Ramiro, no Rogelio; y Carmela, no Carmen, ni "Carmelita"; son una pareja que habitualmente se transporta en su vehículo, pero en últimos días con el aislamiento, las pocas veces que salían de casa para suministrarse de víveres, lo hacían caminando, además el hecho de que este acontecimiento los había hecho más responsables ecológicamente hablando, por los intereses que este episodio que nos tocaba vivir a los habitantes de este planeta podían tener por la presión del uso de productos derivados del petroleo como los plásticos, aceites minerales y demás, los había hecho practicar más la caminata.
Además de eso, les gustaba ver como la ciudad iba siendo reclamada por las criaturas que habían sido relegadas a las orillas de la misma, criaturas que en horas muertas, eran las verdaderas dueñas de las calles, pájaros, gallos, patos, vagabundos, ellos ahora eran quienes transitaban la ciudad, ellos y Ramiro y Carmela, y un que otro ser igual de loco o necesitado.
Caminaban por las calles de la ciudad, tomados de la mano, pero guardaban su distancia de los demás, no por temor a la pandemia, sino por respeto a los demás, si ellos eran un poco anárquicos y escépticos, respetaban las creencias y reglas por los que se regían los demás, llevaban lentes oscuros, cubrebocas, pero el sólo hecho de ir tomados de la mano, y de vez en vez besarse, por el placer de compartir lo que comparten solos en su casa, que no es otra cosa que su amor, hacía que se ganaran miradas acusadoras por parte de quien los miraba por la calle, ya fuera desde la comodidad de su bestia metálica, o la otra acera caminando a toda velocidad, para no pescar algo en el viento.
Llegaban a su supermercado de siempre, luego de la represión que habían sufrido la última vez por parte de clientes y vigilantes por la cercanía con la que hacían todo, y la muestra de cariño antes citada, aún con los argumentos que ambos dieron amablemente a la multitud acusadora y alarmista, de que no tenían contacto con nadie en el lugar, que cuidaban no acercarse mucho a las demás personas ni en el supermercado, ni en la calle, mucho menos en su casa donde vivían solos, les habían prohibido el paso a los dos, por eso en esta ocasión sólo Carmela hacía las compras, él no la perdía de vista desde las grandes ventanas del supermercado, no la dejaba de mirar, sonreía, ella de vez en vez sonreía antes de verlo, sonreía porque sabía que él no dejaba de mirarla, tenían esta conversación con la mirada en la distancia.
-¡Ya!
-¿Qué pasa?
-¡Deja de mirarme así!
-¿Por qué?
-Los demás en el supermercado se van a dar cuenta y les va a dar miedo. Si sigues así nos van a prohibir venir a este lugar. Después nos encerrarán en nuestra casa argumentando que podríamos crear un nuevo virus que hace que todos amen perdidamente a su pareja de verdad, y no como todos dicen que lo hacen, o como la sociedad permite las muestras de amor.
-Encerrados, a la fuerza, tú y yo, sin necesidad de salir al mundo exterior. No lo sé, me agrada la idea, provoquemos eso y hagámoslo entonces.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario