Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

jueves, 12 de diciembre de 2024

"Malta" de Natalia Santa: qué poder ejercemos sobre los deseos de huir.

 


La pieza colombiana de Natalia es una de esas películas que, aún teniendo una sinopsis bien escrita sobre la trama de la historia, y que no se deja cosas ocultas o entre líneas de lo que el argumento desarrolla a lo largo de esta, es una película que de buenas maneras no te esperas.


Mariana quiere irse lejos de Bogotá, lejos de su familia, pero sobre todo lejos de sí misma. Malta es un lugar por donde empezar. Antes de llegar allí tendrá que adentrarse en otros territorios.


En esta película vemos en un personaje como Mariana tan real como complejo, pero también tan enigmático, que sin tener un lugar donde estar, tanto físicamente como emocionalmente, siempre está con un constante deseo de no ser, de no estar, buscando cada noche un refugio en otro cuerpo que habitar, un hombre con el cual estar e irse a su cama para no volver a la dura realidad de su familia (sus hermanos, su abuelo) y la prisión que le representa la mirada de su madre, pero también el incesante y creciente deseo de soñar que puede irse de su propio contexto, de su propia realidad. Un completo estudio de personaje preciso, interesante.

En ese deseo de no estar, está un estudio de la soledad por demás estimulante, que a su vez se acompaña no sólo de la extraordinaria interpretación de Estefanía Piñeres, sino también de la fotografía de Iván Herrera que, además de dispersa por momentos (a propósito) e incluso ambigua (recurso empleado de manera extraordinaria) la elección de Natalia de utilizar planos objetivos y subjetivos precisamente para ampliar y fijar aún más el espectro un tanto vacío y emocional de Mariana, es verdaderamente impresionante, y es justo donde digo que uno no sabe lo que se espera con esta película.

Un refuerzo y equilibrio para la catarsis del personaje de Mariana, y como permea e impregna de ese sentimiento al espectador, es sin lugar a dudas el personaje de la mamá, interpretado magistralmente por Patricia Tamayo (en definitiva lo mejor de la película) que con sólo la mirada transmite toda la dureza, pero también los sentimientos y emociones posibles de una madre frustrada, arrepentida, rebasada por la vida que eligió y no la recompensó. Vemos en Mariana en cierto punto de la película, en el desarrollo inicial (primer acto. Comentar que es una película que, aún dentro de su sencilla narrativa, tiene sus tres actos bien definidos), expresar algo de rencor por su madre, por al persona en que se convirtió por sus posibles errores en la vida, para después encontrar que lo que ella recuerda, sobre quien fue quien en la historia de sus padres; quizá no sea del todo la historia que ella se repetía por su propia lucha, por su propio ensimismamiento. Ambos personajes tienen un sinfín de momentos a lo largo de la película que nos muestra la complejidad de las relaciones entre padres e hijos que no se saben comunicar ni perdonar, pero sobre todo, que no saben reconocer lo parecidos que podemos llegar a ser, o llegaremos a ser.

Malta, o cualquier otro lugar soñado en el mundo en el cual vivir, puede ser, o ser reemplazado con el reconocimiento, con reencontrarnos en nuestro propio sitio, con la pérdida de alguien a quien se ama; o un lugar que jamás llegaríamos a imaginar.


lunes, 9 de diciembre de 2024

“El mirador” de Diego Hernández: las múltiples posibilidades del cine.

 


Antes de acatar del todo mi análisis sobre esta película, debo hacer una aclaración que suele ser muy común en este espacio, de modo que las siguientes palabras no serán sorpresa para los adeptos, pero pueden ser importantes y reveladoras para los que no lo son: suele ser muy complicado para su servidor, más de lo normal, escribir sobre una película cuyo autor o autora; es alguien a quien admiro en demasía, conozco en persona, o puedo considerar un amigo. En el caso concreto de Diego, puedo decir que cae en los tres apartados, pero luego de dos largometrajes y un cortometraje que en muchos sentidos son una escuela para mí, siento que con El mirador, su tercer largometraje; había una deuda que saldar. 


Luego de esta introducción, quiero hacer un apartado, para empezar a enumerar las grandes cosas que tiene esta película en particular, y el apartado va un poco definiendo en lo que para su servidor es la objetividad del crítico, y la subjetividad del cinéfilo. Suele ocurrirme que, con muchos de los directores que más admiro, la película que más me gusta y la película que considero yo como su mejor obra, no suelen ser la misma. Algunos ejemplos podrían ser Fellini, que amo a La dolce vita, pero 8 1/2 es a mi parecer la mejor película en la historia del cine. O Bergman, de quien amo Fresas silvestres, pero El séptimo sello es indiscutiblemente su obra maestra. En el caso de Diego me pasó algo similar, pues aunque me parece que El mirador es en definitiva su mejor película al momento por muchas razones que (ahora si) iré exponiendo, no podría decir que es mi favorita por razones que también expongo. 




Annya y Guillermo son actores que dan pasos con dificultad en su vida adulta: Guillermo trabaja en un Call Center y Annya es conductora de Uber. Tras un malentendido, Annya acepta el viaje de un director que acaba de regresar a Tijuana para producir su nueva película.




Si bien la sinopsis de la película se podría decir que es lo que pasa en la película rigurosamente hablando, o mejor dicho, nos dice de manera clara el qué de la película, justamente entre esas líneas se esconde el cómo, y ahí es donde Diego no solamente hace su película más libre en cuanto a la narrativa se refiere, sino que también de entre ese cómo nos muestra su película mejor hecha técnicamente hablando. 


Quizá partiendo de obviedades de las que obviamente se tiene que partir, hay que hablar de la prodigiosa fotografía por parte de Sebastián Molina, pues no sólo es un trabajo dotado de una exquisitez que pulula verosimilitud, sino que es un trabajo donde la composición está todavía más elevada del cuidado que Diego siempre tuvo con sus anteriores películas, pero acá va más allá, con una total comprensión de cómo la fotografía está al servicio de la historia, y las formas en que se va contando la historia. O dicho en otras palabras, el trabajo fotográfico, todo lo referente a lo técnico, y el gran guion escrito entre Diego y Melissa Castañeda (también productora), va mutando conforme la película; y la narrativa en esta, va mutando de igual manera. Explico a continuación lo que desde mi perspectiva y lectura es, el recurso más propositivo de Diego con El mirador: acá hay más de una película. 





Es rico descubrir cómo Diego presenta estas tres películas (o posibilidades de hacer una película), que giran entorno a la misma historia y que yo las defino de la siguiente manera: la ficción, la ficción dentro de la ficción, y el documental. 



La ficción es tal cual la historia de Annya y Guillermo: sus rutinas, sus amigos, sus trabajos, cosas que nos pasan a todos sin tanta grandilocuencia, y el cómo conocen al director que los invita a ser los protagonistas de su película. Es justo mencionar que, si bien tanto en esta ficción como en la ficción dentro de la ficción, los protagonistas juegan un papel preponderante, es en la ficción que Annya y Guillermo, literalmente siendo Annya y Guillermo (palabras del propio Diego) dotan a sus personajes de una carga perfectamente equilibrada entre realismo y dramatismo, a lo que seguramente sirve el hecho que de alguna manera ambos están inmiscuidos en el arte. Son ellos, en un contexto que también es de ellos y que conocen a la perfección, pero que Diego interviene con una historia dentro de esa realidad, y en la que quiere exponer de maneras muy firmes y claras, como las violencias están, impregnan y permean nuestro día a día con decisiones tan simples, cotidianas y mínimas que uno cree que siempre ha sido así, pero que quizá hace 10 años la gente no reconocería. Creo que la química entre Annya y Guillermo en muchos sentidos hacen la película, mejor dicho: no concibo esta película sin ellos dos. 


La ficción dentro de la ficción corresponde al elemento más ficcionado de la película: el director y su película de la violencia en Tijuana. Y es a través de este personaje que Diego hace una de las críticas más finas al oficio no sólo de lo pretencioso que puede ser para algunos el oficio de la producción audiovisual, sino que muestra toda la figura del artista-turista que cree conocer una ciudad y su historia, sólo con haber vivido en ese lugar antes de tener el privilegio de poder salir, un posible clásico hijo de la oligarquía que cree que puede ser y hacer una diferencia significativa con una película en la que todos los mexicanos que no sean de tez blanca son delincuentes, y que intenta conmocionar a toda Europa llegando a Cannes. En este recurso de la ficción dentro de la ficción es que vemos lo complejos y reales que son Annya y Guillermo, pues si bien ellos quieren sumar y apoyar en un proyecto en el que creen, incluso al grado de hacer a un lado sus proyectos de vida, o al menos acomodarlos para que estos no se interpongan en la oportunidad de hacer su primera película, es que vemos un cambio en ellos conforme se van dando cuenta que la película no refleja en lo absoluto su realidad, porque quién mejor que ellos para conocer su ciudad. Hay una escena preciosa en la que estando en un departamento, el crew de la película festeja el final del rodaje, y vemos como Guillermo mira la vista de la ciudad de noche desde la ventana del departamento que está en lo alto, luego vemos como Annya se para junto a él, y ambos, sin decir nada, sólo con una sonrisa, que acaso podrá simbolizar la mueca de la resignación, chocan sus vasos y miran su ciudad, esa ciudad real de la que tantas veces se habían negado a contar su historia y sus múltiples realidades, hasta que Diego empezó a hacer cine. Incluso creo que es el momento para decir esto: si la película termina en ese momento, habría sido un final perfecto. Pero el final que tiene también me parece el final que requería la película.


El documental es el recurso donde vemos el real impacto de los alcances de la violencia en personas reales, y una vez más, la forma en que Diego logra llegar a este discurso, es magistral. A modo de investigación en el contexto de la película dentro de la película, Diego recaba testimonios de personas cuando la violencia a alcanzado topes extremos en el sexenio de la llamada Guerra contra el narco, donde las balaceras se daban en zonas conurbadas, escolares, o en colonias populares, aquí es que Diego vuelve a los discursos personales de manera muy inteligente, a los temas que le ocupan y son importantes para él, pero en lugar de caer en el efectivismo de una ficción desmesurada, hay toda una forma y un fondo que hacen que de manera muy implícita, nos diga exactamente todo lo que él quiere referir sobre el tema, y lo hace. Así de simple. 





Otro elemento que yo lo considero más ligado al documental que a la ficción, y que además es genial, divertido y muestra esa libertad con la que Diego se mueve en el cine como un artista que sabe que es lo que quiere decir más allá de pretensiones estéticas y filosóficas, es los ejercicios que hacen Annya y Guillermo de improvisación, tanto juntos, como con otras personas, como de manera individual. Cine que se hace de instantes, de momentos cotidianos, de amigos. 



Cierro este análisis tratando de exponer de la manera más correcta el porqué aún creyendo que estamos ante la mejor película de Diego, no es mi favorita, y para no alargar aún más las palabras, debo decir que se debe al hecho de que no me puedo sentir más identificado con el discurso que Diego desprende en “Agua caliente”, sobre lo que para él es el cine, para lo que sirve el cine, y lo importante que son las personas más cercanas en el proceso de ser los artistas que somos o pretendemos llegar a ser, y en consecuencia, los seres humanos reales que queremos llegar a ser. Ahora, con esto no quiero decir que “El mirador” sea totalmente impersonal, ahí están temas que a Diego le importan, como ya lo mencioné, y si bien hay un desprendimiento en el sentido de que él no es ahora uno de los personajes principales, si tiene una aparición bastante importante y peculiar, un personaje el cual aún siendo Diego, yo describiría en cierta medida como la conciencia del creador, pues en las apariciones que tiene su personaje con Annya y Guillermo, siempre está para decirles, platicarles y hacerles las preguntas precisas y pertinentes que los hacen pensar, incluso hacerlos que se cuestionen sobre las decisiones que van a tomar. 


domingo, 1 de diciembre de 2024

Breve comentario sobre “Una historia de amor y guerra” de Santiago Mohar Volkow

 


Empiezo escribiendo que, si bien “Good salvaje” tenía algo, está no tiene casi nada. Pero tiene. 


Empezando con los actores, hay un compromiso tan grande por parte de ellos, que es muy creíble y disfrutable lo que hacen. Ahora, además de Andrew, no sé qué tanto habrán sabido el resto de actores sobre lo que sería esto. 


Si bien es verdad que visualmente es poderosa, hay que decir que es una especie de poder hueco, pues en muchos sentidos todo ese despliegue no está al servicio de la historia, algo que si pasa en el cine de Anderson, los padres de Anderson (por supuesto me refiero a Tati y Andersson) y Kaurismaki [no Kiarostami, ese es otro dios el cual se volvería a morir si lo compararan con Anderson o Mohar].


La película es una completa ridiculez y sin sentido la mayor parte del tiempo, para bien y para mal. Pero tiene momentos bastante interesantes en un discurso que liga no sólo a las dos últimas producciones de Mohar, sino a toda su obra: los alcances de la violencia. 


La escena inicial es como la violencia, cuando es construida a tu servicio, te alcanza a llegar tarde o temprano, que es justo lo que pasa con el cerdo rosado fascista y capitalista en todo el segundo acto. Y si bien en el tercer acto se alcanzan cosas aún más interesantes como el asunto de la violencia generacional, el pago por los pecados de los opresores, el limbo de los desaparecidos y el amor que espera una eternidad y jamás se llega a consumar (con un final además precioso acompañado de una digna pieza musical), no alcanza para pagar la horrenda y nefasta escena del soborno. Esa si, literal y metafóricamente; es una completa mamada. Además del montón de incongruencias, inconsistencias, totalmente anacrónica y errores de continuidad. Y ahí le paro, porque si no me voy a poner a parafrasear al maestro Ernesto Diez-Martínez cuando dice: “ando embergao”. En fin, demasiado fársica para mi gusto. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

“Formas de atravesar un territorio”, de Gabriela Domínguez Ruvalcaba.

 


Me resulta un poco imposible empezar a escribir sobre el documental de Gabriela, sin mencionar algunos documentales contemporáneos realizados por mujeres directoras porque, además de que son muy contemporáneos, retratan temas y fondos símiles, pero a través de formas muy diferentes. Y el documental de Gabriela me parece una obra de arte más arriesgada, pero a la vez, más profunda e incluso me atrevería a decir, más personal. Me explico. 


“Lachatao” de Natalia Bruschtein y “El eco” de Tatiana Huezo, son los dos documentales que pongo como ejemplo, más no así como punto comparativo; sobre lo que quiero exponer del trabajo de Gabriela. Por una parte tenemos a Natalia que, como ya lo había expuesto por acá, el hacer un documental con distancia, incluso con algo de desapego, es una arma de doble filo, que si bien no está mal esa manera de registrar, a Natalia no le favoreció del todo desde mi perspectiva. En cuanto a Tatiana, si bien las buenas intenciones están visiblemente expuestas de la gran labor de la cineasta, desde mi percepción, se toma libertades que para mi gusto, o lo que yo busco en el cine; no considero del todo válidas en el cine documental. Pues si bien se puede apelar a la premisa del cinema verité, a mí me parece las razones de están corresponden a cuestiones más de dramatismo, pues ya lo había dicho Kieslowski: “quien soy yo para documentar las lágrimas de las personas”, imagínense lo que habría pensado de documentar la caída de una mujer de la tercera edad que después derivaría a documentar su funeral. 


“Formas de atravesar un territorio” no sólo es un documental cercano, sino una declaración de principios en más de un sentido. Desde el comienzo hay una proximidad, la barrera de la intuición y el temor se rompen, y esto claramente se intuye desde la forma en que la cámara, a través del lente apremia a lo que el ojo de Gabriela quiere que el espectador capte: los detalles. La cercanía del detalle, y cómo este detalle de captar detalles, hace un discurso narrativo cargado de sensibilidad, una sensibilidad que yo siempre asociaré al corazón femenino, que además se confirma discursivamente al doble de lo que Gabriela expone, en el sentido que casi toda la película fue hecha por mujeres tanto frente a la cámara como detrás de la cámara.


Poco después somos testigos de momentos realmente valiosos, hermosos y muy emotivos. El primero, es en una reunión de las mujeres de la comunidad donde una de ellas le expone al resto, hablando su lengua materna (tsotsil) lo que Gabriela quiere hacer con ella, lo que quiere grabar, como lo quiere grabar, cuándo lo quiere grabar, con cuántas mujeres lo quiere grabar, y algo que a mí me pareció importante de ver documentado: vemos cómo la joven mujer le dice al resto de mujeres, que Gabriela quiere pedirles permiso para que le permitan formar parte de su película a través de su labor, pero que también le permitan a ella formar parte de sus actividades y su día a día. 


Más delante vemos, ya en un estudio más ensayístico-autoral, valiéndose de recursos narrativos en demasía propositivos como el uso de fotografías de archivo que no sólo forman parte de este por añadidura a través del montaje, sino de una forma muy particular, muy viva, como quien mira fotos del álbum familiar y al encontrarte una que te detona un hermoso recuerdo, la saca por unos segundos del álbum para sostenerla en tu mano, y después la devuelves a ese cúmulo de historia. Gabriela nos muestra un poco el origen del porqué hacer un documental sobre estas mujeres, sobre su labor en el pastoreo, en el telar, porqué esa necesidad de querer hermanarse con ellas, de conocer sus historias, cumplir ese deseo de romper la barrera, de cumplirle ese deseo a la Gabriela pequeña, feliz desde entonces de saber que en algún momento las iba a conocer. 


La escena de la mujer exponiendo cómo fue su infancia con los citadinos, la imposibilidad que ella tuvo de estudiar, que si bien no le creo ningún rencor hacia su padre, si le nació la determinación de que sus hijas estudiaran hasta la universidad aunque no quisieran, hace que al mismo tiempo que ella agradece que Gabriela esté allí, uno también agradece lleno de emoción, el conocer a gente cuyo vínculo con la tierra haga que la amen, la valoren y la cuiden, también a través del amor a su gente, a su familia. 


Uno podría decir que el documental como tal está completo en los fondos, y los motivos personales de estos, pero Gabriela lleva este ensayo más allá de los convencionalismos y los límites siempre cuestionables de lo permitido en documental y en ficción, que ya en clave de ensoñación y fantasía, crea fragmentos oníricos y poéticos cargados de una belleza visual (valor agregado es como se destaca en estos el uso de película de 16mm y el maravilloso recurso y la forma en que utilizar la luz natural, a través del trabajo fotográfico) en donde plasma justo la belleza de la madre naturaleza, a través de de estas mujeres, su trabajo y sus ovejas, pero también a los problemas que se enfrentan las poblaciones que viven en estos lugares mágicos de nombres hermosos y reales, como lo es la minería. 


En resumen, Gabriela crea con este documental un testimonio de las diferencias que no-separan a las personas de ciudad y pueblo, cuando lo que uno hace y crea, es para intentar dejar un mundo mejor del que nos tocó recibir, derribando barreras de pensamiento que no permiten el bienestar de todo ser vivo de nuestra comunidad, de nuestro entorno, de nuestro mundo. Gabriela sigue sorprendiendo gratamente y nos permite disfrutar de su cine de memoria y emociones, haciéndola, al menos para su servidor; una referente a la cual seguir. 

Breve comentario sobre “Good salvaje” de Santiago Mohar Volkow

 


Pero, ¿qué le hicieron a Mohar Volkow? Y ojo, esto no es una queja en lo absoluto. Impresionante ver el viro que hace Santiago a su cine para los que lo conocimos con aquella insuperable y poco comprendida ópera prima “Los muertos”, aunque aclaro, tampoco sé qué tanto les gustaría este nuevo cine del Santi a sus detractores. 


Más pegada a la comedia fársica que a cualquier otra cosa, logra tocar temas bastante complejos, interesantes e importantes, algunos con atino, otros con algo de irresponsabilidad a mi parecer que se aleja de todo precepto y lenguaje cinematográfico. 


También hay que decir que hay algo de valentía por parte de Santiago al acercarse a este cine, pues sin ser cine de comedia burda con una línea totalmente comercial y que permita que se le considere un proxeneta del arte, si que se acerca peligrosamente por la poca comprensión de los públicos conocedores en el céntimo de que la comedia puede ser buen cine.  


Es interesante como Santiago suma a este juego/experimento a, ademas de notables (o famosos, si así lo quieren llamar), buenos actores. Darío Yazpik, Manuel Rulfo, Andrew Leland, y una Naian que, además de venir a suplir a su hermana en el cine del Santi, está en su mejor etapa en todos los sentidos; todos se suman al juego/experimentos con total dedicación y entrega. No sé hasta qué punto pudieron imaginarse lo que esto iba a ser mientras lo realizaban, pero de que seguramente se divirtieron, no tengo ni la más remota duda. 


Lo basado del arte y el artista, en todos los extremos, para bien y para mal, la ridiculización del depredador extranjero que cree que su falta de cultura le permite apropiarse de las historias ajenas, la cultura del narcotráfico tratado sin decoro ni respeto desde la caricaturización, son sólo algunas de las líneas que Santi despliega y que van desde lo más prodigioso a lo más lamentable, y viceversa, y que lo dejan a uno pensando qué está permitido o no en el arte, en el cine, o en esto; y que derivan en “cine” más libre por parte de Mohar Volkow, pero sí con un dejo de pretenciosidad que al menos, yo le perdono.


Dariela desde la cámara y la gente de arte hacen un trabajo sencillo, discreto, fino, pero extraordinario.