Hay una apuesta muy interesante de varios realizadores mexicanos al abordar temas complejos de nuestra sociedad sin estereotipos, morbo, o índole de discurso fácil o de panfleto, eso agrada y se agradece como espectador. En el caso de Alatorre, desdibuja la línea entre la realidad, y el estado onírico del subconsciente de una manera muy pura. Y con una puesta minimalista.
La historia de Alatorre nos presenta en su personaje principal a un adolescente que luego de un problema a causa de su mejor amigo, manifiesta sus problemas, además de lidiar con la separación de sus padres, que aún con sus defectos, ahí están para apoyarlo. Es a partir de eso y conocer a ciertas personas, y salir del destino y explorar la vida; que su mirada cambia, él crece y encuentra su camino, a través del dolor y la alegría.
A la película le adolece lo que le adolece a la mayoría de producciones independientes, el control del sonido en escenas exteriores, pero lo resuelve de buena manera con decoro y dignidad, el doblaje es honesto, más no perfecto, y eso está bien. En cuanto a la imagen, hay una propuesta muy potente a nivel composición y contraste, y en esa potencia se nota mucho su originalidad, además de que la sobreexposición parece corresponder a hacer un contrapunto a el estado de Leo (todos los actores y actrices desempeñan un gran papel, pero la química de los dos personajes adolescentes destila en la pantalla), y las escenas oscuras son capturadas con toda naturalidad.
Hay un retrato digno de la ciudad, la representación que hace Alatorre de ella es como si fuera un personaje más. Nos presenta tanto el lado más pintoresco, como esas zonas que comprenden si la ciudad a través de los ojos de Alatorre, pero también que representan la periferia, esos lados de la ciudad que no siempre se nos presenta en la postal turística.
Hay premonición y simbolismos en toda la película, muchos enigmas que corresponden al lenguaje de los sueños: qué le dijo el señor a Scarlett, por qué desapareció tanto tiempo la mamá, el loco está en la mirada del gato favorito de ella. Saber que es sueño y que es realidad, y aferrarse a no perder el sueño, para superar el pasado y a las personas en el, que aunque no estén y no las veamos, ahí están, pero la vida sigue.
Miradas honestas, sinceras, sin petulancia, pretensión o frivolidad; que no aboguen más que a la necesidad de expresar a través de cualquier manifestación artística sin pensar en lo que vendrá después, como si cada obra pudiera ser la última, y siempre hablar desde el amor como si fuera la primera. Esas miradas son las que más necesitamos hoy día sí en el cine nacional, pero también en el cine universal como agente de cambio social, siempre evocado a su naturaleza artística. Que el reconocimiento, éxito y beneficio capital, sea siempre la consecuencia, y no la causa o motor que nos mueva a contar historias.
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