Producciones "La Vieja Escuela" Presentan:

lunes, 18 de noviembre de 2024

Breve comentario sobre “Carnalismo” de José Luis Cano

 



Crecer y vivir en el barrio: la vida es un viaje, carnal.


Creo que la mejor manera de describir en pocas palabras el documental que funge como ópera prima del durangueño y amigo José Luis Cano, sería como la serie de retratos de una forma de vida, de lo que también es arte, un arte que conoce, vive y camina sus calles, las calles de gente real.


Si bien no soy muy fan del montaje que propone, sobre todo en su principio; se puede justificar el empleo de este. Me hizo recordar mucho a los intros de series norteamericanas de finales de los 80’s, principios de los 90’s.

Por una parte, puedo decir que da gusto ver un trabajo visual y fotográfico que respeta en muchos sentidos la identidad de las personas, que si bien las personas que retrata, son unos personajes en sí, no dejan de ser en esencia personas a las que estamos viendo, con sus historias y contextos particulares, con distintos ideales en la vida, procedencias y vínculos emocionales en su condición social, con distintas ilusiones y destinos que quieren cumplir. No sé vuelve sensiblero, dramático, ni cae en lugares comunes. Incluso es refrescante ver un documental de retrato social que no se mete hasta la cocina de la mamá del personaje principal. Narrativamente es un trabajo muy limpio, muy cuidado. El sonido no adolece en lo absoluto, y eso siempre se agradece en primeros largometrajes, sobre todo cuando son documentales independientes. 

También da gusto ver que el largometraje no se siente como un complemento o alargamiento de su cortometraje predecesor (y su idea primaria), aunque sí debo decir sinceramente que desde mi apreciación, los últimos diez minutos se notan más como un recurso para lograr rebasar los 60 minutos de duración que obligan para que una obra audiovisual pueda ser considerada como un largometraje, pero esa es mi percepción y mi punto de vista muy personal.

Cano está creciendo como productor y director de manera notable y prometedora, a través de la forma en que él percibe el arte cinematográfico y los empleos que se le puede dar para generar un impacto social, como es este retrato de personas que si bien están encasillados en un estigma social a través de la mirada que no entiende el origen de esta vasta y riquísima cultura, Cano tratando de mostrarlos humanos, no cae en ningún estereotipo ni se siente manipulación a través del lente, que justo trata de ayudar a que la ignorancia no caiga en discriminación. Retrata de manera bastante digna y con gran fidelidad a un grupo social que, a pesar de sus diferencias y de ser de distintos “barrios”, defienden su crew y su identidad, su integración y su convivir; que luchan todos los días por respeto y comprensión, más que por dignidad y aceptación. Da gusto percibir en Cano a un director que tiene la intención de hacer un arte para la gente, más que un arte para estar encerrado en un museo.


viernes, 18 de octubre de 2024

Ahora la luz cae en vertical: formas de sobrevivir a las violencias primarias.

 


Sólo tenemos palabras

Cada una las suyas

Que dialogan con el silencio


Hacía mucho tiempo que una película no me llevaba a un grado tan demandante de introspección, de pensamiento y meditación para saber qué tanto bien hacían este tipo de ejercicios, o si realmente había la necesidad de hacer una película así, y es que son exactamente las preguntas que yo suelo hacerme antes de crear algo a través de las imágenes, el sonido y el discurso. 


Al decir esto también digo de manera metafórica, pero que ahora arrojó de manera explícita, que hacía mucho tiempo que una película no me emocionaba y me conmocionaba en medidas muy similares como el documental de Efthymia Zymvragaki



Quizá lo primero que debería de mencionar es un aspecto muy atinado en cuanto a la forma se refiere: la narración hecha a través del lenguaje del cine diario. Si bien más allá de la parte personal que hay de la directora en la obra, pudo haber otras formas de llevar esto a la pantalla y quizá contar esta historia de manera más ligera (o incluso más dura, como es el breve ejercicio de ficción que cree el personaje principal que está haciendo) se hace una especie de manifiesto o tratado por parte de la directora con el espectador, mediante el cual, sin nosotros saberlo conscientemente, se nos dice:

“ven, te voy a contar la historia de Ernesto, y también la mía. Y por muy dura, y cruel, y vil que sea; aquí estoy para protegerte, porque yo ya he vivido esto”.

Justo es este tratamiento de cine diario, el que hace que en apariencia veamos la narración con la medida correcta de distancia la mayor parte del tiempo, con la voz de la directora en off marcando el timing todo el tiempo, no sólo contando su historia y la de Ernesto, sino también sus intenciones con el documental y las formas que quiere emplear para ello; con muy pocas y acertadas intervenciones de Ernesto en el espacio temporal real del documental, y una serie de imágenes y secuencias que si bien forman parte del contexto espacial de la vida de Ernesto, vida a la que se asoma Efthymia durante el tiempo que convive con él y la lleva al otro lado del remolino que une sus historias, parecieran no se hilvanan o sujetan a una narración lineal; pero es justamente todo esto lo que la directora hace deliberadamente para que precisamente el espectador se percate de que, más que buscar ser este ejercicio una apología de la violencia, sobre víctimas y castigadores; busca, sin justificar ni condenar las historias que se retratan de perpetradores de la violencia, se busca contar la historia de dos personas que fueron heridas, he hirieron de maneras extremas. 


Necesario creo es decir quién es Ernesto. Ernesto es un hombre de sesenta y pocos años que vive en una de las Islas Canarias y que, contacta a la directora griega afincada en Barcelona, para que haga una película sobre su vida, ella acepta con algo de temor, pues sabía que inminentemente contar la historia de Ernesto la haría recordar y volver a vivir su particular historia con su padre en Creta, otra isla que, como suele pasar en particular y símiles lugares, la vida de las personas son muy parecidas, sus rutinas, sus padecimientos, sus dolores internos. 


Ernesto cuenta de manera muy vívida, sin complejos y tapujos, su vida marcada por la violencia, desde niño a través de su padre. Al principio, la violencia psicológica hacia él, pero también la violencia física hacia su madre, y como después él replica de iguales maneras esa violencia a su pareja y su hijo, hasta que él comprende que la única forma de romper el vínculo, y tratar de curarse al mismo tiempo, mientras curaba a su hijo de la condena y la violencia, era alejándose, como en su momento Efthymia lo hizo de su padre, pues pareciera que la violencia sólo tiene dos destinos, y pareciera en ese sentido las mujeres son mucho más fuertes que los hombres, y este comentario lo hago sin generalizar por supuesto; pues mientras la mayoría de los hombres repetimos patrones, nos quedamos en el seno, pero replicamos las violencias; las mujeres sufren el dolor de la ausencia y el exilio con tal de sobrevivir, huyen y en el acto cargan con la memoria de una violencia que jamás desaparece, pero al menos se puede vivir conciliando con ella. 


Muchos podrían juzgar la exposición que hace la directora de la historia de Ernesto, como la cuenta sin tapujos, y en cambio la de ella no profundiza y apenas arroja esbozos o detalles que jamás llegan a los límites y detalles que Ernesto cuenta; pero me parece que Efthymia sí cuenta todo eso, y lo hace de maneras responsables y conscientes, pero a través de formas poco ortodoxas, precisamente para despistar al espectador, y que no se sienta tan abrumado, que evidentemente se sentirá abrumado por la naturaleza de lo narrado, pero para el espectador será como ver un aparatoso accidente de refilón con el rabillo del ojo mientras va conduciendo, y no estar viviendo el accidente con el coche prensándote sin poder respirar. Acá es necesario, muy necesario; entregarte a Efthymia y leer entre líneas, adentrarse a las sombras para encontrar la luz. 


No hay agresión en la decisión de Efthymia en contar esta historia y hacer este documental, en primero, porque ni romantiza, ni justifica, ni juzga a los dos protagonistas (Ernesto, que aparece a cuadro y después no, y el padre de Efthymia que sólo aparece por la descripción que se hace de él y su historia con ella) sólo nos cuenta su historia, por más cruda que sea; pero sin imágenes que precisamente susciten a esa violencia, sino todo lo contrario, Efthymia hace que a través de la cámara y todo lo que vemos, se nos sugiera que, en los lugares donde impero una oscuridad profunda y lacerante, también puede haber luz, armonía, felicidad. Y si en el ejercicio de introspección Efthymia no da los detalles más duros que seguramente vivió con su padre, es porque implícitamente ya están contados a través de la historia de Ernesto, que si lo dice Efthymia de maneras simbólicas a través de la intimidad en el retrato de lo visual, y metafóricas a través del discurso. 


En el título del documental, que no descubrimos su naturaleza sino hasta casi el final de este, vemos más allá de las intenciones de Efthymia de contar estas historias, la de ella y Ernesto, y que de alguna manera a ella la asustaba pues los hermanaba a pesar de lo que él fue, con ese otro él que se despertaba a través de los malos sueños, el alcohol y su patología. Hay una clara necesidad por parte de ella de hacer las pases y reconciliarse con su padre, aunque ya no esté, somos testigos de su regreso a Creta después de tantos años, buscando respuestas y formulando preguntas que la acompañarán y formarán parte de ella por el resto de su vida al igual que su padre. Es entonces que al final, como suele pasar en el cine diario, Efthymia nos confronta, preguntándonos “El amor es una pregunta o una respuesta” en esta pregunta va implicado todo, el dolor de no saber cómo decir te quiero cuando lo debemos hacer, la valentía que ello implica, y en cambio lo fácil que es repetir las aberraciones que venimos arrastrando sistemáticamente de generación en generación. Ahora la luz cae en vertical para que el espectador reflexione, se deje sumergir en esa catarsis como quien se sumerge al mar, y cree la tesis que genere sus propias conclusiones del por qué a pesar de todo, el amor y el perdón pueden más, y Efthymia dedica esta obra tan difícil y hermosa (y que llevó a su servidor al borde de las lágrimas) a su papá. Y a nosotros también. 


sábado, 12 de octubre de 2024

“Ida Vitale” de María Arrillaga: inventarios de la cándida vejez.

 



No hay casualidad en el azar.

Lo que uno llama azar

es nuestra imaginación insuficiente.”


La película de María me parece que, aún con su corta duración, crea de manera detallada el retrato fidedigno y significativamente cotidiano de una Ida que nadie creería que para las fechas en que este documental se realizó, tenía 96-99 años. Una mujer con una fuerza vital desbordante, con una lucidez tremenda (que ya quisieran tener varios veinteañeros y treintañeros que conozco) que sin duda y significativamente transmite toda la vida que ha vivido y toda la obra que ha escrito. Uno ve como a pesar de que la gran poeta ya está colocada en los anales de la literatura, y que en su país la quieren mucho, aún se toma su tiempo para revisar sus archivos, sus cajas, sus papeles, mientras invoca a un personaje secundario que está, pero no está: Enrique Fierro. La vemos caminar sin prisa por todo lugar donde haya plantas y las observa y las toca, y luego la vemos cargar con sillas, con bolsas, con libros, con flores, antes de subir al estrado de algún encuentro donde le rinden homenaje. Este retrato de la Ida de ahora, del presente, que aún juega con las palabras y ese ente inocente que es el alfabeto. 


María asume un riesgo y me parece que, aparte de afortunado es bien intencionado, pues tal como lo dice el título por todo lo alto, “Ida Vitale”, no podría tratarse de otra cosa que no sea Ida Vitale, pero además uno agradece que el retrato venga, como ya lo comenté antes, desde la Ida del presente, es decir, no con la clásica revisión de su obra, o sólo sustentándose de material de archivo y entrevistas. Como ya lo comenté, es una apuesta arriesgada que quizá a muchas personas les costará, pero en lo personal yo lo agradezco. 


En lo técnico-narrativo, tiene cosas muy diversas y valiosas que además de hacerlo atractivo, abona a que el espectador se sumerja en el juego de surcar el viaje, ya sea por mar, carretera o tierra; al mundo y lenguaje poético. Sin duda el más importante, representativo y primero en orden de aparición, es el juego del alfabeto, en el cual la directora bajo la guía sí de Ida, pero también del lenguaje dentro de la obra poética de la artista, va dictando el cursor del documental a través de estas palabras sueltas que por momentos incluso juega con el espectador de manera metafórica (como el Sol es representado por una noche de fiesta y las luces cálidas de las farolas en la calle) y lo lleva por caminos en los que parece uno puede adivinar la frase que viene, pero no llega (en el mar esperando que la letra M lo represente, pero llega un Murciélago). La figura que camina, se mueve, fluye por lo largo y ancho del documental, se nos presenta atendiendo cotidianidades, buscando algo entre sus cosas mientras habla de todo y nada, y por momentos recitando algún poema en voz en off; y justo en estos momentos, en los que acompañada todo el tiempo por una fotografía hermosa llena de luz y filtrada por un empañamiento que le da una textura muy particular, es que una música divina hace que uno entre en total estado de introspección. Si el documental se hubiera centrado más en estos momentos donde uno intuye, ve y lee más las particularidades de Ida en sus paseos y su amor por la naturaleza, es que quizá habríamos tenido una obra maestra. Aún así estamos ante un arriesgado, valiente y atinado documental que hubiera alcanzado un buen grado de perfección, sin demeritar toda la belleza que hay en este; si la directora hubiera prescindido de la infame y muy lamentable escena de los reyes de España. 


Finalizo estas palabras comentando un hallazgo muy especial: quizá sea que como pasa con ciertos géneros cinematográficos en los que, más que haber elementos o fórmulas que tengan de llevar de manera obligada, hay ciertos símiles o espejos que uno puede distinguir como lenguajes universales que sólo los artistas y poetas pueden ver en el universo y que pueden resultar ser la mitad de una unidad que viaja a cientos de kilómetros o incluso a través del tiempo, como puede pasar en las películas con narrativas poéticas. En “Ida Vitale” encontré tres momentos que hermanan al documental con el cortometraje “Alejandra… todavía Alejandra” de Andrei Maldonado: en el viaje en el mar, muy temprano en la película, al lente de la cámara se le traspone una especie de filtro para que la imagen adquiera además de ciertas texturas, distintos tonos del azul predominante; en la música de caja con manivela que suena en la plaza del pueblo, y en el plano desde el avión. 

viernes, 11 de octubre de 2024

La caja vacía: los otros padres.





Tardé cerca de 8 años en ver esta película desde su estreno. 8 años encabezando mi Watchlist. Y si alguien me preguntara si me dejó algo positivo la película luego de tanto hype reprimido, yo le diría que absolutamente si. 


Entrelazaré estas palabras exponiendo puntos que quizá no tienen que ver mucho con la película, pero que creo y siento importantes para lo que al final de cuentas quiero formular. El primero es que para los que suelen leer mis palabras en cuanto al cine se refiere, sabrán que el tema de las paternidades en el cine es un tema que suele gustarme y llenarme de sobre manera. Películas como “Aftersun”, “Tengo sueños eléctricos” y “About time” suelen tener un lugar especial en mi corazón cinéfilo, pero me parece que todas abordan, ya sea en la presencia, la ausencia o los problemas; a la figura paterna desde ese ser amoroso que está a pesar de todo. En ese sentido la premisa de la película de Claudia viene a abonar y abordar una historia paterna desde un lugar distinto, que no es ni el extremo del otro, no algo necesariamente negativo, que es desde la figura paterna estricta, poco emotiva y que en apariencia, nunca quiso ser. 



Arranco luego de esta breve introducción siendo realmente honesto desde la parte de investigación: la película no tuvo una gran recepción por parte del público general, en comparación a la primera película de Claudia. La mayoría de comentarios que encontré en la web son ambivalentes, y preguntando a personas cercanas que tuvieron la oportunidad de ver la película ya fuera en algún festival como Morelia o el Festival Internacional de Cine de Durango (organizado por el maestro Juan Antonio de la Riva), muchas me dijeron que no les había gustado, y es que a todo mundo tomó por sorpresa el giro de Claudia en sus fondos y formas, aunque volviendo a la honestidad con ustedes lectores, a mí no me parece que hayan cambiado tanto. Me explico. 


Claudia estrena en el 2016 esta película, tres años después de maravillar a propios y extraños con su maravillosa y hermosa ópera prima: “Los insólitos peces gato”. Creo que hablo en nombre de más de una persona al decir que ese debut no sólo fue uno de los más grandes debut’s en el cine mexicano contemporáneo, sino también probablemente la mejor película mexicana de ese año, y la razón por la cual Claudia robó tantos corazones (yo declaro ahora y ante todos que Claudia es mi directora mexicana favorita en la vida) y se formó un ejército de adeptos desde entonces que siempre queremos ver todas y cada una de las películas que ha tenido la oportunidad de realizar. En ese sentido, todo mundo esperaba que su segunda película fuera, sino otro “Los insólitos…”, algo muy similar, pero Claudia asume un reto importante y se arriesga a hacer una película muy diferente que a la gran mayoría de espectadores les tomó por sorpresa en festivales y no precisamente para bien, y quizás eso aunó a una prácticamente inexistente distribución comercial a nivel nacional (aunque la verdad, la distribución comercial del cine mexicano es siempre complicada, salvo la orientada a la comedia burda, clasista y misógina), incluso con una Claudia argumentando que si tenía qué vender la película afuera del metro para que esta se pudiera ver, lo haría. 



En esta historia Claudia se mete en papel y hace de Jazmín, la hija de un haitiano llamado Toussaint que luego de un accidente en su trabajo, tiene que quedar al cuidado de ella. Rápidamente vemos que la relación entre hija y padre es tensa, y es fácil distinguirlo no sólo por su interacción entre ellos que va desde lo físico hasta lo verbal y que hasta cierto punto de la película va siendo más ruda y dura; sino que también a través de flashbacks y recuerdos que de manera muy pronta sabemos que son de Toussaint (quien es el personaje principal, aunque Jaz también juega un papel sumamente importante en el desarrollo de la historia), aunque su real interpretación la sabremos hasta más adelante. Durante el transcurso de la trama, desvelamos muchas cosas conforme a la naturaleza tanto de Jazmín y Toussaint, el porqué son como son, porqué su interacción entre ellos y con los demás, lo símiles que son, más allá de las cuestiones físicas que Tou le refiere a Jazmín. Pero una vez que se revela la naturaleza de lo que le pasa a Toussaint, sin dejar de ser lo que son y cómo son y lo que han sido toda su vida, hay una intención por parte de ambos de estar con el otro, de ser eso que quizá jamás Tou se permitió vivir una vez más: formar parte de una pequeña familia, una familia en la que él fuera esa figura paterna que temió ser. 





Es evidente el cambio de tono de “Los insólitos…” a “La caja vacía”, pero quien me diga que no hay lazos entre estas, me parece que está viendo ambas obras de manera muy superficial. Si bien en “Los insólitos…” todo es más luminoso a pesar del tema de la muerte no sólo de una líder de familia, sino además de alguien importante en la formación de todo ser humano como lo es una madre, o un padre, como es el caso de “La caja vacía”, y que por supuesto es la primera similitud entre las obras referidas; el humor está presente en ambas, en distintas formas, pero está. La pérdida de rumbo por parte de los personajes secundarios (o co-protagonistas, si así se le quiere ver) también es una constante, puede ser explorada de distintas formas y manifestada con distintos síntomas, (dolor de estómago y soledad, o apatía y soledad), pero está presente tanto en Clau como en Jaz. Incluso me podría aventurar a decir que esta película fácilmente podría ser pariente de “No quiero dormir sola”, ópera prima de la también extraordinaria Natalia Beristáin, por las intenciones del discurso, en la que por cierto Claudia tiene una pequeña aparición. 


En cuestiones de producción, es ineludible que la fotografía a cargo de la siempre extraordinaria Maria Secco, juega un papel preponderante en la forma en que se cuenta la historia y lo importante en ella. La forma en que María retrata lo que Claudia busca exponer a través de los personajes (que de alguna manera le serán familiares más allá de la escritura del propio guion) con sus rostros, las sombras de sus cuerpos y la naturaleza de sus espacios habitacionales, es sencillamente extraordinario. 





Creo que narrativamente hablando, hay más virtudes que desaciertos, y me gustaría mencionarlos, tratando de dar claridad a la forma en que los percibí. Sin duda creo que uno es el ritmo, y si bien este se puede adjudicar a la naturaleza propia de la historia, para mí por momentos si hace que se deshilvane la trama y a muchas personas les cueste trabajo seguir, en mi caso particular jamás me desenganche de ella, pero no sé qué tanto pueda influir el conocimiento que ya tengo de la obra de Claudia. Y es que a mí parecer al principio lleva un ritmo constante, natural diría yo, pero en algunos lapsos en el segundo acto, se ralentiza, pero para la parte final vuelve a la forma en que comenzó. Incluso el montaje también por momentos me parece brusco y poco apropiado (incluso en mi opinión muy personal podría decir que se pudieron prescindir de algunas escenas, que incluso pudieron acortarle a la película unos cinco minutos), pero también se puede interpretar con la condición de Tou, aunque muchos de estos fallos se den donde él no interactúa. Pero también debo decir que la forma en que interactúan los flashbacks con la historia, es trabajado extraordinariamente. También hay por momentos algunos detalles que me saltaron sobre todo en cuestiones como continuidad, pero honestamente son nimiedades de un cinéfilo quisquilloso. Claudia en su papel de Jazmín y el señor actor Jimmy como Toussaint, son realmente impecables, la construcción de los personajes a nivel guion, y la comprensión de estos en lo narrativo, es simplemente un trabajo por parte de Claudia extraordinario, además de que verla en pantalla es adorable. 


En resumen, sin ser una película perfecta, y evidenciándonos a una autora que no le gusta repetirse, pero que hay temas con ciertas similitudes que ahondan en su creación; “La caja vacía” es una muy interesante película que muestra las dificultades de las relaciones humanas entre personas que luchan y se debaten entre las raíces y la libertad, entre las ataduras y los escapes, y que muchas veces estas no las llevamos porque queramos, sino que muchas veces se nos imponen desde la infancia, desde la enfermedad, desde los recuerdos y se exploran a través de la soledad. Claudia sigue siendo mi directora favorita, y seguramente lo seguirá siendo. 


“Eureka” de Lisandro Alonso: nativo, arma, muerte. ¿Las historias deben de tener un final?





Creo que no podría extenderme en mis palabras sin que una especie de densidad invadan estas palabras, y es que hablar/escribir sobre el cine de Lisandro Alonso siempre lo lleva a uno a lugares donde el pensamiento predomina y uno no sabe qué tanto está hablando del cine del argentino, sus intenciones y nuestras interpretaciones; y qué tanto se está proyectando sobre el deseo de ver más cine libre de lazos narrativos, a todos los que conocemos, disfrutamos y nos enfrentamos al siempre inclasificable cine de Lisandro; incluso se corre el riesgo de que al escribir sobre el cine de Lisandro, sea cual sea la película referida, se esté escribiendo sobre uno mismo, y lo que queremos/buscamos a través de cine, ya sea que tengamos intenciones artísticas o no. 



La película de Lisandro me hace pensar en estos ejercicios que suelen poner en talleres de literatura (de los cuales participé en algún periodo de mi vida) donde te dan tres elementos y tienes que escribir tres historias, pero en el caso de Lisandro el ejercicio se lleva a los límites (para bien) de la creación y nos muestra un tríptico con conexiones improbables en los que explota (de detonación previa a la creación, no de opresión) al máximo sus tres elementos: nativo, arma, muerte. 


En este desmenuce y desarrollo de historias, cada una con su intención, pero unidas al fin y al cabo (a través de dos personajes, que aparentemente no se atan al tiempo lineal); hay marcas palpables sobre identidad, interpretación, comunicación y demás elementos que llevan al espectador a lugares muy profundos de su ser para no sólo indagar sobre los probables y posibles pensamientos de los personajes en los largos (la verdad, no tan largos para los que conocemos a Lisandro con previo acercamiento a su cine) momentos de meditación en los que literalmente no ocurre nada salvo los movimientos mismo de la vida ante una mirada fija y extranjera que no pretende “alterar”; sino que nos adentramos a los probables y posibles pensamientos de nosotros mismos. 


Si bien los comienzos de cada una de las historias está puramente marcado, y todas a pesar de las diferencias geográficas, de género y estilo, son símiles de lo que Lisandro quiere exponer: las distintas formas de opresión que han vivido los nativos, hasta qué punto se les orilla a la violencia por defensa y rabia y coraje por todo lo que han tenido que pasar durante siglos y hasta qué punto el arma (que puede ser una pistola, o una hierba) ya no puede ser empuñada más sin utilizarla y descargarla aunque sea contra un hermano, o en nosotros mismos. Además de otro elemento que a mí me ha parecido maravillosa la forma en que Lisandro lo emplea y que otras películas (incluso literatura) que retratan historias de pueblos nativos americanos (comprendamos como “americano” a todo el continente: desde Alaska a Argentina) lo han hecho en el retrato de sus tradiciones ancestrales, es el hecho de la transmutación de la vida a la muerte en forma de ave, donde las alas (“mi soledad tiene alas”) y las plumas forman parte importante de esta transición, pero también hay otra sentencia que rige de manera fantástica estas transiciones cuando el pecado acompaña a esta transición: “quien a hierro mata, a hierro muere”. 


Cerrando, Lisandro crea un tríptico completo, con una narrativa más liviana a la que nos tiene acostumbrados en su cine, sobre el destino y los caminos, metafóricos y literales; que tomamos para llegar a este, y un elemento muy importante: no todas las historias que nos son contadas deben tener un final, el final puede estar dentro de nosotros mismos. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Brujería.





Con el motivo de su reciente proyección siendo parte de la Selección Oficial del Macabro (Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México, que este año celebró su edición número 23), me he permitido, luego de haber sido invitado hace algunos meses a la proyección de los que hicieron posible la realización de este trabajo (privada, por supuesto); escribir sobre el más reciente cortometraje del tocayo y talentoso realizador duranguense Juan José Hinojosa. 


La sinopsis simplificada podría ser la siguiente:


Martín encuentra dinero enterrado en un panteón y cree haber solucionado sus problemas con narcotraficantes. Sin embargo, el dinero está maldito. Su pareja, Inés, comienza a tener visiones terroríficas y Martín, descubre que nunca tuvo el control de su propia vida.


La historia, además de la cuestión sobrenatural en ella y la naturaleza de su fondo, tiene trasfondos y subtramas dibujadas de manera sutil pero propositiva, como lo son el crimen organizado y el idilio, que jamás se nos revela del todo si son reales o es la percepción que nosotros tenemos como espectadores a través de los personajes; es como si el director nos hiciera abrir puertas (que pueden ser de manera literal, o figurativas) para hacernos sentir una especie de seguridad (que puede ser falsa, o no) con respecto a las decisiones de los personajes, sin saber a dónde les llevarán, y en consecuencia, a nosotros. Nunca sabemos a ciencia cierta si la esposa sí está con él, o sólo es una presencia para protegerlo en su desesperación de escapar de la agonía y el fatídico destino de vivir en un lugar donde los muertos no chingan, lo hacen los impunes y poderosos.


Muchos podrán pensar que el no tener certezas de esta índole a nivel narrativo, puede ser un mal desarrollo venido del guion, pero para mí viene más de una decisión deliberada desde el guion escrito por el propio JuanJo, de involucrar al espectador hasta las últimas consecuencias, es como si nos sometiera al mismo tratamiento que sometieron a Alex DeLarge en Naranja Mecánica y nos dijera: “ven y mira”. 


La producción a cargo del propio JuanJo, Mairely Yaresi y Andrew Reth, apoyados por Luis Martín Gerardo como productor asociado; además de un crew que hace un trabajo realmente destacable en cada uno de los departamentos, sobre todo en diseño de producción (arte) y fotografía, en este último destacando el gran trabajo que se hace con la luz tenue y penumbrosa que se utiliza. La preponderancia de las sombras son trabajadas meticulosamente en los cambios de plano (salvo en una secuencia de tres tomas con plano abierto en el panteón, que para nada arruina la experiencia) en donde no vemos ápice de cambio de luz, algo muy difícil de conseguir; en este sentido una vez más se demuestra que, lo que bien podría parecer un trabajo en el que se resuelven problemas de manera práctica (y que así podría ser), se nota, o al menos esa impresión da; es una decisión deliberada por parte de su realizador.


La oscuridad en esta historia es imprescindible para su forma, el cómo se narra la trama y se desarrolla el argumento, y la sensación que busca causar en el espectador y cómo resulta y llega a buen puerto, y que además se sirve de una musicalización que atina correctamente, aunque he de confesar que la escena del confrontamiento en el que la esposa le pide que se vayan sin la “brujería”, me habría gustado más, solamente con la intensidad de las admirables interpretaciones de la pareja protagónica. Es una historia que se cuenta con siluetas y sonidos. 


Una propuesta en el cine de género realmente destacada, con un acertijo laberíntico en el que los tiempos se entrelazan, que siento no se había tenido o no se nos entregaba localmente de tal calidad técnica, narrativa y discursiva, y la armonía entre estas; desde los trabajos de Fher Simental. Hace recordar el aura de realizadores como Eggers y Taboada. 

domingo, 25 de agosto de 2024

Breve comentario sobre “Las chicas están bien” de Itsaso Arana





Tiene todo el sello de Los Ilusos, y se ve que Itsaso tiene, al igual que Jonás; cierta influencia y esencia de argentinos como Piñeiro (en este caso particular, de dos películas [un largo, un medio] en preciso que para los conocedores del cine del Matías podrán identificar inmediatamente) y Llinás.

En muchos sentidos es una película sencilla, con pocas cosas, pero trabajadas de una manera comprometida. Hay poco arte, pero qué arte. Es una película que juega e involucra al espectador en su juego, el que Itsaso haya dejado a sus musas ser ellas en la ficción, funciona perfectamente, no vemos línea divisoria entre realidad y ficción, y eso siempre es arriesgado, pero Itsaso logra la magia, y no dudo se deba en algo a la guía que pudo recibir de Jonás, quien produjo la película y estuvo como supervisor en jefe de la postproducción. 

Inquietudes de la vida y de la muerte, del amor y de ser mujer (hay un halo de Bergman en todo esto), y aunque evidentemente hay un halo feminista en estos diálogos entre mujeres interpretando personajes y siendo ellas mismas a la vez; no se nota como lo elemental, o una especie de manifiesto, ni mucho menos algo panfletario y vacío; son mujeres, son ellas hablando de sus temas, y uno queda maravillado de la naturalidad y realismo del guion de Itsaso, que aunque muchas veces pareciera todo es espontáneo y nada ha sido escrito, hay un trabajo impecable desde la historia escrita lo que hace que todo parezca espontáneo y real, y seguramente en ese sentido se vio influenciada de otras historias escritas por mujeres. 

Y si bien en el plano actoral Itsaso es la más débil del maravilloso cast que tiene (cabe mencionar, 5 actrices protagónicas [Bárbara Lennie, más encantadora que nunca, y jugando como nadie, y creando un par de momentos hermosísimos junto con Itsaso en la historia], tres personajes secundarios, una escena con muchos extras y un sapo es lo que comprende la película), en su debut como directora nos hace saber que podríamos tener una directora de la talla de la mismísima Carla Simón. Y que buen atino tuvo Itsaso en ese título alternativo: “Ensayo de una película-ensayo”. 

Resumo: me ha gustado mucho, mucho.

sábado, 24 de agosto de 2024

10 años de Producciones “La Vieja Escuela” Presenta:




Por Heidy Cásarez


110 años después y 3 días antes del nacimiento de Julio Cortázar, y bajo la misma errancia geográfica que el Cronopio mayor, el crítico y realizador cinematográfico, así como fotógrafo, poeta, narrador, caminante y sintiente, Juan José Antuna Ortiz, bajo el influjo de la amistad y con la vena escritural del cine, la literatura, la música y el arte, un día como hoy, 23 de agosto de 2014, dio origen a Producciones La Vieja Escuela Presenta: un Blog que va más allá de ser un blog y un medio de publicación pues con entereza, sensibilidad, sapiencia y emociones variopintas, desde su sincera, sensible y puntual pluma, acerca a sus lectoras y lectores sí a la crítica, sí al análisis, sí a la reseña, pero, ante todo, a lo que sus emociones le dan forma, compartiendo eso que vive al ver, al leer, al observar, al escuchar y al vivirse.
Producciones la Vieja Escuela Presenta: es ese sueño que muchas y muchos seguimos teniendo: generar y alimentar un espacio en donde no sólo se aloje la voz propia sino la de las y los demás; en donde el hogar de las palabras sea confortable y digno; en donde la palabra sea signo, significado y referente, movimiento y desplazamiento, viaje y destino, búsqueda y encuentro.

Así, por todas esas palabras y su elocuencia; por todo ese incansable brillo que nos regala con cada uno de sus textos, así como por todo lo que ha generado en esta década, abrazo con todo mi corazón a Producciones La Vieja Escuela Presenta: por las lecciones, por el aire fresco, por la delicadeza, por la congruencia entre palabra y acto; por hacernos parte de esos momentos vivos que no son otra cosa que actos de amor en donde el cine, la literatura, la musica y el arte son los motivos pero también los conductos.

¡Feliz 10mo. Aniversario a mi tan querido cómplice, amigo y compañero @johnnyantuhap por darle vida y toda el alma a este refugio en donde la palabra es movimiento y manifiesto; idea y devenir!

Bendecida y afortunada soy de pertenecer a sus filas textuales y emocionales; de caminar al lado de un maravilloso ser que con su ser emociona y mueve y engrandece mi ser.
Toda la vida a Producciones La Vieja Escuela Presenta:. Todo el amor. Toda la luz. Todo...

miércoles, 21 de agosto de 2024

Breve comentario sobre “Un amor” de Isabel Coixet







Una casa, un perro, una propuesta. ¿Qué es un amor?

Realmente me dejó sacudido la más reciente película de la Coixet, de la que yo podría decir que siempre que saca una película, podríamos estar hablando de su mejor película, y en ese sentido para mí esta podría ser su mejor película hasta ahora, pero también podría serlo cualquiera de sus anteriores. Pero estas palabras en mi boca podrían no tener mucha valía, pues yo el cine de la Coixet lo amo desde el principio y para siempre. 

Cosas técnicas a notarse y comentarse podrían ser el trabajo fotográfico, la atención al detalle, la finura y puntualidad en observar y enfocar a conciencia y de manera perfecta la mirada de ella. Cómo los colores primarios que maneja su paleta, influyen mucho en la historia, su desarrollo y lo que vive Nat, que va de la obsesión, al sacrificio, al sufrimiento. A vivir en un lugar que en apariencia le iba a venir bien a pesar de las pericias, pero que al final se encuentra en un ambiente opresor, falso, hipócrita; cuando ella lo que buscaba en muchos sentidos ella quería remediar y arreglar, incluso corresponder y dar un poco de lo que no pudo resolver y aportar en su vida pasada. De ahí que se empeñe en salvar al que todos dicen que es malo, el que ella sabe que con oportunidad y amor, puede ser bueno a pesar de su apariencia, ahí es donde encontramos al verdadero co-protagonista de la historia, ese que nadie creería que podría ser, ese verdadero amor, ese que nos devuelve un poquito de lo que nosotros le dimos, cuando quien esta hecho mierda es uno, un poco como encontramos al otro, un amor cuyo destino no puede ser otro mas que el perderlo. 



Laia Costa está sublime, ha sido una verdadera bendición desde mi perspectiva que Coixet y Laia se hayan encontrado en esta vida laboralmente hablando, desde la grandiosa “Foodie love” se notó que estas mujeres juntas, harían cosas realmente extraordinarias. Me parece que Laia no da nota mala desde su debut protagónico en “Victoria” (Sebastian Schipper, 2015), que si bien algunos de los proyectos en que ha participado no son del todo buenos, ella cumple con creces, y un poco que salva la película con su sola presencia. A Hovik Keuchkerian sólo lo he visto en dos cosas serias (su aparición en “The night mánager” no la podemos contar, ahí sólo figura como “extra”) y tiene muy buenas maneras. Otra actuación muy importante es la del actor Luis Bermejo que es el más despreciable de los antagónicos que yo haya visto en mucho tiempo, en la figura de “el arrendador”. 


Muchos podrían creer que el final está desmedido, o incluso fuera de lugar, pero no me lo parece, sólo hay que recordar películas como “Zorba el griego”, “Druk”, “Corsage” o incluso “Spencer” no en su escena final, sino en la escena donde corre. Incluso a mí me provocó sensaciones muy parecidas a las que me hace sentir el cine de Chang-dong y Sang-soo. 

lunes, 12 de agosto de 2024

Breve comentario sobre “Tres hermanos”





La película nos revela desde un principio el discurso que pretende explorar y que hasta cierto punto expone de manera correcta, además del magistral trabajo fotográfico y como de manera muy simbólica muestra la importancia que tendrá la naturaleza en el desarrollo de la historia; y ese discurso que explora y expone la trama que se desenvuelve en el guion del propio Francisco Paparella, es el de la violencia. Más aún en particular, el de las violencias masculinas.

Las violencias que ejercemos sobre otros, las violencias que ejercemos sobre nosotros mismos, las violencias que ejercemos por demostrar que somos hombres, las violencias que ejercemos con tal de no sentir vulnerabilidad, las violencias que ejercemos para no sentir remordimientos, las violencias que ejercemos para no pensar en el pasado. 

La forma en que se dota a estos tres hermanos de un sufrimiento particular que pretenden tapar con actitudes machistas, pero que se destapan cuando el hermano mayor regresa a la casa de los padres, y esto empieza a hacer que cada uno de ellos muestre su verdadero rostro y se quiten la careta para luchar con sus demonios, el más chico queriendo violentar a través del ruido, del sexo y de la fuerza para reprimir los deseos que le suscitan las luchas grecorromanas y los sentimientos que le despierta su mascota, el mediano que carga con la responsabilidad de llevar a cuestas el legado familiar y que hace todo por subsistir, y que ha raíz de un diagnóstico hace que manifieste su hombría de la manera más ruin, y que quizá sea la consecuencia de su desenlace, y el exilado que a su regreso lucha con el origen de los males de los tres: la inexplicable muerte de su madre, y los maltratos que ejerció su padre sobre ellos, y que trata de reprimirlos con el abuso de droga, además del propio hecho de luchar con su propia ausencia siendo padre. 

Un estudio de personajes que de alguna manera expone que no importa cuál fuerte sea la avalancha, con algo de perspectiva se puede ver y trabajar sobre lo mal que hemos hecho como seres humanos, o quedarnos estancados tratando de enterrar todo con ruidos estridentes y golpeando y sometiendo lo que esté a nuestro paso, hundiéndonos cada vez más en ese pozo que más temprano que tarde, nos dejará sin luz. 

jueves, 8 de agosto de 2024

Breve comentario sobre “Joyland”





Como que quería esperarme un poquito para escribir sobre “Joyland”, pero creo mucho en las primeras impresiones y lecturas, y esta película me hizo sentir una cosa que espero poder expresar de manera muy sintetizada al final. Que ya después tendré tiempo de sobre para poder escribir elaborar un texto más extendido para esta película que además de sorprenderme gratamente, sin duda alguna debe estar como mínimo en mi top20 de los mejor que he visto en este 2024. Recalcar además que si la película (del año 2021, por aquello de recalcar cosas y hacer patente lo difícil que es traer para las pequeñas distribuidoras nacionales buen cine de medio oriente) tiene la relevancia que tiene, además de por la gran valía que tiene por sí sola; es por el hecho de ser la primera película paquistaní en estar en Cannes (Una cierta mirada, ganadora del Gran Premio del Jurado), y ser preseleccionada en los Oscares (además de contar entre los productores ejecutivos con el reconocido actor inglés de ascendencia paquistaní Riz Ahmed). 

Para empezar, debo decir que Joyland se siente como un collage de muchas cosas valiosas, que sin duda Saim Sadiq (director) quería explorar. Todo el trasfondo de la trama corresponde a un marco social en Pakistán, sus cosas buenas, tradicionales, de las cuales sentirse orgullosos, pero también el rigor con que se tocan ciertas cosas, condiciones y forma de vivir hoy día, ya con más conciencia de libertad. 

Joyland me parece, así como tiene muchas subtramas que van desde lo familiar, el amor, la depresión, la jerarquía machista en medio oriente, la discriminación; también tiene por momentos más de un personaje protagonista, o quizá solo tengamos una, y no es la que creemos, y que hace que el título de la película tenga mucho sentido. 

Mi título alternativo para esta película sería: “La fierecilla durmiente” y creo le viene perfectamente en más de una ocasión, por más de una razón, a más de un personaje. Tiene momentos mejor desarrollados que otros, sin duda alguna, pero hay una propuesta realmente interesante en el montaje que viene desde la utilización del sonido para desorientar o poner foco sobre ciertas situaciones de manera muy abrupta (esto sobre todo al principio de la película, que a uno lo hace dudar si hay un “por qué” detrás de esto o son errores), hasta lo visual que juega con luces, planos y posición de cámara por momentos de manera Meli suma, y por otros tantos de manera abstracta, poco ortodoxa. 

El final, además de hermoso, aún con la tristeza que da; me parece que, además de ser uno de los más bellos que he visto en el año, arroja lo que para mí es esta película: la vida misma, que nos somete, pero aún así nos dice de manera muy tajante pero silenciosa: habrá que salir a vivir, a cumplir esos sueños. Por quienes ya se fueron, por quienes no están más a nuestro lado, por quienes no pudieron ser; pero sobre todas las cosas, por nosotros.