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martes, 13 de febrero de 2024

El eco: las ondas sonoras de la lejanía.





El eco es el más reciente documental de la laureada y experimentada directora méxico-salvadoreña Tatiana Huezo (y que asumo realizó mientras también llevaba la producción de Noche de fuego), y que es co-producido por la distintiva The match factory, me parece tiene lo mejor de su cine documental, pero también algunos vicios de la aproximación que ha tenido al cine de ficción que se crea de la realidad. 


Sin duda alguna lo que hay que destacar por sobre todas las cosas de este documental, y que justo de esto también se desprende lo más cuestionable de este, es la narrativa. Tatiana deja que el discurso se cree y exponga a través de los personajes variopintos que tiene frente a la cámara, deja que ellos mismos sean los que se cuestionen y se pregunten cosas los unos a los otros, no confronta ni es tan directo en su fondo y forma como quizá si lo es La tempestad. Vemos cómo de manera natural, Tatiana va descubriendo sus personajes centrales, algo que recuerda al documental Cosas que no hacemos de Bruno Santamaría Razo, aunque el fondo y las intenciones son completamente diferentes. 


En el tratamiento de la formalidad, es una obra que raya en lo perfecto, lo visual en el aspecto fotográfico llega a la finura de La tempestad, en la que si bien se veía un armazón más serio cinematográficamente hablando, acá Ernesto Pardo (DP) hace que esa finura se mezcle de manera homogénea con la naturalidad que se desprende por ejemplo en El lugar más pequeño, el que para mí sigue siendo la mejor película de Tatiana a la fecha. 


Sin duda alguna hay que hacer una mención más que especial a todo (y todos) lo que tiene que ver con el sonido. La película auditivamente te entra de manera espléndida. Desde el sonido directo que captura los sonidos de la noche, los grillos, los animales, la lluvia, la sequía e incluso de ese silencio sórdido y mudo; la impresionante música compuesta por Leonardo Leiblum y Jacobo Lieberman, que crea una atmósferas que acompañan de manera formidable todo lo que vemos a cuadro y se pinta con luz y sombras; y la mezcla de sonido que hace que todo se escuche en armonía en su conjunto, pero de manera preponderante e identitaria en lo individual; y que por supuesto todo rige para dar más peso a lo que las personas de El eco tienen que decir, sin que se sienta al menos en estos elementos una manipulación, algo de manipulación viene después pero no a través del oído. 


Tatiana logra crear con todo lo antes mencionado, un discurso de identidad y denuncia más acertado que en sus pasados trabajos (exceptuando la que ya he mencionado me parece su mejor obra), pues vemos cómo a pesar de las carencias y dificultades de vivir en lugares apartados como puede ser la montaña, el campo, la lejanía general, la gente es feliz con su familia, con su gente, y no es casualidad que los protagonistas del documental sean las infancias, y que veamos en su proceso de crecimiento en la adolescencia y juventud, que se decante quien se quiere ir por falta de apoyo de sus padres para seguir sus sueños dentro del núcleo original (como el caso dentro del documental de la niña que se le ve el amor por la educación), y quien se quiere quedar por amor a la tierra y el apoyo de su gente. 


También hay una maestría por parte de Tatiana de mostrar los problemas y peligros a los que se enfrentan estas comunidades que no sólo protegen su tierra y su familia, sino también a los recursos naturales que nos dan vida y alimento a los de la ciudad; y la genialidad es que los muestra no de manera directa, lo hace de manera sí de confrontación, pero de manera concentrada y a través de lo sonoro, como lo es el saqueo de madera, la sequía, y el maltrato y menosprecio hacia la mujer en el estudio y su trabajo en el campo. Antes mencioné que las infancias son los protagonistas del documental, si lo son; pero también los son las mujeres, y celebró que a este documental se le pueda mencionar como un documental feminista. 


No es un tema del todo serio, y creo esto ya corresponde a la ética que cada uno tiene como realizador, y consciente de que todo documental debe llevar el sello y dirección de quien lo realiza ya sea de manera directa (claro ejemplo es La tempestad que es lo que lo hace tan formidable) o indirecta (esto sobretodo en el montaje como lo es el caso de Hasta los dientes de Alberto Arnaut), hay episodios en los que yo sentí que Tatiana se tomaba libertades innecesarias y riesgosas en su narrativa, como el comentario del plato de la mesa, la caída de la abuela, y la pelea de los padres de la niña que quiere ser veterinaria. En estos lapsos yo siento que más que aportar a la narrativa o discurso, están más para crear un arco dramático, porque en muchos sentido son cosas que sabíamos iban a pasar, pero se sobre exponen, o hay una intención de Tatiana a través de la forma, como el abrazo final de la niña mencionada a su madre, en la que evidentemente hay una clara indicación por parte de la producción de lo que debe de hacer. 


Aún así, siento y celebro que Tatiana haya vuelto a las formas correctas que muestran a personas reales que se convierten en personajes reales; porque los temas siempre han estado, y son temas que a Tatiana le importan porque los conoce. 


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