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lunes, 29 de septiembre de 2014

Por amor al cine yo ya no voy al cine y mi amor por "Gut Tag Ramón".-





Por Juan José Antuna Ortiz (@JohnnyAntuHap)


Después de la desilusión que me llevé el fin de semana pasado, hace unos días volví al cine. Con la esperanza de ver una buena película después del trago amargo que me llevé. (Como me pasó cuando fui a ver El Hombre de Acero y juré que no volvería al cine y en menos de una semana volví para ver El Gran Gatsby y me volví a enamorar de la pantalla). Pero en fin, el caso es que me disponía a hacer las pases con el cine, pero la verdad es que todo resultó peor, ya que nos hemos divorciado por tiempo indefinido, y no precisamente por culpa de una película, Ahora les comento porque.
La verdad he de confesar que aunque me encanta y amo ir al cine (por lo general lo disfruto más cuando voy solo) voy por haya cada dos meses, pues debe de ser una historia que en verdad me atrape, o en su defecto, algo que quiera ver a quien acompaño o me acompaña. Todo el tiempo he ido a Cinepolis pues es al cine que he ido desde que acostumbro a tener la cultura de ir al cine. (Que es desde los 12 o 13 años de edad) Llegué a ir tres o cuatro veces a Cinemex, además de que porque mi Compañía de Teléfono Celular me regalaba boletos, cuando voy a Durango mis primos y primas es al cine que más acostumbran a ir, y si pues ellos invitaban pues yo no podía negarme. Pero desde que leí una nota escrita por Christian Sida-Valenzuela publicada por mis amigos de Cinéfagos, en la que expone el porque él dejó de ir a Cinemex tanto por el mal trato que se le da al trabajador ahí, los cambios de horarios en sus funciones sin previo aviso, o que anuncian un horario en los periódicos y otro en su portal de Internet y en realidad es otro el que tienen en taquilla, esa y otras razones fueron la causante de que yo también pusiera un veto a Cinemex. (Además de que he de confesarles que nunca me gustó ir porque además de que sus salas y sus pantallas son muy chicas, llegué a entrar a funciones que tenían clasificación B15 o C y dejaban entrar a niños pequeños).
Pero en fin, el caso es que fui a Cinepolis, llegué como siempre faltando 20 minutos para la función que previamente ya había checado vía telefónica (porque el portal de Cinepolis tampoco es muy exacto en las funciones y los horarios y las cintas que están exhibiendo) Así que llego y al entrar me doy cuenta de que las taquillas para comprar boletos estaban cerradas con un cartel que decía: “Comprar sus boletos en dulcería”. Hasta ese momento todo iba bien, comprendí que quizá estaban cerradas porque iban a dar mantenimiento a las maquinas o quizá porque por el corte de luz a ciertas zonas de la plaza por estar haciendo chequeos a la instalación eléctrica por lo pasado semanas antes por el huracán Odile. Entonces, llego a zona de dulcería y ahí es donde exploto:
Para empezar, de las fácil 12 ventanillas, computadoras o cajas (la verdad no se como se le llamen ahí adentro) solo había abiertas 4, estaban a reventar y solo faltaban 10 minutos para que mi película empezara. Me formé en la que menos gente tenía que eran cinco delante de mí, hasta ese momento no estaba tan enojado, todavía estaba dentro de mi comprensión, quizá había mucha gente por la película que se exhibía dentro del Tour de Cine Francés (que creo era la llamada en español: “La Riviera Francesa” que yo no fui a ver porque no estaba en mi lista de las películas que yo tenía que ver como “Un Encuentro” ó “Mi Vida Es Un Rompecabezas”) o también porque como no había clases, los padres aprovechan para sacar a sus hijos de la casa. El caso es que me empiezo a enojar cuando veo que de esas solo cuatro ventanillas que estaban había uno atendiendo cada una (que por lo que otras veces hay uno mas ayudando cuando hay mucha gente en los cines como por ejemplo los miércoles o los fines de semana) entonces hasta hay son 4 personas detrás de los mostradores de dulcería. Pues había 11 personas detrás (contando a dos con playera negra que quiero imaginarme son los supervisores o encargados o no sé la verdad que serán) entonces yo me dije y al parecer una señora formada en otra fila escuchó mis pensamientos hasta allá porque les dijo: “Porque no abren las otras ventanillas si hay tanta gente que no está haciendo nada. La película que quería venir a ver ya se empezó y yo aquí sigo formada”. Entonces, para el colmo de las cosas uno de los empleados de camisa azul que estaba platicando con uno de los de camisa negra le contesta a la señora: “Pues para la otra haber si se viene más temprano señora, o si no pues nada más no entre”. Entonces empiezan a decirse comentarios el uno al otro, por supuesto la señora con justa razón haciendo valer su derecho de reclamar, pero la verdad creo que el empleado, que es de la asistencia de la gente al cine que es porque tiene trabajo, además de que la señora en ningún momento les dijo una grosería al principio y les dijo de buena manera y con un tono de voz mesurado. Entonces mi fila va avanzando y mientras veo, la verdad; con algo de enojo las personas que están en frente de mí (señora de unos 40 años, niña de unos 12 o 13 años, y niño de 9 o 10 años) pedir hot dogs, nachos, palomitas combinadas y refrescos como si estuvieran en un restaurante; y para entrar a una función, una hora y media después de que estaban comprando los boletos (háganme el reverendo favor) por fin me atienden. Uno comprende la presión que tienen estos empleados al estar todo tu turno de trabajo parado atendiendo a gente, quizá no siempre gente muy respetuosa o que te habla bien, pero saben que su trabajo es ese y que dependen de que la gente se lleve una buena impresión, si bien no de ti, si del lugar. Entonces, al atenderme el empleado de mostrador se tardó milenios, en darme mis “palomitas pequeñas, refresco mediano de manzana si tienes por favor” y yo supuse, o está muy cansado o es nuevo. Hasta ahí, comprensible; y digo comprensible porque el señor muy amable, no estaba enojado ni nada, entonces viene la acatombe; se cruza en el camino con el empleado que estaba en el último mostrador y tiran ambos un poco de palomitas; uno de los “compadres” de camisa negra los regaña y les dice que no estén tirando las palomitas, el otro empleado, el que no me atendía a mi empezó a decir: “que se vaya a la verga ese wey. No mames, pinches mocosos enfadosos los de la última fila, nada más están cambiando y cambiando”.
Entonces, para ese momento, ya con veinte minutos pasados después de la hora de la función (que afortunadamente solo fueron 5 minutos según lo que me dijo una prima que es lo único que me perdí. Mas aparte la publicidad) por fin después del Vía crucis que sufrí después de 40 minutos en la dulcería, pude entrar al cine.
Así que por estás razones he decidido dejar de ir al cine, o por lo menos dejar de ir a ver cualquier película, solo iré cuando en verdad sea una buena película y no las comerciales que tanto daño le hacen a nuestro cine, producciones mal escritas, mal actuadas y además mal filmadas porque no sé si de esto culpar a los proyectores de los cines o a los directores, pero me he fijado que últimamente las películas se ven en verdad muy mal, en partes hasta borroso, y miren que las pantallas de Cinepolis son muy grandes, así que no creo que la culpa este en sus proyectores, sino en la calidad de las cámaras con las que filman (churros, baratas). Ojala todos fueran como Tarantino o los Anderson que nos les importa gastar un dineral en tener las mejores cámaras, y mejor aún; seguir filmando en el entrañable formato 35mm.




Hablando de entrañable, ni siquiera les he compartido que película fui a ver. Pues bueno, la película que fui a ver fue “Guten Tag Ramón” ("Buen Día Ramón" en alemán). Y he de decirles que ver está película me volvió a querer no dejar de ir al cine, aunque ya no lo vaya a hacer tan frecuente hasta en verdad ver un cambio tanto en el personal como en los modos que tratan a nuestro cine, porque seré honestos con ustedes, habemos personas que no vamos al cine solo para entretenernos o divertirnos, habemos quienes vamos al cine porque es la forma de arte en la que más nos sentimos conectados con la vida. Además, y esto lo digo a manera de crítica, eso de que le den mucha prioridad y preferencia a películas Hollywoodenses (ya ni siquiera digo “extranjeras” porque por desgracia nuestras cadenas de cine en México no promueven mucho el cine extranjero. Llámese Europeo, Asiático, Latinoamericano y mucho menos Nacional, más que los churros “cómicos” de las empresas de siempre). Entonces, sigo adorando al cine, es uno de esos amores que no se van, te acompañan hasta ver infinidad de veces tu vida reflejada en la pantalla y morir. Pero si escogeré bien cuando ir.







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