After Yang es el segundo largometraje del director Kogonada luego de que sorprendiera con su ópera prima Columbus, siendo no sólo una de mis películas favoritas del 2017, sino señalada por la crítica como una de las mejores películas de ese año. Con su segundo largometraje, que en apariencia podría ser muy distinto a su primer trabajo, hay una forma en su cine que hace que lo distingamos como un director con un estilo muy propio en su forma.
En un mundo futurista, donde clones y androides conviven con los humanos de manera normal, Jake (Colin Farrell) y Kyra (Jodie Turner-Smith) compran a Yang (Justin H. Min) un androide cultural de segunda mano para que los ayude a cuidar y a educar a su hija adoptiva Mika (Malea Emma Tjandrawidjaja) y así esta no esté tan desapegada de su cultura y no sienta el choque racial con sus padres. Luego de que una noche Yang deja de funcionar, Jake hace lo posible para que este vuela a funcionar y su hija no sufra por su ausencia. Luego de investigar e ir con diferentes personas para que lo puedan ayudar, descubre que Yang tiene una memoria que podría estarlos espiando a él y su familia con fines corporativos, cuando le dicen que todo está almacenado en una memoria, las personas hacen creer a Jake que quizá podría descubrir lo peor al revisar las grabaciones, pero lo que encuentra es un árbol genealógico y un cielo lleno de pequeños fragmentos en la vida de un androide que amaba los árboles, a su familia, y a una chica. Luego de hacer todo lo posible por arreglarlo, al final cae en cuenta que ahora lo que tienen que hacer él y Kyra es cuidar a su hija, y dejar ir a Yang.
Quizá de los grandes logros y valores a nivel producción que tienen esta película de Kogonada es sin duda el hecho de como de una manera tan simple, sencilla y minimalista, nos adentra en un ambiente futurista con recursos muy simples, lo vemos en la manera en que se transportan de un lugar para otro, en la forma en que Jake mira los recuerdos de Yang, y en un plano general que nos hace ver la ciudad en la que viven (quizá sólo esa toma de unos pocos segundos sea lo más caro de la película), pero otros elementos que nos ubican en ese futuro, nos hacen ver que quizá ese futuro no sea tan lejano.
El lenguaje tanto cinematográfico como narrativo que emplea Kogonada no es muy distinto al que manejó en Columbus, vemos esta forma tan armónica en que deja respirar cada plano y cada silencio para adentrarnos en las preocupaciones de los personajes, sobre todo en las de Jake, como nos adentramos en lo complejo de su situación tanto por el sufrimiento de Mika, el escepticismo de Kyra, el propio hermetismo de Jake en cuanto a las personas cibernéticas y su opinión por George, el vecino que no le agrada tanto pero que siempre lo ayuda, hay una profunda y compleja trama sobre la aceptación hacia los otros, ya sea por ideologías, creencias, razas y otros factores, así como nuestra necesidad de conexión con otras personas, a pesar de nuestras diferencias. La atención a los detalles, que acá van más allá de lo metafórico que relacionaba a las emociones en Columbus con la peculiaridad arquitectónica de la ciudad, acá hay más que se comunica y contempla en los detalles de estos pequeños fragmentos de memorias que albergaba Yang, que nos hace entender y cuestionarnos que todos llevamos dentro una película que sólo nosotros comprendemos con sus contextos, y que puede llegar a conectar y a conmovernos de acuerdo a la la perspectiva desde donde se enfoca y se observa.
La emotividad y la ternura que emana de la mirada y la forma de ver la vida de Yang, no me parece sea algo de ver o sentir desde la perspectiva que es un androide el que las expone, nosotros podemos deducir y comprender al instante que, las dudas que este ser tiene son humanas por distintas razones, tanto por el hecho de que Yang convivió con personas durante muchos años, formó parte del árbol genealógico de más de una familia, fue hecho por humanos a su imagen y semejanza, y aún más importante, este personaje fue concebido por un creador que quizá sea la persona sobre la tierra que mejor comprende la obra del director más humano que jamás ha existido: Yasujiro Ozu. Y el cine de Kogonada, sin jamás sentirse como un plagio, y a pesar de que en los fondos y las formas no lo parezca en un primer plano; siempre será evocativo al cine del realizador nipón.
Muy interesante la pelicula
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