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martes, 11 de octubre de 2022

Oaxacalifornia, el regreso: registro del viaje de los que heredan la identidad.





Me parece que el logro más grande de Trisha Ziff, directora del documental, es crear de cierta manera la misma esencia del trabajo que hizo posible la realización de este documental, por supuesto me refiero a "Oaxacalifornia" de Sylvia Stevens, del que Trisha fue productora y guionista, y que en muchos sentidos se podría sentir como la primera parte de este trabajo.

Trisha vuelve 25 años después (la primera parte fue realizada en 1995, este en el año 2020) con la misma familia, ahora con el padre del personaje principal fallecido, y con nietas y nietos ya siendo adolescentes, y me parece que la primera escena del documental es muy importante, pues es de los patriarcas, abuela y abuelo, viendo "Oaxacalifornia" con sus nietas y nietos, y en esta vemos como un preámbulo de lo que el documental irá desarrollando a lo largo de este, pues vemos las reacciones de sus nietos, como sé emocionan, y vemos cuáles de ellos son los que más se interesan por sus raíces, quiénes son los más curiosos, los que más preguntan, los que más se involucran, y eso se confirma a lo largo del documental, con sus testimonios de cómo en algún punto de sus vidas esta doble identidad les genera cierto conflicto con su entorno en Fresno California, pero aún así están orgullosos que se sienten de esta parte tan importante de su vida, tan así que aún se cuestionan el no conocer tanto de su historia familiar, o incluso el idioma, y esto lo vemos sobre todo en los las hijas y el hijo del hijo del protagonista, que quizá se deba al hecho de que este se casó con una mexicana, mientras que los hijos de la hija mayor del protagonista, son hijos de una mexicana y un norteamericano.

Hay algo bien interesante que el documental registra, y es el hecho de cómo la educación en las cosas más importantes y elementales se repiten de generación en generación, pues vemos como lo que el bisnieto hacía, también lo hace el bisnieto, en un contexto histórico y social claramente diferente, pero no así en el espectro familiar, en el que pareciera no cambia nada, tanto en su forma de ganarse la vida, como su trato de puertas para dentro en la casa.

Hay también un retrato y una reflexión que se hace un el documental de cómo desde la película de 1995 el deseo del personaje protagónico es el de querer volver y vivir sus últimos días de vida en su pueblo en Oaxaca, pero ahora 25 años después se cuestiona esta decisión, tanto él como su esposa pues ahora ya con nietos, ven lo mucho que se perderán de su desarrollo como personas, además de que saben que en Oaxaca no tienen a nadie cercano que los pudiera cuidar en su vejez.

En el ámbito cinematográfico, dentro de la propuesta orquestada por Trisha me parece hay un par de cosas que realmente me parecieron extraordinarias, la primera es lo que logra crear en el viaje que hacen a Oaxaca en el 2020, pues durante el trayecto Trisha yuxtapone fragmentos del viaje que realizaron sólo padres e hijos al mismo lugar, y el montaje logra crear que el espectador sienta que, a pesar de los distintos equipos con los que fueron registrados y el cambio que hay en la carretera y el pueblo, que está viendo el mismo viaje, de alguna manera se logra difuminar la barrera del tiempo, en la que incluso vemos en muchos sentidos como los nietos toman el lugar de sus padres, incluso en cosas que recrean, como quien va con aires de curiosidad mirando por la ventanilla, o quien se queda dormido. Y la segunda cosa va muy pegada a la ya expuesta, y es que si bien el cine, no sólo hablando del documental, registra o crea de alguna manera algo que es irrepetible, hay muy pocos trabajos que logran hacer al espectador tener plena conciencia de que lo que está viendo es algo que jamás va a poder de igual manera, esa cosa efímera de la vida que se registra sólo una vez y jamás se vuelve a apreciar, y eso es algo que el trabajo de Trisha logra, y sin lugar a dudas es el hilo conductor de todo el documental, y que además lo logra de manera muy breve y muy concisa.

Termino sólo comentando que para nada es casualidad que estemos ante uno de los mejores documentales del año y uno de los más sensible además, pues trae entre sus productores a personajes más que importantes de la industria cinematográfica en México como a Alejandro Springall (que si bien como director yo cuestiono mucho su trabajo, como productor es uno de los más puntuales en México), Hugo Villa Smythe (quien en su momento fuera el director de la Filmoteca de la UNAM), y Daniela Alatorre (directora de la afamada productora mexicana No Ficción), además de una música por demás hermosa, característica de esta clase de trabajo, y que además acrecenta esta sensación de estar ante un momento irrepetible, a cargo de Andrés Sánchez Maher y Jacobo Lieberman.

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