Hay una clara diferencia que no puede engañar al público que conoce la obra de ciertos directores, cuando realizan una película por encargo, una película con un guion bien trabajado (cuando hablamos de directores que no escriben sus películas), y las obras que estos directores realizan por amor al cine, o del género que los hizo querer ser directores de cine. Los ejemplos más recientes, curiosamente se han manifestado en directores longevos y consagrados, como Vorhoeven con Benedetta, Ridley Scott con Alien Covenant, y ahora el rey del horror corporal; David Cronenberg con Crimes of the future.
La simple línea argumental en la que muchos resumirían la película sería que es una película sobre las mutaciones y mutilaciones que se realizan las personas en el futuro, y como estas las hacen experimentar tal placer (y dolor) que es lo que sustituye al sexo. Pero la película profundiza en temas aún más complejos y relevantes que van más por eso que todos los realizadores expresan en sus obras cumbres, y es sobre la forma en que ellos no sólo realizan, sino cómo perciben el arte en su máxima y más clara esencia.
La subversión en que impregna el horror atmosférico más que un horror orquestal (el ejemplo más claro de este horror es a mi parecer Nosferatu) disfraza de alguna manera la clara intención de Cronenberg por hacer un discurso que entrelaza un juego que mezcla humor negro y no deja de jactar los vicios del arte moderno (o mal llamado "arte abstracto") como de la crítica, como de los imitadores (o plagiadores), como de los gobiernos mediadores; y cómo estos se manifiestan en ciertos personajes, que se disfrazan de "buenos".
Hay un discurso también que elabora de manera más que brillante Cronenberg sobre la forma natural en que el ser humano se adapta a su entorno cuando se son relegados o diferenciados sólo por las prácticas que no encajan en la norma, o que no encajan en las conductas que el orden mundial establece como "normales" para el control de las masas, y como los subversivos (en este caso, los come plásticos que en muchos sentidos podrían ser la figura del artista perseguido en tiempos modernos por gobiernos autoritarios) son los parásitos, cuando el ser humano por naturaleza es evolutivo y cambiante, en consecuencia de sus propios actos, o los actos de los poderosos (un claro ejemplo: Hiroshima, 1945).
Prácticas de arte y experimentación que, sin ser socialmente aceptadas, no implican un riesgo para quienes mueven los hilos mundiales, como en la obra de Cronenberg podrían ser los artistas del cuerpo, pero los come plástico, que en realidad jamás quisieron hacer daño a nadie más que se les dejara vivir con su condición de vida diferente, son perseguidos y aniquilados. Los libres se someten a formas de placer para disfrazar el dolor, y la última escena, además de ser un homenaje hermoso a la obra cumbre de Carl Theodor Dreyer, es la expresión máxima de satisfacción ante el hambre que provoca la falta de libertad y romper las cadenas que nos someten a placeres falsos que no son más que placebos, como tantos ejemplos podemos dar de los tiempos que nos acontecen.
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