Estoy a punto de
subir a un avión para por fin tomarme unas vacaciones que este año ya me hacian
falta, y aunque vuelvo a un lugar que es tan mio como yo de él, y del cual ya
les he hablado montones de veces y siento hasta tonto el hecho de volver a nombrarlo, y aunque estoy seguro que volveré
de él con algo más que montones de fotos, montones de nuevos y viejos
recuerdos, con viejos y nuevos amigos y vieja y nueva familia; eso no es lo que
más me sorprende al principio de este viaje, de hecho por unos momentos he
olvidado incluso el viaje mismo. Y es que al momento de llegar al aeropuerto
(desde donde les estoy escribiendo esto y espero que sea la última nota que les
escribo en tres semanas) empecé a sentir algo que hace mucho tiempo no sentía,
y eso que hace mucho tiempo que no sentía son esas peculiares mariposas en el
estómago.
Esas mariposas
que sentí la vez que volví a ver a Nanci, la primera vez que me dio un beso
Jhovana, la primera vez que vi a Ale, la primera vez que metí un gol de tiro
libre bajo la lluvia, cada vez que expuse en la preparatoria, cada vez que
salíamos a concursar en el coro de la primaria, en las dos obras de teatro que
participé en la secundaria, la primera vez que participé en una carrera y nos
chocaron, la primera vez que hice el amor, la primera vez que tuve sexo,
aquella escena que viví de la película "500 días con ella", el primer
atardecer que vi en el mar, el primer (y único) amanecer que me tocó despertar
en Loreto, la primera vez que me dijeron "te quiero", la primera vez
que me atreví a decir "te quiero". Esas mismas mariposas que
seguramente sentí el día que nací, la primera vez que vi a mi mamá, a mi
abuelita, a mis tías, la vez que fui a Disneyland, la vez que entré al estadio
de Los Dodgers, la primera vez que me subí a un avión, que me subí a la rueda
de la fortuna, que hice un largo viaje de carretera, y seguramente las mismas
mariposas que sentiré al ver la Torre Eiffel o minutos antes de morir al recordar todo esto.
Y es que a lo
largo de la vida cada vez que aparecen esas mariposas tan "molestas"
por lo general es cuando estamos viviendo algo que nos saca de nuestra zona de
confort, de la cotidianidad, ya sea algo bueno o que esperemos o que
disfrutemos, o porque no también algo que no conozcamos, algo que nos de miedo,
algo inesperado. Esas mariposas nos hacen recordar de alguna manera que
seguimos vivos y que aun seguimos siendo aquellos niños que se sorprendían
viendo una guerra de golondrinas contra abejas. Y aunque la verdad en los últimos
años se habían ausentado por mucho tiempo, o si llegaban a aparecer la verdad
no las sentía como en mi juventud, hoy me han hecho recordar que cada vez que
aparecen esas mariposas es para precisamente recordar que, el día que dejemos
de sorprendernos de la vida y dejemos de sentir esas mariposas, ese día
estaremos muertos. Hoy estoy vivo, y espero que durante las siguientes dos
semanas sea el hombre más vivo y feliz del mundo, ya después la vida misma me
dirá si seguimos con esta relación o no.
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