Querida Sofía:
Te dejo las cartas donde sólo tú y yo podemos saber
que algo hay para los dos. Te las dejo porque a mi ya me han hecho demasiado
daño, y quizá a ti te pueda servir todo lo que algún día me dijiste y te hice
sentir, quizá en ellas puedas encontrar algo de paz, quizá en ellas encuentres
a ese hombre que alguna vez fui y que hoy ya no puedo ser. Quizá la razón más
importante por la que te las dejo no es por rencor, u odio, o todo lo antes
mencionado; quizá simplemente te las dejo porque la verdad es que en esas
cartas estás tú, ni el amor que sentías por mi, ni yo, ni lo que vivimos está
ahí; está de alguna manera porque tú llevas esas memorias que estoy seguro
nunca querrás olvidar, pero esas cartas eres tú. El destino es raro Sofía, y
quizá no quiso que al final después de todo lo vivido permanecieramos unidos en
esta vida, aunque siempre me ha gustado creer que cualquier día te volveré a
encontrar, ya sea en el pueblo, en la ciudad, o en el más allá. Quizá te vuelva
a encontrar en este hotel una vez más del brazo de otro hombre y en esa ocasión
quizá sólo nos miremos y sonriamos. Ahora estoy enfermo y tengo que hacer un
largo viaje. Sólo quería dejarte esto y decirte que te amo y que siempre te
amaré, aunque al final esto no haya podido ser. Te envío mi amor y te pido una
disculpa si alguna vez te pedí inconscientemente algo que atentara tu esencia
como persona, algo que necesitara en aquellos años.
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