Ernest Hemingway
solía decir: "Jamás escribas sobre un lugar mientras estés en él". Y
aunque trato de seguir el consejo de uno de mis mas grandes maestros, es muy
difícil estando en una ciudad que tantas cosas, recuerdos y pasiones despierta
en mí como Durango. Aunque trataré de contenerme lo más posible....
Durango es una ciudad que ha avanzado mucho, o a cambiado
mucho; y aunque parezca que en algunas partes el crecimiento ha sido
desproporcional; en realidad no lo es, todo es diferente, todo cambió, y
cambia; aunque como ya lo mencioné en alguna ocasión, quizá la verdad sea que
lo que cambió más han sido los ojos y la mirada (jamás será lo mismo una cosa y otra) de su servidor. La desigualdad social
está muy marcada, el patriotismo en este estado se toma muy en serio, los
hombres son hombres y las mujeres son las mujeres más hermosas del mundo, los
universitarios se mezclan con tal naturalidad entre los vendedores de los
mercados, y la ciudad siempre te dará la bienvenida con ese tremebundo olor a
drenaje. Más sin embargo la gente jamás deja
de ser la gente más amable que podrás llegar a conocer en la vida, aún en los
insultos y groserías puedes sentir su amor, La única queja que puedo tener de
ellos es que aún prefieren sentarse del lado del pasillo en el
"pesero" para no dar un lugar a la demás gente. No les gusta iluminarse
los ojos una vez más con cosas, buenas, nuevas; con belleza espontanea. Los
niños en los pastos, las bellas jovencitas colegialas. Se niegan la magia y la
belleza y se la niegan a los demás. Gente de religión y santería que ha pesar
de los golpes sigue trabajando. Orgullosos siempre de su tierra, pensando en
antes morir que salir de esta bella ciudad. Sólo hay que tomarse unos minutos
para platicar con los taxistas para darse cuenta de tantas historias de
exilio, pero todos con un final feliz al llegar a su tierra, cuando llegan a
su ciudad natal, a su Durango, a nuestro Durango, a "mí" Durango, al
Durango de mis sueños que jamás será el mismo que el Durango de mis recuerdos,
el que tanto aparece en mis letras.
La ciudad se
mueve a un ritmo más rápido que el mio, a aprendido a estar sin mi, como yo he
aprendido a vivir con ella -sólo- en mis
pensamientos, pero por algún motivo que aún no logro comprender, en cualquier
lugar en el que he estado el ritmo es inferior a mí, es como si mi caminar
fuera el del Juan que fui y fue hace 7 años, es como si mis ojos hubieran
crecido, pero mis pies no aprenden, tienen la misma memoria que tenían en mi
segunda década de vida. Durango siempre será mi único refugio. Mi único refugio
siempre seguirá siendo esta ciudad, sus calles, sus luces, su eterna luz, la
ciudad de los recuerdos, de las eternas memorias, pasiones y luces. Sin embargo
uno, a pesar de conocer esta ciudad como la palma de su mano, uno aún puede
darse el lujo y el placer de llegar a sorprenderse con cualquier cosa, pues así
como la ciudad de mis 19 ya no es la misma de mis 26. Mientras unas cosas y
personas jamás vuelven a ser lo mismo que alguna vez tus ojos vieron o miraron,
o lo que tu mente distorsiona por factores como cotidianidad y amor y recuerdos,
otras pareciera que el tiempo y los cambios, buenos o malos; jamás pasan por
ellos.
Sólo hay dos
cosas, sobre todas las cosas; que al parecer nunca cambiaran en esta ciudad.
Los señores mayores con su sombrero en la calle caminando entre las iglesias y
que se sientan detrás de ti en el camión, y las mujeres bellas, y en hora
buena.
La comida aquí
no sólo alimenta tu estómago, alimenta tu corazón, tu memoria. Desde el plato
más sencillo de frijoles y tortillas de harina servido en la casa de madera con
techo de lámina de tu tía como con tanto amor lo recuerda y menciona y hace
referencia un amigo exiliado como yo; hasta la taza de café acompañado con
unos -deliciosos- tamales rojos de pollo alimentan igual, los burritos de con
Gera, las carnitas de "La Única", las gorditas de horno del
"Seguro", las gorditas de maíz de la camionera o las de harina del
mercado, las hamburguesas de "La Salud", de las tortas de
Ultramarinos Finos, la barbacoa de Gabino. Todo es nuevo y recuerdos al mismo
tiempo.
La
nueva ciudad y la vieja ciudad de tus recuerdos se mezclan y crean una versión
de la ciudad de tus sueños, una ciudad sólo para ti que aún vez con más amor
del que quizá merece, llega a crear contigo también una versión de ti mismo que
en ningún otro lugar podrías llegar a ser, las personas contribuyen mucho con
eso, todo se impregna de nostalgia.
Los chicos te recuerdan como lo que eras y aunque eso halaga es una mentira, uno en cambio ya no los conoce, y aunque los recuerdas, ya no son tus primos, pero la sangre es la sangre, y el color de esta te hace que igual los ames.
Los cafés han
sabido evolucionar y crecer con la ciudad, uno realmente puede llegar a amar a
una ciudad -sólo- por algún bohemio y delicioso café en el que haya estado, en
el que haya disfrutado una buena charla con viejos amigos, donde se haya
conocido buenos y nuevos amigos, donde haya podido terminar de leer un buen
libro, ese libro tan especial que pensabas y creías en nunca terminar, donde
uno empieza a escribir tonterías como estas que pueden ser basura para tantos,
y lágrimas y recuerdos para pocos. Tonterías como las que aquí han empezado a
leer.
Los que se
quedan se envenenan y no aprecian, los
que se van, olvidan; y los que vuelven recuerdan algo que ya no existe o que
jamás existió y mueren amando. La memoria de un niño
que ya no existe suele poner recuerdos sobre otros para crear recuerdos que
jamás existieron más que en su cabeza; recuerdos que jamás volverán a existir
así como aquel niño. Los que regresan con la ilusión de un niño mueren
amando. Esa es la diferencia de los que viajamos y recordamos, amamos, sólo las
personas que recuerdan aman. Los que superan las cosas no saben en verdad amar,
sólo el amor incompleto es real y sincero dicen por
ahí, -y verdadero- así como dicen también que la rutina le quita la
hermosura a las cosas y las personas, y creo que el contacto frecuente está
sobre valorado. Estar todo el tiempo con una persona le quita el encanto, salvo
que la persona sea un pedazo de ti o te reconozca como de él desde el inicio
de los tiempos, y la gente de Durango a estado conmigo desde el inicio de los
tiempos, aún sin haberlo estado. (Ya les hablaré de esto en mi siguiente
entrada)
Aunque
hablando en términos generales en todos los casos mencionados hay excepciones a
la regla. Y eso no fue lo que pasó con aquella. Ella olvidó, ella siguió, ella
se fue y todo dejó, y aunque no lo agradezco en lo absoluto, tampoco odio el
hecho, las cosas pasan porque así es la vida, ese acto; como diría Cerati, fue simplemente amor, si ella no se
hubiera ido yo no estaría escribiendo esto. Ella lo superó mientras yo no pude
avanzar y por eso recuerdo mientras veo las luces de esta pequeña gran ciudad
Tierra hecha de
barro, azúcar, chocolate, café y cobre, y de ahora en adelante tendré que
añadirle almendras y cardamomo. Tierra de cobre color plata, como su gente.
Durango siempre será una ciudad en la que siempre tendré eternamente frío, y no
precisamente por el clima, sino por todos los recuerdos vividos, pero, ¿quién
dijo que el frío es malo? Mí corazón lo cobija y lo siente como suyo, como algo
bueno, siempre será como la sangre que corre por mis venas, como el aire que
respiro, mi materia prima favorita a la hora de crear historias inconclusas,
nada queda por escrito, nada jamás termina, nada tiene final, la vida es un
terreno de segundas vueltas.
Soy consciente
de que esto quizá sea lo más inpropio que he escrito, pero me dije a mí mismo
desde un principio que a la hora de escribir sobre -mí- Durango escribiría lo
más honestamente posible. Así que esta vez más que escribir con mi mano,
escribí con el corazón, escribí con mucho amor y no con letras. Durango es una
ciudad con mucha luz, muchas nubes, mucho cielo, muchas estrellas, Durango es
la capital de los cielos del cine, los atardeceres de otro mundo, los irreales,
los que aparecen en tus sueños o en tus películas favoritas, el de las nubes
imposibles, el de los castillos en el viento, el de la infinita y emérita
inspiración de los artistas, fotógrafos, e del barroco, el clásico, el del odio
y el amor de Díaz, la ciudad del pecado, de Dios, de la tierra mojada que
comulga con el barro que creaba a los inmortales. Se me acabaran las palabras,
pero jamás el amor.
P.d. Aquí pueden leer la continuación de esta entrada
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