Hace unos días charlando con mi buen amigo Andrei Maldonado (cineasta en receso, y compañero en Cinéfagos y en la programación del Paloma Itinerante), contándole las únicas dos veces que me han invitado de manera seria a dar clases o dar un curso sobre crítica cinematográfica, le decía que en ambas ocasiones no había aceptado, o le había dado largas a una de las personas en cuestión, porque yo no siento que sea una persona indicada para dar un taller, porque lo que hago tanto en crítica, como en escritura y realización, no son regidos por una fórmula o una escuela, todo lo que hago en muchos sentidos se rige por una fuerza intuitiva que muchas veces ni siquiera controlo, evidentemente basada en todo el bagaje de lo visto y lo leído y lo aprendido. En todo caso, si yo hiciera algo así, tendría que ser un anti taller, o un dar un curso de anti cine, o en palabras del propio Andrei, un “taller sobre cómo no hacer cine si quieres romperla en la industria”.
El caso es que en los últimos días que he estado en contacto con muchos escritos e imágenes que comparten conocidos y compañeros en las redes que se dedican a la producción audiovisual (y digo “producción audiovisual” porque decir “cine” en su caso les queda muy grande), me doy cuenta del grado de superficialidad y banalidad con que ven el cine. Pero por otra parte, estando leyendo también algunos artículos sobre la vida, obra y legado de Godard, algunas entrevistas traducidas al español de las pocas que concedió Chris Marker en vida, y textos escritos por el maestro Raúl Perrone, hacen por un lado que me dé cuenta que la generación del siglo XXI, estamos a años luz del pensamiento crítico de los grandes y verdaderos artistas del siglo XX. Este dato lo arrojo sin generalizar por supuesto, porque hay bastantes excepciones particulares, como son el caso de Nicolás Pereda, o Carla Simón, o Bi Gan, entre otras y otros pensadores de cine muy notables.
En fin de cuentas, el constante contacto a todo el material antes mencionado, hace que por un lado confirme algunas ideas y máximas que tengo con respecto al arte cinematográfico, y redactar unas nuevas en el sentido y queriendo compartir lo que he captado de los realizadores que me han inspirado, para toda la juventud inquieta por la realización y que aún no han sido corrompidos.
Cárgate al formato. Si bien es verdad que la austeridad a nivel producción no te acerca a la finura artística de los dioses, tampoco lo hará gastarte los millones de tus papás, trabajar prostituyendo tu arte para conseguir dinero, o frustrándote por no ganar fondos y apoyos gubernamentales. El 8K en el cine (como expresión artística) no sirve, es exhibirse en un pudiente e inútil privilegio. En todo caso el 8K sirve para comerciales, videojuegos, productos que ocupan deslumbrar y vender. Dicho en otras palabras: sirve para hacer y tirar mierda.
La romantización de la nitidez visual en la imagen, así como la precariedad sólo por ir a contracorriente, le hace mucho daño al cine y su filosofía. Aprendan a encuadrar, a mover (o no mover) la cámara. Aprendan de composición, aprendan el uso de la luz sin abusar o prostituir la psicología del color. Pero sobre todo aprendan a escuchar a su historia, porque sólo ella les dirá lo que necesita para ser contada, y si tu historia te pide 8K, quizá la naturaleza de esa historia no es el cine desde un enfoque artístico, y también está bien reconocerlo y caer en cuenta de ello. Al final, quizá tu función como realizador no es conectar a niveles profundamente humanos, filosóficos y existenciales que puedan perdurar de generación en generación, quizá lo tuyo es “emocionar” y distraer momentáneamente a la gente y ganar mucho dinero, y eso está bien.
Algo que aprendí a otro gran amigo y maestro (también realizador: Hugo Villaseñor), es que cuando uno quiere hacer cine de autor, debe de ser por sobre todas las cosas un egocéntrico, ser lo más ególatra que se pueda, pero siempre desde la honestidad y la congruencia. En el cine, quien pierde el piso, pierde el alma.
Todo proceso creativo en el cine es importante, pero el montaje es donde ocurre la magia, es la parte más introspectiva y emocional del proceso, aún más que la escritura. Si quieres tener claro todo desde el rodaje, trabajarás de más, y quizá te frustres y te pierdas; técnicamente resuelve todo lo que puedas desde este, pero la narrativa y el discurso déjalos para el proceso final en la edición. Trabaja lo más descansado posible cada una de las etapas de tu película.
En 20 años nadie se acordará de lo bonita que se veía tu película, sino de lo que conecto con ellos y los conmovió, del espejo que se convirtió, aunque no hayan vivido algo similar, mucho de lo que la gente recuerda en el cine es por el discurso hablado. Cuida y centra más el ojo en el oído.
Por último, si no empiezas haciendo cine para la gente de tu comunidad, para tus amigos y las personas que de alguna manera te acompañan en tu carrera local y personal; jamás llegarás a hacer cine de verdad. Haz cine con tus cercanos, con los tuyos, con tu familia, y todo lo demás vendrá, y si bien es importante calidad técnica, no es lo más importante, siempre apremia a una historia bien escrita, distinta en su hechura, algo digno de contar; no hagas todo con dinero ni por dinero. Comprométete con proyectos que siempre te paguen aunque no sea con dinero. Permite, y permítete que tu pago también sea enriquecer tu rango visual, tus influencias y referencias, tu aprendizaje, los nuevos amigos, las charlas con ellos en el catering, que nunca falte el catering y el transporte. Si sólo vas por plata, saldrás más rápido de lo que te costó entrar.
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