Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

miércoles, 24 de junio de 2020

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-Lupita. -Le decía él y sonreía al ver como ella volteaba a verlo en el acto. Siempre mirándola con esos ojos embobecidos cada vez que tenía el gusto de volver a toparse con esa amiga suya, cada vez que sus itinerarios ocupadísimos los hacían "coincidir" en alguna ciudad próxima al lugar donde vivían.
-¿Sí? -Respondía ella, se le denotaba un poco de impaciencia cada vez que él la llamaba por su nombre, sabía que un comentario con cierta tonalidad de confesión le esperaba, aún con eso, y la ansiedad que le generaba, le gustaba mucho escuchar esas "historias". Ambos se trataban con cierta parsimonia, con un grado de respeto muy significativo, cual seres habitantes en algún poema de Benedetti, como si fueran maestre y alumne, aunque en este caso, sería difícil determinar quien era quien.
-Anoche la soñé.
-¿En serio?
-Si.
-Cuénteme sobre eso.
-No fue muy especial. Quiero decir, si lo fue; pero no por la forma en que muchos dirían que un sueño es especial. No sé si me entienda.
-Creo que si. Lo que trata usted de decirme, según puedo apreciar; es que soñó conmigo, pero sin ninguna connotación sexual, o sentimental.
-Exactamente. Eso. Bueno, aunque eso de la connotación sentimental no estoy muy seguro. Pero déjeme le explico, no me mire usted así con esos ojos que voy a creer que le emociona saber eso.
-Yo no lo estoy mirando de ninguna manera -dijo ella mientras se le ruborizaba la cara, horas más tarde culparía de eso al vino blanco que había bebido-. Pero por favor, prosiga.
-Estábamos en su casa.
-¿Ahora estábamos en la mía? Recuerdo que la última vez estábamos en la suya.
-Si. Me deja terminar.
-Perdón, si. Disculpe usted, prosiga.
-Entonces estábamos allí. Como suele suceder en todos los sueños, no sé como es que llegamos a este lugar, la cuestión es que estábamos y hablábamos sobre un proyecto en conjunto. Veíamos las fotos de su último viaje a Italia y me contaba del accidente que había tenido en la carretera. Usted quería que yo pintara algunas de esas fotos, pero con meticulosas indicaciones suyas, y por supuesto, cada una de ellas se utilizaría en el libro sobre su viaje, si yo las acataba al pie de la letra. Lo cuál...
-...Ya sé. Usted me decía que eso era imposible porque a un artista no se le puede interponer una mirada ajena que no sea la de él, aunque su obra sea una adaptación de una base original. La mente de cada persona ve cosas diferentes, y seguro me mencionaría la historia de usted y su hermana cuando siendo niños su mamá los puso a contemplar el árbol que tenían en el patio de su casa y diez minutos después les pidió que dibujaran lo que habían visto en él.
-En realidad no le iba a decir eso. Aunque me halaga mucho que recuerde usted esa historia.
-Y cómo no iba a recordarla, si usted la cuenta a la menor provocación en las reuniones que asiste a las galerías, allí es donde la he escuchado en repetidas ocasiones, cuando vivíamos en la misma ciudad.
-Él adopta una actitud seria, observa su copa de vino, ya no prueba bocado de comida. Ella lo mira con cierta ternura, como si viera al niño de la historia. Él voltea a verla y percibe el sentimiento que esconde esa sonrisa en ella. Entonces él le dice:
-La verdad Lupita, es que yo en el sueño le decía que me encantaría trabajar con usted, y eso se lo decía por dos cosas en particular. La primera, por el privilegio que sería poder estar cerca de usted un buen lapso de tiempo, como en aquellos meses en la costa, como en ese momento del sueño en el que estábamos tan cerca sentados en ese viejo sillón café suyo que tanto me gusta. Quizá no debería de decir esto pero, llevaba puesto ese vestido gris que llevaba el día en que conocimos.
-Eso fue hace diez años señor...
-¿Y me va a decir que ya no lo tiene? -Él la mira fijamente de la forma en que a las mujeres les da pavor que un hombre las vea porque se saben perdidas ante un descubrimiento que era uno de los secretos que creían mejor guardado de su existencia-. Y la segunda razón por la que le decía que sí, era por la sencillísima razón de que yo nunca le diría que no a ese par de hermosos ojos suyos, y el brillo que desprenden cuando me ven como si estuviera loco, o como si siguiera siendo un escuincle a pesar de las arrugas y las canas. Y ya entrados en confianza, le daré una tercera razón: no hay mirada que yo sienta más próxima y parecida a la mía, que la mirada suya.

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Y nada más. Anoche soñé con usted. De hecho, he soñado con usted dos noches seguidas.

3 comentarios:

  1. adoré esa idea.
    el texto tiene algo de el amor en los tiempos del cólera.
    ese aire del reencuentro con el amor.

    eso si, estimado juan. me rechinó como vidrio roto en las costillas ese alumne y maestre.... por favor, dígame que no se ha plegado al absurdo del lenguaje inclusivo....

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    1. Me alegra que te haya gustado f. Como siempre eres muy bueno al darle la notoriedad a mis letras con grandes autores de nuestra literatura latinoamericana.

      La cuestión del "maestre y alumne" en este texto es por un par de razones en preciso, que me parecía, funcionaban perfectamente para lo que yo quería transmitir, y que ahora te explico:
      La primera razón radica en el hecho de que en el texto se indica que ellos se conocieron en un sitio con mar, entonces el maestre, como sabrás; es un rango alto en las naves marítimas, y poner la palabra "alumne" me resultó interesante. Además de que sólo en esta ocasión, por el antecedente del "maestre", me parecía funcionaba mejor esa palabra, la cual considero es un invento, más que una intención mía para dar algún mensaje inclusivo; y como no está definido quién es quién, no quise utilizar expresiones como "a/o" o "@", que igual me parecen de muy mal gusto. De modo que no te preocupes estimado f. nada de ese lenguaje inclusivo, acá siempre nos regirá, por sobre toda expresión, moda o regla gramatical; el corazón.

      Abrazo.

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    2. jaja, mejor!
      no había captado el juego de palabras...
      abrazo

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