Así como me gusta en demasía el cine de Trueba (Jonás), Sang-soo, Pereda, incluso su compatriota Piñeiro, con quienes por supuesto hay cosas símiles tanto en fondos como en formas; el cine de Fabio me esta gustando en demasía.
(Incluso y en gran medida, con y por sus guiños/homenajes a cinematografías como la de Allen, Tarantino y Cassevetes)
Hay una lógica total en el hecho de sentir sí al cine en su naturaleza, pero sobre todo hablando del documental y los ejercicios de metacine; como multiversos de nuestra (a veces) abrumadora realidad. Y eso es lo que es esto: una película de cómo se hace una película, dentro de una película.
Un juego de liberación para su protagonista/director de una forma muy relajada (incluso con humor), sin tantos artilugios, incluso se siente una especie de aura irónica/sarcástica muy sutil, de las pericias y dificultades de hacer cine independiente en Latinoamérica, sobre todo si eres un chaval/pibe que pasa por crisis existenciales y amorosas que se quieren plasmar en una realidad alternativa a través de un guion, algo así como Alvin en Annie Hall.
Los “detallitos” en el sonido, la gran mayoría siento yo, están de manera premeditada, son completamente deliberados. La cuestión del B/N y fotografía a color es interesante para jugar con la percepción de espectador y obligarlo un poco a meterse de lleno a la trama e identificar ¿qué es real?, ¿qué es ficción?
Tres cosas que me encantaron de sobremanera: la anécdota que une a Tierra II y a Las cosas… (además del factor caminatas), descubrir que mi guion sobre la fiesta en el museo no es tan descabellada, y tiene un paralelismo en Argentina; y los actores: Andrés, Paula (encantadora), el propio Fabio (que qué buen actor resultó ser) y las otras personas reales.
Hay riquelmismo, Cortázar, Hemingway, y otros elementos más que me hacen entender que sí o sí iba a terminar fascinado con esta película. Como (casi) siempre que termino de ver una película de Jonás, en mi mente sólo dominaba un pensamiento: “este es el tipo de película que me gustaría hacer con mis amigos”.
(Incluso y en gran medida, con y por sus guiños/homenajes a cinematografías como la de Allen, Tarantino y Cassevetes)
Hay una lógica total en el hecho de sentir sí al cine en su naturaleza, pero sobre todo hablando del documental y los ejercicios de metacine; como multiversos de nuestra (a veces) abrumadora realidad. Y eso es lo que es esto: una película de cómo se hace una película, dentro de una película.
Un juego de liberación para su protagonista/director de una forma muy relajada (incluso con humor), sin tantos artilugios, incluso se siente una especie de aura irónica/sarcástica muy sutil, de las pericias y dificultades de hacer cine independiente en Latinoamérica, sobre todo si eres un chaval/pibe que pasa por crisis existenciales y amorosas que se quieren plasmar en una realidad alternativa a través de un guion, algo así como Alvin en Annie Hall.
Los “detallitos” en el sonido, la gran mayoría siento yo, están de manera premeditada, son completamente deliberados. La cuestión del B/N y fotografía a color es interesante para jugar con la percepción de espectador y obligarlo un poco a meterse de lleno a la trama e identificar ¿qué es real?, ¿qué es ficción?
Tres cosas que me encantaron de sobremanera: la anécdota que une a Tierra II y a Las cosas… (además del factor caminatas), descubrir que mi guion sobre la fiesta en el museo no es tan descabellada, y tiene un paralelismo en Argentina; y los actores: Andrés, Paula (encantadora), el propio Fabio (que qué buen actor resultó ser) y las otras personas reales.
Hay riquelmismo, Cortázar, Hemingway, y otros elementos más que me hacen entender que sí o sí iba a terminar fascinado con esta película. Como (casi) siempre que termino de ver una película de Jonás, en mi mente sólo dominaba un pensamiento: “este es el tipo de película que me gustaría hacer con mis amigos”.
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