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lunes, 20 de abril de 2020

El amor en los tiempos del coronavirus, episodio 4


-¿Dónde estabas?
Le gritaba Sofía a su hermano. Había olvidado su celular en la casa y cuando lo mandó al suermercado y este se había tardado más de la media hora que le llevaba hacer las compras semanales se había preocupado pensando que le había podido haber pasado algo en el camino. Le había estado marcando pero se percató que jamás le iba a contestar.
-En el supermercado. -Le respondía él con una serenidad inusual.
-¿Y por qué tardaste tanto?
Él no contestó. Ella notaba algo en su hermano, estaba como perdido, como zombie, pero se le veía una cara de imbécil, y una sonrisa llena de felicidad.
-¿Qué te pasa? -Por fin le preguntó Sofia.
-Es que me pasó algo. Algo muy raro.
-¿Qué te pasó?
-Me enamoré.
Ella se quedó viéndolo con una cara de "serás tan estúpido", pero luego, al ver la reacción de su hermano posterior a la confesión, se dio cuenta de que no estaba jugando. Además era su hermano, un tipo que jamás había mostrado emoción alguna hacia ya no digamos a una chica, a esas alturas de la vida si un día llegaba a la casa presentándoles algún novio, todos festejarían por lo alto sabiendo que por fin ese hijo concebido no era una especie de engendro sin corazón, o un robot, pero no; incluso muchos de los que lo conocían creían que era una de las verdaderas pocas personas en el planeta en ser asexual.
-¿Y cómo fue eso?
-Fue bastante extraño en realidad. Estaba buscando esos purés que me encargas para Mateo, justo al final del supermercado donde los estantes ya no son muy altos. Estaba yo ahí, y de repente de la nada, sentí como una presencia, algo me decía que tenía que voltear a ver a la persona que estaba en el otro pasillo, y que se había parado justo en frente de mi, yo levanté la cabeza como si nada, al fin de cuentas eso es algo que no se nos prohíbe aún, voltear a ver a las personas en el supermercado, siempre y cuando las voltees a ver a los ojos, y no a su trasero. El caso es que volteo a ver, y ahí estaba, la chica más linda que yo jamás haya visto. Tenía mi estatura, quizá un par de centímetros menos, era morena, muy morena, ojos grandes, café marrón si tuviera que apostar por el color de estos, pero no estoy completamente seguro. Ella no se percató en un principio que la miraba, era muy linda, y muy lindo verla, se veía muy concentrada como leyendo algo en un paquete, seguro eran galletas. Te estoy describiendo lo linda que era, pero no te he dicho lo que en verdad me llamó la atención, lo que me hizo que me enamorara.
-¿Qué fue? -Le preguntó la hermana que para este punto había olvidado el enojo, el susto, y que tenía que darle de comer al bebé.
-Su cubrebocas. En él tenía los colmillos de un vampiro. Sé que eran de vampiro porque tenía unas gotas de sangre también pintadas en él. Entonces, luego de unos segundos de verla, se me escapó, no sé si fue una risa o un suspiro, en todo caso ella volteó a verme y se percató que la estaba observando, entonces yo desvié la mirada, y empecé a leer lo que decía el puré que tenía en la mano, no lo hice durante mucho tiempo, porque mi curiosidad hizo que volviera mi mirada de donde venía, y ella seguía mirándome. No lo puedo afirmar, porque no podía ver su boca, pero por la expresión que hicieron sus ojos, podría casi jurar que me sonrió. Yo dejé de mirarla y empecé a caminar lentamente hacia el final del pasillo, la miraba de reojo, y me percataba que me seguía, al mismo compás de mis pasos, la miraba de vez en vez, ella no despegaba sus ojos de mi. No te voy a mentir, hubo un punto en el que llegué a sentirme muy nervioso, no con miedo, sino con esa especie de nervio en el que sabes que es inminente que pase eso que te estás imaginando, por muy disparatado que esto pueda ser, y pasó, justo al final del pasillo, cuando yo iba a girar hacia el pasillo de ella, y ella al mio, se sacó el cubrebocas y tomó el mio para sacármelo y me besó. Todo me pareció como si hubiera pasado en cámara lenta, ella tomando mi barba con suma no derecha, justo la que me había quitado el cubrebocas, su mano izquierda, la que había quitado su cubrebocas, se había dirigido a mi nuca. Mi mano derecha en su cintura, por debajo de su playera blanca, su piel era tersa, tibia, sólo sentía por debajo de mi dedo meñique el frío de su cinturón. Mi mano derecha empujaba su espalda contra mi cuerpo. Luego de los no sé cuantos minutos que estuvimos allí, ella se puso su cubrebocas y ya no la vi, no la seguí, supuse que ella no quería que la siguiera.
-Pero puedes buscarla, puedes volver el mismo día la siguiente semana, quizá la vuelvas a ver, no es motivo para hablar de ella en tiempo pasado, como si no existiera más.
-Quizá, pero prefiero que sea así, me enamoré, y no la quiero volver a ver.








1 comentario:

  1. Enamorarse en circunstancias poco propicias, ser correspondido, y no desear volver a ver a esa mujer, es algo que no tiene sentido. Me parece de lo más absurdo.
    Me parece más sensato lo del video. Es amor más allá de la muerte.

    Saludos.

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