Es interesante ver el modo en que directores, y sobre todo nóveles directores, abordan sus películas basadas en temas socialmente importantes, y más retratando de alguna manera a través de la ficción, noticias que en su momento fueron relevantes, como lo fue el caso del "reto de la ballena azul" que en el 2017 se viralizó por el alto índice de casos en los que jóvenes engañados fueron parte de este reto que consistía en 50 retos en los que atentaban contra su integridad, la vida de los demás, hasta llegado el punto cumbre del reto, les pedía suicidarse, y que si no lo cumplían matones rusos acabarían con toda su familia, este caso es en el que basa el argumento Jorge Cuchí de su ópera prima, la que para mí es una de las más potentes de los últimos dos años.
La premisa de la película empieza a correr a partir del reto número 45 que cumple Felix, un joven con notorias secuelas no sólo de los retos que ya a cumplido, sino también de la abrumante depresión que arrastra por la vida que lleva al de su madre, que es con la única persona que vive y con la única persona con la que lo vemos convivir, aún así sea sólo para recibir regaños por sus llegadas tarde y por su adicción al cigarro. Y desde la escena inicial ya vemos la potencia del lenguaje de Cuchí, vemos que hay una clara intensión de ser crudo y directo con el espectador de la manera más violenta posible, hay mucho riesgo en el planteamiento y lenguaje empleado por Cuchí, tanto que muchos críticos y espectadores se pueden asustar, al grado de decir que es una película que glorifica el suicidio, pero me parece nada está más alejado de la realidad.
Hay un claro espectro que Cuchí aborda, explora y muestra de las depresiones juveniles a raíz de falta de identidad, ya sea por la ausencia o poco interés de los padres por entablar un diálogo a través del cual se puedan acercar a ellos en la difícil etapa que puede ser la adolescencia y juventud, más cuando ellos no pueden expresar hechos traumáticos vividos en su vida, como lo es el de Elisa, que es la compañera amorosa de Felix, y quien secretamente lo inicia en el juego de la ballena, aunque sus intenciones no son reveladas hasta que ya es demasiado tarde para Felix salir de la situación en la que ambos se meten por sufrimiento contra el mundo y el amor mutuo que desarrollan.
Los actores que encarnan a estos dos personajes realmente hacen un trabajo impresionante, son de esas actuaciones que a uno lo marcan, si la película trasgrede en más de un sentido, haciéndonos saber aun cuando es una ficción, y que no es un trabajo esencialmente periodístico o que raye por momentos en el documental, que sus historias son reales, nos hacen creer que todo lo que pasa en la pantalla está pasando en realidad, y eso marca, a veces incluso en un grado incomodo, en el subconsciente del espectador, y muy pocas películas pueden lograr eso, y eso se logra gracias al extraordinario trabajo de José Antonio Toledano y Karla Coronado, que firman dos de las mejores actuaciones a mi parecer del año.
Así como en muchos sentidos Cuchí trasgrede al espectador con las situaciones tan tensas que provocan Feliz y Elisa, también hay momentos que se marcan con una sutileza que es por demás apremiante y propositiva, como el hecho de mostrar muy poco los rostros de las madres, que bien podríamos dar lectura en un cuestionamiento muy cerrado, como las verdaderas responsables del desenlace de estos dos jóvenes, pero me parece en ningún momentos es lo que propone Cuchí con la propuesta de enfoque de plano, sino más bien es la forma en que Cuchí hace al espectador entender que sólo dos personajes importan en la trama, los que son victimas de sus propias circunstancias, dos jóvenes tristes que no supieron adaptarse al mundo, y tanto en estos momentos como en las partes más crudas de la trama, la cámara y todos los elementos bajo la dirección de Cuchí propone esta naturaleza incendiaria. Esta parte implícita que Cuchí propone también está en los encuentros sexuales que sostienen estos jóvenes una vez que están comprometidos con la tarea del reto 49, de los cuales no vemos absolutamente nada, y eso también habla de una propuesta que busca ser reaccionaria, pero en ningún momento morbosa.
Hay otros elementos a nivel realización que son por demás propositivos, potentes y valiosos; quizá el que más salta a la vista del espectador es este recurso de utilizar el plano dividido para ver la vida diaria de Feliz y Elisa, que si bien se pueden ver diferencias marcadas en su estilo de vida, como Elisa que es de una familia, si bien trabajadora, con una madre tratando de rehacer su vida luego de la muerte de su marido, es de mejor condición socioeconómica que la de Felix, que vive, como ya lo había comentado, sólo con su madre y un padre al que ve cada quince días, también está el elemento de la filosofía de los colores, donde vemos el entorno de Elisa con cálidos más presentes, a diferencia de la paleta de colores en el entorno de Felix, que es mucho más fría; pero aún así con todas estas diferencias marcadas, podemos ver que su vida no es muy distinta, teniendo pláticas y peleas muy similares con sus madres, incluso en sus respuestas, y el refugio que les dan las sustancias prohibidas para su edad (así como Felix fuma, Elisa bebe), su soledad, y el juego de la ballena azul.
No es hasta la parte final que la película cae en un momento en el que parece quiere inducir al espectador un efecto de anestesia, de bajón, al cual muchos espectadores les dejará insatisfechos por toda la adrenalina que el resto de la película les inyectó, pero me parece que la elección de Cuchí es la indicada, pues había que bajar ese nivel para que precisamente dimensionáramos el mismo bajón que el mismo Felix experimenta para al final contemplar este encuentro onírico con Elisa que es muy poco probable que haya podido pasar, en un limbo que sin lugar a dudas resalta por su belleza, y que seguramente fue lo más caro de la película.
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