di Girolamo.
En más de una escena se muestran discursos muy interesantes y bien desarrollados, sobre todo hay uno en el que Gastón (bien interpretado por Gael García Bernal) reprocha a Ema que prefiera bailar en la calle que resolver los problemas con él, y le viene una contestación de Ema y sus dos amigas sobre lo que para ellas es el baile, que es lo más importante, y que para ellas el baile es como tener sexo con muchas personas, y esto a su vez se vuelve una explicación de la premisa misma de la película: la fuerza del relato radica en el baile, sin que los demás elementos se sientan débiles.
Ema tras la búsqueda de su deseo, sacrifica y engaña a muchos en su camino, incluso con más de una advertencia en el camino, pero al final todos los elementos los integra a su final feliz, y eso hace aún más poderoso al relato, no lo hace sonso, es como verla bailar y hacer su performance, su representación cuando a ella se le ocurre, con ese aire transgresor, más no así anárquico, cuando mira a la cámara, derribando no sólo tabús sociales que encapsulan discursos, sino mostrando las conductas opresoras que bien vistas desde un punto de vista de género diferente, pueden ser aceptadas sin mayor profundidad, que cuando se habla con total honestidad, y un discurso al final loable, pero que pocos podrán entender.
sábado, 2 de mayo de 2020
Untitled #4
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-¿Dónde estás? Deja que vaya por ti, podemos arreglar esto, te lo prometo.
-Es que...
-No digas nada, si. Déjame hablar, te prometo que no voy a gritar. Sé que me pongo muy paranoico y muy loco en estos casos, debes de comprender que todo esto no es fácil para mi. Es la primera vez que me descubro teniendo estos ataques de pánico y ansiedad, sé que eres la que menos tiene la culpa, sé que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, pero por desgracia no te puedo mantener lejos de este desastre. No es que no confíe en ti, te lo juro, simplemente me es difícil poner puntos claros entre lo que digo y en lo que pienso. Me confundo y me confunde todo alrededor, lo que dice la gente. No confío en la gente, sólo confío en ti, te lo juro. Voy a salir de este lugar y voy a ir por ti a donde estés, nos fugaremos de la ciudad.
-Es muy lindo todo lo que me dices, y créeme cuando te digo que te creo, quiero que solucionemos esto. Pero justo ahora veo muy difícil que puedas venir por mí.
-¿Dónde estás?
-Estoy en Tokio.