Día 221:
Hoy soñé con el amor
de mi vida. No contigo, con el que tuve antes de ti; ahora tú eres la mujer de
mi vida, mas no el amor de mi vida. Soñé que recitábamos a Romeo y Julieta (el
de Shakespeare por supuesto, no el de las películas y los programas de la TV
que están a años luz del siglo XVI) mientras recogíamos duraznos verdes para mi
hermano menor que tenía cólera. Soñaba y recuerdo que mientras que yo recitaba
persiguiéndola, ella recitaba huyendo como sabiendo que huía más de ella que de
mi. Entonces cuando por fin pude agarrarla de la cintura como a ella le gustaba
y moríamos de risa, mientras nos mirábamos de cerca y directamente a los ojos,
listos para por fin romper el silencio y empezar el dialogo no entre nosotros,
sino el dialogo interno que tienen los labios y que hacía años tuvo que haber
sido rompido. En ese preciso momento en que estábamos a punto de ser otra vez
nosotros, como hace muchos años lo habíamos sido y sólo nosotros sabíamos eso,
dude por un segundo entre en verdad darle una vez más un beso a Nahomi, o hacer
que ese momento no fuera sólo un beso, no fuera sólo un sueño, y decidí no
besarla; en lugar de eso deseé con todas mis fuerzas mientras cerraba los ojos
que esa escena no fuera sólo un sueño, aunque yo supiera en el fondo de mi ser
que sólo era eso, un sueño; pero lo deseé con tantas fuerzas que quise tentar
el tiempo, a la lógica a la realidad, pero cuando abrí los ojos estaba una vez
más solo en mi cama, pensándote; amándote. Creo que fue la decisión más
valiente y más dolorosa que he tomado en mucho tiempo, en 220 días para ser
preciso volviéndote a dejar ir sabiendo que quizá no te vuelva a encontrar en
nuestro lugar. Una decisión muy similar a la que hace 11 años hubiera sido
igual de valiente si hubiera elegido el beso. Que bueno que no fui valiente en
aquel tiempo, de haberlo sido no te hubiera conocido a ti, no estaría
escribiendo esto.
Te cuento esto porque
sé que a ti puedo contarte todo, todo lo que me llena, todo lo que significa
algo para mi, y créeme que hacía bastante tiempo que no me sentía tan conectado
con alguien hasta esta noche, porque Nahomi estaba allí. Con nadie había
sentido que podría estar tan conectado como lo estaba con Nahomi, una parte de
mi se perdió cuando se fue ella, una parte en mi murió con ella hasta que te
conocí a ti. Sé que si estuvieras conmigo ahora esta conversación la habríamos
empezado, desarrollado -como todo buen cuento- y terminado en la cama.
Te escribo todo esto
mientras me fumo un cigarrillo, hace años que no lo hacía; y créeme cuando te
digo que no lo hago por necesidad, esta vez lo hago por placer, como ese placer
que me provoca robarle el rocío a las flores cuando en el invierno ellas crean
el agua. He aprendido a hacer las cosas por placer gracias a ti.
Tomo un café con
leche amargo como a ti te gusta, solo; las cosas buenas no se hacen acompañar
de nada que las pueda opacar diría alguien a quien amo mucho y está leyendo esto.
Estoy sentado en uno de esos cafés que tú sabes que me encantan, a la orilla del
mar mientras la Torre Eiffel sigue estando tatuada a mi espalda así como el
recuerdo de tus besos en mi pecho; la chica que me ha estado atendiendo toda la
mañana es muy guapa, y tiene los ojos más hermosos que yo haya visto en mi
vida, por unos segundos llegué a pensar que probablemente podía llegar a ser
algo tuyo, lo cual es poco probable pues estoy tan lejos de tu pueblo, tan
lejos de nuestro pueblo. Ahora entiendo todas esas canciones y todas esas
películas y libros que hablan sobre el mar, que lo describen con tanta magia y
tanto amor, uno llegaría a pensar que una vez que conoces un lugar con mar
todos los demás serán igual, estábamos muy equivocados al respecto, algunos
lugares con mar son más especiales, y no por las personas, sino por el color del
mar, su aroma, la forma en que nos grita, en que nos hace recordar, el color
del mar suele ser más especial y cambia por algunas personas, cómo quisiera que
estuvieras aquí, aunque conociéndote como eres probablemente estás.
Escribo todo esto
mientras escucho una canción cuyo nombre no recuerdo, de un artista cuyo nombre
he olvidado, y siento como si en realidad esta canción ni siquiera existiera,
aun no ha sido escrita y quien la canta ni siquiera ha nacido, eso es lo que
siento mientras estoy en este lugar sentado y miro la mar, es como si en estas
costas, en este mar el tiempo se hubiera detenido, como si el tiempo no
existiera, aquí nada existe, sobre estas playas, sobre esta arena; ni siquiera
yo existo, nada existe fuera de estas olas que mis ojos apenas y alcanzan a ver
al final de lo que parece ser un barco al final del cielo. tú ni siquiera
existes, más sin embargo aun así te estoy escribiendo y extrañando.
Hoy oficialmente he
empezado a extrañarte, tuvieron que pasar 222 días para empezar a extrañarte
desde el fondo de mi ser desde la última vez que nos vimos, que nos tocamos; y
empiezo a contar en la parte trasera del libro que he empezado a leer con
palitos los 143 días que faltan para volver a verte. Me haces tanta falta como
Jenny le hace falta a Forrest.
Extraño lo de irse cuando desea quedarse.
ResponderBorrarSaludos.
Hay una historia interesante y bastante complicada sobre los encuentros y desencuentros de estos dos personajes. Me imagino que en futuros capítulos irás uniendo los puntos, que por cierto he optado por llamar a partir del siguiente capítulo a la historia como se llama en realidad, "La Chica del Muelle".
BorrarSaludos.