Dentro del cine social hay directores que son imprescindibles para la historia del cine mundial, y que su importancia va más allá de la etiqueta que puede dar muchas veces decir cine social. Los hermanos Dardenne, Costa Gravas, Glauber Rocha, Andrzej Wajda, son algunos, y entre ellos podemos poner de manera muy particular al británico Ken Loach.
Ganador de dos palmas de oro (que eso no nos tendría que decir mucho) la primera con la que para mí es su mejor película The wind that shakes the barley (llamada en México "Vientos de libertad", con un Cillian Murphy descomunal) y la segunda con la película en cuestión: I, Daniel Blake.
Daniel es un carpintero de 59 años que, después de sobrevivir a un infarto, lo obligan a dejar de trabajar, entonces inicia el trámite para recibir la asistencia social, pero para poder recibir la ayuda él debe empezar los trámites que para un hombre de su generación, resultan ser muy complicados, pues además de que nada lo puede hacer personalmente, debe acreditar ciertas horas en las que debe comprobar que ha estado buscando trabajo, pero su alta médica aún no se lo permite, pero aún así el trata a toda costa de hacer lo humanamente posible para que el estado le brinde una ayuda que, en el papel debería de recibir. En este largo viacrucis conoce a Katie, una joven madre soltera de dos niños que es transferida de Londres hasta la ciudad donde vive Daniel para que le puedan asignar una casa y ayuda social, pero ese cambio desestabiliza su vida por completo, pues además de dejar ella y sus hijos todo lo que conocían, se da cuenta que ni es tan sencillo lidiar con la burocracia, ni la ayuda que le brindan es suficiente. Entre altas y bajas, ambos se sirven de apoyo y soporte en los momentos muy malos y en los no tan malos, Katie haciendo sacrificios, y Daniel alzando la voz de la única manera que él cae en cuenta que le pueden hacer caso, al final parece que Daniel será escuchado como lo que es: un ciudadano que ha contribuido y a cumplido con sus obligaciones desde siempre, pero la vida sólo nos muestra al final el legado y la figura de un hombre ante los suyos, que sólo luchó por lo que le correspondía y que el estado hizo hasta lo imposible para no otorgárselo.
El retrato que hace Loach a una situación que quizá está más vigente que nunca no sólo en Europa, sino yo diría en la mayor parte del mundo, es crudo, directo, sencillo, honesto y desgarrador, pues retrata a la más llana perfección ambas caras de la moneda, la fría y desinteresada del estado y su muchas veces fallida y absurda burocracia, y la de la desesperación de las personas que no pueden hacer nada más que sobrevivir a su realidad. El apoyo y empatía de los ciudadanos afectados es real, vemos a Daniel, aún con su situación, ayudar a todo aquel que lo necesita, si bien no en apoyo económico porque no lo tiene, si en estar presente, y así lo vemos con Katie y con su vecino China, que también lo ayudan sin interés alguno, sólo por comprensión y afecto, es ahí que vemos que lo económico no es necesario cuando se quiere servir de soporte en los momentos complicados de la vida. Ahí radica la luz humana tan conmovedora que desprende, a pesar de la situación que sufren y que nosotros espectadores vemos muchas veces cómodamente desde nuestras butacas.
Me parece que las actuaciones de los actores no son del todo perfectas, pero es en esa imperfección que los personajes se vuelven más humanos y creíbles, en esos momentos de indecisión, incluso pareciera que ellos en su rol interpretativo no están del todo preparados, pero esa es una reacción que el espectador puede creer, pues se está acostumbrado en el cine dramático meramente comercial que las reacciones en este tipo de situaciones sean desmedidas, acá hay incluso una contención en las emociones que vemos a los personajes todo el tiempo nerviosos, avergonzados, tartamudos, como en la escena en que Katie llora en las escaleras, o cuando empieza a comer desesperada en el banco de alimentos y pide perdón todo el tiempo (Hayley Squires hace un papel tremendo).
Como lo dije, uno quisiera que el cine de Loach fuera una ficción, bien contada y escrita, que lo es en sí, pero el cine del británico no deja de ser un reflejo digno de ese realismo social que sólo él sabe contar y que logra impactar y despertar al espectador de lo que otros sufren, y que lo hacen a él, sin lugar a dudas; uno de los directores más valorados, importantes y valientes de la cinematografía mundial. Un director al que se ve el cine social le importa desde las entrañas, y no sólo para hacerse de apoyos y premios.
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