Por Juan
José Antuna Ortiz (@JohnnyAntuHap)
Después de
la desilusión que me llevé el fin de semana pasado, hace unos días volví al
cine. Con la esperanza de ver una buena película después del trago amargo que
me llevé. (Como me pasó cuando fui a ver El Hombre de Acero y juré que no
volvería al cine y en menos de una semana volví para ver El Gran Gatsby y me
volví a enamorar de la pantalla). Pero en fin, el caso es que me disponía a
hacer las pases con el cine, pero la verdad es que todo resultó peor, ya que
nos hemos divorciado por tiempo indefinido, y no precisamente por culpa de una
película, Ahora les comento porque.
La verdad
he de confesar que aunque me encanta y amo ir al cine (por lo general lo
disfruto más cuando voy solo) voy por haya cada dos meses, pues debe de ser una
historia que en verdad me atrape, o en su defecto, algo que quiera ver a quien
acompaño o me acompaña. Todo el tiempo he ido a Cinepolis pues es al cine que
he ido desde que acostumbro a tener la cultura de ir al cine. (Que es desde los
12 o 13 años de edad) Llegué a ir tres o cuatro veces a Cinemex, además de que
porque mi Compañía de Teléfono Celular me regalaba boletos, cuando voy a
Durango mis primos y primas es al cine que más acostumbran a ir, y si pues
ellos invitaban pues yo no podía negarme. Pero desde que leí una nota escrita
por Christian Sida-Valenzuela publicada por mis amigos de Cinéfagos, en la que expone el
porque él dejó de ir a Cinemex tanto por el mal trato que se le da al
trabajador ahí, los cambios de horarios en sus funciones sin previo aviso, o
que anuncian un horario en los periódicos y otro en su portal de Internet y en
realidad es otro el que tienen en taquilla, esa y otras razones fueron la
causante de que yo también pusiera un veto a Cinemex. (Además de que he de
confesarles que nunca me gustó ir porque además de que sus salas y sus
pantallas son muy chicas, llegué a entrar a funciones que tenían clasificación
B15 o C y dejaban entrar a niños pequeños).
Pero en
fin, el caso es que fui a Cinepolis, llegué como siempre faltando 20 minutos
para la función que previamente ya había checado vía telefónica (porque el
portal de Cinepolis tampoco es muy exacto en las funciones y los horarios y las
cintas que están exhibiendo) Así que llego y al entrar me doy cuenta de que las
taquillas para comprar boletos estaban cerradas con un cartel que decía: “Comprar
sus boletos en dulcería”. Hasta ese momento todo iba bien, comprendí que quizá
estaban cerradas porque iban a dar mantenimiento a las maquinas o quizá porque
por el corte de luz a ciertas zonas de la plaza por estar haciendo chequeos a
la instalación eléctrica por lo pasado semanas antes por el huracán Odile.
Entonces, llego a zona de dulcería y ahí es donde exploto:
Para
empezar, de las fácil 12 ventanillas, computadoras o cajas (la verdad no se
como se le llamen ahí adentro) solo había abiertas 4, estaban a reventar y solo
faltaban 10 minutos para que mi película empezara. Me formé en la que menos
gente tenía que eran cinco delante de mí, hasta ese momento no estaba tan
enojado, todavía estaba dentro de mi comprensión, quizá había mucha gente por
la película que se exhibía dentro del Tour de Cine Francés (que creo era la
llamada en español: “La
Riviera Francesa” que yo no fui a ver porque no estaba en mi
lista de las películas que yo tenía que ver como “Un Encuentro” ó “Mi Vida Es
Un Rompecabezas”) o también porque como no había clases, los padres aprovechan
para sacar a sus hijos de la casa. El caso es que me empiezo a enojar cuando
veo que de esas solo cuatro ventanillas que estaban había uno atendiendo cada
una (que por lo que otras veces hay uno mas ayudando cuando hay mucha gente en
los cines como por ejemplo los miércoles o los fines de semana) entonces hasta
hay son 4 personas detrás de los mostradores de dulcería. Pues había 11
personas detrás (contando a dos con playera negra que quiero imaginarme son los
supervisores o encargados o no sé la verdad que serán) entonces yo me dije y al
parecer una señora formada en otra fila escuchó mis pensamientos hasta allá
porque les dijo: “Porque no abren las otras ventanillas si hay tanta gente que
no está haciendo nada. La película que quería venir a ver ya se empezó y yo
aquí sigo formada”. Entonces, para el colmo de las cosas uno de los empleados
de camisa azul que estaba platicando con uno de los de camisa negra le contesta
a la señora: “Pues para la otra haber si se viene más temprano señora, o si no
pues nada más no entre”. Entonces empiezan a decirse comentarios el uno al
otro, por supuesto la señora con justa razón haciendo valer su derecho de
reclamar, pero la verdad creo que el empleado, que es de la asistencia de la
gente al cine que es porque tiene trabajo, además de que la señora en ningún
momento les dijo una grosería al principio y les dijo de buena manera y con un
tono de voz mesurado. Entonces mi fila va avanzando y mientras veo, la verdad;
con algo de enojo las personas que están en frente de mí (señora de unos 40
años, niña de unos 12 o 13 años, y niño de 9 o 10 años) pedir hot dogs, nachos,
palomitas combinadas y refrescos como si estuvieran en un restaurante; y para
entrar a una función, una hora y media después de que estaban comprando los
boletos (háganme el reverendo favor) por fin me atienden. Uno comprende la
presión que tienen estos empleados al estar todo tu turno de trabajo parado
atendiendo a gente, quizá no siempre gente muy respetuosa o que te habla bien,
pero saben que su trabajo es ese y que dependen de que la gente se lleve una
buena impresión, si bien no de ti, si del lugar. Entonces, al atenderme el
empleado de mostrador se tardó milenios, en darme mis “palomitas pequeñas,
refresco mediano de manzana si tienes por favor” y yo supuse, o está muy
cansado o es nuevo. Hasta ahí, comprensible; y digo comprensible porque el
señor muy amable, no estaba enojado ni nada, entonces viene la acatombe; se
cruza en el camino con el empleado que estaba en el último mostrador y tiran
ambos un poco de palomitas; uno de los “compadres” de camisa negra los regaña y
les dice que no estén tirando las palomitas, el otro empleado, el que no me
atendía a mi empezó a decir: “que se vaya a la verga ese wey. No mames, pinches
mocosos enfadosos los de la última fila, nada más están cambiando y cambiando”.
Entonces,
para ese momento, ya con veinte minutos pasados después de la hora de la
función (que afortunadamente solo fueron 5 minutos según lo que me dijo una
prima que es lo único que me perdí. Mas aparte la publicidad) por fin después
del Vía crucis que sufrí después de 40 minutos en la dulcería, pude entrar al
cine.
Así que por
estás razones he decidido dejar de ir al cine, o por lo menos dejar de ir a ver
cualquier película, solo iré cuando en verdad sea una buena película y no las
comerciales que tanto daño le hacen a nuestro cine, producciones mal escritas,
mal actuadas y además mal filmadas porque no sé si de esto culpar a los
proyectores de los cines o a los directores, pero me he fijado que últimamente
las películas se ven en verdad muy mal, en partes hasta borroso, y miren que
las pantallas de Cinepolis son muy grandes, así que no creo que la culpa este
en sus proyectores, sino en la calidad de las cámaras con las que filman
(churros, baratas). Ojala todos fueran como Tarantino o los Anderson que nos
les importa gastar un dineral en tener las mejores cámaras, y mejor aún; seguir
filmando en el entrañable formato 35mm.
Hablando de entrañable, ni siquiera les he compartido que película fui a ver. Pues bueno, la película que fui a ver fue “Guten Tag Ramón” ("Buen Día Ramón" en alemán). Y he de decirles que ver está película me volvió a querer no dejar de ir al cine, aunque ya no lo vaya a hacer tan frecuente hasta en verdad ver un cambio tanto en el personal como en los modos que tratan a nuestro cine, porque seré honestos con ustedes, habemos personas que no vamos al cine solo para entretenernos o divertirnos, habemos quienes vamos al cine porque es la forma de arte en la que más nos sentimos conectados con la vida. Además, y esto lo digo a manera de crítica, eso de que le den mucha prioridad y preferencia a películas Hollywoodenses (ya ni siquiera digo “extranjeras” porque por desgracia nuestras cadenas de cine en México no promueven mucho el cine extranjero. Llámese Europeo, Asiático, Latinoamericano y mucho menos Nacional, más que los churros “cómicos” de las empresas de siempre). Entonces, sigo adorando al cine, es uno de esos amores que no se van, te acompañan hasta ver infinidad de veces tu vida reflejada en la pantalla y morir. Pero si escogeré bien cuando ir.
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