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miércoles, 7 de agosto de 2024

Breve comentario sobre “Fuego Interior”


“Fuego interior: Requiem para Katia y Maurice Krafft “


Si tuviera que resumir en una palabra la más reciente película del siempre virtuoso genio alemán Werner Herzog, sería: “solemne”. 

Para los que conocemos parte de la obra que está dedicada a este par de vulcanólogos tanto en lo cinematográfico, como en lo literario; coincidimos totalmente con Herzog en el hecho de que otro trabajo biográfico sobre esta famosa pareja, quizá estaría demás (como el muy vigente “Fire of love” producido por National Geographic y dirigido por la joven realizadora Sara Dosa, que también es un interesante ejercicio, pero de índole más melosa), de modo que el primer gran atino de Herzog son las claras intenciones de la realización de este trabajo, que no busca más que rescatar las hermosas imágenes que tanto Katia como Maurice registraron, pero también un ejercicio de la comprensión de todo lo que se arriesgaron en aras de lo que más amaban en la vida además de compartirse en todo, y en el acto haciendo un ejercicio de memoria de todas las veces que estuvieron en latente riesgo de morir, y en el acto vieron e hicieron que de meramente científicos, se convirtieran en humanistas.

Hay un momento del documental en que Herzog dice que hay una especie de alivio para el espectador en poder ver desde la distancia que el cine permite, todo lo que ellos vivieron y atravesaron en vida (con un par de canciones de Ana Gabriel, en cuya primera aparición se hace una especie de homenaje sí al spaguetti western, pero desde mi perspectiva, más al trabajo literario y fotográfico del México particular de Juan Rulfo) pero lo cierto es que uno tiembla y siente una conmoción terrible y tremenda cuando vemos por ejemplo las imágenes del volcán de Colombia, al ver al ganado enterrado y los cadaveres calcinados en casi primer plano. 

Este réquiem fantásticamente musicalizado, con la atinada narración del propio Herzog, y las alucinantes imágenes del archivo de los Krafft, hacen que descubramos el tercer motivo por el cual Herzog realiza esta suerte de homenaje found footage: ver la transformación de dos vulcanólogos a documentalistas, cuyo registro es invaluable, el mismo Herzog lo dice casi al final: Maurice se convirtió en un cineasta que registraba y capturaba imágenes que sólo podríamos imaginar y ver en nuestros sueños, la danza del ímpetu, la belleza y el poder de destrucción de la naturaleza, y un muy merecido réquiem a dos amantes que murieron como sólo ellos podrían morir, como el propio Maurice lo vaticinó. 

Sin lugar a duda, uno de los más mejores y más hermosos documentales del año, y otra puntada de uno de los directores más importantes del cine hoy por hoy, que tanto en ficción como en documental sabe envolver a cualquier espectador, envolverlo en eso que emana del interior hacia afuera.

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