Carmen es una película australiana y ópera prima del coreógrafo y exbailarín francés Benjamin Millepied, cuya propuesta desde lo independiente, pero también desde lo alternativo y las propuestas narrativas no-convencionales, termina por ser arriesgado, pero atinado y potente.
La sinopsis de la película, sugerente y nada reveladora; arroja lo siguiente:
Una mujer joven e independiente se ve obligada a huir de su casa y a cruzar ilegalmente la frontera donde conoce a Aidan, un infante de marina. Cuando los dos se ven envueltos en un enfrentamiento, Carmen y Aidan se ven obligados a escapar juntos.
Si bien la película se inspira muy libremente de la ópera de George Bizet, y con todos elementos que predisponen paralelismos con la figura mitológica del propio nombre; hay un discurso sobre la redención de dos personajes buscando su lugar en el mundo, el lugar que les permita ser quienes son, que se da desde una huida; ella, huyendo del destino fatídico que le depara en su lugar de origen; él, huyendo de los fantasmas de su pasado que lo atan a una naturaleza violenta que constantemente está en lucha con su sensibilidad y una percepción que sin saberlo cuando se conocen, ambos comparten. La película también guarda una especie de redención feminista muy armónica y orgánica, sin necesidad alguna de forzar discursos, sino planteándolos de maneras sutiles. También otro subtexto que se dibuja y es interesante la manera en que se aborda, son los motivos de la migración a raíz de las diferentes formas de violencia, y su tratamiento de este de una manera poco convencional.
Hay un aura rebosada de un lenguaje que está llena sí de una poesía que sólo es perceptible cuando uno está en constante contacto con la poesía, pero también hay toda una carga simbólica que si resume, pero también acentúa la historia y lo que proyecta hacía afuera del ser, pero que refleja como un espejo hacia los adentros del alma, como el niño de la pistola y el hombre del destino que, dependiendo de la perspectiva con que se mire; puede ser bueno o malo.
No hablar de lo que a nivel producción hace la película, me parece sería un total desacierto, pues hay muchos elementos que hacen muy rica la propuesta sí a nivel visual, pero también a nivel sonoro. Partiendo de la fotografía y todos los elementos que la comprenden, hay una economía de recursos, pero también una prudencia que hace más potente la historia, pocos elementos hablando una especie de lenguaje de señas, hacen que uno sienta aún más todas esas emociones que se acentúan con las pocas palabras empleadas, pero también con lo sonoro y musical. Una iluminación sugerente que con una propuesta a nivel composición muy sencilla, crean cuadros surreales característicos y que quedan en el imaginario cuando la narrativa así lo sugiere, pero también momentos muy reales cuando la poesía es desde el movimiento corpóreo y la lucidez de la luz del día.
No sólo las interpretaciones de Paul Mescal y Melissa Barrera son extraordinarias, él representando lo tieso de la virilidad que se moviliza, y ella manifestando lo etéreo de su naturaleza intempestiva femenina que se mueve entre dos realidades (esto se manifiesta de manera perfecta en la danza de la feria que incluso se le puede dar una connotación a las danzas de las mujeres sabias y sus rituales de antaño a las que muchos llamaban de manera despectiva brujas), quizá las mejores de su carrera, sobre todo en el caso de la mexicana, pues el actor irlandés ya nos tiene habituados a dar actuaciones extraordinarias; pero también hay mucha riqueza en la aparición de personajes claves interpretados de maneras brillantes por Rossy de Palma, Elsa Pataky y Nicole da Silva, dando como resultado en todo lo anteriormente mencionado, un complemento más que perfecto. Un musical muy atípico que respeta naturalezas, contextos, fondos, formas y lenguajes culturalmente propios de la historia.
Sin duda, Carmen me parece es una de esas películas comprendidas por pocos, que a los ojos si bien no correctos, pero algo educados, puede ser un oasis en medio del desierto. El arte que habla desde el alma para sobrevivir y escapar a la tragedia, y en este sentido, también en que se aborda el tránsito hacia la muerte.
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