Si nos vamos por la lectura fácil y la literalidad del título, diríamos que la película se llama Mostro por el nombre de su personaje protagónico, y no sería una idea incorrecta; pero desde mi perspectiva, creo que José Pablo quería contener como en un refractario, muchas cosas que la película trata y retrata desde el propio título.
La película misma, las situaciones y otros de sus personajes son monstruos en sí, que por momentos se esconden, y por momentos se muestran. Caóticos y con una vorágine desquiciada entre sus momentos calmos y sus lados más salvajes. Entre locura y amor. Entre sustancias, explotación, silencios y soledad. De angustias y psicosis. De realidades y posibilidades. De libertades y encuentros.
Todo lo anterior, de manera muy pobre y burda si ustedes quieren; intenta ser un halago para la película del joven Escamilla.
Ojalá viéramos más películas así, descarnadas y viscerales en nuestro cine mexicano. Sus libertades y maneras narrativas (resolviendo de buenas maneras además problemas de diseño sonoro) me recordaron a películas como El editor... y QHCDM, y me entusiasma porque es una película que llegó a ser bien valorada en Locarno.
Los monólogos iniciales están extraordinarios. Hacen que el espectador desdobla su atención y ponga a trabajar sus dos hemisferios cerebrales. La narrativa nos reta, busca su propia naturaleza cual bestia embestida, y jamás nos complace, o al menos a mí me da la sensacion de jamás estar seguro de lo que vendrá después en pantalla.
Muchos dirán que de repente divaga y se disocia en su discurso, pero jamás charlatanea con ideas huecas o vacías.
El tema de las desapariciones lo aborda como nadie en México lo había abordado. Hay un recurso dotado de mucha originalidad.
No es perfecta, y qué bueno.
Bravo!
PD. Que mal actor es el señor que hace de servidor en el MP, la verdad.
La película misma, las situaciones y otros de sus personajes son monstruos en sí, que por momentos se esconden, y por momentos se muestran. Caóticos y con una vorágine desquiciada entre sus momentos calmos y sus lados más salvajes. Entre locura y amor. Entre sustancias, explotación, silencios y soledad. De angustias y psicosis. De realidades y posibilidades. De libertades y encuentros.
Todo lo anterior, de manera muy pobre y burda si ustedes quieren; intenta ser un halago para la película del joven Escamilla.
Ojalá viéramos más películas así, descarnadas y viscerales en nuestro cine mexicano. Sus libertades y maneras narrativas (resolviendo de buenas maneras además problemas de diseño sonoro) me recordaron a películas como El editor... y QHCDM, y me entusiasma porque es una película que llegó a ser bien valorada en Locarno.
Los monólogos iniciales están extraordinarios. Hacen que el espectador desdobla su atención y ponga a trabajar sus dos hemisferios cerebrales. La narrativa nos reta, busca su propia naturaleza cual bestia embestida, y jamás nos complace, o al menos a mí me da la sensacion de jamás estar seguro de lo que vendrá después en pantalla.
Muchos dirán que de repente divaga y se disocia en su discurso, pero jamás charlatanea con ideas huecas o vacías.
El tema de las desapariciones lo aborda como nadie en México lo había abordado. Hay un recurso dotado de mucha originalidad.
No es perfecta, y qué bueno.
Bravo!
PD. Que mal actor es el señor que hace de servidor en el MP, la verdad.

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