Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

domingo, 24 de junio de 2018

La Libertad del Diablo: La necesidad de despertar a nuestra realidad.




Siempre me ha gustado definir al cine, además de como uno de los artes más efectivos por el hecho de reunir a todos los demás artes y enmarcar todo eso en una obra que sea capaz de hacerte pasar por todos los estados de ánimo posibles; como una mirada, como una ventana que nos puede mostrar la realidad de nuestro mundo, que si bien el documental es la forma más fiel y más certera de ejecutar esto, aunque sea tan poco aclamado, buscado y consumido por el público en general, dentro de la ficción también podemos encontrar reflejos a nuestra realidad de una manera muy realista o de una manera muy cercana al realismo como la israelí Fill the Void o la húngara El Hijo de Saúl, la brasileña Tropa de Élite, también hay producciones mexicanas independientes como Cometa de Leonardo Arturo, o en grandes obras como Los Olvidados de Luis Buñuel, la nipona Tokyo Story de Yosujiro Ozu de 1953 que nos muestra mucho de lo que era Tokio en aquellos años, muy diferente a lo que es hoy, en The Grandmaster de Wong Kar Wai también nos muestra un poco de lo que fue la segunda guerra sino-japonesa, incluso en gran parte de la filmografía de González Iñárritu nos muestra muchas miradas a modos de vida, costumbres y realidades de gente y culturas que no conocemos como la marroquí, la de la clase pobre española, ni que decir del retrato que hace de México en Amores Perros, así gente de todo el mundo puede conocer sin necesidad de viajar lo caótica que hasta el día de hoy es la Ciudad de México y nuestra realidad en general. Pero en esta ocasión precisamente quiero escribirles sobre un documental que narra con una crudeza la realidad de nuestro país.

La belleza de nuestro país no está en tela de juicio, vivimos en uno de los puntos en el mundo más privilegiados, tenemos desiertos, mares, selvas, bosques, montañas, una cultura rica y milenaria, una gastronomía insuperable y quizá inimitable y sin igual en el mundo, todo enmarcado por una calidez en su pueblo que hacen que todo quien visite alguno de los lugares que tenemos en México pueda sentirse bien recibido y siempre quiera volver, pero no todo es miel sobre hojuelas, pues en este mismo paraíso del que estamos hablando, existe un infierno que cada día se come más y más todo a su alrededor, gente, lugares, vida, y cada día crece mas.



La Libertad del Diablo es un documental estrenado el año pasado en la Berlinale y en el FICG dirigido por Everardo González (Los Ladrones Viejos) y vemos en este documental que dura poco más de 70 minutos como a base de testimonios a personas que han sufrido por la violencia desatada contra la guerra contra el narcotráfico por parte del gobierno, entre grupos delictivos, o incluso los abusos hechos por la ley, la difícil situación en la que viven varias personas y comunidades en nuestro país. Entrevistados por una persona con voz distorsionada, tanto victimas como perpetradores de los actos enfermos y duros que escuchamos de los testimonios, vemos sus rostros cubiertos por una mascara que pareciera les quita su identidad, y me parece desde ese punto el documental empieza a ser efectivo, pues al quitarles esa identidad, nos pone al espectador en una posición de que esa persona dando el testimonio, podría ser claramente alguien que conocemos, porque quien en este país no conoce una historia trágica desatada a raíz de los malos tiempos que hemos venido pasando desde hace más de una década, y a su vez como podemos sentir el dolor de las personas que perdieron a sus familiares arrebatados por grupos delictivos, o a madres que vieron como sacaban a sus hijos de fosas clandestinas, personas que se meten a las garras del peligro con tal de querer saber en que terminaron sus seres queridos, también escuchamos los relatos de personas que son parte del problema. Un par de testimonios que a mi me dejaron helado, el primero es el de un soldado desertor que al darse cuenta que los altos mandos del ejercito estaban coludidos con criminales al mandar a pocos números de soldados solos a sitios de donde los sacaban muertos donde morían emboscados, el junto con otros pocos soldados empezaron a hacer justicia por su propia mano, el segundo, fue el de un comerciante que narra como tres federales, entre ellos una mujer, lo levantan en la carretera y después de quitarle todo lo que traía y torturarlo queriéndole sacar información que él no tenía pues el era un buen ciudadano, lo hacen vivir algo que uno no deja de sentir escalofríos mientras narra lo que vivió, cuando el entrevistador le pregunta si pensaba en la muerte, él le dice que no, que lo único que pedía era que terminara todo porque el quería seguir viviendo. Vemos en algunos casos como las máscaras van cambiando de color tras los relatos de las madres dolidas que lloran a sus hijos.

Y es que el documental no sólo queda en lo que el espectador pueda juzgar después de los relatos escuchados, pues también entre relatos nos proyecta algunos cuadros de lugares cotidianos donde puede estar el peligro; la calle, el parque, nuestro trayecto al trabajo, nos hace cuestionar y duramente también hace que nos demos cuenta que en nuestro país en cualquier lado podemos estar en peligro, incluso el peligro puede venir de la persona que está sentado al lado en el transporte público, pues los malos se ven tan normales como nosotros, ya no estamos tan ha salvo como creemos, o eso es lo que muchos de estos testimonios dicen sentir después de lo vivido.

Difícil, duro, que trasgrede al espectador, pero que es muy necesario para darnos cuenta de la realidad en la que vivimos y despertar y pedir justicia. Da dolor y coraje tanta impunidad y corrupción, porque si algo trata de decirnos es que el diablo muchas veces no son lo que jalan el gatillo, sino los que permiten que ellos se acerquen a esta vida, a las armas, el diablo a veces es el que le da esa arma, el diablo a veces son unos muy pocos, y de muy arriba.

La otra finalidad de la mascara es el que nos hace ver que este es el país de los que no tienen nombre, de los que no tienen rostro, de los que esperan ver a sus hijos; el país de los números, de las estadísticas, el país de los desaparecidos, porque nada más hay que ver precisamente esos fríos números de cuantos muertos y desaparecidos hay por la violencia, esos que a los políticos les encanta utilizar, pero que no saben que esos números tienen nombre y son esperados por sus madres y sus familias.

Los desaparecidos, al igual que las personas detrás de las máscaras, no se dejan ver, sólo al final una señora fue la que se destapo, pues al final de cuentas, ya había perdido todo lo que amaba en la vida, que más le podían quitar. También vemos a muchas máscaras que no dan testimonios, esto podría decirnos que las historias podrían ser infinitas.



"Duele más un desaparecido que un muerto."








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