La película recrea y narra las pericias con las que tiene
que lidiar el pueblo lituano durante la ocupación soviética en la Segunda
Guerra Mundial, que vive en pobreza por tener que dar dinero a los soldados
invasores. Todo el escenario bélico en un principio sólo se siente en la
atmósfera, es un contexto que no se ve, pero del que se oye mientras vemos
platicar al joven Unte y su padre Jurgis, quienes ayudan a los partisanos que
luchan en resistencia defendiendo a su país. Unte, que pareciera querer hacer
más, es más como la mirada de lo que registra la cámara, sin tener tanta
presencia en un principio, al igual que la guerra, es una persona que entra a
casa de sus vecinos para ver al hombre de la casa muerto, o ver a su padre
llorar por el hecho que hizo que su esposa lo odiara de por vida, o ver a su
propio padre besarse con la mujer que trabaja en su casa, o ver llegar e irse a
los partisanos. La figura de Unte es tan poco influyente, que vemos incluso en
su rostro una especie de apatía, sin sentido, pero eso no se debe
malinterpretar, pues me parece es la clave más que correcta que utiliza el
director para no hacer que la película caiga en una clase de dramatismo
molesto. Sólo al final, cuando se desvelan los vicios de la ocupación, del
fantasma de la guerra, de la traición, es que Unte toma relevancia en la
historia, gritando y llorando todas las desgracias de su pueblo.
Película que en términos generales me parece una buena
producción, con un ritmo atinado y tiempo preciso, está bien dirigida en
aspectos generales. Mención especial al actor Arvydas Dapsys y Salvijus
Trepulis.
"Hygiene sociale" es la película que se encargó de
clausurar el FICUNAM, y es una película que en el pasado Berlinale no recabó
mucho entusiasmo de la crítica internacional, pero a mí me pareció una película
con cierta picardía, frescura, y por demás interesante.
La película sigue la vida de Antonin, un hombre ni tan joven
ni tan viejo que parece no hacerse cargo de su vida mientras deambula entre la
pesadumbre, el vacío existencial, y robando a las personas. Damos cuenta de
todo ello mientras sostiene pláticas con su hermana, con su esposa, la cual lo
engaña, una mujer hermosa a la que corteja, una recaudadora de impuestos, y una
chica a la que roba y que parece ser el personaje que desestabiliza la puesta
de Denis Cote, en director canadiense del largometraje.
Lo fresco de la puesta del realizador está en la forma, pues
si bien la película daba para un largometraje interesante sobre una generación
que batalla para lidiar con la realidad que significa crecer y dejar de ser un
joven sin más, da una estructura en sus diálogos como si fueran de una obra
teatral shakesperiana, aunado a eso el detalle de ponerlos a actuar en un campo
fuera de lo ordinario, con una distancia que es parte de la estructura misma de
las obras de teatro, y añadiendo a esta forma elegante de articular palabras en
el teatro, con un humor que trae la picardía de la que hablaba, y adecuando
cotidianidades nuestras de cada día como Facebook, Mc'Donalds, o VW, hacen que
haya un contraste aún más interesante entre lo que vemos y escuchamos.
La fotografía es deslumbrante, y ver a Maxim Gaudette en una película, sea cual género que sea, siempre es garantía. Uno de los mejores actores canadienses de su generación, a mi parecer.
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