El cortometraje documental más reciente del realizador sudcaliforniano José Permar, es un ejercicio que me parece uno de los trabajos más brillantes y valientes del año, ya que en él, además de plasmar una historia muy personal, hay una serie de elementos en el plano creativo que son por demás propositivos, pero vamos por partes para hablar de su hechura y su importancia tanto en el discurso como en su narrativa.
Según Filminlatino, esta sería su sinopsis:
Mientras una madre está en terapia intensiva con pocas esperanzas de sobrevivir, su hijo se encuentra en otro continente sin posibilidades de verla.
Este cortometraje que a mi parecer entra dentro de la corriente del cine-ensayo, experimenta de manera muy natural en su narrativa, tanto en lo auditivo, como en lo visual, pues por una parte podemos escuchar de manera entrelazada, tanto las reflexiones de José por la situación que estaba viviendo su mamá en México al caer en terapia intensiva y en un coma inducido, mientras él viajaba por Europa para estudiar un Máster en cine documental; así como los vagos pasajes que su madre recordaba de esos días en que ella estaba entre la vida y la muerte, todo mientras el espectador escucha a su madre hablando con él por teléfono, y a él como si estuviera escribiendo una carta en la que no sabe si ir con su madre y de esta manera dar por sentada la posibilidad de que ella realmente podía morir, o seguir el camino natural de las razones por las que él hizo ese viaje, con la esperanza de que su madre estará bien y podrá volver a verla y escucharla a su regreso.
El discurso que José crea en el plano auditivo es realmente emocional, sin caer jamás en el melodramatismo burdo y barato, no teme en mostrarse vulnerable ante una situación en la que cualquiera de nosotros caería en el estado de mayor vulnerabilidad que el ser humano puede caer, como lo puede ser la posible muerte de un ser tan amado como lo es una madre. Esto sobre todo se demuestra cuando José trata de grabar un audio que los médicos que se encargan de su madre, le recomiendan que haga para que ella probablemente lo pueda escuchar.
En el plano visual, José crea un montaje realmente hermoso que hilvana y empata perfectamente con el discurso de sus reflexiones, a través de las imágenes que él registra de sus viajes y los lugares en que está mientras está viviendo todo esta situación en su interior y en la distancia (no sé si José filmó con película o si ese detalle para darle el aspecto de película se trabajó en la post-producción), encontramos imágenes realmente bellas, que a uno lo hacen remontar a los grandes maestros del cine-ensayo y cine-diario, por lo cual no es nada difícil de entender el por qué José trabajó su discurso a través del montaje que hizo. Hay elementos muy sencillo, pero que en su sencillez se vuelven poderosísimos para entrar precisamente en la psique del discurso que José expone en su trabajo, como ese bucle que hace en unas escaleras, con casi todo en oscuridad salvo por una lámpara que nos da una luz que bien podría representar la esperanza de poder volver, como José expone su deseo de poder hacerlo como su madre lo hizo, sin sentir esa sensación de que cada vez le es más difícil volver a su lugar de origen, de no sentirse más un nómada, un extranjero que va de acá para allá al cual cada vez se siente más lejano, como él lo expone en esta carta visual.
Un trabajo muy sencillo en el que lo que vemos de manera muy natural y cotidiano, enmarca el hecho de que en el trabajo de José, el mensaje es lo más importante y poderoso, en el que el contexto social e histórico de los últimos dos años, podría reflejar la historia de muchas personas que al igual que él, estuvimos en esa disyuntiva entre irse o quedarse, en el que muchos regresaron, y otros ya no pudieron hacerlo.
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